Un tema otoñal: azafrán y ourizo en el Castrove |
1.-EL LÍO DE LAS LEGÍTIMAS
2.-LA MODALIDAD JURÍDICA DEL CHIVO EXPIATORIO
3.-DOCAMPO VERSUS COLÓN
1.-EL LÍO DE LAS LEGÍTIMAS
Menudean las consultas sobre legítimas, señal de que aquí las explicamos fatal. Intentaremos una vez más resaltar la diferencia entre el dueño de una tienda de electrodomésticos, a quien el difunto debía los plazos de una lavadora (o sea un acreedor de la herencia, por ejemplo, un legitimario) y un heredero (el continuador), nombrado en testamento para dar continuidad la persona de alguien (bienes, deudas...) que no ignora que el ser humano es una criatura finita y mortal de necesidad.
Seleccionamos dos consultas (reconociendo que en la respuesta a la segunda repetimos parte de lo que le dijimos a la primera):
PRIMERA CONSULTA.-Se trata de un matrimonio con dos hijos comunes, titular de un par de pisos gananciales, a los que tristemente se ha llevado la pandemia. El padre ha nombrado heredero a un hijo y nada más, reconociendo al otro su legítima; la madre, a ambos hijos por partes iguales. Los bienes son gananciales y la pregunta es por los porcentajes de reparto de esos dos únicos bienes.
Hola
Creo que mezclas dos cosas distintas,
perdóname si me equivoco.
--Una
cosa es la herencia: es la continuación de la personalidad del
difunto por parte de los herederos, que reciben sus bienes y sus deudas; si son
varios deben adjudicarse “bienes de la misma naturaleza, calidad y especie”. Y
las deudas, lo mismo.
--Otra
cosa que no tiene mucho que ver es la legítima: la legítima es una deuda que tienen los padres para con sus hijos por haberlos traído este mundo cruel (1/4 del líquido a repartir) y que, si no ha quedado pagada en vida, le tocará pagarla en muerte su heredero/s-continuador/es. Dice la ley que
“el legitimario será considerado a todos los efectos legales
como un acreedor y no tiene acción real sobre la herencia”. El
heredero, es el deudor (igual que si el difunto tenía una deuda con El Corte
Inglés, es lo mismo) y puede pagar al acreedor de legítima con
dinero de su bolsillo, no necesariamente con la herencia. A veces incluso no
hay obligación de pagar la deuda (aplazamiento entre esposos a la muerte del
último, deuda ya pagada en vida con donaciones, pactos sucesorios, perdón de deudas, etc.)
Es cierto
que la deuda legitimaria (como cualquier otra deuda) se puede pagar también con
bienes de la herencia: es una decisión soberana del heredero/s. Pero
nada impide que la pague en dinero, incluso de su bolsillo.
Si tenemos esto claro, la cuestión que planteas es muy fácil:
--Herencia
a secas:
El padre nombra heredero a un hijo de su
mitad ganancial que es lo que tiene (2/4); la madre los instituye a partes iguales (1/4 cada uno).
Resultado: a un hijo le corresponden 3/4 de los bienes ( 2/4 + 1/4); al otro,
1/4; hablamos sobre la totalidad de los bienes.
--Herencia
con pago en bienes de deuda legitimaria:
Ahora vamos al caso de que el hijo heredero
del padre decida pagar la deuda legitimaria a su hermano con bienes de la
herencia en vez de con dinero: en tal caso, la solución sale por 16 avos. El
hijo acreedor de legitima lo sería por 1/8 (la legítima es 1/4 a repartir entre
el número de hijos). Como hablaríamos de la mitad ganancial del padre, sobre
la totalidad de los bienes sería 1/16.
--Herencia paterna: El hijo acreedor de
legítima: 1/16; el heredero 7/16.
--Herencia materna: Un hijo 4/16; el otro,
los mismos 4/16.
Resumen: el heredero del padre, 11/16; el
legitimario del padre 5/16.
Repito porque es importante: ello siempre que
el hijo heredero del padre no decida pagar la deuda legitimaria en dinero.
Naturalmente no es preciso hacer la adjudicación por cuotas indivisas; también puede hacerse en bienes enteros, respetando el valor correspondiente, es decir, por valores. Por ejemplo, en el segundo caso, al hijo heredero del padre se le adjudicaría un piso exterior, frente al mar, valorado en 11/16 del total; al hijo legitimario del padre, un piso interior por valor de 5/16.
SEGUNDA CONSULTA.-En este caso se trata de una madre con tres hijas, a una de las cuales ha apartado (es decir, le ha pagado en vida el crédito legitimario). Ahora tiene ciertas dudas sobre como testar para las otras dos, en particular, como hacer para que cada una lleve lo suyo sin necesidad de firmar un documento conjunto con la otra, preocupándole también como "cubrir" las legítimas de ambas. Otro tema que le inquieta es la utilización o no de la figura del "legado", pues le han hablado de la necesidad de su entrega por parte de los herederos. Tras reproducir la respuesta a la 1ª consulta, esto es lo que le contestamos:
Hola
(...)
Ahora vamos a tu pregunta concreta (bien entendido que eres gallega y por tanto se te aplica el derecho de Galicia):
En el Derecho de Galicia carecen de importancia las palabras utilizadas o el nombre que se le dé a las cosas; de hecho al término "legado" ni siquiera se utiliza. La palabra habitual es "adjudicación de bien concreto" o "adjudicación" a secas.
La regla importante es: puedes hacer lo que quieras con tus bienes con esa única condición: que sean tuyos. Y en cuanto a la necesidad de reunir las hijas-herederas en una notaria para firmen la partición; o que cada una tome posesión de lo suyo suyo directamente, sin necesidad de "coincidir en el notario" una con la otra, pues lo mismo: se está a lo que decida la madre testadora. Si deja hecha la partición, ya no hay necesidad de que la otorguen las hijas. La libertad del testador/a es absoluta; por ejemplo:
--Se puede adjudicar todos los bienes a un hijo/a y nada a los otros.
--Se puede adjudicar todos los bienes a dos hijos/as y nada a una tercera.
--Se puede adjudicar todos los bienes a un sobrino y nada a los hijos/as, sean tres o cien, como los de Ramsés II.
--Se pueden adjudicar los bienes "por partes iguales" a todos los hijos/as, en cuyo caso deberán reunirse a firmar una partija conjunta para tomar posesión.
--Se puede dejar hecha la partija por parte del testador/a: (ejemplo: adjudico a mi hija x, el piso 3º; adjudico a mi hija h, el piso 4º, adjudico a mi hija Y, el piso 5º). En tal caso (testamento con adjudicaciones de bienes concretos), cada una podrá tomar posesión de los bienes a ella adjudicados por sí sola, sin contacto con las demás.
En resumen, existe absoluta libertad de testar y de partir. (Aconsejo no utilizar la palabra legado, porque puede suponer que se cuele por ese agujero una serie de normas foráneas, como la de la necesidad de entrega. Consejos doy, para mí no tengo)
EL LÍO DE LAS LEGÍTIMAS
El lío de las legítimas no viene de nuestras leyes (que establecen la libertad absoluta de testar), sino de la Televisión o los periódicos, que, en los programas de cotilleo, suelen hablar de las legítimas del Derecho Común o sea el Código Civil (Madrid, Castillas, Andalucía, Extremadura y muchos etc.). Allí las legítimas implican que los hijos son "herederos forzosos" de 2/3 de la herencia y, claro, no existe libertad más que para el tercio restante. Todo eso no se aplica en Galicia y otras autonomías del Norte que tienen Derechos Especiales.
Como te expliqué, la legítima de aquí es una deuda ordinaria, exactamente igual que si debes una compra a El Corte Inglés. El que tiene 3 hijas le debe a cada una 1/12 (sobre 12.000 euros líquidos de patrimonio, mil euros). Se puede dejar pagada en vida (apartaciones, pacto de mejora, perdón de deudas, etc.), pero, si no se hizo así, deberán pagarla o completarla las herederas en muerte, en proporción a lo que lleven, igual que esa deuda con el El Corte Inglés o cualquier otra. Las herederas pueden pagar las deudas, incluso la legitimaria, de su propio bolsillo: quiere decir que algún/nos/nas hijos/as, o incluso todos/as, pueden no recibir nada de la herencia, ni siquiera un trastero, ni un céntimo (a veces los descendientes son a su vez acreedores de legítima, cuando ha fallecido el progenitor/a).
