SUMARIO
1.-¡EL VECINO SE HA APROPIADO DEL PASILLO COMUNITARIO!
2.-NAPOLEÓN LE PETIT
3.-DOCAMPO VERSUS COLÓN
1.-¡EL VECINO SE HA APROPIADO DEL PASILLO COMUNITARIO!
Pregunta: traigo el caso aquí porque creo que la situación le sonará a más de uno/a. El vecino, el buen vecino que felicita las fiestas y a veces invita a una caña, ha avanzado la puerta y se ha comido para su casa un buen tramo del pasillo comunitario. O ha integrado el desván comunal en su ático. O ha amurallado para sí la terraza. A estas alturas estamos ya con la demanda puesta en el Juzgado y la cara torcida cada vez que coincidimos en el ascensor. El caso es que los vecinos afectados también sufren: era un chico muy majo que siempre te preguntaba por la operación de tu madre y, la verdad, ese tramo de pasillo no lo quieres para maldita la cosa. Estas líneas proponen un "tratado de paz" en Junta vecinal con 3 condicionantes indispensables: presencia y aceptación del infractor, mayoría de 3/5 y, sobre todo, aclarar que la sobre-cuota lo es "solo de gastos". Caso contrario, ¡encima!, le estaríamos dando mayor participación en los elementos comunes.
Ala, Mercedes, recupere la sonrisa.
(En
Junta ordinario o extraordinaria de vecinos, se introduce en la propuesta, voto
y acta el siguiente texto:
“Antecedentes
1º.-Que don …, propietario del piso …., y la comunidad de vecinos de la casa… de la calle… de A Coruña, reconocen y hacen constar que el primero ha integrado a su vivienda el espacio de pasillo comunal que va desde el frente de su piso al borde del ascensor, sustrayendo esta zona al uso y disfrute comunitario;
2º.-Que dicha situación se ha judicializado,
estando pendiente de resolución por los Tribunales de Justicia;
3º.-Que, en aras al mantenimiento de la
convivencia vecinal, ambas partes han acordado el siguiente CONVENIO:
a.-La sobre-edificación tendrá carácter de
PRECARIO, pudiendo la comunidad por causas justificadas solicitar la
restauración de los elementos alterados a costa del titular del piso…. o sus
causahabientes.
Se entenderán por causas justificadas las que
impliquen una mayor onerosidad para la comunidad que la situación actualmente
planteada; las que impidan un beneficio demostrable para la comunidad; o
impidan o dificulten la realización de obras o instalación de servicios
legalmente exigibles.
b.-Con
arreglo al art. 17.12 de la LPH, se establece una cuota especial de gastos a cargo del titular del piso …., de un 20%
de la cuota ordinaria (que permanecerá inalterada, en especial la participación
en elementos comunes), debiendo separarse ambas cifras en el correspondiente
recibo;
c.-La comunidad se obliga a desistir de las acciones
emprendidas en un plazo razonable, estimándose como tal hasta la finalización
del corriente año;
d.-Este acuerdo se somete a aprobación por voto
favorable de al menos 3/5 partes de los presentes y 3/5 partes de las cuotas.
Sometida a votación la propuesta…”)
Adaptado al caso concreto
(LPH
17.12). El acuerdo por el que se limite o condicione el ejercicio de la
actividad a que se refiere la letra e) del artículo 5 de la Ley 29/1994, de 24
de noviembre, de Arrendamientos Urbanos, en los términos establecidos en la
normativa sectorial turística, suponga o no modificación del título
constitutivo o de los estatutos, requerirá el voto favorable de las tres quintas partes del total de los propietarios
que, a su vez, representen las tres quintas partes de las cuotas de
participación. Asimismo, esta misma mayoría se requerirá para el acuerdo por el que se establezcan cuotas
especiales de gastos o un incremento en la participación de los gastos
comunes de la vivienda donde se realice dicha actividad, siempre que estas
modificaciones no supongan un incremento superior al 20%. Estos acuerdos no
tendrán efectos retroactivos.
Como si quisiera desmentirme, ayer mismo una pobre ballena embarrancó en Combarro, Ría de Pontevedra adentro, falleciendo tras cruel agonía. Imagen tomada de El Faro de Vigo. |
Transcurridos los dos primeros capítulos del libro II, Docampo empieza a incurrir en hechos vergonzosos a los que será muy difícil, como no imposible, darle la vuelta a través del relato. Sigue el capítulo 3,II en versión íntegra. Censura, que cada cual ponga la que crea conveniente.
-3-
Fray Miguel López de la Serna
Desde 1474, sino antes, se venían practicando cabalgadas
en la costa norteafricana e islas exentas de señorío: Gran Canaria, Tenerife y
La Palma; sin desdeñar oportunidades de captura casi en cualquier otro punto.
