jueves, 7 de septiembre de 2017

LA LANGUE D´OC ET LA LANGUE D´OIL

Bandera de Arousa, el otro prusés (click, click)

La papeleta del referéndum catalán me ha parecido algo maravilloso. De golpe, ha regresado a mi mente la clase de Literatura del profesor Queisiños.
Dante, además de la Divina Comedia, tuvo la humorada de clasificar las lenguas romances en tres grupos, según la forma de decir sí: Las lenguas d´oil (oui), casi toda Francia; las lenguas del sí, Italia y España; y las lenguas d´oc, en el Sur de Francia, o sea el Languedoc. La papeleta da esa opción y yo pienso votar “OC”, pues todo está en empezar y pienso que los catalanes en breve conquistaremos Carcassonne, Perpignan, etc.; el Langue-d-oc.
Porque ¿quiénes seremos nacional-catalanes? ¿Los forzados, los agarrados por el suelo o por nuestros pies? ¿Los empapelados? ¿Los saltarines?
Al ser Catalunya una nación fantástica, creada por la Literatura, esas cosas hay que aclararlas. Nación, nación, lo que se dice nación, no lo fue nunca: como mucho parte del Reino de Aragón, uno de los fundacionales de España y la mítica historia de Casanova, una batallita más de nuestra guerra civil española entre Austrias y Borbones. Aun así, Jacques cree en las creaciones de la mente, esos ectoplamas que se convierten en realidad palpable y tocable. Pero al ectoplasma, como al Quijote o a la Comedia de Dante hay que modelarlos, darles trama y verosimilitud: requisito indispensable para que el espectador acceda a la “suspensión de la incredulidad”. Posibilidades.
La nación catalana podría ser agarrarte por los pies. Es decir, todo el que esté pisando el suelo de la autonomía de Cataluña, se convierte en nacional del nuevo País d´Oc por determinación de la mayoría parlamentaria, aunque minoría ciudadana. De esta forma, Junts pel Oc, Esquerra y Cup arramblarían con todas las gallinas que pillaran en el gallinero. Lo malo es que un montón de gallinas se rebelarían, ellas querrían seguir cacareando co-co-co y no oc-oc-oc. Por eso, esta modalidad requiere tiros y cañones, fuerzas al mando del general Jackson Stonewall en la guerra civil americana, o, más prosaico, el Ulster o las masacres de Srebrenica. ¡A santo de que nadie va a dejarse agarrar por los pies si no le apuntan con una pistola! Risa da pensar en el Puigdemont echado a tus tobillos mientras te suelta: parole, parole, parole…
O la nación catalana puede ser cosa de papeleo, como en El Proceso de Kafka: todo el que esté fichado como catalán, esté donde esté, se convierte en súbdito de esa demi-Cataluña formada por JxSí (o Junts pel Oc), Esquerra y la CUP. Por ejemplo, el propio Jacques, que se declaró catalán en un viejo testamento otorgado en Sant Boi. Pero la novela de papel, más que ninguna otra, requiere credibilidad: si al lado está la vieja historia de la España de toda la vida, o sea Caixabank pastoreando los fondos de los sorianos y clases medias comiendo butifarra, va a ser difícil que los lectores serios compren masivamente el nuevo argumento del Far East.
O… Se proponen interesantes soluciones para los que quieran seguir siendo catalanes com sempre: su estatuto personal sería el de españoles, pero el territorial, catalán. O sea serían españoles volando, levitando como Santa Teresa. También cabría la modalidad de saltos repetidos, tal vez no excesivamente adecuada para ancianos.
Vale, pero si me dejan votar OC votaré OC; solo por el gustazo. Luego me fugaré y me haré gallego: aquí, todo se basará en Valle Inclán y coronaremos por rey al marqués de Bradomín. Aunque Juan Carlos, el rey de Sanxenxo, podría ser un magnífico candidato.
Of course, reivindicamos Portugal hasta Braga, que desde lo del pio latrocinio, allí podemos hacer lo que nos de la gana. Ah, en el referéndum hay que incluir la opción “SIM”, que luego van y no nos dejan reclamar Vila Nova de Cerveira…

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