Por lo tanto, si se quiere que cada hija adquiera los suyo con independencia una de otra y sin necesitar una de otra, basta ir al notario y en el testamento, decir: hago partija, adjudicando;: a esta hija, tal cosa; a esta otra, tal otra, etc. Al no existir "herederos forzosos" (como en la TV), ninguna tiene derecho ni puede inmiscuirse en lo de la hermana. Y si alguna hija ya cobró en vida su legítima, puede destacarse así en el testamento: hago constar: que a mi hija x ya le pagué su legítima a medio de pacto de apartación... o de mejora... o donación... o perdón del tal deuda... etc.
Lo que manda es la voluntad.
2.-LA MODALIDAD JURÍDICA DEL CHIVO EXPIATORIO
El chivo expiatorio es la
persona, ajena a un ilícito gravísimo con múltiples afectados a la que, como próxima a los poderes públicos o a "la empresa", se carga con la
culpa para satisfacer la vindicta pública. También se le ha definido como
“diana de la frustración”. La jurisprudencia del Tribunal Supremo ha dado carta
de naturaleza a tal figura. Dice la STS., sala 2ª, de fecha 12-IX-2006 “No se ha podido demostrar la autoría y participación
del recurrente. Considera que se le ha aplicado la modalidad del “chivo expiatorio”…
No es improcedente esta cita al Supremo tribunal, pues es allí o cerca donde
suele acabar, mediante su absolución, el sufrimiento de los chivos supervivientes, que, entre tanto, ya
han cumplido su función coram populo: Presentación y admisión de acusaciones,
sentencias condenatorias en tribunales inferiores, acoso inmisericorde de los
medios…
Teniendo clara la figura, cuesta poco esfuerzo encontrar ejemplos en la Historia. La imputación del incendio de Roma a los cristianos por Nerón, o a los judíos por Hitler de la responsabilidad en el desolador Tratado de Versalles, son los primeros que saltan a la mente. Descendiendo a casos concretos, en nuestro país tenemos el caso del famoso accidente del avión de Barajas, que no llegó a volar porque el piloto no desplegó los flats y los slats, estrellándose en las inmediaciones del aeropuerto, vistiendo de luto a muchas familias. Graves acusaciones mantuvieron en la diana popular y judicial al Técnico de Mantenimiento que, como suele suceder en estos casos, acabó, a la postre, absuelto.
A nivel gallego hemos visto al
menos otros dos, uno de ellos canónico, el del señor López-Sors en el caso
Prestige. El otro al que me referiré también adquiere caracteres prototípicos:
el caso de “Los siete de Santiago”, es decir la condena masiva de los
miembros populares de la corporación municipal compostelana. En ambos casos
desde estas páginas avanzamos con varios meses de antelación el resultado final-final:
absolución. Mientras tanto, condena y satisfacción de personas justamente
ofendidas que, sin maldad por su parte, buscan un chivo al que cargar su dolor:
es decir, la figura de La Culpa hecha carne humana.
A López-Sors, ex director general
de la Marina Mercante, llegaron a pedirle el embargo de 2000 millones de su
patrimonio, siendo un simple trabajador carente de fortuna. La maledicencia (o el dolor) enseguida sacó conclusiones: “Si le embargan 2000 millones será por…” Por lo demás, su actuación en los hechos por los que fue enjuiciado puede caracterizarse de modélica: alejar el petrolero de
nuestras costas, a las que salvó para las siguientes generaciones. Anticipamos en estas páginas
que sería absuelto, como lo fue, pero entretanto debió escuchar –o leer- toda
una sarta de improperios e insultos de grueso calibre. Al menos, sobrevivió a
la experiencia, algo que no siempre ocurre, como fue el caso de doña Rita Barberá.
Otro caso de chivatización, este de libro, fue el de la Corporación Municipal de
Santiago en quien se personificó la financiación irregular del PP cuyo tema estaba en boga. Condenados a la máxima pena solicitada en 1ª instancia, fueron
bombardeados con toda clase de injurias, en particular desde televisiones
locales (que podrían haber tenido información de primera mano de los hechos y haber juzgado por si mismas). Pero la exhibición al pueblo de un chivo expiatorio es una
tentación irresistible. ¿Qué hechos?, nada, haber seguido el criterio del
técnico municipal (no recuerdo si el Secretario o el Interventor) en un asunto
de pago de costas procesales, o sea: haber hecho lo que tenían que hacer. En vías de recurso, la Audiencia como no podía
ser menos los absolvió –anticipamos aquí el resultado-, pero el vía crucis ya había sido recorrido en todas sus estaciones.
En fin, está Aquel cuyas últimas palabras, "Eli, eli, lama sabactani", aun resuenan en la conciencia de los que la tienen. La frustración por la ocupación romana de Judea encontró en aquel sacrificio un torpe lenitivo.
Quizá la más malsana de las consecuencias de una designación como “chivo” sea que es casi imposible eliminar del todo el rol asignado por la sociedad: la mancha indeleble queda en la frente, como huella que deja el hierro incandescente el verdugo. Al menos en el caso de los Siete de Santiago me alegro de que doña Paula Prado haya vuelto por sus fueros, hoy diputada y Secretaria General del PPG. Una puerta a la esperanza y al reconocimiento del papel de nuestra Justicia, lenta, pero justa.
La existencia de esas personas fuertes que superan el temible baldón, redime un tanto el pecado colectivo que, en aras de la redención del dolor de unos, lo arroja a cubos sobre otros tan inocentes como ellos.
3.-DOCAMPO VERSUS COLÓN
Entramos por fin (libro III, capítulo 1) en la aventura americana de Docampo, similar a la de millares de españoles como esos López, Martínez o García mexicanos que hoy se dicen, o más bien se fingen, descendientes de aztecas. Hitos de la misma serán su papel director en la expansión a Cuba de la primitiva colonia, la creación de la granja Compostela o su participación, como agente de Balboa, en el descubrimiento del Océano Pacífico. Una de sus primeras actuaciones será su papel como contino real en el equipo acusador contra Colón: nos referimos al llamado Juicio de Bobadilla. De eso va este capítulo.
-1-
Francisco de
Bobadilla
La granja Compostela estaba al sur de la isla Española,
unas veintipico leguas al oeste de Santo Domingo (algo más de cien kilómetros),
en un lugar hoy habitado por los espectros al que llaman Pueblo Viejo. El puerto,
a contramarcha del sentido de los huracanes, fue llamado Escondido por Colón como
una especie de secreto de navegación, ya que es invisible desde la bahía de Socoa,
pero sus fondos solo son holgados para bergantines y pequeñas carabelas. Nadie
que lo haya visto podrá olvidar su famoso palmeral, decorado al atardecer con
todos los colores cálidos de la paleta y que ofrece la más impresionante puesta
de sol de las Indias. Entre enero y marzo de 1499 recalaron aquí las dos carabelas
que Diego Colón había ofrecido a los desertores roldanistas para regresar a España.
Ya en agosto, en el acuerdo que aquí se otorgará entre Cristóbal Colón y Roldán,
aquel tendrá que ceder ante las amenazas “contra las gentes de Colón que estaban
conviviendo en el caserío de los indios de Azúa”. Uno de aquellos españoles
residentes, a quien el almirante había repartido una buena dotación de indios, será
nuestro Campo del que no hay noticias que haya tenido el menor roce con el nitaíno
del lugar que acabará adoptando el nombre de… Campo. Estas cosas tenía el rito
del guatiao, el intercambio de nombres, que al gallego no le debió causar la menor
sorpresa, puesto que ya había experimentado su práctica en Canarias. De guatiao
viene nuestro actual término guateque.
La semilla generatriz de la hacienda que será bautizada
como Compostela debe verse en la licencia que dieron los reyes al almirante
para repartir tierras en la isla Española:
dar e señalar en la dicha isla tierras en que ellos
pudiesen sembrar pan e otras semillas, e plantar huertos e algodones e linares
e viñas, e árboles e cañaverales de azúcar en otras plantas e facer e edificar
casas en molinos e ingenios para el dicho azúcar e otros edificios provechosos
e necesarios para su vivir 1.