Eran la fuente de riqueza de Canarias como lo será con el tiempo el turismo; y al
alcance de cualquiera, como los vuelos low cost: se admitía a todo aquel
que pudiera empuñar un arma y al que no, se le permitía la inversión en las
sociedades financiadoras. Se imagina uno lo sabroso del negocio, pues las empresas
del sector estaban exentas de los impuestos de alcabalas y almojarifazgo al
descargar su mercancía en puerto. Que nadie piense en paraísos fiscales o en cuentas
black: el de cabalgada en tierra de infieles era un derecho perfectamente
legal, equiparable al de los moriscos de efectuar razias en las costas cristianas,
con capturas de lujo a la altura de un Miguel de Cervantes. El propio Gabriel
Varela se apuntó a un par de correrías. Un verdadero tiburón de las cabalgadas
podía ser nuestro conocido Pedro de Vera; ya en 1474, con base en Jerez, obtenía
pingues dividendos de sus incursiones que abarcaban de Larache a Azamor, en la
costa marroquí. La corte, a la que reportaba jugosos dividendos con el quinto real,
lo idolatraba. Además, el beneficio no procedía tan sólo de capturas de nuevo
cuño. Fue muy celebrada la treta que utilizó para librarse de una tropa de gomeros
levantiscos que tenía apalancada en su gobernación de Canaria: simuló invitarlos
a una entrada en Tenerife con la promesa de que volverían ricos y famosos.
Descargados en Sevilla en junio de 1483, los lotes no adjudicados se residenciaron
en el arrabal, donde mendigaron durante décadas en las cercanías de la puerta
de la carne o de Bib-Ahoar 1.
No le irá a la zaga Diego de Herrera, señor de las
islas de Señorío (Lanzarote, Fuerteventura, Gomera e Hierro), padre de Hernán
Peraza. Con una sola cabalgada en un aduar del interior de Berberia capturó una
tribu de incautos al completo: 158 mozos, mozas y niños. El beneficio se hubo de
repartir conforme a “fuero y uso de España”: 3 partes, para el caballero; 2,5
para el marinero; 2 para el espingardero; 1,5 para el ballestero y 1 para el
tarjero. Las ventas solían hacerse en los mercados de Cádiz, Huelva o Sevilla,
aunque también había subasta de género en la propia Las Palmas. El negocio entraría
en un lento declive al sustraerse como territorio de caza la isla de Gran Canaria,
gobernada en nombre de los reyes por Vera: se acotó el otorgamiento de licencias
para cabalgadas exclusivamente a las islas restantes, Tenerife y La Palma, más
África, y se dieron instrucciones severas de que no se molestase a las comarcas
de paces. Vera se dirigirá a la corte en términos ofendidos, pero no le
hará falta demasiada insistencia: todo tiene arreglo mediante un simple ajuste
de los porcentajes: los Reyes le harán merced de la mitad del quinto real. A cambio,
Vera se convertirá en un riguroso inspector fiscal: embargará doce guanches a Salazar
por no pagar el quinto. Al final, la disminución de la población convertirá las
últimas cabalgadas en negocios auténticamente deprimentes: una entrada en Tenerife
en 1493 recaudará tan solo tres míseros guanches 2
, ¡con todo el gasto que ello conlleva!
Tras el aplastamiento de la sublevación gomera el salvador,
Pedro de Vera, remunerará a los soldados
con los excedentes de la matanza, los niños y algunas mozas, pero a la postre el
negocio se malogrará debido un inconveniente jurídico de la máxima importancia.
Como al final del capítulo trataremos el aspecto legal con detenimiento, aquí
tan sólo reflejaremos el eco de ruido y sinsabores que tan peculiar salario ocasionará
al cándido de Sebastián:
173. 1490 Octubre (s.d.) Córdoba (f. 237). Iniciativa
a las justicias del reino para que conozcan en la demanda presentada por Juan
Ruiz de Requena, vecino de Córdoba, que reclama a Coronado y Campos, criados de
Beatriz de Bobadilla, viuda de Fernán Peraza, 6.750 maravedís que les pagó por
un esclavo llamado Miguel, ya que éste le fue tomado por mandado de sus Altezas
por ser cristiano y libre 3.
Con éste, se inician los llamados pleitos canarios.
En ellos, hasta por lo menos en siete ocasiones será condenado aquel al que los
notarios castellanos llaman Sebastián de Ocampo, y los menos imaginativos jueces
reales, con diversos apelativos, entre los que destacan el Campos, el Sebastián
de Campos y el Campo Gallego. Será esta última versión la que se prestará a una
mayor fantasía, pues una asimilación demasiado apresurada por parte de los modernos
eruditos dará lugar, a una lectura de tipo anatómico-forense: “Carpo Gallego”.
Entre los miembros de la corte de Gomera, (los Campo —Alonso y Sebastián—, De la
Peña, Cornado, Cornadillo…) no se conocía nada del estilo de carpo, metacarpo
y dedos y si lo hubieras pretendido, te hubieran dicho que habías bebido demasiado
malvasía. Es Campo, siempre es Campo, aunque la “m” le haya salido un tanto
chunga al escribano. Pero cuando
Sebastián entrevió la gravedad de las imputaciones que se le venía encima, el asunto
no le hizo ninguna gracia y, tuvo la certeza, de que sólo un milagro del Apóstol,
o mejor aún, de san Antón, podría librarle de las gravísimas acusaciones.
