Una de las cosas más
entretenidas que se pueden hacer con las obras de Miguel Ángel es cascarlas. Al David lo mancaron a banquetazos en la Revolución Florentina ;
un Julio II de bronce
fue precipitado al suelo desde la catedral de Bolonia, desmigajándolo como el Airbús
de Lufthansa; la Revolución Francesa
por su parte, dio buena cuenta de un Caballo monumental sobre dos patas y, por no hacer la relación eterna, el
Braghettone se cargó el Juicio Final de la Sixtina. No , no fue solo cosa de
pintar braguetas; algunos personajes eran tan rijosos que hubo que abatirlos a
martillazos. La historia (Il Braguettone de E. Rajoy), que salta continuamente de lo
sublime a lo ridículo, está a punto de salir en ebook.
Nuestro país no podía
quedar al margen de la furia destructiva de Buonarrotadas y no quedó. El San
Juanito, nuestro único
Miguel Ángel fue garajizado (es decir convertido en mojón de un garaje) por la Revolución Española
del 36. Fosfatina quedó. Ahora, nuestro Miguel Ángel ha sido restaurado, o
mejor dicho reconstruido, por el Orificio de Pietre Dure florentino y estará
expuesto en el Prado hasta el verano.
Corre, ve a verlo. A fe
mía que a la próxima revolución no dejamos ni las migajas.
Un enlace sobre la
historia del San Juanito, aquí.