Ipso facto, y para los afortunados que vacacionáis en estas fechas, ahí os bajo mi ODISEA DE NAVIDAD preferida, esperando que os guste:
ESPASANTE:
VOLCÁN, CERDO Y PEDRA FORMOSA
Creo
que el escritor de viajes debe presentarse, a fin de que el lector tenga un
criterio para valorar los datos que le suministre. Hay dos palabras que
condensan el tema de mi busca: emoción y fantasía. Pues bien, la tierra de
Galicia es la más propicia para la mente imaginativa. Para muestra, un botón.
Recuerdo
haber tenido noticias de la existencia de un volcán en Espasante
en mi época universitaria, cuando era coleccionista de minerales. No serán de los peores días de mi vida, aquellos que pasé en el Curota, a la caza de exágonos de cuarzo rosado. Al principio supe de Espasante lo que todos: que en la playa se levanta una pared de lava esmeraldina y que el baño, entre aquellos reflejos, es una especie de placer oriental. Más tarde, leí algo y me enteré de que nuestro volcán, el volcán de Galicia, pertenece a un tipo que solo se da en la isla dela Palma
(caldera de Taburiente) y en Hawai. Recientemente, cuando ya había tomado la
decisión de visitar tan fantástico lugar, me enteré de lo del cerdo. Un
cerdo-tótem, llamado Antón, al que desde hace dos siglos cuida todo el pueblo,
renovando el ejemplar, eso sí, cada año. Vaga libre por calles y plazas,
precedido por el tañido de la campana que lleva al cuello y no se le alimenta
con porquerías, que va: como más adelante sabré, al Antón actual le encantan
las nécoras. De modo que ya tenía dos atractivos: volcán y cerdo. Por si fuera
poco, una arqueóloga vasca me informó que en Espasante existe lo que,
provisionalmente llamaré Pedra Formosa, aunque en realidad no es una Pedra
Formosa. Adelantaré que el asunto tiene que ver con el enigma de que existan
restos de los poblados de los antiguos gallegos, pero no de sus pobladores. Jamás
se ha encontrado no ya una calavera, es que ni una falange. Ni siquiera
cenizas. Nada. Desaparecidos como los marcianos.
en mi época universitaria, cuando era coleccionista de minerales. No serán de los peores días de mi vida, aquellos que pasé en el Curota, a la caza de exágonos de cuarzo rosado. Al principio supe de Espasante lo que todos: que en la playa se levanta una pared de lava esmeraldina y que el baño, entre aquellos reflejos, es una especie de placer oriental. Más tarde, leí algo y me enteré de que nuestro volcán, el volcán de Galicia, pertenece a un tipo que solo se da en la isla de
Volcán,
cerdo y Pedra Formosa. Tres en uno.
Monté
la bici junto al tanatorio de Ortigueira, tomando la carretera de Viveiro.
Anticipo que el recorrido hasta Espasante es llano, pegado a una hermosa ría.
Si acaso un poco justos los arcenes, ¡ojo a los conductores asesinos! A poca
distancia de la salida, verás a la derecha un tétrico barracón denominado “refugio
de fauna autóctona”… triste. Más adelante, una desviación a la derecha anuncia
un lugar enigmático: Pena Quente. Estarías tentado de situar aquí el cráter del
volcán. No es así y como luego veremos, la realidad es mucho más inverosímil.
Puede que el “Quente” haga alusión a algún fenómeno de vulcanismo, tipo
fumarolas o tierras calientes, pero, ¡bah!, déjalo porque muy pronto, a la izquierda,
se te aparece el cartel: PORTO DE ESPASANTE. Aunque el día está cubierto, es
tan cálido que no extraña que las huertas se adornen con ágaves coronados por
espigas florales, color Selección Española.
El
ramal que lleva a Espasante tiene apenas un par de kilómetros. A la izquierda
queda el volcán. Formado por lava-pillow (lava almohadillada), constituye una
pared casi mágica, de colores que oscilan entre el verde brillante, el verde
musgo, verde hierba o verde esmeralda. Ocupa unos ciento cincuenta metros, a la
izquierda de la playa de La
Concha. Su secreto, lo que lo hace casi único en el mundo,
consiste en que es un volcán “al revés”. La lava sube, no baja. El efecto lo produce la
presión de las placas continentales. Es como cuando aprietas el tubo de pasta
de dientes: la pasta es la lava. Sube tanto, que apenas se ven burbujas, porque
el cráter está bajo la presión de dos mil metros de agua, en el Cantábrico.
