lunes, 3 de octubre de 2022

LOS RICOS DEL PURO Y EL PACTO DE MEJORA CON ENTREGA

 

Aurora boreal en Sanxenxo. Al fin y el cabo, magnificar una perspectiva celeste no es mentir ¿verdad?

SUMARIO

1.-LOS RICOS DEL PURO Y EL PACTO DE MEJORA CON ENTREGA

2.-SAN XOAN DE LEIRO EN RIBADUMIA

3.-DOCAMPO VERSUS COLÓN

 

Ruta del Umia, de Ribadumia a Puente Arnelas

1.-LOS RICOS DEL PURO Y EL PACTO DE MEJORA CON ENTREGA

Ha surgido un repentino interés sobre el Pacto sucesorio de Mejora, en especial sobre su modalidad desvitalizada (el mejorante, se reserva la facultad de disposición; al mejorado, se le prohíbe disponer). En general, se trata de padres egoístas, aterrorizados ante el anuncio del gobierno de ajustarle las cuentas a los ricos del puro (que pague más el que más tiene), como medio de calmar a los que no llegan a fin de mes. No son pocos los que están pensando en dimitir de la condición de “rico del puro”, cerrando la tienda y pasando a la de jubilado, bastante más agradecida hoy por hoy. La operación previa, el traspaso del patrimonio a hijos y/o nietos mediante pacto sucesorio, en la mayoría de los casos se efectúa por generosidad; en otros, no tanto.


Lo que vamos a hacer aquí apenas es una lectura reflexiva del art. 217 de la Ley; creo que cada cual puede hacerla por su cuenta y sacar sus propias conclusiones que pueden ser otras y quizás mejores que estas.

 


 La ley (art. 181) deja clara la respuesta a la primera pregunta que te haces: ¿qué es el pacto sucesorio? Es uno de los tres modos de sucesión (Testamento, Pacto sucesorio o Declaración de herederos según ley). Siendo un modo independiente, no es preciso reiterarlo en el testamento, lo que, tratándose del “Pacto de Mejora” da lugar a equívocos con el Código Civil, pues allí la palabra Mejora se usa para designar unos de los tres tercios que constriñe la voluntad testamentaria. En Galicia el Pacto de Mejora es una especie (traducido al lenguaje del CC) de “legado en vida” -con permiso de la Audiencia de Pontevedra-, algo que lleva un descendiente, a mayores de la herencia. Requiere sólo tres elementos: ascendiente + descendiente + bien concreto. Los ingredientes pues, como en la mayonesa, son bien sencillos. El quid está en la mezcla. Empezamos con la lata de las subdivisiones:

 

-El “Pacto de Mejora” sin entrega de bienes, es decir el que produce efectos mortis causa, es una especie de testamento pactado. El adjudicante conserva plena libertad para vender. Lo que no puede es volver a disponer de los bienes a título gratuito o por testamento, salvo que se haya reservado esa facultad, en cuyo caso podemos hablar más bien de un “testamento comunicado” o no-secreto del todo. Como este pacto “sin entrega” no sirve para efectuar el drenaje del patrimonio a los “ricos del puro”, mediante el correspondiente registro de la propiedad, vamos a dejarlo aquí.

 

-El “Pacto de Mejora” con entrega de bienes es el que de verdad, en estos días, atrae los húmedos deseos de los aspirantes a jubilados. A su vez, se subdivide en:

*Pacto de Mejora con entrega sin facultad dispositiva (con/sin) del mejorante: viene a ser como una entrega de legado, con la ventaja de que no es absolutamente necesario matar al que te adjudica el bien. El mejorado pasa a ser dueño a todos los efectos legales y puede vender ya mismo con plenos efectos transmisivos. Ciertamente, podría quedar sin efecto por graves causas de desheredación, indignidad o incumplimiento de pactos, pero ello sería indiferente para un potencial comprador: la contraprestación (precio) se subrogaría en lugar del bien inicial.

*Pacto de mejora con entrega con reserva de facultad dispositiva (con/con): Esta viene a ser la modalidad más conflictiva, hasta el punto que alguna de sus variedades viene a ser una cáscara vacía que hace dudar de que se transmita algo, o de que se haga serio. Alguna deducciones propias, muy “mejorables” de la lectura del 217 LG, son:

1.-El adjudicante del pacto “con entrega” se puede reservar la facultad de disposición del bien (pacto con-con), por ejemplo, de venderlo. El primer intríngulis (quien se queda con el precio), lo deja aclarado la propia Ley: Si hubo contraprestación (el mejorado se obligó a cuidar a la abuela, ya difunta y habiendo sido bien cuidada), el mejorado puede pedir la restitución del equivalente metálico; si no se estipuló, lo que es frecuente, se produce la ineficacia del pacto, y el adjudicante, ahora vendedor, cobrará el precio hasta el último céntimo. Ya puede llorar el nieto, que nada.

2.-Un intríngulis de más potencia: está claro que el mejorante, en estos casos, puede vender. La duda es: ¿el mejorado también puede vender? A él se le ha entregado una propiedad y la ha inscrito en el Registro ¿por qué no? En tal caso, podríamos hallarnos ante una carrera, a ver cuál de los dos llegaba antes a las puertas del notario.

Me inclino por la negativa, aunque la Ley no diga nada; simplemente porque entiendo que el ordenamiento jurídico se ha creado para evitar el caos. Mi catedrático de Romano, xa choveu, enfatizaba la similitud fonética entre los términos romanos “ius” (derecho) y “vis” (fuerza): las leyes surgieron para monopolizar el uso de la fuerza en el sector público, prohibiendo la violencia privada. Y si facultas a dos para la venta de un mismo piso, en igualdad de condiciones, igual acaban a tortazos.