La apoyatura jurídica del negocio había parecido a todas
luces impecable, puesto que los menores no tienen personalidad jurídica y estos
deben seguir la condición de los padres, levantiscos, sublevados y ya masacrados:
cualquier mediano conocedor del Derecho Romano podría acreditarlo. El género
se conducía principalmente a Sevilla donde, o bien se subastaba, o bien se ofrecía
en venta directa. Dada la abundancia de la mercancía, hubo que dar suelta a
bastantes piezas al pie mismo de la Giralda a disposición del primero que se
las encontrara; otras piezas acabarían en el mar por falta de espacio material
en las bodegas de las naos. Los sermones jeremíacos se volvieron una desagradable
costumbre: casi a diario aparecía, a veces incluso en mar abierta, un fraile de
alguna orden excrementicia, ¡voto a Bríos!, diciendo que eran niños bautizados y
por tanto orros (no susceptibles de esclavitud). Las protestas de los mercaderes
no aplacaban la puritana indignación de los tonsurados (¡Por favor! ¿Cómo puede
sostenerse que estos pequeños salvajes sean capaces de comprender los dogmas de
Nuestra Santa Madre Iglesia?). La corona, azuzada por aquella clerigalla, llego
a poner a disposición de los mocitos/as letrados y procuradores de pobres 4. Los comerciantes empezaron a pensar que ni siquiera a
ellos se les trataba con tanto miramiento ¿es que ahora los caníbales van a tener
abogado? El aire de Sevilla se volvió irrespirable, y no estamos hablando de la
caló. ¿Qué podemos decir de una ciudad con tres mil conventos? Surgió una
alternativa más relajada, ¡Dios todopoderoso!, con el mercado de esclavos Valencia,
bien surtido de florines y ducados venecianos y donde no abundaba tanto el frailuco.
Pero el alargamiento del viaje deterioraba el género, como el caso de aquel
mercader tuerto que, de 87 gomeros, perdió 14 piezas en navegación por mareos y
catarros.
Wölfel nos dice que los principales vendedores de
niños gomeros fueron Pedro de Vera y Beatriz de Bobadilla, aunque es ineludible
reconocer que intervendrán otros personajes, sea en concepto de intermediarios,
sea de monetización de su salario.
Pedro de Vera vende seis mozas o muchachas de una edad
bastante peligrosa para el general y que, por lo que pagaron por ellas, debían
ser hermosas. Doña Beatriz de Bobadilla vende directamente quince gomeros y un
número indeterminado de gomeros y gomeras en dos ocasiones. Los indígenas eran
para ella moneda. Pago con ellos una vez un barco y hasta los diezmos que debía
a la iglesia de Canarias los pagaba en indígenas 5.
Los mozos y mozas
se cotizaban a 6.000 maravedís, aunque podían darse fuertes oscilaciones en
ejemplares de singular belleza. Los niños menores de diez años apenas rentaban
4.400 maravedís, dada su morbilidad. Lo que Vera y la Bobadilla escondieron a los
compradores es lo que no debe ocultar un diligente comerciante. ¿Me puede garantizar
que no está bautizado? Sí, no, claro.
Sebastián de Campo consiguió sospechosamente por estas
fechas hacer el primer pago a Alonso Prieto del precio de la mitad de la finca del
Valle del Gran Rey, que completaba la parte que tenía por sus buenos servicios.
Era un negocio redondo realizado en el momento exacto, que le convertirá, de golpe,
en uno de los grandes hacendados azucareros. La conquista de Tenerife y del valle
de Azua, en Indias, redondearán el patrimonio años después. ¡Quién se lo
hubiera dicho a aquel niño tiñoso que correteaba entre las ruinas de Tuy!
Hubiera deseado que se hubiesen acallado las críticas, dejándole disfrutar del momento.
Pero no había manera de escapar a las noticias que parecían llegar por las olas,
muy a su pesar, como esos troncos y ramas de palmera podridos que el Alisio arrastra
de Canaria a las playas de Gomera. Los frailes se entregaban a sus admoniciones
con determinación pronta al martirio y el run-run no hizo más que intensificarse.
En 1489 había hecho entrada en su diócesis de Gran Canaria
el nuevo obispo titular, fray Miguel López de la Serna, un hombre sudoroso y enrojecido,
recto como una tabla. En la primera entrevista se lanzó a sacar los colores a Pedro
de Vera hasta el punto de que éste no tuvo más remedio que amenazarle de muerte
en medio de una fenomenal bronca que se escuchó en todo Las Palmas. Y el eco llegó
a la Gomera. El franciscano, un hombre humilde y de poca apariencia, en el fondo
era un león encubierto: no se tragaba, es que no se tragaba de ninguna forma, eso
de que los niños gomeros eran paganos.
el señor obispo visitando al gobernador le dijo que aquellos
niños eran cristianos y no se podían vender ni enajenarlos, y que de sus prendas
y cristiandad no era ya tanto rigor. Respondiéndole que aquellos no eran
cristianos, sino alevosos hijos de traidores que mataron a su señor y que lo
hecho estaba bien y que no se entrometiese en lo que no le tocase… Viniéronse
alterando palabras en que dijo el obispo que de ello daría cuenta a su Alteza
para que lo remediase… (Pedro de Vera:) “Os doy mi palabra que si en adelante
pasáis, que os hago poner un casco ardiente sobre la corona”. El prelado… dio orden
de irse a España de inmediato, compareció ante sus Altezas, dio bastante información…
6
Lo molesto de estos informantes oficiosos es que siempre
hacen hincapié en los detalles escabrosos y no van al fondo del asunto: Sebastián
estaba seguro de la legalidad jurídica de la Almoneda de los Niños. ¿Quién
había asaeteado como un espeto el corazón de Hautacuperche? Él. ¿Vamos a negar
el derecho de captura en buena guerra? En cambio, estos grumetes correveidiles
insistirían en regodearse con los detalles de la bronca entre Vera y Serna.