Al margen de que le demos una u otra denominación a
estos Señalamientos, existe un detalle significativo que los caracteriza:
no sólo se adjudicaba pan, semillas, algodones, viñas o árboles: ya desde 1498-1499
el paquete de regalo incluía un buen lote de indios:
Cuando Montesino pronunció su célebre requisitoria, ya
la encomienda existía en La Española. En la práctica, este sistema había sido establecido
por Colón en 1499… (llamado) el Repartimiento de indios, íntimamente ligado y muy
pronto confundido con la denostada Encomienda 2.
Estas concesiones no podían tener jurisdicción alguna,
civil ni criminal, por lo que, cuando Gabriel Varela pretenda constituir aquí
una encomienda soberana, al estilo español, el gobernador a la sazón, Nicolás de
Ovando, le responderá que se deje de historias. A los conquistadores de peso, lo
que propiamente se le adjudicaba eran caciques, cada uno de los cuales llevaba
aparejada una tribu de indios que le obedecía ciegamente y que el jefe se
encargaba de controlar como una especie de super capataz. A continuación damos un
modelo de cédula de encomienda que nos traslada Las Casas, añadiendo la crítica
opinión que este tipo de práctica le merece:
A vos, fulano, se os encomienda en el cacique fulano
cincuenta indios con la persona del cacique, para que os sirváis dellos en vuestras
granjerías y minas y enseñades las cosas de nuestra santa fe católica.
Y en este repartimiento de estas labranzas y tierras,
dábalos el Almirante por sus cédulas, diciendo que daba a fulano en el cacique
fulano tantas mil matas o montones que es lo mismo; y lo peor y miserando que es
y era (de donde comenzó la tiránica pestilencia o como arriba se dixo, el repartimiento
que después llamaron encomiendas) que decía en la cédula que mandaba que aquel cacique
fulano y sus gentes le labrasen aquellas tierras 3.
La Encomienda no era la esclavitud, o no lo era
sin matices. En los foros monásticos peninsulares podía encontrar su justificación
en la instrucción religiosa que se proporcionaba a los nativos. Además, el
trabajo era retribuido, aunque era improbable que el taino encomendado fuera a hacerse
millonario:
a cada trabajador repartido se le pagase de jornal medio
peso de otro al año, con lo que podrían comprar hasta un peine y un espejuelo y
una sartilla de cuentas verdes o azules 4.
Aquellos encomenderos de indios encontraron que su oficio
tenía cierto parecido con el de los comendadores de las órdenes militares españolas
(Santiago, Calatrava, Alcántara) y como tales se hicieron llamar. El propio
Campo se presentará sin empacho a cierto náufrago de aquellos que iban dejando
abandonados las expediciones colombinas por el ancho mundo, como el comendador
Gallego.
llegué a la provincia de Azoa, que es veinte y cuatro
leguas antes de Santo Domingo, y allí supe del Comendador Gallego… 5
Sabemos, por sentencias indubitadas, que el de Tuy
usaba como apellido alternativo el de Gallego. Pero en la encomienda de
Azua se dará a conocer básicamente por el sacro gentilicio de Campo. La
secuencia de los hechos es la siguiente: Las encomiendas de Indias serán todas
revisadas en el repartimiento de Albuquerque de 1514 donde comprobamos que el
principal cacique guatiao de Azua, con sus sesenta y seis indios, se llama Campo.
De donde resulta con meridiana claridad que había intercambiado el nombre con Sebastián.
El de Tuy, no cumplirá el pacto, pues a su vez debería haber pasado a llamarse
Cuyocagua. Pero le debió haber parecido un nombre demasiado largo. Se ve que,
después de que el caudillo de la saga compostelana, el conde de Altamira, hubiese
reconocido a su padre, don Pedro de Tuy, en el convento de San Domingos como un
auténtico Docampo… bueno, Sebastián no admitía bromas con su nom de guerre.
Se sentía orgulloso de su linaje, fuera legítimo, ilegítimo o mediopensionista;
no abdicaría de él, aun cuando algún parentesco azaroso pudiere haberle privado
del deseado corolario de cristiano viejo.
Es probable es que una vida de ermitaño en la tórrida
selva dominicana, un día huracán, otro, sublevaciones, no fuera plato de gusto
después de haber probado una vida más o menos civilizada en Santa Cruz de Tenerife.
¿Es eso cierto? Creo que para dar respuesta cabal a esa pregunta, ha llegado el
momento de introducirnos a fondo en el día a día de la Compostela tropical, una
finca que será el germen de una ciudad.
La fundación de poblaciones suele responder a un
porqué: Roma en un cruce de caminos junto al Tíber; Alejandría, el puerto de Oriente;
San Francisco, la fiebre del oro. En Azua, como en Canarias, la riqueza básica
eran las personas, en particular las bellas tainas. Lo que cada colono buscaba
al instalarse eran dos cosas, y la primera de ellas, hacerse con un harén. Lo de
las tetitas no era ninguna broma.
Habitar cerca de caciques, emparentando con ellos a través
de sus mujeres, hijas o familiares, y contagiarse de su sistema de vida y costumbres,
debió ser la cosa más natural del mundo para estos colonos hechos a su suerte,
sin mujeres europeas y en pleno trópico. Importaba poco que la ley cristiana —por
otra parte muy comprensiva— llamara a esto amancebamiento o concubinato. La realidad
estaba ahí y la cosecha de hijos mestizos que brotó de estas relaciones familiares,
también 6.
Estos caciques o señores tenían hijas o hermanas o parientas
cercanas las cuales luego eran tomadas, o por fuerza o por grado, para con ellas
se amancebar 7.
Dados los precedentes canarios hay que pensar que las
Carmelas e Isabeliñas de gruesas cerdas de pelo negro y ojos almendrados, recibirían
un trato excelente por parte del gallego. Naturalmente las agraciadas podían pensar
que todas esas bondades podía haberlas dedicado a sus propias paisanas.
Lo segundo que atraía a los colonos, como las heces a las
moscas, era algo muy corriente en la metrópoli. Corriente, pero entre altísimas
personas, como el comendador mayor de Santiago o el de duque Medina Sidonia.
Aquí, en Indias, ese algo se daba a nivel popular: servidores de todas clases.
Lo que se decía tener estado:
Si un simple oficial de carpintero especializado en
hacer órganos vivía rodeado de una pequeña hueste de criados a su servicio ¡qué
no tendría el hombre de espada! ¡Cómo podría prescindir del ama de llaves, cocinera,
lavandera y otros oficios semejantes! 8
Creemos en base a los datos que irán saliendo que, en
la hacienda de Sebastián, el rol de sirvientes sobrepasaría holgadamente el
centenar. Y, como dice Arranz “que nadie piense que la obsesión principal del
español entonces era ocupar prioritariamente al indio en las minas”, un asunto
tirando a ruinoso por mucho empeño que pusiera la corona en llevarlos por ese
camino. La función básica de la servidumbre era alimentar, cuidar y engrandecer
a su señor, como el coro de ángeles y arcángeles que rodea a Dios padre. El ocio.
Para el negocio, Sebastián usaba otro tipo de recursos, básicamente sus habilidades
militares y náuticas.
El eje sobre el que giraba la vida en la encomienda era
el cacique guatiao. En la de Campo Estela lógicamente era Campo y
debía de ser un tipo muy ocupado, pues tenía a su cargo 45 indios de servicio, 10
viejos y 11 niños, 66 almas en total, y sí, eran almas a las que se debía encaminar
al Cielo. Llama la atención que no aparezca ni un solo naboría de casa, esos que
lustran las botas al patrón; pero veremos más adelante que existe un buen motivo.
Si es que alguno se ha llegado a preocupar, que se sosiegue: no, el gallego no tenía
necesidad de hacerse la cama.
Aún no hemos hablado de la relación de Campo-bis con
otros caciques azuanos, como los guatiaos Pedro de Orellana, Reinoso o Francisco
Morán. Es probable que el cacique de Compostela fuese llamado respetuosamente
por sus colegas Sebastián de Campo y usara el colgante de respeto o chain
de oro: Fuera del caso excepcional de Antonellos (creemos que el guatiao
del sobrinísimo del adelantado, Antonio Velázquez Narváez), Campo era,
con mucho, el cabecilla del nitainato de Azua. Nada tiene de extraño que el que
será gobernador de Indias, Nicolás de Ovando, haya favorecido a su viejo conocido
de Granada, si tenemos en cuenta las acusaciones de enchufismo que aquel
recibiría:
Que a unos se daban muchos, e a otros pocos, e a otros
ningunos, e a causa de no estar bien repartidos, no hay indios, que los que tienen
indios no curan de los traer a las minas 9.