 Podríamos buscar analogías con otros supuestos en que una propiedad esté pendiente de seguir una dirección u otra, como por ejemplo el viudo-comisario del Código Civil, que puede disponer de los tercios de mejora y libre, estando mientras tanto los bienes “en administración” (en Galicia no existe norma similar, pues basta nombrar al cónyuge heredero para que pueda disponer del 100%, créditos aparte). De alguna forma, este bien de que puede disponer el mejorante “con entrega” está en una suerte de administración, aunque me gustaría conocer alguna Sentencia sobre el tema, a ver si nos ilumina.

3.-Para terminar, no dejemos de tener presente que el “pacto con-con” se puede estirar hasta el infinito (pacto con/con/con/con…), como el chicle. Cabniendo la “regulación expresa” por los particulares y el “salvo reserva expresa del mejorante”, podríamos imaginar (bueno, conozco a juristas y no obstante amigos, que ya lo han imaginado), podríamos imaginar, digo, un pacto con entrega de bienes, con reserva de facultad de disposición por el mejorante, con prohibición de disposición por parte del mejorado, con reserva de facultad de libre testamentación, por el mejorante, con atribución al mejorante de la facultad de pactar sucesoriamente sobre el mismo bien, en favor de otros descendientes, etc.

Si el pacto fuera diente y pidiéramos opinión al odontólogo diría que se trata de un “diente desvitalizado”. Por añadidura, me inspira serias dudas (aunque no sea un especialista), que este tipo de pacto ligth sirva a la finalidad des-patrimonializadora deseada.  

 

Castro de Leiro, donde apareció el caldero de Astérix
Celtiberia.net


2.-SAN XOAN DE LEIRO EN RIBADUMIA

Ventana mozárabe

La parroquia de Leiro es uno de tantos lugares a pocos pasos de la vorágine de las Rías Baixas que encantará al viajero curioso. Tiene dos alternativas de visita: a pie, por la senda del Umia; en bici, en paralelo, por la pista de los viñedos. El que escribe, de tipo ciclista, pasa en un ¡chas! de una curiosidad a otra dentro del orden de las que a él le atraen: la antigüedad y la naturaleza.

 Empezaré por la iglesia de San Xoan de Leiro.


La parroquial tiene superpuesto un templo moderno de portada cuadrada sin gran interés: te sugiero que levantes la alfombra, porque, debajo existe una misteriosa iglesia prerrománica. El arco, peraltado, cegado hoy con sillares, recuerda poderosamente al de Ansemil (Silleda), por lo que podríamos irnos al siglo X. La ventana de herradura, como la que aquí se abre, responde a un conocido prototipo mozárabe (musta rab, cristianos repatriados de territorio árabe durante la Reconquista,que trajeron sus gustos constructivos). La lápida enhiesta en el ajardinado, antes cementerio, con las seis pastillas o roeles, nos recuerda al escudo de los Médicis, pero nada mas incierto: es el escudo de los Castro, los condes de Lemos que sintieron en algún momento ínfulas reales en esta Tierra: se dice que el primero que lo usó fue el desgraciado García, rey de Gallaecia. Otro escudo puesto del revés en el puzle de sillares con que se reconstruyó el templo, deja ver también los famosos roeles.

Escudo de los Castro, los "reyes" de Galicia



Arco peraltado, de tipo prerrománico


De pronto hago ¡chas!, y aparezco en el castro de Leiro, unos kilómetros más allá, por la carretera de Besomaño. De los pocos reconstruidos en su totalidad, es famoso porque en él apareció el caldero de Astérix, pero, tan doblado y machacado, que me fue imposible preparar en él la famosa la pócima vigorizante: si lo hubiera conseguido, me hubiera presentado candidato al Tour 2023, palabra.

¡Chas! Puente Arnelas, al final de la senda del Umia, tiene un puente mandado reconstruir por Felipe II, que dejó cumplida reseña de sus trabajos en letras de granito (igual que Sánchez nos dejará un reportaje en Netflix de sus encomiables esfuerzos). Pero te aconsejo que no pasmes por la zona, pues este es uno de los típicos “puentes de padrinos”. Si te pilla una señora embarazada (y andan muchas por ahí), te obligarán a bajar al río con una jarra, deberás llenarla de agua, y echársela por la preñez. Luego te convertirás en padrino de la criatura, que se llamará Alberta o Alberto, según el sexo. Los más espabilados ya habrán reparado en la rareza de un monolito dedicado a San Alberto al lado del mensaje de Felipe II: es por eso, joder.

Felipe II presume y ¡ojo!, detrás San Alberto

¡Chas! Si no te has convertido en padrino (lo que entiendo cause la lógica impresión), aun puedes pasear por la verde senda del Umia y fotografiar las aves acuáticas que te saldrán de cualquier recoveco: impresionantes las ocas y las garzas reales. Para ver, eh, que lo que es, para comer, mejor el pulpo y el cordero de Casa Benito, en Ribadumia. ¡Ojo!, no pidas el segundo turno o tendrás que esperar a que los del primero tengan a bien tomarse el último carajillo.

