Los únicos que no tienen omicrón... |
El testador, un gallego llamado
Adán, dispone: “Lego a mi hijo Abel el piso 1º de la calle del Paraíso, e
instituyo herederos a mis otros dos hijos, Caín y Set, adjudicando: a Caín, el
piso 2ª de calle del Paraíso; y a Set, el piso 3º de la calle del Paraíso, todo
ello sin perjuicio de la legítima de Abel”
Los pisos son de un valor similar. Otra
hija llamada Evita ha sido apartada de la herencia de Adán, sobre la que penden
deudas de consideración. La pregunta es ¿responde Abel de las deudas de Adán?
¿Incluso con su propio patrimonio?
Respuesta: Antes que
nada, la teoría: El “heredero” es el continuador de la persona del difunto (los
bienes, las deudas, los pleitos, etc.); el “legatario” es un favorecido por el
testador, mutatis mutandis podría
compararse con alguien a quien se hace un regalo; por último el simple “legitimario”
(hijos y descendientes de hijos premuertos) es un acreedor ordinario de su parte
proporcional de ¼ del líquido hereditario (en este caso de 1/16, pues la
apartada hace divisor) y, todo lo más que le puede ocurrir, es que no cobre,
porque no haya con qué, pero no responde con su peculio propio de las deudas de
la herencia. A partir de ahí, empiezan las peculiaridades.
*Se ordena un legado. En materia
de deudas hay que advertir que, podría darse el caso, tanto de que el legatario
se vea privado del bien legado, como de que se le reduzca, ya que con
frecuencia los herederos, a la vista de las circunstancias, aceptan a beneficio
de inventario, lo que implica una liquidación previa de los bienes. Incluso,
después de haber sido entregado pura y simplemente el legado, cabe su reducción
o anulación si después aparecen nuevo acreedores conforme al art. 1029 CC. La
norma pretende evitar alzamientos atípicos.
*Pero supongo que la duda más
importante se refiere a la responsabilidad con los bienes propios por efecto de
la llamada “confusión de patrimonios”. En principio, habría que excluirla, pero
eso no es un principio absoluto, pues en caso contrario bastaría con excluir a
un hijo de la condición de heredero (como es el caso) para convertirlo en
irresponsable.
Una forma de argumentar el caso
por parte de un acreedor podría ser la alegación de que la ley de Galicia no
prevé la figura del legado ni del legatario; solo habla de “adjudicación de
cosa cierta y determinada”. Y tan ciertas y determinadas parecen las cosas que
se adjudican al hijo al que llaman legatario, como a las que van a los que
llama herederos. Si los cupos están más o menos igualados, podría considerarse
que estamos ante una partición hereditaria con 3 patas, se usen los nombres que
se usen.
En fin, algo de blindaje, salvo
prueba de fraude, parece ofrecer la exclusión de la condición de heredero. De
una forma un tanto retorcida el testador ha querido “mejorar” al bueno de Abel,
ofreciéndole una especie de beneficio de inventario de fabricación casera.
Los herederos, con tal de aceptar a beneficio de inventario 2.0, verán
también protegido su patrimonio personal.
El
capítulo 2 del libro II de Docampo versus Colón trata de las primeras
capitanías del contino real en Canarias, como encargado por Isabel de Cas tilla
de la protección de su ex dama, Isabel de Bobadilla. El gallego se enfrenta al
asedio de la Torre-fortaleza de San Sebastián de la Gomera por parte de los
guanches, a los que comanda un líder
inefable: Hautacuperche.
II.-Durante los siete días que transcurrieron entre la
muerte de Peraza y la arribada de la flota de socorro en cuyas velas bailaba La
de la Guadaña, se sucedieron los asaltos. Toda la isla excepto unos cuantos de
Orone participó en el cerco. Los cronistas que recogieron testimonios de
testigos de visu destacan la siniestra eficacia de la ballestería, hecho que sin
duda fue decisivo para la prolongación de la resistencia durante el tiempo
necesario hasta la llegada de los primeros auxilios.
Su construcción (la
Torre) obedecía a las ideas estratégicas de la época medieval, para defenderse
con la flecha o el pasador de la ballesta 9.
El nuevo líder de
los asaltantes, Pedro Hautacuperche, exhibía una habilidad que su tropa de
bautizados bien podría atribuir a milagro: era capaz de trepar en vertical
sobre los lisos muros de la Torre como si fuera el más llano de los caminos; si
todos hubieran sido como él, hubieran entrado. Se movía sobre muros lisos, si
el menor resalte, como una araña o un lagarto. Pero defensores y atacantes
quedaron pasmados ante otra habilidad aún más portentosa: se las arreglaba para
atrapar en pleno vuelo los pasadores de las saetas que le arrojaban; y, si eran
varias, unas las atrapaba y a otras hurtaba el cuerpo; de suerte que se había
vuelto invulnerable. Sus seguidores creían cada vez más en él y ejecutaban sus
órdenes sin vacilación, aunque implicasen una muerte cierta. Se había creado un
verdadero problema, dada la reserva inagotable con que contaban los atacantes:
toda la isla, hombres, mujeres y niños. Matar, agota y los brazos de los
defensores empezaban a flaquear. A los Campo no hacía falta que nadie les
dijera que a ellos tocaba solucionar un problema, si este era de índole
militar.
Hasta que Alonso de
Ocampo, que quería acabar con aquel traydor, dispuso que Antonio de la Peña se
apostase en lo más alto de la esplanada y le amenazase desde allí con el tiro
de una ballesta. Mientras Hautacuperche fixaba la atención en aquella falsa
puntería, Ocampo le disparó otro ballestazo por una tronera baxa, que
hiriéndole con el pasador en el costado siniestro, le dexó sin vida 10.
Este Ocampo, que salvará de momento el apuro, es
probablemente Sebastián, puesto que tres son los jefes militares de los
sitiados, según la documentación, y a los otros dos se les cita con el nombre
de pila en el episodio. Si se trata de ballestas, Sebastián sin duda era el
indicado. El historiador Abreu habla de “un dardo o pasador” pero entiendo
preferible la versión de Viera dada la larga tradición balesteira de la familia
Docampo. Aquí, en el subtrópico, y luego, ya en latitudes americanas, la
supremacía del arma será abrumadora: sin corazas, armaduras o cotas de malla
que los retengan, los pasadores de hierro traspasaban piel, músculos y órganos
como si fuera manteca.
Podemos añadir una pequeña reflexión sobre la esencia de
la añagaza contra Hautacuperche. No es que estuviese dotado de cualidades cuasi
divinas que lo volviesen invulnerable: el gomero confiaba en su aguda capacidad
visual que le exigía concentrarse en el ballestero para captar el momento
exacto del disparo y así, no perder ni una décima de segundo en la reacción
defensiva: o esquiva o la inefable captura del pasador en pleno vuelo. La
exhibición de Antonio de la Peña en la atalaya le convertía en un peligro móvil
que exigía clavar ambos ojos en él sin que nada ni nadie pudiera interferir con
esa tarea de control. Pensemos en un hombre-araña, aferrado al muro de la Torre
con manos y pies. Sebastián, por una de esas saeteras en forma de llave, pudo
apuntar con todo detenimiento, como lo hizo, justo al costado izquierdo, el del
corazón. Luego el chiflido de la saeta partiendo del agujero redondo; la
percepción aterrada del gomero en el último milisegundo; muerto.
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