¿Qué quiso decir Vera exactamente con aquello de un casco ardiente sobre la corona?
¿Se trataba de ponerle un barril de pólvora sobre la corona obispal? (¿Qué
corona? ¿La corona de Santidad?). Otra versión era que “os haré poner un casco
ardiendo sobre la corona si mucho habláis 7”. La cosa
no estaba clara ni mucho menos, pues el grumete que le había contado la disputa
(un tal Troitiño el cojo) le aseguró que es muy difícil prender fuego a un casco
sin que se derrame el combustible. Ni medio clara. Inmediatamente, otra
preocupación se enlazaría a aquella, pues lo del casco ígneo del obispo le traía
muy al pairo. ¿Porque le acusan a él, a Sebastián de Campo? Bueno, es posible
que hubiera tenido que hacer caja y se hubiese visto obligado a vender alguno
de esos jóvenes gomeros algo traidores. Él no se mantiene de los carballos, perdón,
de las palmeras. Pero tampoco había sido para tanto, muchos de ellos eran casi
unos ancianos de más de veinte años:
197. 1491 Enero 8. Sevilla (f. 197). Iniciativa a las
justicias de La Gomera para conocer en la demanda presentada por Gonzalo Sánchez
de Alfaro, vecino de Medina Sidonia, que reclama a Sebastián de Campos y Pedro
de Cornadillo 4.800 maravedís que les pagó en Cádiz por un esclavo canario de
24 años llamado Juan de La Gomera, dado que se lo vendieron como de buena
guerra y luego fue tomado por el obispo de Canaria, por ser libre 8.
A las pocas semanas se fue aclarando aquella parte de
la noticia que servía como distracción al tema principal: parece ser que se
había perfilado una alternativa. La cosa es que, si el obispo se atrevía a dar
malos informes de él a la corte, Pedro de Vera, o bien haría poner al purpurado
un casco de hierro ardiendo en la cabeza, o bien volaría con pólvora la
totalidad del obispo; es decir, no solo su cabeza. Por lo demás:
Viendo el obispo repetir palabras y continuando la
cólera del gobernador con el fuego descubierto, se calló, sufriendo todo cuanto
le dijo; se fue a su casa llorando, afrentado, los ojos en el suelo, y se encerró
sin ver a nadie. Intentó de irse a España con bastante informe de su desdoro; llegó
a Sevilla, sintióse mal a Pedro de Vera porque estaba bien querido de sus Altezas,
hizo dejación del Obispado, puso demanda por la libertad de los gomeros 9.
La última vez que había habido denuncias (la postrera
cabalgada en Tenerife), los reyes habían ordenado soltar a los de los bandos de
paces y los balesteiros se habían quedado a dos velas, teniendo que pagarse
hasta los fletes. Algo debía estar pasando en la cabeza de la reina y esa palabra,
reina, sonaría tan peligrosa en la mente de Sebastián que le haría tragar saliva.
¿Quién es capaz de distinguir si un niño es de paces o de guerra? ¿Es que alguien
puede saberlo? Estaba cansado, que esto acabase esto de una vez, ya.
208. 1491 Enero (s.d.) (s.l.) (f. 268). Iniciativa a
las justicias de Cádiz para que conozcan en la demanda presentada por Jerónimo
Suárez, vecino de Sevilla, que reclama a Pedro Coronado y Sebastián de Campos,
criados de doña Beatriz de Bobadilla, viuda de Fernán Peraza, 11.500 maravedís
que les pagó por dos esclavos de La Gomera de 13 y 12 años, llamados respectivamente
Juanico y Catalina, dado que se los vendieron como de buena guerra y luego fueron
tomados por el obispo de Canaria, por ser cristianos y libres 10.
Pero las pesadillas de Sebastián siempre volvían al
momento de la adquisición de la mercancía; sus padres levantiscos colgaban de sogas
o eran arrastrados al fondo por piedras, pero los niños sólo sollozaban, y lloraban,
y moqueaban y así es difícil considerarlos de buena guerra. ¿Quién ha dicho que
habían sido capturados en combate? Para aumentar su preocupación, los compradores
se revelaron como gente irascible, ¡devolución de la bolsa ahora! Y mira que su
señora, la Bobadilla, ofreció al obispo comprar negros y moriscos a los portugueses
para suplir a los gomeritos, o asociarse para entradas en Berberia, donde
hubieran redituado el ciento por uno 11.
Ya sería 1491. Apareció cierta carabela con un calvorota
de Salamanca a bordo, un tal Francisco Maldonado. Lo primero que hizo al desembarcar
fue exhibir su nombramiento como gobernador; por la misma nave, se remitió encadenado
a Pedro de Vera a la península. Tenía que haber un error. ¡Si los reyes lo querían
como un hermano! ¡Si se anticipaba a sus deseos! No lo iba a saber Sebastián que
para algo era el hacedor de doña Beatriz. Que tuvo delante de sus narices
la carta perentoria en que sus altezas rogaban a Vera que auxiliase a Beatriz contra
sus vasallos.
