Aurora boreal en Sanxenxo. Al fin y el cabo, magnificar una perspectiva celeste no es mentir ¿verdad? |
SUMARIO
1.-LOS RICOS DEL PURO Y EL PACTO DE MEJORA CON
ENTREGA
2.-SAN XOAN DE LEIRO EN RIBADUMIA
3.-DOCAMPO VERSUS COLÓN
Ruta del Umia, de Ribadumia a Puente Arnelas |
1.-LOS RICOS DEL PURO Y EL PACTO DE MEJORA CON
ENTREGA
Ha surgido un repentino interés sobre el Pacto sucesorio de
Mejora, en especial sobre su modalidad desvitalizada (el mejorante, se reserva
la facultad de disposición; al mejorado, se le prohíbe disponer). En general,
se trata de padres egoístas, aterrorizados ante el anuncio del gobierno
de ajustarle las cuentas a los ricos del
puro (que pague más el que más tiene), como medio de calmar a los que no llegan
a fin de mes. No son pocos los que están pensando en dimitir de la condición de
“rico del puro”, cerrando la tienda y pasando a la de jubilado, bastante
más agradecida hoy por hoy. La operación previa, el traspaso del patrimonio a
hijos y/o nietos mediante pacto sucesorio, en la mayoría de los casos se
efectúa por generosidad; en otros, no tanto.
Lo que vamos a hacer aquí apenas es una lectura reflexiva del
art. 217 de la Ley; creo que cada cual puede hacerla por su cuenta y sacar sus
propias conclusiones que pueden ser otras y quizás mejores que estas.
La ley (art. 181) deja
clara la respuesta a la primera pregunta que te haces: ¿qué es el pacto
sucesorio? Es uno de los tres modos de sucesión (Testamento, Pacto sucesorio o
Declaración de herederos según ley). Siendo un modo independiente, no es
preciso reiterarlo en el testamento, lo que, tratándose del “Pacto de Mejora”
da lugar a equívocos con el Código Civil, pues allí la palabra Mejora se usa
para designar unos de los tres tercios que constriñe la voluntad testamentaria.
En Galicia el Pacto de Mejora es una especie (traducido al lenguaje del CC) de
“legado en vida” -con permiso de la Audiencia de Pontevedra-, algo que lleva un
descendiente, a mayores de la herencia. Requiere sólo tres elementos:
ascendiente + descendiente + bien concreto. Los ingredientes pues, como en la
mayonesa, son bien sencillos. El quid está en la mezcla. Empezamos con la lata
de las subdivisiones:
-El “Pacto de Mejora” sin entrega de bienes, es decir
el que produce efectos mortis causa, es una especie de testamento
pactado. El adjudicante conserva plena libertad para vender. Lo que no puede es
volver a disponer de los bienes a título gratuito o por testamento, salvo que
se haya reservado esa facultad, en cuyo caso podemos hablar más bien de un
“testamento comunicado” o no-secreto del todo. Como este pacto “sin entrega” no
sirve para efectuar el drenaje del patrimonio a los “ricos del puro”,
mediante el correspondiente registro de la propiedad, vamos a dejarlo aquí.
-El “Pacto de Mejora” con entrega de bienes es el que
de verdad, en estos días, atrae los húmedos deseos de los aspirantes a
jubilados. A su vez, se subdivide en:
*Pacto de Mejora con entrega sin facultad dispositiva
(con/sin) del mejorante: viene a ser como una entrega de legado, con la
ventaja de que no es absolutamente necesario matar al que te adjudica el bien.
El mejorado pasa a ser dueño a todos los efectos legales y puede vender ya
mismo con plenos efectos transmisivos. Ciertamente, podría quedar sin efecto
por graves causas de desheredación, indignidad o incumplimiento de pactos, pero
ello sería indiferente para un potencial comprador: la contraprestación
(precio) se subrogaría en lugar del bien inicial.