Comparte estás característica con los de La Palma y Hawai, Toda esta zona de Ortigueira es un
rift, es decir un territorio asentado en una delgada capa, sobre la caldera del
magma ardiente. Esa es la causa de los frecuentes temblores de tierra.
De momento,
poco después de la desembocadura del río Dola (río da Ola, ¿volcánica?),
veremos una bifurcación. A la izquierda, playa de La Concha , a la derecha, playa
San Antón. Cogeremos esta última, dejando el volcán para el final, ya que aún
es muy temprano.
El
camino nos interna por el pueblo, elegante y distinto, de unos quinientos
habitantes. Un gran cerdo de bronce con una campana al cuello sirve para hacer
la foto, aunque en tu corazón te digas que quisieras ver el de verdad. La playa
de San Antón, encerrada entre acantilados, debe ser muy abrigada. Un cartel indica
las peculiaridades geológicas de forma amena, incluso para el profano: estas
tierras del Ortegal, son visitadas por gente de todo el mundo que vienen a
admirar las pegmatitas, ricas en gemas como el berilo, el pariente pobre de la
esmeralda. Domina la playa y el acantilado el restaurante Orillamar, en el que
me dispongo a hacer mi entrada, deseoso de pegar la hebra sobre temas porcinos.
—… yo venía
por el cerdo de Espasante ¿usted sabe?
—Claro
que sé. Yo soy precisamente el que va a sortearlo mañana.
—¿Dónde
puedo verlo?
—¿Vio
la estatua…?
—Sí,
pero el de verdad… Dicen que anda suelto por el pueblo.
—Está
llagado, tiene las piernas ensangrentadas. La gente le da nécoras, pasteles…
Ahora está casi todo el rato durmiendo en un local del puerto… Por ahí —estira
un brazo—, verá un cartel que pone PORTO.
Ahora
tengo que preguntar por la Pedra Formosa.
Decido que me entenderá mejor si le pregunto por un “castro”.
—…
¿El castro? Allí mismo, en el puerto. Coja un caminito detrás de la cetarea y
verá una escalera. Muy empinada. Suba por ella y caerá casi encima de la Pedra Formosa.
—Vale.
Para comer ¿hace falta reserva?
Niega
con la cabeza. El recorrido, siguiendo el cartel de PORTO es muy breve. En
determinado momento empieza a chispear agua y aprovecho para visitar la capilla
de San Antón. La tradición del cerdo Antón tiene que ver con su construcción,
hace casi dos siglos. Cada año el pueblo se convierte en corral, alimentando un
cerdo que se sorteará el día de Reyes, para mayor gloria del Santo y su
capilla. Antón, al que paisanos y turistas localizan por la campana, es una
celebridad, mantenida a cuerpo de rey. El Antón de este año, pobrecito, está
ahíto de colesterol por su afición a las nécoras, pero los tiene habido magos
(uno que acertaba las quinielas, según comía tomates rotulados 1-X-2), músicos
(hocicando en flauta de escoba), pintores… Como es lógico la gente lo quiere a
rabiar y al que le toca en suerte nunca lo mata.
A
partir de la capilla de San Antón, basta seguir los carteles azules, colocados
por la Xunta que
dicen PEDRA FORMOSA.
En
el puerto, solo veo un señor que se va a esconder tras un promontorio
triangular. Lo persigo con mi bici y pregunto:
—¿El
cerdo de Espasante?
—Cerda lo será la madre que te parió.
Entonces
caigo en la cuenta de que el señor está agachado y tiene un periódico en la
mano. Espero que mi madre no lea esto.
El
cerdo me dio mucha pena y no contaré los detalles. Como un ejecutivo pasado de
cenas, atestado el pecho de by-pass. Creo que sería mejor que los turistas bien
intencionados le dieran pienso. El bicho, cubierto de sangre, apenas se mueve
de un galpón portuario donde reflexiona día y noche sobre sic transit gloria mundi.
La cetarea tenía la puerta abierta. En el vano,
vi recortarse a la luz de una tosca bombilla la figura de un señor con botas de plástico. Decidí asegurarme de que
estaba por allí la Pedra Formosa :
—¿El
castro de Espasante?
—¿El
castro?
—Me
dijeron que hay una escalera…
—¿Escalera?