Como hemos visto, estos aspirantes a duques preferían
dedicar sus súbditos a camareros, sumilleres, mozos de espuelas, etc., en vez
de hacerles perder el tiempo bateando una pajita de oro al año, como pretendían
los reyes para pagar sus guerras con el quinto real.
Hay que desatacar para ser precisos que los indios no
constituían una masa informe, sino que se distribuían en castas muy diferenciadas:
indios de servicio, naborías de casa, allegados, viejos y niños. La casta
suprema (el Brahman), correspondía al Cacique Guatiao, alter ego del
cristiano y bautizado el mismo. Los Indios de Servicio eran la fuerza básica
de trabajo con que soñaba todo colono español. Cada cinco meses disponían de cuarenta
días para atender sus pequeños sembradíos, llamados conucos. Seguían viviendo
en sus aldeas bajo la autoridad directa de su cacique. Campo fue privilegiado con
cuarenta y cinco de estos servidores de lujo al mando de Campo-bis, lo que es
expresivo del prestigio que acompañó al conquistador de Tenerife al otro lado
del mar Océano. Los Naborías de Casa habitaban continuamente junto al
colono español, al que servían todo el año “sin huelga ni intermisión”. Aculturados
por la vía rápida “no suelen hacer otras cosas sino las de sus amos”, al decir
del omnipresente Las Casas. Sorprende que el apartado correspondiente del reparto
se asignen 0 naborías al sosía Campo, como si se pretendiese que el conquistador
lavase el mismo su ropilla en el río Ocoa. La explicación vendrá un poco más
adelante. Allegados eran los indios que escapaban de una hacienda a
otra, buscando refugio de amos tiránicos, a menudo tras un nuevo reparto. También
aquí el reparto marca un 0 en el casillero de Docampo; quizá los costurones de
las batallas lo acabaron convirtiendo en un amo poco acogedor. 10 Viejos
y 11 Niños representan un porcentaje adecuado sobre el total; un refuerzo
nada despreciable en una sociedad como la taina, donde la vejez empezaba a los veinte
y la muerte llegaba a los treinta.
No se suele registrar en estas relaciones de personal
otra categoría de humanos, quasi esclavos, que con frecuencia duplicaba la fuerza
laboral de una hacienda: me refiero a los lucayos y bahameños, que no contaban en
el registro. Lucayas (hoy Turcas y Caicos) y Bahamas eran consideradas Islas
Inútiles, o sea que no servían para nada, por lo que podías capturar y trasladar
a La Española todos los aborígenes que te cupiesen en la bodega. Se podían
marcar con hierro y la diferencia, muy sutil, con la esclavitud, radicaba en
que estaba prohibido traficar con sus personas. No sabemos cuantos de ellos había
en Compostela, pero no es aventurado suponer un censo total superior al centenar
de personas en la hacienda, entre unos y otros. Sabemos que Sebastián participó
en incursiones a las islas Inútiles, la campaña anfibia de Higüey es un buen
ejemplo de ello; por otra parte tenemos documentación de una razzia de este tipo:
se trata de un apunte contable en los libros del tesorero de La Española, Santa
Clara. Por el sabemos que Docampo zarpó de Puerto Plata a mediados de 1506.
Alude el escrito a una descarga, ya en navegación, de un aprovisionamiento de
pan cazabe en mal estado:
Cárgansele más 19 pesos y 6 tomines de oro que ha recibido
Hernando de Pedrosa, vecino de Puerto Real, que los debía de 31 cargas y 34
partes de cazabi de sus Altezas, que Sebastián de Ocampo, que iba por capitán
de ciertas carabelas que iban a la isla de Cuba, dejó en la costa del cacique
Guanagrax, porque estaba dañado y se le dio a razón de 5 tomines la carga en el
mes de enero de 1507 años 10.
Hay que descartar que esta expedición del año seis se
refiera a la jornada del bojeo 11, por más que las
cabalgadas en Lucayas solieran completarse con desembarcos en la costa nororiental
de Cuba. De ellas hay múltiples testimonios, incluso de los propios naturales.
Pero la circunnavegación y el primer asentamiento en Cuba será otra cosa: responderá
a una orden dictada por el rey regente Fernando, cumplimentada escrupulosamente
por su contino Campo con rigor de funcionario. Una jornada anotada en los
libros de la monarquía con expresión de sus resultados. Cuyas fechas constan.
De no haber recibido Campo la real orden, jamás se hubiera atrevido so pena de
sufrir la glosectomía: curiosamente al de Tuy le pasará lo de Krikaliov, el
astronauta ruso, que despegó a la estación espacial en la era soviética y, tras
un año en el espacio, aterrizó tras su derrumbe. Docampo zarpó a principios del
nueve, en la era Ovando, y arribó a finales, en el nuevo reinado colombino,
ahora protagonizado por el hijo Diego acompañado de una aristócrata de la casa
de Alba. Partícipe en el proceso contra su padre, don Cristóbal, el status de
Campo había pasado a ser parecido al de los convencionales regicidas que guillotinaron
a Luis XVI. Naturalmente fue destituido como legado del gobernador en la conquista
de Cuba que había dejado asentada en sus aspectos esenciales, población y cristianización;
y, si salvó el órgano de la lengua, fue por la protección real. En 1506 la
única ruta tolerada discurría a través de la larga ringlera de islas paralela a
las costas, primero de La Española, luego de Cuba, conocidas como Lucayas y Bahamas:
las islas Inútiles. A las que tan aficionado se había hecho Campo en sus
navegaciones previas, que el bojeo de Cuba incluirá una escala en Bimini, a unas
pocas bordadas ya de Florida. Tal vez visito allí la Fuente de la eterna juventud;
tal vez por ello estamos ahora rejuveneciéndolo como esos faraones que, desde
los jeroglíficos de sus milenarias pirámides, nos gritan: Di mi nombre.
Como luego explicaremos, hay evidencias sólidas sobre
las fechas del bojeo y primer asentamiento en Cuba. La solución vendrá rodeada
de unas circunstancias un tanto peregrinas, pues en ella van a tener su papel un
camarón (Palaemon longirostris) un becerro, un olivo y un babilonio; por
el camino que nos llevará al resultado, veremos un caimán, un pepino (o pepino
de mar) y las pirámides de Egipto. Es lo más increíble y disparatado que habrás
escuchado en la vida, pero es verdad, créeme. Cuando lleguemos a la Jornada
de Cuba, procura tener bien estabilizado tu asiento, porque la explicación será
tan desopilante que corres el riesgo de caerte de espaldas.
Pero estábamos con el desglose del staff de
personal de la hacienda Compostela. Vamos a continuar, pues creo que queda pendiente
un grupo laboral adherido que habrá multiplicado las dificultades de gerencia. Parece
razonable suponer que, bien Campo (gallego), o bien Campo (taino), eran
encargados de gerenciar, a menudo o siempre, las encomiendas azuanas de los
allegados y parientes de Sebastián: Arce, Varela y Sotomayor. Pretendemos demostrar
que eran unos ausentistas descarados; y ahí estaban los apoderamientos para
facilitar las cosas. Así pues, el de Tuy debió ser un atareado ejecutivo de la zona.
Tuvo que pasar un buen soponcio cuando Bobadilla le requirió en 1500 para que
se presentase de inmediato en Santo Domingo con motivo de la pesquisa contra
Colón.
Aprovecharemos la ocasión para añadir como una cuña unos
cuantos datos geográficos, aun cuando nos demos cuenta de que con frecuencia
sean un tostón. Pero en aquel tiempo el Mundus Novus suscitaba una tremenda
curiosidad. El clima en la Nueva Compostela es tórrido, pero compensado por una
miríada de cascadas, saltos, lagos, manantiales y fuentes medicinales. En particular,
en las márgenes del río Yaque del Sur no es imposible sentir la ilusión de la
verde Galicia; en otros lugares el paisaje está tapizado de plantas crasuláceas
decididas a retener la humedad a cualquier precio, incluido el de una antiestética
barriga color verde botella. Llanuras, vaguadas, suaves colinas redondeadas por
cuyas laderas ascienden lenguas de harina de coral que nace de un mar azul zafiro
donde abunda la pesca. El notario de Azua, Hernán Cortés, se convertirá aquí, en
la playa de Monte Río, en un experto pescador de doradas y barracudas. Es de cajón
que, siendo Campo su principal cliente, pegaría la hebra con Cortés sobre la famosa
nación incógnita al Oeste de Cuba. El notario tampoco creía en las fantasías
chinescas de Colón y el caso será que, cuando se aburra de la pesca y de las escrituras,
se aplicará a la conquista de México cuyo líder, Moctezuma, para nada tendrá la
pinta de un mandarín. Los mandarines no llevan un tocado plumas de quetzalcoatl,
sino sedas cubriendo el gordo trasero.