Porque vos mandamos que sy asy es que la dicha Ynes
Peraça ha estado en posesyon de las dichas yslas que ampareys e defendays en posesyon
de las dichas sus yslas a la dicha doña Ynes e non consyntades nin dedes lugar
que los vesinos de las dichas yslas se le subtrayan de su obediencia… 12
Esto había sido
en marzo de 1489, cuando Pedro de Vera ya había atendido espontáneamente, hace
meses, las llamadas de socorro de las señoras de la isla, Beatriz y su suegra Inés
Peraza. Incomprensiblemente los reyes no apreciaron un trabajo impecable desde
el punto de vista profesional: cuando dieron la orden ya no quedaba un solo
guanche adulto en pie de guerra. En pie de nada.
Naturalmente Hernando de Talavera, el confesor de la reina,
era un genio que creía que se podía hacer una cosa y su contraria: proteger a
la ex dama real y amparar a sus asesinos. Su alteza pronto tuvo formada opinión.
Y ¡Santo Cielo!, no hacía falta que hubiesen sido tan directa: ya tenían claro los
vasallos de la Bobadilla que ellos eran unos depravados Herodes y el frailuco
La Serna, un san Francisco de Asís redivivo. Circuló ampliamente en los
mercados del Sur la carta remitida en 1491 por los reyes a las autoridades eclesiásticas:
Nos fuimos informados que Pedro de Vera, nuestro gobernador
de la dicha isla, había ido con cierta gente de caballo y a pie, y había tomado
y prendido a todos los gomeros de la isla de la Gomera a causa de que algunos
de ellos habían muerto a Fernando Peraza y que de ellos se había hecho justicia.
Y a sus mujeres e hijos cautivó y los repartió entre él y doña Beatriz de
Bobadilla, mujer del dicho Fernando Peraza, y entre los escuderos y maestres de
navíos y otras gentes que estuvieron en los susodicho. Los cuales han vendido,
así en estos nuestros reinos como fuera de ellos, y otros se dieron y cambiaron,
y otros tienen en su poder y los tienen por cautivos siendo cristianos y libres
y no se pudiendo tomarlos por cautivos 13.
La sentencia definitiva al pleito del Prendimiento
de los Inocentes recayó con inusitada rapidez en marzo de 1491; estas cosas
suelen demorar años. Aquí es de ver la pesada mano de Isabel, bien la pudo
haber empleado en acelerar la toma de Granada en cuya Vega se tiró una década de
estúpidas cabalgadas. El resultado ¿hace falta decirlo? estaba cantado ¿verdad?
Fallamos que debemos declarar y declaramos por libres de
toda servidumbre y cautiverio a todos los naturales gomeros de la isla de La
Gomera, así los que fueron comprendidos en la muerte de Hernán Peraza como los
demás que no lo fueron y que todos aquellos vendió Pedro de Vera, gobernador que
fue de Canaria. Salgan de su cautividad en que están y usen de su derecho de
personas libres sin que los haya afectado ni obste en ningún tiempo mácula alguna
por esta causa y que reservamos su derecho a salvo por los compradores en cuanto
al precio que por ellos dieron, contra el dicho Pedro de Vera y sus bienes. Y
esta sentencia se pregone públicamente para que venga en noticia de todos 14.
Vera suplicó a la corte, hizo valer todos sus contactos,
recordó sus méritos que le habían valido a la corona todo un archipiélago, como
un rompeolas gigante que mantenía a raya la pugnacidad de las naves portuguesas.
La corona tenía sus rutinas. Se seguiría la clásica fórmula del omicida
y el omecillo. ¿Dónde podía ganarse Vera un buen omecillo? Un gallego, como
Campo, respondería con otra pregunta: ¿Dónde había una buena guerra? En Granada,
claro. Vera luchó en el cerco de Málaga, bah, un ojo tuerto de una pedrada y
esquirlas de una espingardada; y participó con sus banderas, a primeros de 1492,
en el desfile triunfal por la toma de la ciudad de la Alhambra. Pelillos a la mar…
no, tanto como eso, no. Fue destituido como gobernador de Canaria y fue puesto
en su lugar aquel calvo sudoroso que ya habíamos visto desembarcar en el puerto
de Isletas: Maldonado. Ahora viene lo peor. Vera debió prestar aval por importe
de 500.000 maravedís para responder de la restitución, a los compradores de niños,
del precio que habían pagado (hasta ahora no he hablado del valor del maravedí:
el autor se siente cómodo con la equivalencia al euro, ni más ni menos falsa
que cualquier otra). Pero aún no hemos acabado. Se confiscaron sus bienes
en Canarias y Jerez. La ruina, la ruina. Y se le hizo juicio de residencia, a
cargo del tal Maldonado. Algo debió quedarle entre los dedos si tenemos en cuenta
que cuando falleció, en 1502, pudo adquirir para su eterna honra la capilla
mayor del convento de Santo Domingo de Jerez. Adquirida, ¡ay!, con los “medros
de la conquista” 15.