 

3.-DOCAMPO VERSUS COLÓN


Puede parecer una isla canaria o caribeña. Pero son las Sisargas, chitsss


Traeremos aquí, en versión completa del capítulo 8 del libro II de Docampo versus Colón. La boda del siglo entre Beatriz de Bobadilla y Alonso de Lugo puso en contradicción las dos fidelidades feudales de Docampo, que decidió poner el Atlántico de por medio y trasladar a las Américas sus ínfulas de conquistador. Allí se producirán sus dos hechos más destacados: la conquista de Cuba y su participación, por comisión de Balboa, en el descubrimiento del Mar del Sur, hoy océano Pacífico.

 

 

-8-

Francisco Roldán

 

El bodón tuvo que haberse celebrado a primeros de junio de 1498, pues el novio, Alonso de Lugo, aún estaba presidiendo cabildo en Tenerife a finales de mayo, y la novia, Beatriz de Bobadilla, tuvo el simpático detalle de presentarle su marido a Colón, en Gomera, el 19 del mes siguiente. Nada de tintoreros en mi lecho ¿comprende maese Ammiraglio? Había sido precisamente pocas semanas antes del himeneo cuando Campo, el invitado que más que ningún otro hubiera debido figurar a la cabecera dado sus notables servicios bélicos a ambos miembros de la pareja, puso agua de por medio y se desterró de su querida isla. ¿Qué tal si ahondamos en sus motivos?

Ya de unos meses a esta parte Lugo, sin encomendarse a Dios ni al diablo, había comenzado a adueñarse de las riendas del poder gomero: firma decretos, ordena sacas de vecinos rumbo los mercados del golfo de Cádiz y, si Campo pensaba que aún quedaba un hilo de esperanza para su feudo, pronto se topará con la dura realidad de que el Adelantado se dispone a extraer la persona de doña Beatriz, rumbo a Tenerife, para gobernar la isla desde allá como una provincia conquistada. Beatriz administraba el señorío a título de tutora de Guillén Peraza, el heredero del mayorazgo de Gomera, no como cónyuge de nadie; y todos estos movimientos tenían que herir en lo profundo los sentimientos de Sebastián. Se creará tan mal ambiente que el primo Alonso estará a una cuarta de llevar su mano al puñal; ahora que lo pienso, el acero saldrá del todo de su vaina; pero Lugo, fiel a su forma de ser, se pondrá a salvo en las naves.

Sebastián se encontraba ante un dilema. Enaltecido por Lugo al rango cesáreo de Conquistador de Tenerife, agasajado con inmensas propiedades, casas, molinos, hornos, regadíos, centenares de fanegas en secano. Incluso, fuesen lo que fuesen, cristianos u horros, docenas de cautivos a no menos de 5.000 maravedís la pieza. Todo eso tenía que rondar su cabeza: por un lado, no le podía fallar a Lugo como no le falló en la batalla de La Laguna; por otro, imposible comportarse como un vasallo felón con doña Beatriz y su hijito, el feúcho Guillén. La cuestión ya no era el que (embarcarse para Indias: el destino de los inquietos); la cuestión era el cuándo. De repente, tuvo que habérsele presentado la respuesta como un resplandor mental, semejante a la aparición contra el sol de un Santiago Apóstol en traje de batalla: ¿Por qué no ahora mismo? De golpe o tras ardua reflexión, el caso es que la solución la tenía en la misma rada: las dos carabelas de avanzadilla del tercer viaje colombino se mecían tibiamente al dulce alisio de verano. Es de suponer que representaba cierta ventaja que el problemático almirante ni siquiera viniese a bordo: se había quedado en Sanlúcar intentando completar a base de homicidas el rol de los seis navíos restantes de la expedición: si eras carne de horca podías embarcarte con Colón, que siempre habría alguna posibilidad de salir mejor librado. Aunque no muchas más.

Consciente el genovés del formidable carajal que había dejado en Indias, dispuso como primera medida que se adelantase una pareja de naves, atestadas de ballesteros, al mando de Pedro Fernández Coronel. Dichas carabelas eran, la Santa Cruz, al mando de Pero Francés, y la Niña, capitaneada por Juan Bermúdez. Esta había sido calafateada y renovada a fondo, pero era la Niña de toda la vida, la misma en la que Colón había navegado a Lisboa para irle con el cuento del Descubrimiento a Juan II de Portugal, mientras la fiel Pinta revelaba la primicia en Bayona de Galicia. El núcleo de la fuerza transportada lo constituían 53 ballesteros, aunque también viajaban algunos labradores y un buen equipo de homicidas. Tras efectuar el alarde en Sanlúcar en 6 de febrero de 1498, tremolar de banderas, trompeteos y misa, esta vanguardia del tercer viaje arribó a los pocos días a Gomera para la habitual toma de vientos alisios, previo aprovisionamiento. El carnaje (cecina de res) es aquí mucho más barato; y el agua salobre del pozo de la Aguada 1, la más buscada por los hombres de mar.

Llegado a este punto, vamos a permitirnos una pequeña interrupción del hilo del relato, pues supongo que es preciso reforzar el argumento de que Campo viajó en el tercero, no en el segundo viaje. ¡Estamos tocándole las narices a Las Casas! Aunque, ahora que lo pienso, esto último tampoco tiene mucho mérito: el longevo dominico, que escribirá los hechos al cabo de medio siglo y sin notas, a menudo reconoce sin embozo estar haciendo literatura creativa, o apologética, que se le parece. Campo está muy lejos de haber tenido posibiliades de haber viajado en el segundo viaje, muy lejos de ello.