Compostela tenía cosas buenas y cosas malas. Entre las
buenas, los rendimientos agrícolas 12: La vid
será el cultivo más rentable: muy demandado por el gobierno dominicano, que debía
suministrar morapio por contrato a los colonos. El vino tenía además un alto
valor religioso por su trasmutación en la Sangre de Jesucristo. Consecuencia no
deseada de la aclimatación de las multi graduadas variedades gomeras será la
plaga de alcoholismo que colaborará no poco al exterminio de los nativos. Garbanzos,
habas y lentejas figuran en la relación de productos fiscalizados con el diezmo,
señal de que se cultivaban poco o mucho. Alrededor de la casa señorial se trabajaban
pequeños huertos que, a tenor de los plantones que figuran en las cartas de
embarque de las carabelas, sabemos que, al menos, incluían colino, lechuguino,
perejil, cardos, rábanos y cebollinos. En lo negativo, los cronistas relacionan
plagas de langostas y de hormigas, lo que no impedirá la buena aclimatación de
berenjenas, pepinos, calabazas y melones. Pero el cultivo que de verdad llevará
a la roturación de haciendas a cargo de personajes de peso, como el conquistador
de Tenerife, será aquel que motivará el nombre de esta como La isla del Azúcar.
Colón había plantado en Isabela, ya en 1494, unos cuantos esquejes que pronto amenazaron
en convertirse en monstruos verdes. Las variedades procedentes de Canarias se sentirán
como en casa y hay que pensar que en algún momento temprano Compostela contará
con un trapiche donde se molturará la caña a base de fuerza animal. Docampo
abundaba tanto en el dulce elemento que lo usará como moneda, y pagará a sus albaceas
testamentarios con “arrobas de azúcar blanco”. Años más tarde Hernando Gorjón instalará
aquí mismo un par de ingenios, modalidad más sofisticada de aprovechamiento azucarero,
para el que se utiliza la fuerza hidráulica. El cultivo de cítricos se extenderá
de forma espectacular: limas, limones, cidras y toronjas. Con los olivos, se intentó:
salían fuertes y hermosos, pero no daban fruto. A las plataneras les encantó el
Caribe, pero, por algún oculto motivo, Dios no quiso que los frutales de hueso
prosperasen en esa primavera perpetua que era el clima de allá. Nuestro
dominico habitual nos dice que nunca hace mucho calor ni mucho frío, ni siquiera
en Navidad. A juicio de un gallego, podía representar una ventaja sobre
Canarias el que el terreno estuviese mejor regado, eso si hablamos de un gallego
que aún no se hubiera topado con el primer huracán.
Temo que esta relación de cultivos haya sido en exceso
hispano-céntrica. Lo que se aprovechaba a diario en las 1.000 fanegas de Compostela
(grosso modo unas 600 hectáreas) era lo que comían los indios y aprenderían a
comer los españoles so pena de morirse de hambre: el pan de cazabe. Se cultivaba
en montones, literalmente amontonamientos de sustrato vegetal y humus
que evitaban el labradío de una tierra selvática, jamás hollada por el arado.
Para los indios ciertos laboreos constituían un automatismo: molturaban la harina,
desgranaban el mijo, a veces quemaban el terreno para hacer rozas. Los naborías
o los lucayos barrían con largas palmas la casa principal. También llevaban a pastar
a los calveros vacas, cabras y caballos a los que el nitaíno Sebastián de
Campo acabaría perdiendo el miedo. Los pioneros de los indígenas a caballo,
los futuros gauchos o Toros Sentados, aprenderán el arte de la monta en estas yeguadas.
De las vacas existen testimonios de que una sola se convertía en ochocientas al
cabo de pocos años; no es de extrañar que la selva comenzará a impregnarse al atardecer
del suave olor a carne asada que exhalaban miles de barbacoas. Siendo
antieconómica su exportación a la península, salvo en forma se cueros, el tasajo
o cecina encontrará al cabo un mercado en los pioneros de Balboa en la Tierra
Firme. Los cerdos mostrencos, bueno, bueno, se convirtieron en una plaga, pero la
verdad es que el clima hacía difícil su conservación en forma de embutido. Su caza
era libre y si tenías una ballesta (y no te daba arcadas el sabor a bravío) podías
comer cochinillo a diario.
Por la admiración que Compostela despertará entre los
cronistas hay que pensar que, sin dejar de ser un sencillo poblado, superaría a
esos simples bohíos con techo de paja y torre defensiva, esparcidos aquí y allá,
que constituían la tónica de las demás encomiendas. Podemos pensar en una casa con
patio interior, al estilo andaluz, quizás una logia de madera a la entrada como
aun hoy se ve por aquellos lares. ¿Había una capilla a la Virgen de los Remedios?
Es sintomático que se haya implantado en la posterior ciudad de Azua la advocación
a la madre de Dios más popular en Santiago de Compostela: Virgen con Niño,
cetro, manto de estrellas y la Luna a sus pies: la Virgen que, en su capilla, protege
a los sufridos peregrinos ingleses que desembarcan en el puerto de Betanzos. La
misma Señora de la Caridad y de los Remedios que, dentro de unos años, surcará
los mares en el amoroso regazo de Campo (físicamente) para iniciar su reinado
cubano bajo la advocación de la Virgen del Cobre. Pero no adelantemos acontecimientos.
No debemos pensar en la Compostela tropical como un
Paraíso en la Tierra. El chique, una especie de pulga, se mete entre la piel y la
carne del pie. Allí hace una bolsa del tamaño de un guisante que se va llenando
de veneno y te deja cojo de por vida. Las garrapatas hay que arrancarlas
a cuchillo o flambeándote las piernas. Los indios se pasan el día arrancándose,
unos a otros, piojos de las cabezas, como los monos de Berbería. Pero la plaga
más terrible serán los hermanos Colón: el almirante, Cristóbal, el adelantado,
Bartolomé, el prefecto, Diego: conseguirán convertir la fértil isla Española en
un Hades de hambre, ahorcamientos, mutilaciones, venganzas y enfermedad. Lo primero
y más básico será el hambre.
“Comenzó a gobernar con tanto rigor que puso a la gente
en tanto temor que le causó ser de todos desamado 13”,
declaró el rebelde Roldán refiriéndose al Adelantado.
Roldán y unos cuantos, como Campo, alcanzarán “asiento
y concierto 14” con la mafia colombina y podrán
ponerse a salvo en sus haciendas. Frente a aquellos cuya fuerza volvía indoblegables
sobre el terreno, como el conquistador de Canarias (unas facturas de estas fechas
nos demuestran que se estaba surtiendo de armamento), la famiglia exhibía
su rostro más amable y hechicero. El acuerdo final se firmará en 28 de septiembre
de 1.499 y, naturalmente, el mendaz almirante escribirá a los Reyes que lo tenía
por nulo, como obtenido por coacción.
¿Qué sucedió con los demás? ¿Los asalariados de Colón o
de la corona?
El Apocalipsis 15.
“Los árboles daban frutos de carne humana” (Vidart). Se
enviaba a la horca a los súbditos de aquella mafia por cualquier nimiedad, sin
trámite ni juicio alguno porque las sentencias “las tenían (escritas) en la frente”.
Por comprar un perro para saciar el hambre, la horca. Porque decía cosas que no
había visto y porque fingió ser escribano, colgado. Por sodomético, soga al
cuello. Por robar alimentos, suspendido del cuello. Por traducir una carta del
francés, muerte en el tormento; eso sí, en este caso Colón hizo una demostración
de imparcialidad pues la víctima, Muliart, era su propio cuñado. Por tardanza en
la confesión previa a la horca, empujón y despeñamiento desde las almenas. Así narra
la autora que estamos siguiendo la ejecución de Adrián de Múxica:
La sentencia hubo de retrasarse. El condenado, que pedía
confesión, se quedó sin habla ante la llegada del sacerdote en varias ocasiones,
lo que hizo que los oficiales, hartos de esperar, optaran por tirarle desde una
almena de la cárcel.
