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Creo que nos hemos sorprendido a nosotros mismos con ese
fantástico resultado que hemos alumbrado. La dicotomía izquierda-derecha que llevábamos
en mente ha saltado por los aires, nadie sabe como ha sido. En su lugar se
instala otra dialéctica: integración-desintegración nacional. El PSOE, en lo
alto del puente, debe saltar a uno u otro lado. Por un lado las consultas
soberanistas: Cataluña y País Vasco, luego Canarias, Baleares, Valencia…
¿nosotros? En este salto puede toparse con la Presidencia, también la
disgregación del propio partido. Al otro ¿qué? La colaboración con rivales
hacia los que ha sembrado el odio, Ciudadanos, no tanto, pero necesariamente
también el PP. Particularmente patético ha sido el voto naranja; inane excepto
en cuanto a debilitar y casi arruinar aquello que constituía su "leit
motiv": La unidad nacional. Rascando bajo la capa de juventud, sonrisa
profidén y dialéctica no había más que gas y la sobreexposición de la campaña
acabó pinchando el globo que tan alegremente hincharon cadenas como la Sexta.
Creo que podrían enjugar la absurdidad de su papel electoral (desde el punto de vista de sus votantes:
compárese la mayoría absoluta del Senado) con la participación activa en un Gobierno
de unidad.
Mi propuesta, que no mi pronóstico. Gobierno de
concentración de los tres partidos unionistas: PP, PSOE y Ciudadanos. La
Presidencia correspondería al más votado, pero el cainismo no debe ser
obstáculo: podría ser presidente cualquier magistrado de prestigio como Pacual
Sala (aunque no sea diputado) o incluso un personaje relevante del PSOE, como
Felipe o Solana.
Pero en mi caletre danzan las mismas ideas que en el tuyo,
lector.