Egipto
está un poco lioso estos días; por suerte Sanxenxo ofrece también el acceso a
un mundo mágico y primigenio de varios milenios atrás… para el que disfrute de
estas cosas. Los petroglifos, unos cuadros de la primera Edad de los Metales (2500 a 1800 a .c.) grabados en
granito están por todas partes; algunos a las puertas del pueblo, como el
Outeiro do Cribo, pero Jacques prefiere los que tienen “argumento”, como la Pedra das Ferraduras.
O
accedes a ellos en bicicleta o pierdes la mitad del placer, como son los
encantadores parajes en que están situados; tú verás. De Sanxenxo a Pontevedra
se puede utilizar la carretera de la costa a primera hora; luego hay que volver
por otro sitio porque a partir de mediodía la presencia de ciclistas está
considerada una incitación al asesinato. A partir de aquí, en dirección a Campo
Lameiro, el tráfico se va apagando progresivamente hasta que solo es un
recuerdo odioso. En Campo Lameiro, junto al Bar Peto (está frente a un Peto de
Ánimas), giras a la derecha. Luego, tras pasar por la gasolinera, giras a la
izquierda en la rotonda, donde pone PARQUE ARQUEOLÓGICO. En cuanto llegues a la
siguiente rotonda, sigue de largo sin desviarte hacia el “Parque”, salvo que
pretendas que estas cosas dejen de gustarte para siempre (El susodicho parque
es un lugar lleno de niños forzados por sus maestros a los que visiblemente
tampoco les interesa esto. Allí les explicarán que los “primitivos” usaban los
cuernos de ciervo como perchero o como hacían botellón con ciertas hierbas
alucinógenas. Aun así, los tiernos infantes prefieren el Acuapark).
Pero
tú sigues de largo. Pasado el río se inicia uno de los paisajes más hechiceros
de Galicia, sombreado por carballos centenarios, muérdagos y laureles, mientras
en la bóveda del cielo resuena el quejido del miñato. Pasas un pueblo esculpido
en granito salpicado de flores sencillas y coloristas, Fentans, y ya pronto
tienes a la izquierda el indicador de la zona arqueológica. Ojo, es lo único
señalizado; a partir de aquí solo tu intuición o suerte te permitirán disfrutar
del más asombroso de los conjuntos arqueológicos de Galicia. Su valor
antropológico y cultural es inmenso.
La
visita es a pie; si alguna duda tenías, unos puntiagudos pedruscos de cuarzo te
lo recordarán. En la zona existen varios conjuntos artísticos, pero salvo
que seas un profesional o vayas acompañado de serpa, con que seas
capaz de localizar uno ya puedes darte con un canto en los dientes. Acuérdate:
vas a estar solo, aquí no vienen niños esclavizados, en realidad no viene nadie.
NADIE. La personal fórmula de Jacques para llegar es: sigue el camino unos
doscientos metros, hasta que llegues a un cambio de rasante. Al llegar allí,
gira la cabeza a la izquierda en dirección a la espesura. Una vez acostumbrada
la vista verás un eucalipto muy delgado doblado en “V” invertida: es por ahí.
Relájate, deja que te pase el cabreo, porque vas a ver cosas increíbles.
EL
PANEL SUPERIOR, la zona de arriba, puedes observarlo desde el terreno alto de
los alrededores. Consiste en una serie de huellas de ungulados (ciervos,
corzos…) que son conducidos hacia una empalizada. Las pisadas están
representadas con gran realismo y se derraman por el borde de la roca, hacia
los paneles laterales.
EL
PANEL IZQUIERDA, ya de los laterales, muestra una escena de caza. Un hombre con
lanza acosa a tres ciervos, en cuyos lomos se observa un gran número de
proyectiles clavados (flechas, venablos…). Una característica, que será general
en la obra, es el pequeño tamaño de los humanos en relación a los restantes
objetos, reflejo quizás de la sensación de pequeñez del hombre primitivo frente
a las ciegas fuerzas de la naturaleza.
EL
PANEL CENTRAL es el más espectacular, por su reflejo palmario del orden social
vigente a la sazón. A la cabeza (arriba), el jefe guerrero dotado de una
fenomenal espada que multiplica varias veces su tamaño; fíjate bien, allí está
el hombrecillo con su escudo redondo. Para reforzar su prestigio, también cuenta
con un puñal de espiga (a la izquierda). ¿Está claro cual era la fuente del
poder? Las espadas metálicas, primero de cobre y luego de bronce, eran la
auténtica “arma de destrucción masiva”. Comparadas con su devastador poder, el
hombre era una verdadera mingurria.
Mas
abajo, el brujo o druida, el poder religioso, del que hay un par de ejemplares
conocidos como “ídolos-dedo” ya que la separación entre la cabeza y el hábito
recuerda la de la uña del dedo.
Y
más abajo aun ¿quién?, los trabajadores, claro. Si te fijas, verás un par de
enanitos afanándose en alfileretear con sus flechas y lanzas a unos pobres
ciervos que pasaban por allí.
EL
PANEL DERECHA muestra otro druida, cuyo tatuaje facial es muy visible, así como,
de nuevo, un hombrecillo practicando las artes de la caza, tal vez para dar de
comer al poderoso tatuado.
Es
palmaria la sensación de estar asistiendo a un mundo antiguo y mágico, perdido
en las brumas del tiempo. Convendrás conmigo en que el valor antropológico y cultural de estos grabados es superior al de las cuevas de Altamira: aquí se muestra un mundo ante tus ojos, no un plano estático. Con la ventaja de que aquellas son Patrimonio de la Humanidad mientras que esto es Putrimonio de la Humanidad: ya se han plantado eucaliptos alrededor para que todo estalle al primer incendio. Aprovecha si te interesa: esto ya no lo podrán ver tus hijos.
En
cuanto a la vuelta, recuerda, siempre por Ribadumia con la que puedes enlazar
vía Moraña y Porranes. Volver por Pontevedra en bici a esas horas, viene a ser
una variedad de hacerlo en Malasia Airlines.
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