Tempus fugit |
SUMARIO
1) EL PAZO DE LOURIZÁN
2) VENTA DE CUOTA INDIVISA
3) SORTEO DE LIBRO
4) CAPÍTULO DE DOCAMPO VERSUS COLÓN
1) EL PAZO DE LOURIZÁN
El pazo de Lourizán (Pontevedra) es algo más que la
siguiente etapa en la Ruta da Camelia; ¡cuidado!, para alguno puede ser la última. Cuando
el visitante lo tenga de frente, ahí arriba, pensará: ¡Versalles! Pero en cuanto
pise sus balaustradas y terrazas, se dará cuenta de que está ante el castillo
de Drácula. Hoy una ruina, antaño fue el centro político de Galicia: el ser
invitado a sus fastuosos salones constituía el oscuro objeto del deseo de todo
aspirante a ministerio, con o sin cartera. Un antepasado al que llegué a
conocer contaba —con regustillo de superioridad— como los alcaldes gallegos,
invitados a un banquete en el comedor panorámico, se bebieron el agua del lavamanos
tras el marisco. Si levantara la cabeza se quedaría patidifuso ante la pericia
gastronómica que han adquirido los munícipes de nuestros días.
La rebajada mesa monolítica del casi enano Montero Ríos |
Va, en serio. Antiguo pazo, a finales del XIX Eugenio Montero Ríos lo transformó en el anonadante palacio de gusto parisino que aun dejan ver sus decrépitos muros. No voy a revelar aquí quien fue el gallego Montero; el que se interesa sabe que lo fue todo, presidente del Gobierno, del Senado, titular de Gracia y Justicia, etc.; y al que nada le interesa, para que le vamos a molestar. Este pequeño hombre fue el encargado de poner fin al imperio español mediante la entrega a los EEUU de Cuba, Puerto Rico, Filipinas y los archipiélagos de Oceanía. Dicen que don Eugenio pergeñó el tratado de París aquí mismo,
Los antecedentes del supuesto consultado, en esencia, consisten en lo siguiente: Se trata de la venta de dos fincas que constituyen una única física y catastral. Una de ellas (1) pertenece a un grupo de parientes (grupo A); la otra (2), por mitades indivisas, a dicho grupo (A) y a otro grupo familiar (grupo B). Dentro de cada grupo los componentes van de acuerdo. Al parecer, A y B han suscrito conjuntamente un contrato privado de compraventa de la total finca catastral. A la hora de firmar la escritura el grupo B se niega a firmar la escritura de la venta de su 50% de la finca nº 2. Las preguntas son: ¿Puede el grupo A vender la finca nº 1 y su 50% de la 2 sin contar con el grupo A? ¿Se puede obligar al grupo B a elevar a pública la venta privada que en su día otorgaron?
Respuestas:
--Sin duda cualquier comunero puede vender a un extraño su cuota indivisa sin el consentimiento de los demás condueños.Lo que pasa es que en tal caso los condueños tienen derechos a subrogarse en el lugar del comprador en las mismas condiciones, pagando el mismo precio. El plazo para ejercitar el derecho es el de 9 días desde la inscripción registral de la venta de cuota o desde que se notifique fehacientemente al comprador.
--Se puede exigir la elevación a documento público de lo suscrito en privado: el juez preguntará por la autenticidad de la firma y, si se niega la respuesta o existen dudas, llamará al calígrafo. Una vez acordada la "elevación", si el negacionista es contumaz, el juez puede suplir su consentimiento. Si la negativa es gratuita, con frecuencia el demandado se allana ante la amenaza de las temidas costas.
3) SORTEO DE LIBRO
A partir de ahora procederé a sortear periódicamente un ejemplar en papel del libro Sebastián Docampo versus Colón a portes pagados entre los consultantes tanto de 241881.blogspot.com (Derecho de Galicia) como los de notariarajoy.com; la idea es difundir una serie de hechos, o poco conocidos, o tergiversados (El Descubrimiento, el papel de los continos en la vigilancia del clan genovés, la jornada del Pacífico o curiosidades como la Compostela tropical, la escala de Colón en A Coruña -donde obtuvo noticias del Nuevo Continente-, o la conversión religiosa de tainos y siboneyes ¿sabes porque los cuernos de la Luna de la Virgen del Cobre apuntan hacia abajo?, etc.). Aun siendo una obra de ensayo, sus partes II y III se leen como una novela de aventuras; la I profundiza en las Fuentes, pero contiene desopilantes y algo crueles estampas de aquella Galicia Canibal.
La condición para participar será que la consulta se acompañe de la dirección completa, código postal incluído. El resultado se publicitará aquí, bien por las iniciales, bien por un alias que se facilite.