Aquellos que acudían a las naos surtas en el puerto para
trocar algún grano de oro por tocino, pan y vino o acudían a otros recursos
desesperados para evitar su muerte por inanición, podían recibir suertes variadas,
según sabremos por los testimonios de la pesquisa a Colón que está a punto de
producirse. Cierta docena de afortunados simplemente fueron puestos a desfilar,
uncidos unos a otros por el pescuezo, los pies encadenados y precedidos del pregonero
mientras eran azotados sin misericordia. Tuvieron suerte. Un Arnalte, por coger
un pez de una canasta, se le tendrá en la plaza Mayor con la mano clavada a una
tabla. Dentro de lo que cabe, podría considerarse una pena agradable. Martín de
Lucena, ahorcado por salir a buscar pan y, de paso, echarse con una india. Luquitas
y otros desafortunados serán condenados a la horca por robar unos granos de trigo,
aunque el primero tendrá la inmensa fortuna de ver conmutada su pena por la de
corte de narices, orejas, palos y destierro. La hambruna había sido la consecuencia
lógica de la recluta de un ejército de asesinos y delincuentes sin vocación alguna
por el arado o la escudilla de lavar oro: el recurso a los indios se esfumó al empezar
estos a caer víctimas de las enfermedades contagiosas y la sobrexplotación: los
que pudieron se refugiaron en lo más profundo de sus selvas. El tormento exasperante
de la ausencia de alimentos provocará escenas en enloquecedoras en aquella
sociedad urbana enflaquecida y menguante: Inés azotada sobre un asno por fingir
una preñez que implicaba unos granos de trigo a mayores; 100 azotes a Juan Moreno
por cazar menos aves de las previstas para la mesa de Colón; el adelantado que
hace morir sobre los campos a enfermos arrancados de sus camas del hospital. Bueno,
al menos los queridos Colón no tenían ningún problema: en la tahona se molía
pan, en primer lugar para el almirante y sus hermanos; luego para su alguacil;
por último, para sus respectivas prostitutas. Es enternecedora la anécdota de
la morriña de cierto clérigo gallego, condenado a la inanición por haber negado
que estuvieran en China. Sintiendo llegada su hora y conocedor de la excelencia
de los caldos de la bodega colombina, suplicará a los autócratas un azumbre de viño
do Ribeiro como última voluntad. No se las concederán y esta no será considerada
por los testigos (porque de testigos contra Colón vamos a hablar muy pronto),
como la menor de las crueldades. Pero no se saque la impresión de que los hombres
a sueldo de los genoveses exigían florituras; unos miseros granos de trigo, aun
repasados por los canales digestivos, estaban considerados como una delicatesen.
tuvieron que comer arañas y huevos de hormigas, gusanos
y lagartijas, salamandras, culebras y serpientes… tierra y madera… deyecciones…
y otras cosas que me niego a decir. Conservaban las espinas el pescado y los
huesos de serpiente para convertirlos en polvo y usarlos luego como alimento 16.
Y no solo eran castigados
los delitos famélicos: también será brutalmente castigada cualquier mínima desconsideración
hacia el cártel genovés. Inés de Malaver será azotada y a Teresa de Baeza se le
cortará la lengua “por decir que los Colón eran de baja clase, que Diego había
sido tejedor antes de venir a Castilla y que un moro le había enseñado el oficio
17”. En una sociedad estamental como la castellana,
la famiglia había procurado la ocultación minuciosa de sus orígenes vinculados
al sector textil genovés, lo que, al menos en este caso, podría arrancarnos una
sonrisa triste, ya que abrirá paso siglos más tarde a unos tales Colón gallego,
Colón catalán, Colón hebreo, etc., cuya realidad está probada con absoluta certeza.
El 23 de agosto de 1500 la mafia tenía a 16 colonos
hacinados en un pozo para irlos colgando por orden, sin atracones. Juicios, no,
no se estilaban; los procesos, cuando se trataba de alguien influyente, se confeccionaban
post-mortem; a los demás, ni eso. Decorando ambas orillas de la desembocadura
del río Ozama, el puerto de Santo Domingo, se divisaban dos horcas con sendos cristianos
“frescos de pocos días”. El suave vaivén de estos cuerpos al vientecillo del
mar que las metía en puerto, será el espectáculo que reciba a dos carabelas de
arribada: la Gorda y la Antigua. A bordo de la primera venía Francisco de Bobadilla,
comendador de Auñón en la orden de Calatrava, el juez enviado por los Reyes Católicos
para poner coto a los desmanes colombinos. Campo será convocado urgentemente a
la capital. Como contino real su presencia se hacía indispensable para el interrogatorio
a los Colón, empezando por don Cristóbal, que ya nunca más sería virrey ni
gobernador ni nada de estas tierras, de las que será cuidadosamente alejado.
Bobadilla (tío de Beatriz, la ex señora feudal de
Campo en Gomera), era el clásico malencarado con el que no te gustaría cruzarte
a medianoche en un bosque: sus encomendados de Auñón habían intentado matarlo más
de una vez, pero el malandrín era muy resbaladizo. Hacía gala de un cierto toque
sádico. La forma en que irá desenvolviendo sus provisiones reales al día siguiente,
tras su desembarque, demostrará una refinada saña: surge el pensamiento de que ese
exceso de celo, cargando de cadenas a la famiglia y dándoles a entender
su ejecución inmediata, será lo que moverá meses después a piedad a los reyes,
concediendo un cuarto viaje a Colón. Que acabará en naufragio del que será socorrido
por… Docampo en la finca Compostela. Un mayor comedimiento en la aplicación de la
ley hubiera permitido el final definitivo de la saga Colón y ahorrado tan triste
epílogo. Colón tenía, sí, lo que tienen que tener los genios: una idea fanática
que seguirá hasta el final: “El Este por el Oeste”. Poco más da que fuera falsa,
que se comiera el océano Pacífico (el mar del Sur de Balboa) por haber confundido
la milla árabe con la romana. Lo importante es que produjo frutos históricos.
Fuera de eso era un desastre, un absoluto incompetente al que los siglos futuros
habrían adjudicado un único papel tras su hazaña: el de conferenciante a diez
mil euros la sesión, hotel cinco estrellas aparte.
El 24, impulsadas por el viento terral, las carabelas entran
en puerto y Bobadilla desembarca. En días sucesivos, a la salida de misa, mandará
tocar el tambor, chiflará el pregonero e irá dando lectura a sus provisiones
con serena fruición. 1º día: carta de los Reyes ordenándole investigar la
rebelión de Roldán. Uf, sólo era eso, ¡che sollievo!, dirán los del partido
de Colón. El otro partido, el del Rey, se muerde las uñas. 2º día: provisión
real en la que se le otorga a Bobadilla la gobernación de las Indias. ¡El acabose!;
¿entonces ya no gobierna la famiglia? 3º día: Provisión real para que se
le entregue las fortalezas. El derecho y la fuerza combinados, el fuero y el huevo.
Si no se las entregan por las buenas, las tomará al salto; pero decir que la resistencia
del castillo de Santo Domingo fue simbólica, sería exagerado: la gente de Colón,
que no percibía su sueldo, considerará fuera de lugar exponer su vida gratis total.
Sin contar con que la fortaleza estaba concebida sólo para resistir a gente desnuda.
Los presos serán desengrillados y, a la postre, liberados. De la pena capital a
la absolución en un soplo. 4º día: Cédula real mandando el pago de los salarios
reales y ordenando al almirante el pago de los a su cargo: esa perspectiva del
cobró de emolumentos será la que volverá a toda la isla bobadillista e
inútil cualquier resistencia del clan genovés, sea alzándose soberano, sea entregando
la colonia al de Portugal o a cualquier otro rey de los tanteados por Bartolomé,
como el inglés o el francés. Colón tenía sus propias ideas sobre eso de pagar
sueldos, no le podías pedir que se separase de aquello que más amaba. Tenía incluso
una declaración de principios.
El oro es excelentísimo; del oro se hace tesoro, y con
él, quien lo tiene, hace cuanto quiere en el mundo, y llega a que echa las
ánimas al Paraíso.