El obispo La Serna, no conforme con la que había
organizado, seguirá haciendo méritos a la corona de hierro fundido o al barril
de pólvora. Sacará un pregón en las gradas de las catedrales de Sevilla y Cádiz,
que era donde se solían tener las subastas. También lo mandará vocear en el puerto
de Canaria y muchos otros del Sur, pues casi toda la costa del golfo de Cádiz había
sido importunada con los lloros y moqueos de aquellos chavales. En cuanto a ciertos
compradores, algo sátiros, que escondían sus seductoras preseas o las trasladaban
de un sitio a otro, el esforzado prelado obtendrá una delegación real para
recoger a todos los gomeros que hallase en poder de cualquiera, por su propia autoridad,
y ponerlos en libertad o en poder de personas que los criasen y educasen. El
escándalo por la Almoneda de los Inocentes que había empezado como la típica
bola de nieve resbalando por un risco, se acabará convirtiendo en un alud.
¿En qué puede esto afectarme?, se diría Sebastián cuando
la cólera regia empezó a acercarse, a sobrevolar Gomera como un maligno huracán.
Nadie le respondió, claro, pero el caso es que el Consejo Real también exigirá
a Beatriz de Bobadilla que deposite una fianza de 500.000 maravedís, siendo como
era una viuda desvalida que a nadie podía causar daño. La notificación la recibió
su hacedor en la isla en marzo de 1.491, raudo vuelan las noticias
cuando son malas. Naturalmente la doña se negó en redondo; esa cantidad justamente
era la que había recibido en dote de los reyes cuando al obligaron a casarse
con un alfeñique rellenito y mujeriego, y pasar a un lugar tan salvaje. En mayo
nueva requisitoria y nueva negativa, por lo que el Consejo Real, que no solía ser
un órgano paciente ordenó el embargo de sus bienes, ¡bienes ganados en servicio
de la reina! La dama abandonó confiadamente en manos de sus principales vasallos,
Sebastián y Alonso de Campo, a sus hijitos Guillén, de nueve años, e Inés, de ocho,
y se hizo a la mar. ¿Es que la reina no podía entender eso? ¡Está en deuda
conmigo! ¿Tengo yo la culpa de que don Fernando me haya escrutado por detrás
más de la cuenta?
Hay que pensar que Sebastián vería con un hilo de
esperanza como aquella vela se demediaba y luego desaparecía en el mar de Canarias:
tenía que saber muy bien cómo se las gastaba su señora. No lo defraudaría, menuda
era. El gallego no podía imaginar nada más cruel que aquellas requisitorias que
caían, una tras otra, cada vez que un barco atracaba a la rada de San Sebastián.
323. 1492. Abril. (s.d.) (s.l.) (f. 339). Incitativa a
las justicias de Gran Canaria para que entiendan en la petición de Juan de Aguino,
mercader estante en Sevilla, que reclama a Cornado (blanco), hijo de Cornado,
vecino de dicha ciudad, y a Campo Gallego, “criados de la Bobadilla”, 4.500 maravedís
que les pagó por un esclavo canario de 8 años, que fue puesto en libertad por
el obispo de Canaria, a pesar de haberle sido vendido como de buena guerra 16.
La nave de Beatriz disfrutará de tan buen viento que 19
de julio de 1491 ya comparecerá en Sevilla ante el bachiller Autillo, solicitando
al notario Porras testimonio de la constitución del mayorazgo a favor de su hijo
Guillen: había peligro de que se incluyese su revocación dentro del paquete de
represalias y quería llevar la escritura en su faldellín el día que
compareciese ante la reina. En aquellos tiempos de cambio, el mayorazgo era, en
lo material, como la Vida Eterna en lo espiritual: la garantía de inmortalidad
familiar. El 8 de mayo de 1492 se arrodillará ante la reina en Santa Fe de
Granada. Estamos preparados para cualquier resultado, conocemos a la dama; pero
la rapidez en la resolución del pleito nos dejará estupefactos. Isabel de Castilla
confirmará el mayorazgo por carta de privilegio instantánea:
Y ahora por parte de doña Beatriz de Bobadilla en
nombre y como tutora de Guillen Peraza nos fue suplicado le mandásemos confirmar
(el mayorazgo)… y Nos por hacer bien y merced a vos… confirmamos la dicha escritura
(de mayorazgo) abajo incorporada… 17
Uno se da cuenta de la fenomenal competencia de esta
señora cuyo secreto consistía no tanto en el manejo de las artes de eros, como
le atribuyen caballeros que no son capaces de reconocer las de otro tipo en una
dama, sino en un fino conocimiento de los caracteres, que le permitía atinar
siempre con la tecla correcta. Amparada por las buenas palabras de la reina y
sin expresar la más mínima duda, compareció ante el Consejo del Reino que
quería un inventario de la personas, hombres, mujeres, mozos y niños, que ella
había tenido en La Gomera, y a quien se las había dado o vendido. Con los ojos
empañados defendió su derecho de venta, estaban muy lejos de ser cristianos, muy
lejos de eso, y conteniendo el aliento soltó de una tacada que seguían “llamándose
con nombres gentiles, viviendo desnudos y teniendo ocho o diez mujeres 18”. Los hombres, mean sentados. Ante tal vendaval de
palabras vehementes el Consejo tuvo que plantearse si no sería algo injusto el
trato que se había dado a esta indefensa señora precisamente en el momento en
que sus súbditos se habían sublevado y ella se había visto enfrentada, casi sin
ayuda, a las salvajes fuerzas de la naturaleza.