 

Si en una cosa están de acuerdo casi todos los modernos historiadores y cronistas dominicanos es en que El comendador Gallego de Azua, fundador de la hacienda Compostela germen de la ciudad homónima de Indias, fue pasajero de este viaje colombino, el tercero. Lo malo es que además le atribuyen el título de mariscal y lo llaman Pedro Gallego. Vamos, señores, esto es imposible. Ya hemos visto que el amigo Mariscal no colabora en su aserto, cuando jura y perjura ante notario que es vecino de Santo Domingo (donde le reparten naborías) y no de Azua. Y, como si quisiera cerrar la discusión, asevera que se vino con Colón en el 2º viaje, para nada en el 3º. Es lo que tienen los Pedro Gallegos, que hay tantos como centollas en las Rías Baixas. Según hemos deducido de los registros de Alburquerque, el principal comendador a título particular de indios de Azua se llamaba Campo cuyo apellido está vinculado con el sobrenombre popular de cierto suburbio o plaza de la ciudad de Santiago de Galicia: O Campo Estela o Compostela. En el escudo de la ciudad de Azua no faltará la estrella. No obstante, una vez rebajado del mariscalato, no hay inconveniente en acepar el resto de la trazabilidad de este Gallego del 3º viaje con el aquí biografiado.

 

Recreación de la llegada de Cristóbal Colón a la isla La Española (se trata de un conocido cuadro romántico), donde Sebastián de Ocampo fundó Compostela de Azua 2.

 

La historiografía americana ha llegado a la conclusión apuntada (el comendador gallego de Azua llegó en el 3º viaje) basándose en la cita de un pasajero concreto citado en la obra de Juan Gil, El rol del tercer viaje colombino. Creo que es de justicia reproducirla aquí literalmente:

 

(53) Pero Gallego, ballestero, vecino de Lugo, con 20 mrs. de paga desde el 23 de enero. Recibe por él Pero Fernández Coronel de Bernardo Pinelo el 24 de noviembre 3.600 mrs. de sueldo 3.

 

 De buen principio, no hay que sorprenderse del apellido Gallego pues sabemos que el de Tuy lo usa en sus pleitos, y con él es condenado: Campo Gallego. En la propia Azua menudearan las citas al encomendero Campo como el comendador Gallego. En cuanto al nombre Pero, creo que ya hemos hecho alusión a la inveterada costumbre notarial de enrolar a los pasajeros de las naos por el patronímico y el gentilicio, prescindiendo de florituras aristocráticas. Releyendo el rol, comprobamos como aquellos delincuentes eran enrolados automáticamente por el patronímico (nombre del padre) y el gentilicio (lugar de nacimiento): Baltasar de Picardía, Pedro de Salamanca, Francisco de Baeza, Alfonso de Valladolid, etc. No está demás recordar que Docampo se identifica testamentariamente como hijo de Piero y, que éste Pero, sugiere ser forma intermedia entre el patronímico directo, Pedro, y el indirecto, Peres o Peris, que dará el más moderno de Pérez. En cuanto al vecindario que se le atribuye, en Lugo, lo más sencillo sería pensar que Campo veraneaba a la sombra de la espléndida muralla romana de Lucus Augusti. Pero, si seguimos con el argumento, habría que llegar a la conclusión de que medio pasaje veraneaba a la sombra de las pirámides: circulan por esas cubiertas los Antón de Egipto, Macías de Egipto, Catalina de Egipto, María de Egipto…, para colmo todos en la bodega de los homicidas. La vecindad era un concepto político; todos estos eran egipcios por ser gitanos ¡y punto! Campo era de Lugo que no lucense, por ser un feudatario de Alonso de Lugo, en cuya gobernación tinerfeña residía 4.

Creo ocioso insistir en que éste Pero Gallego no puede ser el mariscal Pedro Gallego: aparte del pequeño detalle de no tener la menor relación con Azua, el argumento de cajón es que el mismo afirma haber sido pasajero del segundo viaje.

 

La shuttle de Coronel, aquel par de carabelitas, va a embarcar ballesteros allí donde los encuentre, y en Canarias, recogerá una buena cosecha: Andrés del Hierro, canario, Juan de Vera, canario, Andrés de Vera, canario, Juan Portugués, canario. Evidentemente no estamos hablando de unos pájaros amarillos que picotean en su jaula la pluma de una jibia, sino soldados de orígenes variados a quienes el destino había arrojado a estas playas. El cobro de honorarios por tan dignos menesteres no lo harán hasta noviembre/diciembre, siempre por persona interpuesta, en el caso de Campo, Coronel, vaya por Dios. En las expediciones trasatlánticas era costumbre enrolar residentes gomeros de tapadillo que escapaban así a las prohibiciones que afectaban a los cristianos nuevos. Precisamente en esta tercera expedición ya se conocía bien la especialidad de don Cristóbal: hacer picadillo de sus hombres. Fue imposible por ello reunir en la península los 300 que se pretendía; en la cédula de recluta la reina decía a Colón que “en cualquiera de nuestros reinos y de las islas Canarias, podéis hacer hombres y llevarlos…”. Aun así, una parte de los escasos 226 que se consiguió arrastrar a las naves 5 iban desorejados o desnarigados en castigo por sus crímenes.

 

durante las estancias de las naves, cuya permanencia podía durar hasta dos meses, los insulares se enrolaron en el anonimato”. Se produjeron “desplazamientos de familias y de soldados en un éxodo ininterrumpido”, influenciados por el ambiente de “entusiasmo por el mundo indiano”, al fin y al cabo, unas Canarias elevadas al cubo. Durante las estancias se intercambiaban toda suerte de informaciones a través de “conversaciones con la hueste ya veterana”, un clima de euforia aderezado por el buen “pan, vino y carne” que producía la isla, de suerte que la estadía solía pasarse en “fiestas y regocijos 6.