*Pacto de mejora con entrega con reserva de facultad
dispositiva (con/con): Esta viene a ser la modalidad más conflictiva, hasta
el punto que alguna de sus variedades viene a ser una cáscara vacía que hace
dudar de que se transmita algo, o de que se haga serio. Alguna deducciones
propias, muy “mejorables” de la lectura del 217 LG, son:
1.-El adjudicante del pacto “con entrega” se puede reservar
la facultad de disposición del bien (pacto con-con), por ejemplo, de venderlo. El
primer intríngulis (quien se queda con el precio), lo deja aclarado la
propia Ley: Si hubo contraprestación (el mejorado se obligó a cuidar a la
abuela, ya difunta y habiendo sido bien cuidada), el mejorado puede pedir la
restitución del equivalente metálico; si no se estipuló, lo que es frecuente,
se produce la ineficacia del pacto, y el adjudicante, ahora vendedor, cobrará
el precio hasta el último céntimo. Ya puede llorar el nieto, que nada.
2.-Un intríngulis de más potencia: está claro que el mejorante,
en estos casos, puede vender. La duda es: ¿el mejorado también puede vender?
A él se le ha entregado una propiedad y la ha inscrito en el Registro ¿por qué
no? En tal caso, podríamos hallarnos ante una carrera, a ver cuál de los dos
llegaba antes a las puertas del notario.
Me inclino por la negativa, aunque la Ley no diga nada;
simplemente porque entiendo que el ordenamiento jurídico se ha creado para
evitar el caos. Mi catedrático de Romano, xa choveu, enfatizaba la similitud
fonética entre los términos romanos “ius” (derecho) y “vis”
(fuerza): las leyes surgieron para monopolizar el uso de la fuerza en el sector
público, prohibiendo la violencia privada. Y si facultas a dos para la venta de
un mismo piso, en igualdad de condiciones, igual acaban a tortazos.
Podríamos buscar
analogías con otros supuestos en que una propiedad esté pendiente de seguir una
dirección u otra, como por ejemplo el viudo-comisario del Código Civil, que
puede disponer de los tercios de mejora y libre, estando mientras tanto los
bienes “en administración” (en Galicia no existe norma similar, pues basta
nombrar al cónyuge heredero para que pueda disponer del 100%, créditos aparte).
De alguna forma, este bien de que puede disponer el mejorante “con entrega”
está en una suerte de administración, aunque me gustaría conocer alguna
Sentencia sobre el tema, a ver si nos ilumina.
3.-Para terminar, no dejemos de tener presente que el
“pacto con-con” se puede estirar hasta el infinito (pacto con/con/con/con…),
como el chicle. Cabniendo la “regulación expresa” por los particulares y el
“salvo reserva expresa del mejorante”, podríamos imaginar (bueno, conozco a
juristas y no obstante amigos, que ya lo han imaginado), podríamos imaginar,
digo, un pacto con entrega de bienes, con reserva de facultad de disposición
por el mejorante, con prohibición de disposición por parte del mejorado, con
reserva de facultad de libre testamentación, por el mejorante, con atribución
al mejorante de la facultad de pactar sucesoriamente sobre el mismo bien, en
favor de otros descendientes, etc.
Si el pacto fuera diente y pidiéramos opinión al odontólogo
diría que se trata de un “diente desvitalizado”. Por añadidura, me inspira
serias dudas (aunque no sea un especialista), que este tipo de pacto ligth
sirva a la finalidad des-patrimonializadora deseada.
Castro de Leiro, donde apareció el caldero de Astérix |
Celtiberia.net |
2.-SAN XOAN DE LEIRO EN RIBADUMIA
Ventana mozárabe |
La parroquia de Leiro es uno de tantos lugares a pocos pasos
de la vorágine de las Rías Baixas que encantará al viajero curioso. Tiene dos
alternativas de visita: a pie, por la senda del Umia; en bici, en paralelo, por
la pista de los viñedos. El que escribe, de tipo ciclista, pasa en un ¡chas! de
una curiosidad a otra dentro del orden de las que a él le atraen: la antigüedad
y la naturaleza.
Empezaré por la
iglesia de San Xoan de Leiro.
Escudo de los Castro, los "reyes" de Galicia |
Arco peraltado, de tipo prerrománico |
¡Chas! Puente Arnelas, al final de la senda del Umia, tiene
un puente mandado reconstruir por Felipe II, que dejó cumplida reseña de sus
trabajos en letras de granito (igual que Sánchez nos dejará un reportaje en
Netflix de sus encomiables esfuerzos). Pero te aconsejo que no pasmes por la
zona, pues este es uno de los típicos “puentes de padrinos”. Si te pilla una
señora embarazada (y andan muchas por ahí), te obligarán a bajar al río con una
jarra, deberás llenarla de agua, y echársela por la preñez. Luego te convertirás
en padrino de la criatura, que se llamará Alberta o Alberto, según el sexo. Los
más espabilados ya habrán reparado en la rareza de un monolito dedicado a San
Alberto al lado del mensaje de Felipe II: es por eso, joder.