Puedes bajarte el libro en formato electrónico en cualquier plataforma, por ejemplo:
4) CAPÍTULO DE DOCAMPO VERSUS COLÓN
El tema del capítulo 8 del libro II es el viaje a Indias de Docampo, de las que ya no volvería si no es para morir. El fragmento elegido recoge una digresión dedicada a la Niña, barco histórico donde los haya, a la altura si no la supera del San Juan Nepomuceno en Trafalgar:
Bueno, pues no. A Campo se le requiere para recibir
las confesiones de Colón sobre sus conductas torticeras entre agosto de 1498,
en que llega, y agosto de 1500, en que arriba Bobadilla. O sea. Su manía de ahorcar
y cortar manos y sin proceso ni expediente: ejecuciones sin papeles marca de la
casa. Su avaricia que mata de hambre a la colonia. Su crónica incapacidad para
el gobierno, más bien especialidad en el desgobierno. Su preferencia por vender
indios en vez de bautizarlos. Su intento de recluta de gentes, indios o cristianos,
para oponerse a Bobadilla (don Francisco), sólo abortado porque unos y otros le
rehuyeron con los pelos como escarpias. Y la permanente sospecha de su deseo de
entregar la colonia a Portugal. El enjuiciamiento cabal de los desmanes de aquella
época colombina, la más deprimente, parece exigir una presencia en Indias de un
par de años, entre el desembarco del almirante en Santo Domingo y el reembarco del
navegante, cargado de cadenas por el mismo puerto, arrestado por el comendador Bobadilla.
Por ende, sabemos que con el comendador no vinieron gallegos:
No hubo gallegos en la expedición de Francisco de
Bobadilla enviado por los Reyes a instancias del cardenal Cisneros como
pesquisidor 7.
Añade este autor
que Sebastián de Campo era “nacido en Noya, donde se había radicado una rama de
su familia, originaria de Santiago”. El natalicio en Noya es erróneo, aunque
estuvo muy extendido el dato antes de haber sido publicado el testamento por Carmen
Mena.
Acude ahora a nosotros el pensamiento que el de Tuy no
haría muchos remilgos cuando el notario, al enrolarlo, anotó: Pero Gallego. Si
hubiese empezado a enrollarse con que, bueno, él era de Tuy, pero que en el
fondo la ciudad se llamaba Buenaventura, pero que Tuy recordaba el nombre romano
Tude que le gustaba al obispo, pero que ahora era condado de Camiña, pero
ya no, que su padre era un Hernández, pero que a él le molaba más el apellido Campo
al que tenía cierto derecho… En estos casos te daban la patada y te echaban al agua.
En fin, todos estos argumentos son una patente
evidencia de que Campo zarpó de Gomera en el tercer viaje, aunque no ignoro que
me enfrento a todos los que siguen al padre Las Casas, es decir a todos los españoles,
que lo embarcan en el segundo, y eso quizás sea pecado. Para lavar mi conciencia
alegaré que pueden compaginarse ambas posturas recurriendo a la capacidad volátil
de los gallegos que, agrupados en la Estadea o Santa Compaña, son capaces de encaramarse
a los ámbitos celestes, desplazándose con increíble rapidez de un punto a otro
del orbe terráqueo. Vale, así, sí.
¿En cuál de las dos carabelas se embarcó Campo? A eso responderé
a la gallega con otra pregunta ¿porque hay que elegir, si una era copia de la otra?
En la rada de San Sebastián estaba fondeada la histórica Niña con la que Colón
corrió a envanecerse de la noticia del Descubrimiento a tierras portuguesas
(primero, Azores, luego, Lisboa). Y, a su costado, otra carabela, llamada primero
la India y luego la Santa Cruz, fabricada con los restos de seis embarcaciones
destrozadas por un huracán, al que había sobrevivido únicamente la Niña, y como
fiel copia de esta. Así pues en el puerto de Gomera se abarloaban la Niña, también
llamada Santa Clara, y la Niña, también llamada Santa Cruz.
¿En qué medida planeaba en la mente de Campo el diktat
tragicómico que se había decretado a bordo de esta misma embarcación durante el
segundo viaje? Sí, tu, el juramento exigido por Colón de que Cuba era la Tierra
Firme. ¿Intuía de algún modo que a él le iba tocar resolver el trágico equívoco?
Acude a mi pensamiento la idea de que llegados a este punto son necesarios al menos
unos apuntes sobre la biografía de este buque, histórico donde los haya.
La Niña era un barco fácil, de unos cincuenta o sesenta
toneles y cuatro mástiles: trinquete, mayor, mesana y contramesana. El triangular
velamen a la latina, bueno para navegar contra viento en el Mediterráneo, fue
sustituido en los prolegómenos del primer viaje por el redondo (o sea, cuadrado),
más útil para navegar de empopada por el Atlántico, empujado por los alisios.