 

Un último argumento a favor de la tesis de la navegación en el tercer viaje puede ser el perfecto encaje de fechas con la biografía de Campo. El lapso temporal en que tuvo que haberse producido el viaje del tudense, tiene un encuadre claro: entre finales de 1497, en que acaban las últimas operaciones de Tenerife, y agosto de 1500, ya que está documentada su actuación como pesquisidor en el procedimiento de Bobadilla contra Colón. La fecha en que surgieron las carabelas de Francisco de Bobadilla, La Gorda y La Antigua, en el puerto de Santo Domingo, fue el 23 de agosto de 1500. Hasta esa fecha no está documentada la presencia de Sebastián de Campo en Indias y no es creíble que todo un conquistador de Tenerife no hubiese dejado rastros en los protocolos de la época. Por tanto, el viaje sería antes de 1500, pero no mucho antes, porque sólo se le pide opinión sobre sucesos del año anterior. Me temo que la tesis lascasiana de embarcarlo en el segundo viaje peca de ligereza, salvo que el tudense hubiese tomado un Boeing 767 entre batalla y batalla contra Bencomo de Taoro.

Vale, no haremos trampas; queda una posibilidad y hay que descartarla también. ¿Acaso no habíamos quedado en que la primera aparición oficial de Docampo en Indias es firmando las actas de la pesquisa de Bobadilla contra Colón? ¿Entonces no sería lo lógico que nuestro hombre, criado de la reina Isabel, contino (por no llamarle espía o agente del CNI), no sería lo lógico, digo, que hubiese viajado en la propia expedición punitiva de Bobadilla (don Francisco)? ¿No hemos dicho antes en un alarde de erudición, que esa armada la componían La Gorda y la Antigua? Anda ya, pues en una carabela de esas.

Bueno, pues no. A Campo se le requiere para recibir las confesiones de Colón sobre sus conductas torticeras entre agosto de 1498, en que llega, y agosto de 1500, en que arriba Bobadilla. O sea. Su manía de ahorcar y cortar manos y sin proceso ni expediente: ejecuciones sin papeles marca de la casa. Su avaricia que mata de hambre a la colonia. Su crónica incapacidad para el gobierno, más bien especialidad en el desgobierno. Su preferencia por vender indios en vez de bautizarlos. Su intento de recluta de gentes, indios o cristianos, para oponerse a Bobadilla (don Francisco), sólo abortado porque unos y otros le rehuyeron con los pelos como escarpias. Y la permanente sospecha de su deseo de entregar la colonia a Portugal. El enjuiciamiento cabal de los desmanes de aquella época colombina, la más deprimente, parece exigir una presencia en Indias de un par de años, entre el desembarco del almirante en Santo Domingo y el reembarco del navegante, cargado de cadenas por el mismo puerto, arrestado por el comendador Bobadilla. Por ende, sabemos que con el comendador no vinieron gallegos:

 

No hubo gallegos en la expedición de Francisco de Bobadilla enviado por los Reyes a instancias del cardenal Cisneros como pesquisidor 7.

 

 Añade este autor que Sebastián de Campo era “nacido en Noya, donde se había radicado una rama de su familia, originaria de Santiago”. El natalicio en Noya es erróneo, aunque estuvo muy extendido el dato antes de haber sido publicado el testamento por Carmen Mena.

Acude ahora a nosotros el pensamiento que el de Tuy no haría muchos remilgos cuando el notario, al enrolarlo, anotó: Pero Gallego. Si hubiese empezado a enrollarse con que, bueno, él era de Tuy, pero que en el fondo la ciudad se llamaba Buenaventura, pero que Tuy recordaba el nombre romano Tude que le gustaba al obispo, pero que ahora era condado de Camiña, pero ya no, que su padre era un Hernández, pero que a él le molaba más el apellido Campo al que tenía cierto derecho… En estos casos te daban la patada y te echaban al agua.

En fin, todos estos argumentos son una patente evidencia de que Campo zarpó de Gomera en el tercer viaje, aunque no ignoro que me enfrento a todos los que siguen al padre Las Casas, es decir a todos los españoles, que lo embarcan en el segundo, y eso quizás sea pecado. Para lavar mi conciencia alegaré que pueden compaginarse ambas posturas recurriendo a la capacidad volátil de los gallegos que, agrupados en la Estadea o Santa Compaña, son capaces de encaramarse a los ámbitos celestes, desplazándose con increíble rapidez de un punto a otro del orbe terráqueo. Vale, así, sí.

¿En cuál de las dos carabelas se embarcó Campo? A eso responderé a la gallega con otra pregunta ¿porque hay que elegir, si una era copia de la otra? En la rada de San Sebastián estaba fondeada la histórica Niña con la que Colón corrió a envanecerse de la noticia del Descubrimiento a tierras portuguesas (primero, Azores, luego, Lisboa). Y, a su costado, otra carabela, llamada primero la India y luego la Santa Cruz, fabricada con los restos de seis embarcaciones destrozadas por un huracán, al que había sobrevivido únicamente la Niña, y como fiel copia de esta. Así pues en el puerto de Gomera se abarloaban la Niña, también llamada Santa Clara, y la Niña, también llamada Santa Cruz.

¿En qué medida planeaba en la mente de Campo el diktat tragicómico que se había decretado a bordo de esta misma embarcación durante el segundo viaje? Sí, tu, el juramento exigido por Colón de que Cuba era la Tierra Firme. ¿Intuía de algún modo que a él le iba tocar resolver el trágico equívoco? Acude a mi pensamiento la idea de que llegados a este punto son necesarios al menos unos apuntes sobre la biografía de este buque, histórico donde los haya.

