El ministro de Justicia
dimitió en julio, cuando lanzó un ultimátum (¡Quiero la ley del aborto antes
del final del verano!), a sabiendas de que iba a perderlo. Cuando lanzas un
diktat ya solo te quedan dos posibilités:
o lo pierdes y dimites, o es el otro el que se rinde y dimite. Pero don Alberto
(a diferencia de don Artur +), conocía perfectamente la pasta de que está hecho
“el otro”; por ello discurrió tan bella salida pensando, como no, en su futura
y triunfal reentrada. Doña Espe, que es olió la jugada (a su debido tiempo),
decidió que quería opositar a alcaldesa, para así empezar a tener mando, aunque
sea municipal, sobre el palacio de Moncloa. Esto es como la bolsa; unos valores
suben y otros bajan. O como los pimientos de Padrón, va.
Jacques tiene su apuesta
personal, que se llama doña Ana Pastor. Cumple, con creces, los dos requisitos
que les exige a los políticos: es buena gallega+ejerce como gallega. Como quien
puede ha colocado a uno de su equipo en el ministerio de Justicia, me pega que
sus acciones siguen al alza. Si fuera político, Jacques compraría un buen
paquete.
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