Felipe II presume y ¡ojo!, detrás San Alberto |
¡Chas! Si no te has convertido en padrino (lo que entiendo cause
la lógica impresión), aun puedes pasear por la verde senda del Umia y
fotografiar las aves acuáticas que te saldrán de cualquier recoveco:
impresionantes las ocas y las garzas reales. Para ver, eh, que lo que es, para
comer, mejor el pulpo y el cordero de Casa Benito, en Ribadumia. ¡Ojo!, no
pidas el segundo turno o tendrás que esperar a que los del primero tengan a
bien tomarse el último carajillo.
3.-DOCAMPO VERSUS COLÓN
Puede parecer una isla canaria o caribeña. Pero son las Sisargas, chitsss |
-8-
Francisco Roldán
El bodón
tuvo que haberse celebrado a primeros de junio de 1498, pues el novio, Alonso
de Lugo, aún estaba presidiendo cabildo en Tenerife a finales de mayo, y la
novia, Beatriz de Bobadilla, tuvo el simpático detalle de presentarle su marido
a Colón, en Gomera, el 19 del mes siguiente. Nada de tintoreros en mi lecho
¿comprende maese Ammiraglio? Había sido precisamente pocas semanas antes
del himeneo cuando Campo, el invitado que más que ningún otro hubiera debido
figurar a la cabecera dado sus notables servicios bélicos a ambos miembros de
la pareja, puso agua de por medio y se desterró de su querida isla. ¿Qué tal si
ahondamos en sus motivos?
Ya de unos
meses a esta parte Lugo, sin encomendarse a Dios ni al diablo, había comenzado
a adueñarse de las riendas del poder gomero: firma decretos, ordena sacas de
vecinos rumbo los mercados del golfo de Cádiz y, si Campo pensaba que aún quedaba
un hilo de esperanza para su feudo, pronto se topará con la dura realidad de
que el Adelantado se dispone a extraer la persona de doña Beatriz, rumbo a
Tenerife, para gobernar la isla desde allá como una provincia conquistada.
Beatriz administraba el señorío a título de tutora de Guillén Peraza, el
heredero del mayorazgo de Gomera, no como cónyuge de nadie; y todos estos
movimientos tenían que herir en lo profundo los sentimientos de Sebastián. Se
creará tan mal ambiente que el primo Alonso estará a una cuarta de llevar su
mano al puñal; ahora que lo pienso, el acero saldrá del todo de su vaina; pero
Lugo, fiel a su forma de ser, se pondrá a salvo en las naves.
Sebastián se
encontraba ante un dilema. Enaltecido por Lugo al rango cesáreo de Conquistador
de Tenerife, agasajado con inmensas propiedades, casas, molinos, hornos,
regadíos, centenares de fanegas en secano. Incluso, fuesen lo que fuesen,
cristianos u horros, docenas de cautivos a no menos de 5.000 maravedís la
pieza. Todo eso tenía que rondar su cabeza: por un lado, no le podía fallar a
Lugo como no le falló en la batalla de La Laguna; por otro, imposible
comportarse como un vasallo felón con doña Beatriz y su hijito, el feúcho
Guillén. La cuestión ya no era el que (embarcarse para Indias: el destino de
los inquietos); la cuestión era el cuándo. De repente, tuvo que habérsele
presentado la respuesta como un resplandor mental, semejante a la aparición
contra el sol de un Santiago Apóstol en traje de batalla: ¿Por qué no ahora
mismo? De golpe o tras ardua reflexión, el caso es que la solución la tenía en
la misma rada: las dos carabelas de avanzadilla del tercer viaje colombino se
mecían tibiamente al dulce alisio de verano. Es de suponer que representaba
cierta ventaja que el problemático almirante ni siquiera viniese a bordo: se
había quedado en Sanlúcar intentando completar a base de homicidas el rol de
los seis navíos restantes de la expedición: si eras carne de horca podías
embarcarte con Colón, que siempre habría alguna posibilidad de salir mejor
librado. Aunque no muchas más.