La Niña era un barco fácil, de unos cincuenta o sesenta toneles y cuatro mástiles: trinquete, mayor, mesana y contramesana. El triangular velamen a la latina, bueno para navegar contra viento en el Mediterráneo, fue sustituido en los prolegómenos del primer viaje por el redondo (o sea, cuadrado), más útil para navegar de empopada por el Atlántico, empujado por los alisios. Proa baja, pequeño alcázar a popa encima de las provisiones, y poco más, que es mucho para la gente de mar, puesto que navegaba bien. Hizo el primer viaje en 34 días, que no está nada mal, al mando de Vicente Yáñez Pinzón; y, tras haber destrozado a La Gallega contra la barrera de coral, Colón se puso a su mando. En el segundo viaje, batirá su récord: 26 días. Luego, en 24 de abril de 1494, desde la isla Española, Colón zarpará con ella y dos carabelas más, para reconocer Cuba y demostrar que forma parte del continente asiático. El Almirante pertenecía a esa especie de científicos que primero sacan conclusiones y luego investigan, al revés que los vulgares y corrientes. Confundiendo la milla itálica (1480 metros) con la árabe (2000 metros),

 

borraba de un plumazo, o mejor de un golpe de cálculo la zona ocupada por el Pacífico y América. Todo empezaba a encajar y las 750 leguas que separaban los bordes del Océano desde las Canarias hasta las nuevas tierras, coincidían según sus particulares cálculos con lo que él previamente sabía… un hombre que conocía muy poco de los postulados de la ciencia de aquel momento y que se movía más dentro de la vaguedad que otra cosa. Por tanto, estaba a un paso de ser tomado por un farsante 8.

 

Llegados a un punto del cabotaje de Cuba, cuando Colón calculó que llevaban 335 leguas, el comandante mandó a parar, puesto que ¡no existen —aseveró— islas tan largas! Cuba era Asia y a callar. En tal momento y a bordo de la Niña, se produjo el tan manido Juramento Colombino.

 

En la carabela Niña que ha por nombre Santa Clara, ante mí, Fernán Pérez de Luna, escribano público de número… que dijesen si tenían alguna duda de que esta tierra fuese la Tierra Firme… y les puse pena de 10.000 mrs. y cortada la lengua, y si fuera grumete o persona de tal suerte, que le darían cien azotes y le cortarían la lengua.

(Establecer una equivalencia científica en kilómetros de la legua requeriría estudiar caso por caso sus variedades, entre los 4 y los 6, picos aparte. Pero nada nos impide establecer una correlación “en zapatillas” multiplicando por 5, siempre que no seamos agrimensores. La de 3 millas por legua también puede hacer que te apedreen los alumnos de Náutica).

 

El asunto tenía sus bemoles, puesto que en Pinar del Río, donde hubo que jurar, ni siquiera llevaban recorridas 335 leguas (1000 millas náuticas); más bien sólo unas 200 (600 millas). La escena tiene, que duda cabe, una vis cómica, pero puesto que la draconiana norma causó al menos una muerte por inanición, la del cura gallego citado como el abad de Lucerna o Lucena (en gallego, abad significa párroco, y la parroquia se llama Lucenza, Ourense), será mejor tragarse las chanzas. A semejante monstruo ideológico, que no se podía soslayar dada la calidad de visorrey de Colon, será al que tocará enfrentarse a Campo mediante el bojeo integral de Cuba. ¿Tendría pesadillas mientras dormía incómodamente de pasaje a La Española, la cabeza sobre un cordal, los pies encogidos contra un barril?

Bah, pero sigamos con las navegaciones de la Niña, a la que habría que darle la Gran Cruz del Mérito Naval. Mucho tuvieron que aguantar sus cuadernas ¿qué pudo pensar el pobre barco mientras Colón sostenía con toda seriedad que la mitad de la esfera terrestre tenía forma de teta? ¿Qué en el pezón estaba el Paraíso? Aunque, ahora que lo pienso, es posible que los amantes y los bebés piensen eso de verdad. Va, no divaguemos. Luego ¿a dónde navegó luego esta valiente carabela? Ah, sí hubo que viajar a Roma con el obispo Fonseca a bordo, para ganar indulgencias. Para entonces ya era propiedad al 50% entre Colón y la corona y no se le escatimaba una sola oportunidad de flete. Aun no se habían inventado los museos navales. A la vuelta la capturaron los corsarios de Tolón, pero como tuvieron la mala idea de poner de guardia a unos del Puerto de Santa María, estos se pusieron de acuerdo con los tripulantes, que eran de Palos, y arrojaron a los franceses al agua 9. Y ya estamos donde había empezado este flash back. Bien remozada, la Niña se arma como avanzadilla del tercer viaje en compañía de su copia, la Santa Cruz. Alguien habría susurrado al prudente Campo que el calafateado había costado 35.000 maravedís: sube tranquilo, pardiez.

 De sus condiciones marineras nunca habrá queja: en 35 días desembarcará su tropa de ballesteros en Santo Domingo, donde Bartolomé Colón había trasladado la capital de La Española. Será la primera tierra americana que pise Campo, que pensaría que se dirigían a Isabela. Pero, en ese mes largo de navegación, tiempo habría tenido de escuchar la conseja: en la abandonada capital del Norte, los conquistadores se empezaban a convertir en fantasmas que, cuando se sacaban el sombrero para saludar, se extraían también la cabeza. La última cita que tenemos de la Niña-Santa Clara nos la muestra navegando hacia la costa de las Perlas en 1501; allí, tras embarrancar probablemente contra un arrecife, ascendió al Paraíso de los barcos famosos. Se lo tenía merecido.