Por carta ejecutoria del Consejo de 8 de mayo siguiente,
se sobreseyó el aval de medio millón de maravedís en tanto se fallaba el pleito
principal 19. Aquella mujer era una máquina y si
pudo enviar noticias rápidas a Gomera es de imaginar que el nodrizo de Guillén respiraría
hondo. Sebastián acababa de recibir dos nuevas requisitorias por la venta de
una niña de 8 años (registro 245) y de dos niños de 12 y 6 años respectivamente
(registro 263) 20. Ahora por fin, la cancelación
del aval abría una ventana de esperanza: La responsabilidad por un contrafuero
era solidaria y se podía exigir íntegra a todos los partícipes del hecho, hacedores
incluidos. ¡Alabado sea Dios! Por aquel tiempo falleció el obispo La Serna y no
vamos a alegrarnos de eso.
Los dos o tres años siguientes las reclamaciones de
los compradores que se veían desprovistos de sus niños, llovieron sobre los vendedores,
pero lo cierto es que la hábil gestión del pleito hizo recaer la responsabilidad
sobre todo en Vera. Que sólo conseguiría hacer frente a todo lo cargos tras multiplicar
sus cabalgadas en Berberia.
Nunca me ha gustado esa clase de parrafadas que incluyen
algunas biografías clásicas, como las Zweig o Belloc defendiendo a sus personajes,
al menos en lo más profundo de su corazón. Las considero superfluas, atentatorias
contra al carácter técnico-científico de una obra: el biógrafo debe ser neutral,
como Dios en la creación ¿de quién es eso? Va, sin bromas. Un amigo, el profesor
de la USC Álvarez-Hungría jr., conocedor de mi preocupación, él dice obsesión,
por el tema Campo, pensó que sería buena idea invitarme a lo que llamó “un experimento”.
Se mezclarían los alumnos de Derecho e Historias y representarían un Juicio
a un personaje histórico. Sí, el mismo, je, je. Con la mala leche de que la sesión
coincidió en medio de un puente y solo nos invitaron a los partícipes a café y bollos
recubiertos de chocolate industrial. El que más habló fue un tal Cachafeiro Troitiño;
debe ser un chapón, sin embargo, es rubio verdoso, no lleva gafas y tiene la corpulencia
de un jugador de futbol americano. Lo que sigue son frases que he ordenado según
mi criterio; retazos de mi intervención de la que no me siento orgulloso; recuerdos
que acuden a mi mente en mezcla inextricable con los de manchas en los dedos de
pringue de chocolate malo:
“Supongo que ahora que he vestido la toga debo asumir
la defensa de Docampo. Está en riesgo que le quiten su nombre al remolcador del
puerto de A Coruña, como a Colón las estatuas. Procedo, señorías (¿o dije
señoritas?) No seré tan mal abogado de aludir a la extrema juventud de Sebastián
cuando la Herodiada, veinticinco años,
ni a despertar vuestros sentimientos hostilmente displicentes, presentándolo
como un palurdo apenas recién salido de unos campos gallegos donde no había costumbre
de la trata, de cosas peores, sí, de esa no.
“¿Puede uno sustraerse a su época histórica? ¿Podemos exigir
a san Agustín, a Galeno, a Dante sentimientos ecológicos, solidarios, feministas…?
Iré al caso más extremo, no me pararé en barras: ¿sabíais que Jesucristo aconseja
a los esclavos agradar a sus amos? Bien lo podía saber, pues a dos de sus allegados,
Pablo y Timoteo, el Nuevo Testamento (Filipenses
1:1) los define con la palabra griega doulos que significa esclavo. Y sin embargo
Cristo es la revelación más portentosa de la idea de divinidad que ha existido
en todos los siglos del hombre. Se sea creyente o no, uno se da de bruces con
la idea de que jamás se había visto ni se verá algo tan arriesgado, tan nuevo:
predicar el amor al prójimo en aquella sociedad romana cruel hasta el delirio,
hasta la tortura y la crucifixión.
“¿Arrojarías tú la primera piedra? ¿Crees que puedes
sustraerte a tu época? ¿Aceptarías ser un miserable si en el año 3000, digamos,
se considerase un atentado de lesa humanidad el comer lechuga, un crimen contra
las sanas fuerzas de la naturaleza? ¿En vez de las pildoritas? ¿Eh? ¿Eh?
“Descendiendo al caso concreto, no hay ni una sola
cita de Sebastián participando en el genocidio gomero de Vera; en la defensa de
la desvalida Beatriz, sí, en lo otro, no. En cuanto a las ventas de niños ¿has
reparado que casi todas fueron como hacedor, por cuenta y cargo de Beatriz? ¿Eh?
¡La única cita en solitario es la 197 y se trata de un viejo de 24 años! Ya,
vale. Está mal la venta de esclavos de cualquier edad, pero volvemos al
pensamiento en bucle: la posibilidad de esquivar la propia época que te ha tocado
vivir: sencillamente no existe. Solo he conocido un caso y era una mala película
llamada El túnel del Tiempo.