…bueno, tiene una escalera ahí, a tres pasos. Si es capaz de subir…
Se dobla una
roca tras la cetarea y se da uno de bruces con la escalera, que nace en una
playa. Es vertical, pegada al acantilado. La escalera, está bien como escalera,
lo que fastidia es que quiera ser también columpio. Acongoja. Arriba. Estás
casi encima de la Pedra Formosa.
Los muy poco curiosos tendrán aquí, en la cima del acantilado, un paisaje
precioso que domina el Ortegal. Pero hay que ser muy poco curioso, pero que muy
poco, para no querer saber de inmediato que demonios es esto.
¿Qué
es una Pedra Formosa? Bien, para empezar digamos que la de Espesante es una
Pedra Formosa que no es una Pedra Formosa. Todo está aquí un poco al revés,
como el volcán ascendente, como el cerdo humanizado.
Imagínate
un vagón de tren de los antiguos o un wagon-lit, o sea una estructura alargada
con muchos departamentos, unos detrás de otros. Imagínate que en el
departamento de cabeza, hay un horno. Imagínate, si puedes, una losa bellamente
esculpida, cortada por abajo en forma de arco que sirve para pasar del segundo
al tercer departamento. O sea la Pedra
Formosa propiamente dicha. Imagínate la situación del
monumento, en el foso de un antiguo castro, u otro arcano sagrado, puesto que
las Pedras Formosas son de época romana y lo castreño, ya sonaba entonces como
algo remoto. Bien, pues es eso. Según los arqueólogos, los sucesivos
departamentos se denominan atrio, antecámara (aquí se pone la Pedra ), cámara y horno. Las
más famosas son la de Briteiros, cuya Pedra ofrece una exuberante decoración vegetal
y la de Santa Mariña de Allariz, con Pedra escoltada por un Osiris y un
Cocodrilo en relieve (en realidad, un Osireión).
Otras de estas Pedras se han reutilizado en pórticos de iglesias románicas,
como la viguesa de Bembrivre.
La Pedra Formosa de Espasante:
La Pedra Formosa de Espasante:
Ahora, para comparar, el Osiris del Osireión llamado Forno da Santa, en Allariz:
Al otro lado de la boca de la Pedra Formosa u Osireión de Allariz, el reptil que se come el corazón de los réprobos (los que han sido condenados en la psicostasia):
¿Qué
son? La respuesta tradicional es que son la solución al enigma de porqué
aparecen restos de poblados de los primeros gallegos, pero no de sus
pobladores. Jamás se ha recuperado un huesillo o una urna con cenizas. Va, basta de misterios: son crematorios.
No ocultaré que ahora se ha puesto de moda el dudarlo y que hay quien dice que
son baños de vapor. Como estamos hablando de época romana, cuando ya existían entre
otras, que sepamos, las monumentales termas de Lugo, esa opinión me parece un
poco absurda. A esas alturas los gallegos ya estaban enterados de que las
termas se hacen al lado de los ríos o fuentes de agua y no encima de los
montes. A Jacques, si le haces el favor, apúntale a la tesis tradicional.
¿Qué
hace especial la de Espasante en relación a la de Allariz? Bien, la Pedra Formosa ha desaparecido.
Se aprecia a la perfección el espacio en que se estuvo encastrada, entre la
segunda y la tercera cámara. ¡Parece una Pedra Formosa hecha de aire! Se
comprenden las dificultades del funcionario de la Xunta encargado de pergeñar
los rótulos. Tenía que haber puesto:
MONUMENTO QUE
NO SE SABE MUY BIEN LO QUE ES, QUE DEBERIA TENER UNA PEDRA FORMOSA, PERO QUE NO
LA TIENE.
Exprimió su
magín, dijo ¡Eureka!, y escribió:
PEDRA FORMOSA
Se
está realmente bien aquí arriba, entre el silencio absoluto, rodeado por las
ánimas de nuestros antepasados. Pero aun te quedan por ver las vulcanitas:
aquella mancha verde brillante, que atrae magnéticamente la mirada hacia la
parte oeste de la playa de la Concha. Por
el camino podrás disfrutar del lado absurdo de los espasantinos: inmensos
bloques de cuarzo blanco sujetan los tejados. Pesaran más de cien kilos. En
algún caso, el pedrusco ya se ha comportado como es de esperar y, en el techo,
solo queda un gran agujero: el cuarzo debió llegar hasta el sótano. En la
minúscula ventana, una vieja desdentada se ríe al verme pasar. Otras casas
muestran un cierto bienestar de clase media: porches, tumbonas, balancines y
coches alemanes. Ambiente de Beach-club. El hostelero me había dicho que los
jóvenes ya no se sienten orgullosos de las sagradas tradiciones espasantinas,
como la del cerdo. ¡Acabaremos siendo coruñeses o algo peor!