 

El jueves 21 de junio de 1498 las seis embarcaciones restantes de la flota izarán velas en Gomera, rumbo a Indias. Habían llegado hasta allí dando un recorrido sinuoso por las islas de Madeira, de acuerdo a los gustos lusófilos del genovés. A la altura de la isla de El Hierro, Colón dividirá el sexteto: tres carabelas con el elemento más militar, marchan directas a La Española, dada la urgencia de completar el apoyo a la mermada colonia contra los indios levantiscos y llevarle el consuelo de la comida: quesos que Las Casas dice que habían sido comprados en Gomera donde eran “muchos y buenos” y, sobre todo, el chispeante vino de tierra volcánica. Las tres carabelas despachadas en primer lugar iban al mando respectivamente de Pedro de Arana, hermano de Beatriz, la madre de Hernando Colón el hijo menor del Almirante; de Juan Antonio Colón, otro pariente; y de Alonso de Carbajal, que será el que va a crear más problemas a la famiglia.

 

Siguiendo su viaje con buen tiempo hasta que llegaron a las islas de los Caribes que son las primeras que encuentran los navegantes para ir al puerto de Santo Domingo; pero como los pilotos no sabían navegar tan bien como ahora se acostumbra (dice Hernando Colón), no supieron hallar aquel puerto y se dejaron llevar por las corrientes al occidente abajo hasta que dieron fondo en la provincia de Suraña en donde estaban los rebelados 10.

 

¿Cómo, qué, qué, qué rebelados? Pues nada, que mientras el almirante recalaba en España y, ante el régimen de hambre y corte de apéndices (manos, pies en todo o en parte, narices, orejas…) que habían impuesto sus hermanos Diego y Bartolomé, alias El Prefecto y El Adelantado, un tal Francisco Roldán había encabezado una sublevación con este tentador programa electoral dirigido a los colonos que quisieran seguirle:

 

en lugar de azadones manejaréis tetas; en vez de trabajos, cansancio y vigilias, tendréis placeres, abundancia y reposo 11.

 

Este será el programa vigente en el lugar, esta será la alternativa que los hados del destino van a ofrecer a Campo: O tetas, con Roldán, o sudores y amputaciones gratuitos con los Colón, esos extranjeros, ni pagaban sueldos ni dejaban tocar teta india.

Campo, lo sabemos, era tocón.

 

Los cuales (los roldanistas tocadores de tetas) luego conocieron que venían los navíos fuera de camino y que no sabían nada de su levantamiento, así entraron algunos en los navíos fingiendo que estaban en aquella provincia por comisión del prefecto (Diego Colón) para aprovecharse mejor de bastimentos y tener en paz y sujeción a los indios de aquel país 12.

 

Alonso de Carbajal que era el más práctico de los capitanes y el único ajeno a la familia Colón, empezará a tratar de paz con Roldán. Mientras, los astutos roldanistas se familiarizarán con los pasajeros y les tomarán palabra de quedarse en su compañía. Carvajal resuelve en consejo de capitanes que la gente irá por tierra a Santo Domingo. Tocó al apocado Juan-Antonio Colón el viaje y cargo de la gente terrícola, unos 40; a Arana, cabotar con los navíos a Santo Domingo; a Carbajal, lo suyo, seguir negociando. Aquellos a los que tocó ir con Colón se pasaran casi en masa a los rebelados. El primo de Colón dio la vuelta y es de pensar que una lágrima asomaría a su mejilla cuando reapareció, sólo, en Suraña.

Mientras, en Santo Domingo, los capitanes que habían venido por mar hallaron al almirante, que había completado un periplo con las tres naves que se había reservado y habían puesto pie por vez primera en el continente americano, en adelante La Tierra Firme. Tras muchas negociaciones por intermediarios se llegará a unas capitulaciones con Roldán: los acuerdos incluirán la autorización a algunos cristianos para permanecer en la zona de Azua, Sur de la isla, veintitantas leguas al Oeste de Santo Domingo. Esté será según Henry Melo el origen de la fantástica Compostela tropical: una encomienda de indios y azúcar que seguro que encantaría a Campo por su estilo netamente canario.

Los orígenes de la hacienda Compostela hay que fecharlos pues a principios de 1499. En aquel año, como consecuencia de los pactos entre el almirante y los roldanistas, se enviarán dos carabelas al sur de La Española, a disposición de aquellos levantiscos que quisieran regresar a España. La pequeña flota recalará en Azua, en los dominios del cacique Cuyocagua. En las conversaciones a cara de perro que allí mantendrán una y otra parte, los sublevados intentarán forzar al almirante a cumplimentar todas sus reivindicaciones,

 

constriñéndolo con amenazas contra las gentes de Colón que estaban conviviendo en el caserío con los indios de Azua 13.

 

Esta negociación definitiva se tuvo en agosto, por lo que puede presumirse que españoles, gentes de Colón, Campo probablemente entre ellos, estaban allí desde principios de 1499, dado que se habla de convivencia lo que implica el plazo temporal necesario para crear costumbre. De esos españoles de Azua destacaremos a uno que, según se deduce de los posteriores registros de encomiendas, usará alternativamente los apellidos de Gallego o de Campo. Supongo que no hay que ser muy astuto para caer en la cuenta de a quién nos referimos.

