miércoles, 29 de diciembre de 2021

LOS LEGADOS Y LAS DEUDAS DEL DIFUNTO

 

Los únicos que no tienen omicrón...

El testador, un gallego llamado Adán, dispone: “Lego a mi hijo Abel el piso 1º de la calle del Paraíso, e instituyo herederos a mis otros dos hijos, Caín y Set, adjudicando: a Caín, el piso 2ª de calle del Paraíso; y a Set, el piso 3º de la calle del Paraíso, todo ello sin perjuicio de la legítima de Abel”

Los pisos son de un valor similar. Otra hija llamada Evita ha sido apartada de la herencia de Adán, sobre la que penden deudas de consideración. La pregunta es ¿responde Abel de las deudas de Adán? ¿Incluso con su propio patrimonio?

 


Respuesta: Antes que nada, la teoría: El “heredero” es el continuador de la persona del difunto (los bienes, las deudas, los pleitos, etc.); el “legatario” es un favorecido por el testador, mutatis mutandis podría compararse con alguien a quien se hace un regalo; por último el simple “legitimario” (hijos y descendientes de hijos premuertos)  es un acreedor ordinario de su parte proporcional de ¼ del líquido hereditario (en este caso de 1/16, pues la apartada hace divisor) y, todo lo más que le puede ocurrir, es que no cobre, porque no haya con qué, pero no responde con su peculio propio de las deudas de la herencia. A partir de ahí, empiezan las peculiaridades.

*Se ordena un legado. En materia de deudas hay que advertir que, podría darse el caso, tanto de que el legatario se vea privado del bien legado, como de que se le reduzca, ya que con frecuencia los herederos, a la vista de las circunstancias, aceptan a beneficio de inventario, lo que implica una liquidación previa de los bienes. Incluso, después de haber sido entregado pura y simplemente el legado, cabe su reducción o anulación si después aparecen nuevo acreedores conforme al art. 1029 CC. La norma pretende evitar alzamientos atípicos.

*Pero supongo que la duda más importante se refiere a la responsabilidad con los bienes propios por efecto de la llamada “confusión de patrimonios”. En principio, habría que excluirla, pero eso no es un principio absoluto, pues en caso contrario bastaría con excluir a un hijo de la condición de heredero (como es el caso) para convertirlo en irresponsable.

Una forma de argumentar el caso por parte de un acreedor podría ser la alegación de que la ley de Galicia no prevé la figura del legado ni del legatario; solo habla de “adjudicación de cosa cierta y determinada”. Y tan ciertas y determinadas parecen las cosas que se adjudican al hijo al que llaman legatario, como a las que van a los que llama herederos. Si los cupos están más o menos igualados, podría considerarse que estamos ante una partición hereditaria con 3 patas, se usen los nombres que se usen.

En fin, algo de blindaje, salvo prueba de fraude, parece ofrecer la exclusión de la condición de heredero. De una forma un tanto retorcida el testador ha querido “mejorar” al bueno de Abel, ofreciéndole una especie de beneficio de inventario de fabricación casera. Los herederos, con tal de aceptar a beneficio de inventario 2.0, verán también protegido su patrimonio personal.

 




El capítulo 2 del libro II de Docampo versus Colón trata de las primeras capitanías del contino real en Canarias, como encargado por Isabel de Cas tilla de la protección de su ex dama, Isabel de Bobadilla. El gallego se enfrenta al asedio de la Torre-fortaleza de San Sebastián de la Gomera por parte de los guanches, a  los que comanda un líder inefable: Hautacuperche.

II.-Durante los siete días que transcurrieron entre la muerte de Peraza y la arribada de la flota de socorro en cuyas velas bailaba La de la Guadaña, se sucedieron los asaltos. Toda la isla excepto unos cuantos de Orone participó en el cerco. Los cronistas que recogieron testimonios de testigos de visu destacan la siniestra eficacia de la ballestería, hecho que sin duda fue decisivo para la prolongación de la resistencia durante el tiempo necesario hasta la llegada de los primeros auxilios.

 

Su construcción (la Torre) obedecía a las ideas estratégicas de la época medieval, para defenderse con la flecha o el pasador de la ballesta 9.

 

 El nuevo líder de los asaltantes, Pedro Hautacuperche, exhibía una habilidad que su tropa de bautizados bien podría atribuir a milagro: era capaz de trepar en vertical sobre los lisos muros de la Torre como si fuera el más llano de los caminos; si todos hubieran sido como él, hubieran entrado. Se movía sobre muros lisos, si el menor resalte, como una araña o un lagarto. Pero defensores y atacantes quedaron pasmados ante otra habilidad aún más portentosa: se las arreglaba para atrapar en pleno vuelo los pasadores de las saetas que le arrojaban; y, si eran varias, unas las atrapaba y a otras hurtaba el cuerpo; de suerte que se había vuelto invulnerable. Sus seguidores creían cada vez más en él y ejecutaban sus órdenes sin vacilación, aunque implicasen una muerte cierta. Se había creado un verdadero problema, dada la reserva inagotable con que contaban los atacantes: toda la isla, hombres, mujeres y niños. Matar, agota y los brazos de los defensores empezaban a flaquear. A los Campo no hacía falta que nadie les dijera que a ellos tocaba solucionar un problema, si este era de índole militar.

 

Hasta que Alonso de Ocampo, que quería acabar con aquel traydor, dispuso que Antonio de la Peña se apostase en lo más alto de la esplanada y le amenazase desde allí con el tiro de una ballesta. Mientras Hautacuperche fixaba la atención en aquella falsa puntería, Ocampo le disparó otro ballestazo por una tronera baxa, que hiriéndole con el pasador en el costado siniestro, le dexó sin vida 10.

 

Este Ocampo, que salvará de momento el apuro, es probablemente Sebastián, puesto que tres son los jefes militares de los sitiados, según la documentación, y a los otros dos se les cita con el nombre de pila en el episodio. Si se trata de ballestas, Sebastián sin duda era el indicado. El historiador Abreu habla de “un dardo o pasador” pero entiendo preferible la versión de Viera dada la larga tradición balesteira de la familia Docampo. Aquí, en el subtrópico, y luego, ya en latitudes americanas, la supremacía del arma será abrumadora: sin corazas, armaduras o cotas de malla que los retengan, los pasadores de hierro traspasaban piel, músculos y órganos como si fuera manteca.

Podemos añadir una pequeña reflexión sobre la esencia de la añagaza contra Hautacuperche. No es que estuviese dotado de cualidades cuasi divinas que lo volviesen invulnerable: el gomero confiaba en su aguda capacidad visual que le exigía concentrarse en el ballestero para captar el momento exacto del disparo y así, no perder ni una décima de segundo en la reacción defensiva: o esquiva o la inefable captura del pasador en pleno vuelo. La exhibición de Antonio de la Peña en la atalaya le convertía en un peligro móvil que exigía clavar ambos ojos en él sin que nada ni nadie pudiera interferir con esa tarea de control. Pensemos en un hombre-araña, aferrado al muro de la Torre con manos y pies. Sebastián, por una de esas saeteras en forma de llave, pudo apuntar con todo detenimiento, como lo hizo, justo al costado izquierdo, el del corazón. Luego el chiflido de la saeta partiendo del agujero redondo; la percepción aterrada del gomero en el último milisegundo; muerto.

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