Por fin el 15
de septiembre tras múltiples requerimientos al clan italiano (que hasta
entonces había tentado sus fuerzas y explorado sus opciones), Colón hará su
entrada en Santo Domingo, acompañado de un séquito de veinte personas,
temblando de miedo. Como preámbulo, Bobadilla había hecho encadenar a Diego en una
carabela. Diego Colón era el hermano apocado, paralizado ante la magnitud de los
acontecimientos que se desencadenaban a su alrededor. Tomaba su fuerza de los
otros dos, Bartolomé, el militarote brutal, y Cristóbal, creativo hasta rozar lo
visionario.
El proceso a Colón se desarrollará en dos fases: la pesquisa,
con el interrogatorio a Cristóbal Colón, fase en la que intervendrá Docampo; y la
probanza, con variopintos testigos de cargo y de descargo, que ya no será materia
de un contino real (lo que no ha sido óbice para que antes nos hayamos servido
de sus testimonios en el relato de la gran hambruna). Siendo esto una biografía
del tudense, habrá que centrarse en la pesquisa y dejar con gran dolor para otros
la probanza, que no deja de ser sabrosísima para cualquier jurista que se
precie.
La pesquisa se desenvolverá en tres sesiones; hay que
suponer por las imágenes hogareñas que nos traslada Varela 18
que tuvo lugar en la casa-fortaleza de Santo Domingo, cabe decir el propio hogar
de Colón cuyos ahorros en granos de oro serán expropiados nada más pasar la puerta
Bobadilla. El primer interrogatorio versará sobre el ayuntamiento de gentes para
enfrentarse al nuevo gobernador, intento cuyo perdón por parte de los Reyes puede
atribuirse a su carácter disparatado, ante las enormes simpatías que despertaba
el clan colombino. Como las que provocaría una plaga de chinches. Del intento de
alzarse contra Bobadilla y por ende, contra la corona, la propia secuencia de acontecimientos
informa muy bien del trasfondo: Colón se
mantuvo semanas a la expectativa, parlamentando con unos y con otros, nitaínos
y caciques incluidos, haciendo mangas y capirotes a los requerimientos de Nájera.
Tras haber chequeado su fuerza, ninguna, se presentará con cínica humildad en Santo
Domingo acompañado de sus últimos veinte amigos.
No menos patentes
serán las conclusiones del segundo, los obstáculos a la cristianización de los
indios que, tan cucos como los guanches, se bautizaban en masa para evitar ser
vendidos. Por fortuna la sala de ceremonias de la fortaleza de Santo Domingo
apenas estaba iluminada por unas saeteras en forma de llave, con lo que la sombras
encubrirían la forma acelerada en que iban enrojeciendo las mejillas del pesquisidor
Docampo. El tercer interrogatorio, “las cosas de la justicia” abordó los
procesos instruidos a los colonos que el almirante tenía al pie de la horca, es
decir, la ausencia de ellos. Vamos, los de los que estaban hospedados en el pozo.
Colón responderá candorosamente respecto a los que aún no había colgado y se
habían salvado por la llegada de la Gorda y la Antigua que, “no había caso contra
ellos y que, si ese era su deseo (Bobadilla) podía liberarlos”. Normalmente ahorco
a diario, pero también puedo pasarme algún día sin appendere nesuno.
Colón ignoraba que el comendador ya los había soltado, sin esperar su autorización.
¿Qué porque los había condenado a muerte sin efectuar juicio? Bah, respondió Colón
con un par, “no se habían efectuado porque eran casos de castigo”. No sabemos si
Docampo u otro de los testigos pesquisidores repreguntó —la función de asistir
al interrogatorio es más de notario que de testigo—; creo que no porque no hacía
ninguna falta: el mesianismo de Colón lo convertía en el perfecto fiscal de sí
mismo. Luego, este interrogatorio, derivó hacia los procesos de los muertos.
¡Vaya! Resulta que los había llevado él personalmente a Castilla y que sospechaba
que se habían quemado. Uno se pregunta si hiperventilaría al soltar semejante especie.
No se puede menos que convenir con Consuelo Varela que, claramente, ni siquiera
habían tenido un juicio los ya muertos: esa entrega de expedientes habría dejado
huella en los archivos. Tampoco creo que le temblara el pulso a Docampo mientras
firmaba su atestiguación: en Canarias tampoco se era excesivamente garantista,
aunque lo cierto es que, en casos como la degollación de Algaba, al menos se escenificó
un simulacro de juicio. En Indias estas cosas se tomaban aun con más alegría.
En la segunda declaración se requirió al genovés para que
entregase el oro y otras cosas pertenecientes a los reyes que aun estuvieran en
su poder. Colón tenía una fibra de carácter leguleya y evasiva, que le llevaba a
disculparse con los más peregrinos argumentos: cuando había rogado a los reyes
que considerasen papel mojado el acuerdo con Roldán argumentó “que fue firmado a
bordo de una carabela, donde no se usa el oficio de virrey”. Para este caso también
reservaba una respuesta desopilante:
“Tenía que pagar a 330 personas y, en tanto no les hubiese
abonado su salario, no estaba obligado a entregar las cuentas al tesorero 19”, maravillosa respuesta de doble filo que le permitiría
ser un moroso, tanto con sus patrones los reyes, como con sus empleados, los colonos.
Es posible que semejante desparpajo hubiese dejado con
la boca abierta a alguno de los pesquisidores:
Fueron testigos de ambas declaraciones Pero López Galíndez,
Sebastián de Ocampo, Juan Pérez de Nájera…
Es de suponer que todos ellos serían personas de una cierta
relevancia o que por razones de sus cargos habían estado presentes en los hechos
que se estaban dilucidando 20.
Nájera había sido enviado al Bonao, donde don
Cristóbal se había refugiado, para requerirle que soltara a los presos y se presentase
en Santo Domingo: como se ha visto, con éxito. Sabría muy bien a que atenerse
cuando Colón declarase en la pesquisa que no se le guardaba el rango de virrey
(eso podría ser cierto), y además: Que él no convocó a los múltiples caciques guatiaos
denominados Colón o sus derivados (Almirantico, Diego Colón, Cristóbal…) para ir
contra ese don nadie de Bobadilla. Que no soliviantó a los hombres de su partido
(Arana, Coronel…) para que cortasen las orejas al botarate del comendador de
Auñón. Que no ocultó al fisco de los reyes un buen saco de perlas, que va, he perdido
el saco. También debió ser incisivo el pesquisidor Galíndez, pues sufrirá represalias
con sus encomendados a la llegada al gobierno de Diego Colón (hijo). En cuanto
a Docampo, es probable que también se le encomendase alguna misión especial,
aunque, de momento, no lo podemos saber. Podría haber sido el control de Bartolomé,
alias el adelantado, que pululaba por la banda Sur de la isla.
La tercera deposición se tuvo el 26 y ya solo fue para
jurar sus declaraciones. Acto seguido Bobadilla ordenará conducir a las naves a
los dos hermanos, Bartolomé y Cristóbal, y se dará el placer sublime de organizar
un simulacro de ejecución. Sin decir porqué o a donde, se los entregó a
Vallejo, el capitán de la Gorda. La costumbre era que cuando los reos colombinos
salían escoltados por los alguaciles, camino de las horcas del puerto, la de babor
y la de estribor, el destino fatal estaba asegurado. Colón no pudo menos que interpretarlo
así. Petrificado, como el que ha tocado un escorpión. Podemos imaginarlo con un
hilo de voz, entrecortada, ahogada, el rostro lívido, preguntando al capitán:
—Vallejo ¿¡dónde me lleváis?
—Señor, al navío de vuestra señoría, a se embarcar.
—Vallejo ¿es verdad?
—Por vida de vuestra señoría que es verdad, que se va
embarcar 21.
Ya a bordo de la Gorda los Colón aun tendrían la pesadumbre
de escuchar los cuernos que fueron a tocar al puerto sus pasadas víctimas: casi
toda la población, envalentonada, ahora que habían pasado el Gran Miedo y el
Gran Hambre. Lo demás es historia novelada; si se pasó toda la travesía encadenado,
como Colón afirma, o solo lo afirma, es cuestión que tiene nimia importancia. Nada
tenía el genovés en contra de la humildad: cuando Vallejo lo desembarque en
Sevilla conseguirá a buen precio un raído hábito franciscano para adornarse de
esa guisa en la entrevista que le esperaba con los Reyes.