 

Ya se ha hecho referencia a la hacienda que pertenecía al español (Pedro) Gallego, en las inmediaciones de Azua… era de la región de Santiago de Compostela en Galicia, posiblemente el gentilicio de Gallego sea exactamente un gentilicio y no su apellido. Pero lo cierto es que funda una hacienda a la que denomina Compostela en honor a su tierra natal, a saber Santiago de Compostela… ¿Cuándo llega este español al territorio de Azua?... (la) posibilidad que es la más lógica se narra en la obra de Consuelo Varela “Fray Bartolomé de las Casas, Obras Completas”, la cual recoge en su apéndice 4 la lista de los pasajeros que acompañaron a Cristóbal Colón en el tercer viaje a Santo Domingo. En esta nómina aparece el nombre de Pedro Gallego… es decir que este español llega con Cristóbal Colón en 1498 y es uno de los que van en las dos carabelas que se le entregarían a Roldán y su gente, pero que por causa de una tormenta tuvieron que detenerse en Azua durante dos meses, hasta que estas fueron reparadas… En estos dos meses Pedro Gallego se sintió a gusto en el lugar, ya sea por el clima, ya sea por la gente, ya sea por la razón que fuere y decidió quedarse en los dominios de Cuyocagua y vivir a expensas de sus súbditos… 14

 

Esta última versión retrasa los orígenes de Compostela a la primavera-verano ¿de verdad que tienen importancia? Lo cierto es que esta hacienda va a ser la más importante de Azua, en las márgenes del río Ocoa. La siguiente cita narra el lugar donde se tiene la entrevista entre Diego Méndez (uno de esos náufragos que iba dejando Colón por ahí), y el propio Campo Gallego:

 

en la provincia de Azoa con el Comendador y Mariscal Pedro Gallego, dueño de la Hacienda Compostela (lugar de la entrevista con el náufrago Diego Méndez) 15.

 

Así pues, entre finales de 1498 y 1499 Sebastián de Campo iniciará la tercera de las fases de su vida, la que le convertirá en el anti-Colón por excelencia al desmentir el mito de que Cuba pudiera ser parte del continente asiático, una protuberancia o verruga de la China. Mito que el genovés hará jurar a sus súbditos bajo pena de una buena manta de latigazos y glosectomía. Eso, en el mejor de los casos; las dudas también podían llevarte a la muerte por inanición, como la que se infringió al abad de Lucenza con el agravante de privarle unos tragos de viño do Ribeiro in articulo mortis. Gente despiadada estos genoveses. Ya, muy pronto, casi de inmediato, Campo empezará a tenérselas tiesas con el almirante, como parte del equipo acusador de Bobadilla. Esta incorporación inmediata al equipo acusador del tío de su ex-señora gomera, hace más que evidente en que podían consistir las misiones que aquí se le habían encomendado como contino real. Las concretas instrucciones no las podemos saber porque estos criados reales actuaban siempre en el mayor de los secretos. Pero ya para entonces a los Católicos había empezado a atragantárseles la troupe italiana.

 

 

 

 

 

 

1 Antonio TEJERA GASPAR. Colón en las islas Canarias. La Gomera y Gran Canaria. Le canarien ediciones. La Orotava, Tenerife, 2020.

(Gomera, pozo de la Aguada) “Procuraban buscar agua que tuviera un cierto grado de salinidad porque se conservaba mejor en las travesías… Brocal circular (1,62 metros de diámetro), abocinado a partir de 3,25 metros, aro externo enlosado de piedra gris rojiza, loza chasnera… ”

2 LA OPINIÓN. Resumen de Prensa. Universidad de Sevilla, 19 de mayo de 2014.

3 Juan GIL. El rol del tercer viaje colombino. Revista de estudios americanos, CSIC. Historiografía y Bibliografía Americanistas, vol 29, nº 1 (1985).

4 Ibidem.

Quizá Juan Gil, que ha aclarado miles de otros equívocos, haya sido cómplice inconsciente de esta confusión del Pero Gallego del 3º viaje con el Pedro Gallego, mariscal, cuando en sus notas lo da por vecino de Santo Domingo o quizá también de Buenaventura, lugares donde en efecto reparten naborías al mariscal. Mariscal que ante notario se encarga de aclarar que fue pasajero del 2º viaje.

5 Ibidem.

6 Analola BORGES. La región canaria en los orígenes americanos. Anuario de estudios atlánticos. Las Palmas, 1970.

7 Carlos Esteban DEIVE. Los gallegos y otros españoles en Santo Domingo. 1492-1514. Fundación García Arévalo, 2016.

8 Luis ARRANZ MÁRQUEZ. Cristóbal Colón: Misterio y grandeza. Marcial Pons. Madrid, 2013.

9 Leopoldo GOROSTIZA DAPENA. Las naves colombinas: historia y reconstrucciones científicas. Actas de las Jornadas de Historia sobre el Descubrimiento de América. Universidad Internacional de Andalucía, 2010.

10 Hernando COLÓN Y ENRÍQUEZ DE ARANA. Historia del almirante don Cristóbal Colón. Imprenta Tomás Minuesa. Madrid, 1892.

11 Ibidem.

12 Ibidem.

13 Juan GIL, ibidem.

14 Henry MELO. Azua de Compostela. Origen y fundación. Amazón-Kindle. Santo Domingo, 2016.

15 Apolinar MEDRANO. Ruinas de Pueblo Viejo. Tuculebra, web. Junio,7,2019.

 

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