lunes, 24 de marzo de 2014

MI SUÁREZ

            En los periódicos rancios, ya amarillentos, puede verse la foto de la aprobación de la Constitución de 1978 por las Cortes Constituyentes. Aplaudiéndose y aplaudiendo a sus rivales, todos a una, en el mismo barco, Centristas, Socialistas, Comunistas, Alianza Popular, Minoría Catalana, Aragonesistas, etc. Agachados por el suelo, tumbados, como un equipo de fútbol, como la roja. Ese fue el regalo de Suárez a la nación española.
            Naturalmente, no lo hizo solo. Había muchas ganas de Paz, con mayúsculas. Sin embargo, es difícil que estos deseos hubiesen encontrado mejor encarnación personal que Adolfo Suárez, y por ello es merecedor de genuino elogio. Aprovechemos, ahora que se puede; ya se sabe que a los vivos lo correcto es insultarlos.
            Jacques venía del antifranquismo, que había degradado, vejado y casi fusilado a su abuelo por el delito de haber impulsado el Estatuto Gallego de 1936. Pero tengo ojos para ver y vi aquella foto. Y vi como se legalizaba al P.C. Y vi la vuelta de Madariaga, Ibarruri, Tarradellas, Sanchez Albornoz, etc. Y vi la manta de judas que habían conseguido tumbar a Suárez en la lona. Me ofrecí con otros cuantos para constituirle un partido nuevo en cinco minutos: se llamó el CDS. Había que llamar a alcaldes y ficharlos; ningún problema salvo que fueras una persona racional. El caso es que todos eran o franquistas o comunistas o una especie de anarquistas, así, sin matices intermedios. Había que meterlos todos en la picadora Moulinex y centrifugarlos, porque el partido se pretendía “de Centro Reformista”.
            Las visitas de Suárez eran un chute de energía. Sonriente, seguro, desbordando ideas. Seducía en el acto. “Tú, gallego, tan joven y has montado todo esto. Mirad, mirad, este va a ser ministro”. Bien sabía lo que cada uno quería y ¿qué iba a querer un chaval con varias oposiciones a cuestas y aun así perdiendo el tiempo en un mitin? Semejante intimidad a los diez segundos de haberle conocido era de agradecer: era imposible no quererle. Aun me pregunto porqué los Judas le salían como setas de otoño.
            Animado por esa confianza tuve la osadía de ir a “protestarle” en el congreso fundacional del partido. Me había tocado la ponencia de Justicia y alguien pretendía que aprobásemos algo precocinado. Por entonces pensaba lo mismo que ahora: que este sistema de procesos eternos y jueces que instruyen la acusación como si fueran fiscales, es una birria. Me dijo ¿porqué no la haces tu? y me quedé de piedra ¡aun no había cumplido los treinta! En aquel momento daría lo que fuera por él.
            En las elecciones me presentó a senador y el día del mitin central de campaña me estrujaba la cabeza pensando en un “gag” para que saliera en la tele. Iba en coche hacia la capital de provincia y escuché por la radio que los socialistas gritaban a González: ¡Presidente! ¡Presidente! (aun no lo era). Cuando subí a la luz de los focos, ya lo tenía claro: “Y nosotros no gritamos “presidente, presidente”, por que ya tenemos uno…(pausa dramática)… ¡El presidente Suárez!”
            ¿Por qué fracasó en su segunda fase? En un partido español los alcaldes quieren ser diputados provinciales; estos parlamentarios autonómicos; aquellos consejeros; los otros ministros. Los más miserables quieren seguir siendo toda la vida lo mismo, concejal de urbanismo: una especie de seguro de paro perpetuo. Cuando un partido baja el morro, desciende, todos se ponen histéricos: véase el PSOE actual. Y luego estaba esa afabilidad de carácter que generaba traidores por doquier: me parece que le veían muy débil. Se conspiraba a ojos vista, sin rebozo. En UCD no tenía ni un solo aliado fiel. ¿Cuál era el fallo? Que lo que tenía de seductor la faltaba de instinto asesino. En alta política o matas o te matan. Y si no, contratas a un “hombre del mazo”, como Guerra, Soraya o Rubalcaba. Aquel espectáculo daba auténtico asco y los elogios actuales, nauseas.
            Y para terminar como empecé ¿te imaginas un político actual que hiciera romper en aplausos a los comunistas con los socialistas, a los convergentes con los populares, a todos unos con otros?

            Pues eso es un personaje histórico. En relación a su memoria, podemos hacer dos cosas: dedicarle loas y ditirambos, o conservar con uñas y dientes la obra que nos dejó: la Constitución. Yo me apunto a la segunda.       

1 comentario:

  1. El mejor de los muchos artículos que sobre A.S. he leído.
    Soluna

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