Proa baja, pequeño alcázar a popa encima de las provisiones, y poco más, que es
mucho para la gente de mar, puesto que navegaba bien. Hizo el primer viaje en 34
días, que no está nada mal, al mando de Vicente Yáñez Pinzón; y, tras haber destrozado
a La Gallega contra la barrera de coral, Colón se puso a su mando. En el
segundo viaje, batirá su récord: 26 días. Luego, en 24 de abril de 1494, desde la
isla Española, Colón zarpará con ella y dos carabelas más, para reconocer Cuba
y demostrar que forma parte del continente asiático. El Almirante pertenecía a
esa especie de científicos que primero sacan conclusiones y luego investigan, al
revés que los vulgares y corrientes. Confundiendo la milla itálica (1480 metros)
con la árabe (2000 metros),
borraba de un plumazo, o mejor de un golpe de cálculo
la zona ocupada por el Pacífico y América. Todo empezaba a encajar y las 750 leguas
que separaban los bordes del Océano desde las Canarias hasta las nuevas
tierras, coincidían según sus particulares cálculos con lo que él previamente
sabía… un hombre que conocía muy poco de los postulados de la ciencia de aquel momento
y que se movía más dentro de la vaguedad que otra cosa. Por tanto, estaba a un
paso de ser tomado por un farsante 8.
Llegados a un punto del cabotaje de Cuba, cuando Colón
calculó que llevaban 335 leguas, el comandante mandó a parar, puesto que ¡no existen
—aseveró— islas tan largas! Cuba era Asia y a callar. En tal momento y a bordo de
la Niña, se produjo el tan manido Juramento Colombino.
En la carabela Niña que ha por nombre Santa Clara, ante
mí, Fernán Pérez de Luna, escribano público de número… que dijesen si tenían alguna
duda de que esta tierra fuese la Tierra Firme… y les puse pena de 10.000 mrs. y
cortada la lengua, y si fuera grumete o persona de tal suerte, que le darían
cien azotes y le cortarían la lengua.
(Establecer una equivalencia científica en kilómetros
de la legua requeriría estudiar caso por caso sus variedades, entre los 4 y los
6, picos aparte. Pero nada nos impide establecer una correlación “en zapatillas”
multiplicando por 5, siempre que no seamos agrimensores. La de 3 millas por
legua también puede hacer que te apedreen los alumnos de Náutica).
El asunto tenía sus bemoles, puesto que en Pinar del
Río, donde hubo que jurar, ni siquiera llevaban recorridas 335 leguas (1000
millas náuticas); más bien sólo unas 200 (600 millas). La escena tiene, que duda
cabe, una vis cómica, pero puesto que la draconiana norma causó al menos una muerte
por inanición, la del cura gallego citado como el abad de Lucerna o Lucena (en
gallego, abad significa párroco, y la parroquia se llama Lucenza, Ourense), será
mejor tragarse las chanzas. A semejante monstruo ideológico, que no se podía soslayar
dada la calidad de visorrey de Colon, será al que tocará enfrentarse a Campo
mediante el bojeo integral de Cuba. ¿Tendría pesadillas mientras dormía incómodamente
de pasaje a La Española, la cabeza sobre un cordal, los pies encogidos contra
un barril?
Bah, pero sigamos con las navegaciones de la Niña, a la
que habría que darle la Gran Cruz del Mérito Naval. Mucho tuvieron que aguantar
sus cuadernas ¿qué pudo pensar el pobre barco mientras Colón sostenía con toda
seriedad que la mitad de la esfera terrestre tenía forma de teta? ¿Qué en el pezón
estaba el Paraíso? Aunque, ahora que lo pienso, es posible que los amantes y
los bebés piensen eso de verdad. Va, no divaguemos. Luego ¿a dónde navegó luego
esta valiente carabela? Ah, sí hubo que viajar a Roma con el obispo Fonseca a
bordo, para ganar indulgencias. Para entonces ya era propiedad al 50% entre
Colón y la corona y no se le escatimaba una sola oportunidad de flete. Aun no
se habían inventado los museos navales. A la vuelta la capturaron los corsarios
de Tolón, pero como tuvieron la mala idea de poner de guardia a unos del Puerto
de Santa María, estos se pusieron de acuerdo con los tripulantes, que eran de
Palos, y arrojaron a los franceses al agua 9. Y ya
estamos donde había empezado este flash back. Bien remozada, la Niña se arma como
avanzadilla del tercer viaje en compañía de su copia, la Santa Cruz. Alguien
habría susurrado al prudente Campo que el calafateado había costado 35.000 maravedís:
sube tranquilo, pardiez.
De sus condiciones marineras nunca habrá queja: en 35 días desembarcará su tropa de ballesteros en Santo Domingo, donde Bartolomé Colón había trasladado la capital de La Española. Será la primera tierra americana que pise Campo, que pensaría que se dirigían a Isabela. Pero, en ese mes largo de navegación, tiempo habría tenido de escuchar la conseja: en la abandonada capital del Norte, los conquistadores se empezaban a convertir en fantasmas que, cuando se sacaban el sombrero para saludar, se extraían también la cabeza. La última cita que tenemos de la Niña-Santa Clara nos la muestra navegando hacia la costa de las Perlas en 1501; allí, tras embarrancar probablemente contra un arrecife, ascendió al Paraíso de los barcos famosos. Se lo tenía merecido.
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