Lo cierto es
que las manos colombinas fueron apartadas para siempre de la colonia de Indias;
y si los reyes, por una especie de prurito de conciencia, le permitieron
navegar una última vez (cuarto viaje), la verdad es que no le hicieron ningún
regalo. La hacienda Compostela recibirá la noticia del naufragio y los pormenores
del parsimonioso salvamento, batirán cotas de saña que hubieran dejado tibio de
envidia el propio Bobadilla. A los náufragos, tirados en una playa de Jamaica,
se les exhibirá una presunta nave salvavidas e, ipso facto, se retirará de allí
en un juego de prestidigitación, sin salvarles. Quien siembra vientos…
Existe una visión alternativa del Juicio de Bobadilla,
para nuestros intentos más fresca, pues parece mejor enfocada desde la visión
de Sebastián Docampo. Para empezar, nuestro personaje suscribe el instrumento con
el nombre de su gusto, Docampo, no con ese estomagante De Ocampo que le
asignan los notarios castellanos. No quiero decir que la obra que arriba se ha
mal copiado (de Consuelo Varela e Isabel Aguirre), no sea insuperable en términos
generales: según narra Varela encontró la fuente a través de una pesquisa casi
policíaca en el Archivo de Simancas, en el llamado Legajo 13 “Incorporado Juros”
y procede nada menos que del Consejo Real. Probablemente se trate de un traslado
posterior a la muerte (1504) de Isabel “que santa gloria aya”.
Pero la fuente a la que ahora nos cambiamos, Carta de
sus Altezas para Bobadilla con las respuestas del Almirante, dentro de la
obra de cierta duquesa de Alba decimonónica Autógrafos de Cristóbal Colón y papeles
de América 22, presenta la inestimable ventaja
(que Varela reconoce), de trasladarnos las intervenciones de Bobadilla en directo
(el documento simanquino apenas nos trasladan las observaciones del notario). Nos
pone ante los ojos un proceso vivo, con réplicas y contra réplicas, en las que
tal vez tuvieron un papel los testigos pesquisidores. Desde luego Colón era una
perita en dulce para cualquier fiscal o acusador mínimamente experimentado: se contradijo,
se auto acusó y cayó con todo el equipo.
En las primeras hojas del documento se contiene la carta
en la que los reyes ordenan a Bobadilla que extirpe el dorado metal al señor
Delorosehacetesoro para pagar, tanto a sus asalariados, como a los de la corona,
a cual más famélico:
Os mandamos que averigüéis la gente que ha estado a nuestro
sueldo y así averiguado la paguéis, con la gente que ahora lleváis, con lo que
se ha cogido para nos en dichas islas, y cojáis y cobréis de aquí en adelante; y
lo que hallarais que es a pagar a cargo del dicho Almirante, las pague el de forma
que esa gente cobre lo que le fuere debido y no tenga razón de quejarse, para lo
cual, si necesario es os damos poder cumplido por esta nuestra cédula 23.
Cara a cara, fase to face con el señor Cristóbal Colón,
Docampo y los demás le comunicaron estas cosas. Sería de ver el semblante del almirante,
habitualmente lívido, aunque un observador atento tuvo que apreciar cierto tic
habitual en él, cuando se enteró del permiso real a Bobadilla para apropiarse
del oro que tenía almacenado.
En 15 del mes de septiembre de 1500 años se notificó
esta cédula de sus Altezas, originalmente en faz y presencia del señor Almirante.
Testigos, Pero López Galíndez e Francisco Velázquez e Sebastián Docampo
e Juan Pérez de Najar e otros muchos 24.
El 15 de septiembre Colón estaba recién llegado a Santo
Domingo, después de mil peripecias en la selva. Sin tiempo siquiera a refrescarse,
se le empieza el proceso. La sangre se le agolparía en los oídos: estaba a punto
de caer de su columna de mármol a la cárcel y, casi seguro, de subir al patíbulo
estilo Balboa. Tal vez por eso, Colón en su respuesta cometió un error de pipiolo,
joder, reconoció los hechos. Me hace eso a mí un defendido y lo estrangulo.
Perdón.
El señor Almirante respondió que el tiene cartas de sus
Altezas en contrario de esta; por ende, que pide por merced al señor comendador
y requiere la guarda de dichas cartas que tiene de sus Altezas, y que a la paga,
esto que es cosa de cuenta, que está presto a estar a ella y darla. Testigos, Pero
López Galíndez e Francisco Velázquez e Sebastián Docampo e Juan Pérez de
Najar e otros muchos 25.
Si le llamas comendador a Bobadilla (en vez de gobernador),
es que no reconoces el nombramiento realizado nada menos que por sus altezas. Te
has rebelado, tú lo has dicho. Para colmo se había negado a obedecer las cédulas
de los Reyes Católicos. ¿Para qué hacía falta más? Pero Bobadilla tenía unas
mandíbulas muy frías.
El señor gobernador dijo que esta carta le dieron sus
Altezas, y que vista otra en contrario, que se cumplirá lo que sus Altezas mandaren
y que en Castilla tienen sus Altezas contadores ante quien está asentado todo y
lo determinarán si se debe de guardar y lo uno y lo otro, pero que en tanto el
hará lo que sus Altezas le tienen mandado. Testigos, Pero López Galíndez e
Francisco Velázquez e Sebastián Docampo e Juan Pérez de Najar, etc. 26
Sin alterarse mucho, el comendador de Auñón le requirió
para que entregase el oro y las otras cosas de los reyes que tenía en su poder.
Luego, lo engrilló y lo puso en manos del capitán Vallejo, dejándole en la duda
existencial de si el viaje programado tenía por destino el Hades o España. Ya más
relajado, Bobadilla iniciará la segunda parte del proceso, dejando en manos de
notarios y escribanos la deposición de testigos por materias: sección de ahorcamientos,
tormentos, azotes, amputaciones, maltratos, etc. A decir de Colón Bobadilla eligió
para la probanza a los testigos que quiso, y esto también puede que fuera cierto.
Si lo que narraron hubiese sido la estricta realidad, no se entiende como no lo
ejecutaron allí mismo. Aunque a esta prolongación de la vida sin duda contribuyó
la prohibición de los reyes para que, jamás de los jamases, volviese a pisar la
isla Española.
1 Amadeo JULIÁN.
El gobierno de Cristóbal Colón, la rebelión de Roldán y la pesquisa de Bobadilla.
CLIO, julio-diciembre de 2015.
2 Luis ARRANZ
MÁRQUEZ. Repartimientos y Encomiendas en la Isla Española (El Repartimiento de
Alburquerque de 1514). Ediciones Fundación García Arévalo. Madrid, 1991.
3 Bartolomé DE LAS CASAS. Historia de las Indias, L I y II.
Fondo de cultura económica, México, 1951.
4 DE LAS
CASAS, ibidem.
5 Diego MÉNDEZ. Testamento. En Colección de los viajes
y descubrimientos que hicieron por mar los españoles desde fines del siglo XV por
Martín Fernández Navarrete, Forgotten books, 2018.
6 ARRANZ, ibidem.
7 DE LAS CASAS,
ibidem.
8 ARRANZ, ibidem.
9 ARRANZ, ibidem.
10 Esteban MIRA
CABALLOS. En torno a la expedición de Sebastián de Ocampo a la isla de Cuba.
Revista de Indias. Sevilla, 1996.
11 Ibidem.
12 Laura-María
IGLESIAS. La transferencia de tecnología agronómica de España a América de 1492
a 1598. Oepm.es.
13 Juan GIL
y CONSUELO VARELA. Cartas de particulares a Colón. Alianza, 1984.
14 LAS CASAS.
Ibidem.
15 Consuelo
VARELA e Isabel AGUIRRE. La caída de Colón. El juicio de Bobadilla. Marcial
Pons Historia. Kindle, 2006.
16 Guy y
Jean TESTAS. Los conquistadores. Hachette. Madrid, 1990.
17 GIL Y CONSUELO
VARELA, ibidem.
18 Ibidem.
19 Ibidem.
20 Ibidem.
21 Ibidem.
22 Luis
VIDART. Conferencia Colón y la ingratitud de España. Sucesores de Rivadeneyra.
Madrid, 1892.
23 Ibidem.
24 Ibidem.
25 Ibidem.
26 Ibidem.
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