Los
chaléts llegan al borde del mar y han bloqueado el paso por la ribera; ahora
están excavando un nuevo paseo en el acantilado, entre las vulcanitas. ¡Ni el
más mínimo respeto a un fenómeno único como las pillow-lavas! Eso demuestra nuestra
gran originalidad como gallegos: los otros dos casos de volcán-inverso en el
mundo, La Palma
y Hawai, son Parques Nacionales. Los gallegos hemos declarado el nuestro “Zona
de urgente desfeita urbanística”. Corre, espabila viajero curioso, ven a Espasante.
No pierdas un minuto. Falta poco para que consigamos cargárnoslo.
Llegas
por fin a la ladera de pillow-lava. Percibirás al punto la extraña luz verde
que irradia de las vulcanitas. Torturadas formas de la materia volcánica surgen
ante tus ojos: chicle que se estira, almohadas o bloques de hielo de color
verde-menta, como gigantescos polos de fantasía. De repente, crees estar
inmerso en un gigantesco decorado hollywoodiense para una película de
extraterrestres. Te preparas con los ojos abiertos como platos: de esa grieta
color pistacho está a punto de salir Luke Skywalker o tal vez la princesa Leia.
Ante tus mismísimos ojos. Sigues por la ladera. El verde se convierte en
esmeralda. Aún así la sensación de bloque de hielo no cede. Las almohadas
volcánicas se han convertido en bloques de iglú. ¡Cuidado por donde pisas! Alien
anda escondido por ahí. En ningún otro lugar del mundo encontrarás mejor la
sensación de haberte trasladado a otro planeta.
El
perrito de aguas de un runner me
acosa, mientras retorno. Pregunto al deportista y usted vive por aquí, y, en
efecto, esta misma casa, la de la piscina y la antena parabólica, y sabe usted
que esto es un volcán, y ¡Layka, para de ladrar o llevas!, y no tiene usted
miedo de vivir en un volcán, y no creo que vaya a hacer erupción después de un
millón de años…
—Pero
el peligro existe —le digo—. Los flujos piroplásticos han remontado hace un
millón de años, hace quinientos mil… Ningún científico le puede garantizar que
no lo vuelvan a hacer mañana mismo.
El
tipo se rasca el sobaco mientras me mira con urente desprecio.
—Me
voy a preocupar por algo que puede ocurrir hoy o dentro de cien mil años. ¡Nos salió
cachondo el Contador este!
Y
esto es lo que se hace en otras partes del mundo. En Estados Unidos se analizan
los movimientos sísmicos para determinar el momento en que el nivel de roca en
la caldera, bajo el rift, alcance el 50%. En ese instante, el riesgo de emisión
de lavas se convertirá en algo real. No existen volcanes apagados y ningún
científico puede garantizar que no se enciendan de nuevo. Se calcula que los
gases generados por la erupción y la ola subsiguiente arrasarán buena parte de
las provincias de Lugo y A Coruña, incluidos el parque Ofimático y el edificio
FENOSA.
Y
de pronto el estómago reclama su atención, la magia se difumina y todo se
vuelve prosaico. Decido agasajarme en el restaurante Orillamar, de tan agradable
patrón. Bien lo merece una mañana prodiga en escaladas ¿verdad? Coquinas con
ajo y un revuelto de erizos, algas y setas son dos platos inesperadamente
sofisticados. Sin perjuicio de que cualquier otro molusco o crustáceo que te
apetezca. Cantidad y variedad. Conversación sobre la inconsistencia de los
jóvenes. De postre, helado de pistacho. Pero ¡que idea más tonta! Necesito algo
más volcánico:
—Chupito
de peppermint frappé.
Vuelta
a la bici, camino de Ortigueira. Parque, en la desembocadura del Dola. Grandes
juncos de espadaña dan al paisaje un aire chinesco. La granja de, desgraciados,
animales autóctonos. Las algas del almuerzo, buenas para el estreñimiento, pero
producen el efecto contrario. Ya veo la ría. La memoria, sin embargo, es
incapaz de desembarazarse de aquella visión verde, paraíso o infierno, campos
de criptonita que me ha derribado, como un superman de pacotilla. Un lugar que
no olvidaré jamás.
FIN
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