miércoles, 24 de noviembre de 2021

DESHEREDACIÓN DE ABINTESTATO

La ensenada de A Lanzada en su explendor: garzas, espátulas, cisnes, anátidas....


La consultante, huérfana de padres y con dos hermanos vivos A y B, quiere instituir heredero a su único hijo, sustituido por sus descendientes y establecer que, en ningún caso, le llegue a heredar abintestato su hermano A. ¿Es posible? (*)



Respuesta: Sí. Existen varias técnicas pero a mi juicio, lo más correcto y seguro es hacerlo directamente. La “desheredación del abintestato” debe hacerse en positivo, no en negativo, pues la ley prevé que el testamento es un acto de disposición, no de exclusión, algo que sí se prevé para otras instituciones, como la tutela  (El acto por el que una persona dispone para después de su muerte de todos sus bienes o de parte de ellos se llama testamento).

El mecanismo adecuado es la llamada sustitución vulgar en la que podemos nombrar sustitutos genéricos a todos los herederos legales, con exclusión de alguno/s. Por ejemplo:

 “Instituyo heredero universal a mi hijo X, sustituido por su descendencia. En defecto de descendencia, será sustituido por los herederos legítimos que correspondan conforme al orden de suceder de la sucesión intestada, con exclusión expresa de mi hermano don A y su estirpe, como si no existieran”.


Otra posibilidad es señalar nominativamente un tren interminable de sustitutos, pero entiendo perfectamente que no apetezca nombrar a personas semi-conocidas en un acto tan personal como un testamento.



(*) Pido disculpa a la preguntante, pues en su caso el desheredable de abintestato se trataba de su padre. Tratándose del derecho de Galicia la respuesta es la misma que si fuera un hermano, puesto que los padres no son herederos forzosos, ni legitimarios, ni nada. Pero en el Derecho Común (Código Civil) los padres son herederos forzosos en defecto de descendencia, con lo que se nos abriría otro abanico de posibilidades con la desheredación por privación de alimentos, daño moral, etc. Por eso he elegido una solución (el hermano) aplicable a ambos sistemas legales. Obviamente en el caso del padre hay que omitir lo de “y su estirpe”.

 





El capítulo octavo de Docampo versus Colón trata de la singular peregrinación de los llamados Reyes Católicos a Galicia que supuso la abducción de Sebastián Docampo, en adelante "criado de la reina Isabel".



Tengo dudas de si debo o no pararme en aquella singular peregrinación jacobea, los Reyes Católicos y doscientos criados sin olvidar varios limosneros y los maravillosos cantores de la capilla real. Sí, lo haré. Quizá debiera justificar esta digresión, diciendo que la expulsión de la patria chica que el jacobeo real traerá aparejada, fue decisiva para poner a Sebastián Docampo en el cajón de salida de su aventura vital en Andalucía, Canarias e Indias; pero la verdad es que la voy a contar porque eso a un compostelano siempre le apetece. Los Católicos fueron una peregrinos muy rumbosos, los que más, que se recuerde.

En 1486 la guerra de Granada comenzaba a hacerse endémica, quien se podía imaginar que aquellos moros viciosos que se apuñalaban entre sí, iban a resistir tanto. El placer voluptuoso que experimentaban las mesnadas cristianas al convertirse en carne picada y ascender ipso facto al Paraíso, empezó a desleírse. Aquello era como la primera gran guerra: duraba demasiado. Al menos la corona y cuatro prebostes seguían ardiendo en santo entusiasmo. La toma de Loja proveyó a la reina castellana de cruces, cálices de plata y de libros, objetos por los que siempre manifestó querencia. ¿Habrá sido esta la causa del impulso místico? ¿Lo otro? No sé, el caso es que a los reyes se le despertó el deseo de agradecer personalmente la ayuda guerrera a Santiago, “Luz y patrón de las Españas, espejo y guiador de los reyes 8”. Las tropas españolas siempre entran en combate al grito de ¡Santiago! y justo sería agradecerle al patrón la toma de una plaza tan estratégica. Si sólo fuera eso…

El séquito, está dicho, era muy melódico, con la capilla real, músicos y cantores: alguien debió avisar de que allá, tras los montes de León, en la remota Galicia, se cantaba y se cantaba sin cesar. Ése alguien debió haberles aclarado que antes se bebía, se bebía, se bebía. No se perderán la ocasión ni el príncipe heredero, Juan, ni la infanta, Isabel. De Córdoba (17/07/1486) a Santiago (15/09/1486) en plena canícula, el viaje debió ser duro, pero lo peor era el acoso inmisericorde de los romeros con manos extendidas que pedían limosna. Todo un equipo de limosneros, dirigidos por Ovalle, tenia que estar atento a las peregrinas necesidades con que se incordiaba a sus altezas: éste, que se le murió el burro; el leproso, ya se sabe; aquel, que le apalearon los bandidos. Ya de salida se atropelló a un aldeano mientras la corte se solazaba con el juego de cañas y hubo que limosnearlo con siete reales.

Uno de los motivos secundarios, el típico conde gallego rebelde, el de Lemos, se presentó en Benavente a pedir perdón y la fácil resolución del asunto le procuró una pena leve: no podría volver a entrar jamás en Galicia. Pero el presagio no era bueno, más bien muy malo, para los demás nobles. Tras unas cuantas limosnas más, arribaron a Santiago tan rumbosos peregrinos 9. Los petrucios en sus pazos sintieron cierta opresión en el pecho y no era por el calor.

La catedral estaba abierta día y noche, puesto que carecía de puertas. Los peregrinos permanecían meses en su interior lo mas cerca posible de la sacra tumba: sin solución de continuidad había rezos, sermones, confesiones, cantos, procesiones y fallecimientos: el descomunal hedor de sudores, vómitos, esputos y cadáveres en descomposición se sahumaba con el incensario más grande del Mundo, el botafumeiro de plata, que hacía balanceos espeluznantes de punta a punta del enorme trasepto, jalado rítmicamente por los ocho tiraboleiros. Los reyes pasaron allí una madrugada, dentro de las rejas que protegen el arca marmórea de los santos huesos, junto al famoso coro pétreo. En cierto momento, sin querer, la infanta Isabel se arrimó a la verja y hete aquí un coro de desgraciados que se arroja a impetrarle limosna: menos mal que la reina lo ve y hace un gesto con la frente al limosnero. Un real y medio a cada uno. Otro se dará a una mujer excomulgada por deudas “para que le levantasen la excomunión”. También hubo para una aldeana noctámbula que traía al cuello un niño de lloro potente que hizo mover las cejas a la reina: el príncipe Juan sufría de insomnio. A un tal Guillermo, diz que criado del rey de Inglaterra, le tocaron diez florines porque se le murió el caballo siendo romero a Santiago 10. Diz.

Creo que hay que ser muy sectario para negar que el pueblo llano se sintió encantado con los reyes, sobre todo con la institución que trajeron: la Hermandad, una fuerza policial vestida con mangas verdes que asaeteaba in situ a los bandoleros y que no perdía su aplomo con los de más alcurnia, con o sin figura de juicio.


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