La
hipoteca es el clásico contrato con doble personalidad. Como el sabio y
prudente dr. Jekyll, la hipoteca ha sido la responsable de que España
abandonase el Magreb y pasara a ser un país de nivel europeo. A lo largo de las
últimas décadas del pasado siglo los campesinos, los emigrantes de las aldeas,
se han ido constituyendo esforzadamente un capital a base de las cuotas
hipotecarias. Ese esfuerzo permitió el milagro del crecimiento; el que un
español medio se hiciera con capitales de 15, 20 o 30 millones de pesetas que
le sirvieron de aval para montar un negocio, invertir, crear riqueza y
patrimonio. Y empleo. No se trata de un fenómeno español; sucedió así en todo
el mundo desarrollado. En ese sentido la hipoteca es una Santa salvo para un masoquista que disfrute con la desnutrición, las
enfermedades y una media de vida de cuarenta y tantos años.
Pero,
en España y otros países, la hipoteca degeneró, convirtiéndose en el monstruoso
mister Hyde, por motivos exclusivamente coyunturales. ¿Cuáles? Pues nada, que
de la financiación razonable y devolvible de 300.000 pisos/año, se pasó en un
par de años a los 600.000, lo que a su vez fomentó el abandono de la inversión
productiva y la dimisión de los creadores de empleo. ¿El culpable? Cada uno
puede tener su teoría pero cuando se produce un montón de cacharrazos en los
alrededores de un guardia de tráfico, para mí el culpable es el guardia. El
guardia de tráfico en materia financiera y bancaria es el Gobernador del Banco
de España. Y quien lo nombró (por motivos exclusivamente políticos, rompiendo
la tradición), algo tendrá que ver en el desaguisado.
Las
consecuencias de conceder hipotecas irresponsablemente son los desahucios. Y la
solución que le quieren dar es restringirlos en los casos de familias numerosas
y personas de avanzada edad. Parece ser que por ley. ¡Pobres veteranos, pobres
familias numerosas! A partir de ahora, les imponen un estigma. A muchos ya no
les darán hipotecas; a otros le pedirán más interés o que tengan otra casa y se
obliguen a no venderla, garantías reforzadas, etc. Por muchas leyes que se
hagan eso es así, puesto que los negocios son como el amor: hace falta que las
dos partes se den el “sí, quiero”. Pues con ellos “no quiero”, dirán. Imagínese
que también resultasen “beneficiadas” las señoras de mediana edad, con un hijo
y residentes en Vigo y usted fuese una de esas. ¡Menuda puñeta! Sus
posibilidades de avanzar en la vida han quedado seriamente mermadas. Yo que
usted iría a un abogado a instar la anulación del precepto alegando el art. 14
de la Constitución ,
el de la igualdad ante la ley. Los beneficios que se los den a otro.
Los
problemas coyunturales se arreglan con soluciones coyunturales. Los desahucios
actuales vienen de las hipotecas irresponsables de una época muy concreta,
combatámoslos con medidas ad hoc. Las
hipotecas miserables deben ser anuladas; muy poca repercusión puede tener eso
en el balance real (no en el fantasioso basado en la hiper-valoración de la
finca). En casos intermedios, el Estado debe condicionar las ayudas públicas a
un programa de prórrogas ¡coyuntural! En cuanto a las personas acomodadas que
pierdan su piso por exceso de ambición, creo que es bueno y justo que así
ocurra: una demostración de que la garantía hipotecaria funciona y un aporte de
confianza para su revitalización futura. No hay economía sana sin hipotecas. En
cuanto al futuro, que el Banco de España cumpla su función (este Gobernador es
bueno; la prueba del 9 es que da caña al Gobierno). Si las cosas funcionan como
deben, en el futuro el desahucio será algo anecdótico, como siempre,
perfectamente controlable por los servicios sociales de las comunidades.
Todo
antes que crear una nueva clase de paria con carácter general. A mí, por favor,
que no me “beneficien”.
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