“Y aun así, aun así, Sebastián a veces trasciende a su
tiempo, cierto que a un nivel muy profundo. Campo aborrecía la esclavitud, la
aborrecía de veras. Durante años tuvo un esclavo chino, un tipo de sirviente que
se disputaban las mejores familias por su fama de cultura, inteligencia y
limpieza. El género empezó a aparecer por los estrados de Occidente a raíz del
acceso de los portugueses al mercado de Calicut, en 1498; una simple pieza se
cotizaba en docenas de castellanos de oro. Lo lógico sería que desease transmitir
a sus herederos un bien tan preciado y simbólico ¿no? Pues bien, no sólo ordena
en testamento su liberación, sino que, en las mismas puertas de la muerte,
afirma que la institución de la esclavitud le ocasiona un “cargo de
conciencia”. Ya sé, pudo haberlo pensado antes, no hace falta que nos sigamos
haciendo sangre con el temita. Pero, en aquel tiempo de Conquistadores embrutecidos;
en aquel piélago de Islas Atlánticas ensangrentadas de acá y de allá ¿no es al menos
una revelación emocionante?
declaro por descargo de mi conciencia y por decir verdad
a Dios y al mundo y guardar salud de mi ánima que yo vendí un esclavo a Alvarado,
vecino de Santo Domingo que es en las dichas Indias, el cual se llama García que
es natural de Macao, que ahora tiene un criado del alcalde Rodrigo del Alburquerque,
el cual ahorró el comendador mayor, gobernador que era en la isla Española. Y
yo por descargo de mi conciencia, digo y mando que lo compren porque esta es mi
voluntad de lo dejar libre, el cual yo vendí por treinta pesos de oro, éstos
mando que den por él, y si costare más, que el dicho esclavo los pague y sirva
por ellos 21.
“No propondré la absolución de mi defendido libre de
cargos, no soy tan atrevido, camaradas. Tan solo pediré a esa docta asamblea
(pitos) que repare en una circunstancia atenuante. Lo diré sin más: en aquel tiempo
el gallego estaba como abducido por Beatriz de Bobadilla: como Fernando el
Católico, como Colón, como el maestre de Calatrava ¿tan extraño parece, si al
parecer la tal era mis Mundo, y Docampo venía de Tuy, donde las mozas criaban
pelo en la sotabarba?”
Los aplausos fueron estrictamente los correctos, ni
uno más, y el público estudiantil corrió gradas abajo, precipitándose hacia la
mesa de los bollos pringosos, revelando a que extremos de degradación ha llegado
la instrucción pública en nuestro país. ¿Se pensarán que un historiador es como
un hincha del Barça o del Real, parcial, deshonesto y apasionado?
Álvarez-Hungría jr me lanzó una furtiva mirada por
encima de sus gafas multi dioptrías, como sonriendo; ambos sabemos que para disimular
la vergüenza que sentía. ¿No sí?
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1 Antonio RUMEU DE ARMAS. La conquista de Tenerife.
1494-1496. Aula de Cultura de Tenerife. Madrid, 1975.
2 Mariano GAMBÍN. Los años de hierro. Una sociedad en
formación. El comienzo de la colonización en Gran Canaria (1483-1511). Amazón
Kindle, 2020.
3 Eduardo AZNAR VALLEJO. Documentos canarios en el registro
del sello (1467-1517). Instituto de Estudios Canarios. La Laguna (Tenerife),
1981.
4 GAMBÍN.
Ibidem.
5 Dominik Josef
WÖLFEL. Don Juan de Frías. El gran conquistador de Gran Canaria.
Museo Canario. Las Palmas, 1953.
6 José TRUJILLO
CABRERA. Episodios gomeros del siglo XV. José Trujillo Cabrera. Ediciones
Idea. Tenerife, 2010.
7 Juan ABREU
Y GALINDO. Historia de la conquista de las siete islas de Gran Canaria.
Imprenta Isleña. Tenerife, 1818.
8 Eduardo AZNAR
VALLEJO. Documentos canarios en el registro del sello (1467-1517).
Instituto de Estudios Canarios. La Laguna (Tenerife), 1981.
9 Tomás
MARÍN Y CUBAS. Historia de las siete islas de Canarias, libro 2º. 1694.
10 AZNAR VALLEJO.
Ibidem.
11 Manuela
MARRERO RODRÍGUEZ. La esclavitud en Tenerife a raíz de la conquista. Instituto
de Estudios Canarios. La Laguna, 1966.
12 GAMBÍN.
Ibidem.
13 Ibidem.
14 TRUJILLO
CABRERA. Ibidem.
15 Ibidem.
16 AZNAR
VALLEJO. Ibidem.
17 Antonio
RUMEU DE ARMAS. Los amoríos de doña Beatriz de Bobadilla. Anuario de Estudios
Atlánticos. Las Palmas, 2004.
18 TRUJILLO CABRERA.
Ibidem.
19 Ibidem.
20 AZNAR Y
VALLEJO. Ibidem.
21 Carmen MENA GARCÍA. Aquí Yace Sebastián de Ocampo a quien Dios perdona. Anuario de Estudios Americanos. Julio-diciembre, 2012.
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