Consciente
el genovés del formidable carajal que había dejado en Indias, dispuso como
primera medida que se adelantase una pareja de naves, atestadas de ballesteros,
al mando de Pedro Fernández Coronel. Dichas carabelas eran, la Santa Cruz, al
mando de Pero Francés, y la Niña, capitaneada por Juan Bermúdez. Esta había
sido calafateada y renovada a fondo, pero era la Niña de toda la vida, la misma
en la que Colón había navegado a Lisboa para irle con el cuento del Descubrimiento
a Juan II de Portugal, mientras la fiel Pinta revelaba la primicia en Bayona de
Galicia. El núcleo de la fuerza transportada lo constituían 53 ballesteros,
aunque también viajaban algunos labradores y un buen equipo de homicidas. Tras
efectuar el alarde en Sanlúcar en 6 de febrero de 1498, tremolar de banderas,
trompeteos y misa, esta vanguardia del tercer viaje arribó a los pocos
días a Gomera para la habitual toma de vientos alisios, previo
aprovisionamiento. El carnaje (cecina de res) es aquí mucho más barato; y el
agua salobre del pozo de la Aguada 1, la más buscada por los hombres de mar.
Llegado a
este punto, vamos a permitirnos una pequeña interrupción del hilo del relato,
pues supongo que es preciso reforzar el argumento de que Campo viajó en el
tercero, no en el segundo viaje. ¡Estamos tocándole las narices a Las Casas!
Aunque, ahora que lo pienso, esto último tampoco tiene mucho mérito: el longevo
dominico, que escribirá los hechos al cabo de medio siglo y sin notas, a menudo
reconoce sin embozo estar haciendo literatura creativa, o apologética, que se
le parece. Campo está muy lejos de haber tenido posibiliades de haber viajado
en el segundo viaje, muy lejos de ello.
Si en una
cosa están de acuerdo casi todos los modernos historiadores y cronistas
dominicanos es en que El comendador Gallego de Azua, fundador de la
hacienda Compostela germen de la ciudad homónima de Indias, fue pasajero de
este viaje colombino, el tercero. Lo malo es que además le atribuyen el título
de mariscal y lo llaman Pedro Gallego. Vamos, señores, esto es imposible. Ya
hemos visto que el amigo Mariscal no colabora en su aserto, cuando jura y
perjura ante notario que es vecino de Santo Domingo (donde le reparten
naborías) y no de Azua. Y, como si quisiera cerrar la discusión, asevera que se
vino con Colón en el 2º viaje, para nada en el 3º. Es lo que tienen los Pedro
Gallegos, que hay tantos como centollas en las Rías Baixas. Según hemos
deducido de los registros de Alburquerque, el principal comendador a título
particular de indios de Azua se llamaba Campo cuyo apellido está vinculado con
el sobrenombre popular de cierto suburbio o plaza de la ciudad de Santiago de
Galicia: O Campo Estela o Compostela. En el escudo de la ciudad de Azua no
faltará la estrella. No obstante, una vez rebajado del mariscalato, no hay
inconveniente en acepar el resto de la trazabilidad de este Gallego del 3º
viaje con el aquí biografiado.
Recreación
de la llegada de Cristóbal Colón a la isla La Española (se trata de un conocido
cuadro romántico), donde Sebastián de Ocampo fundó Compostela de Azua 2.
La
historiografía americana ha llegado a la conclusión apuntada (el comendador
gallego de Azua llegó en el 3º viaje) basándose en la cita de un pasajero
concreto citado en la obra de Juan Gil, El rol del tercer viaje colombino.
Creo que es de justicia reproducirla aquí literalmente:
(53) Pero
Gallego, ballestero, vecino de Lugo, con 20 mrs. de paga desde el 23 de enero.
Recibe por él Pero Fernández Coronel de Bernardo Pinelo el 24 de noviembre
3.600 mrs. de sueldo 3.
De buen principio, no hay que sorprenderse del
apellido Gallego pues sabemos que el de Tuy lo usa en sus pleitos, y con él es
condenado: Campo Gallego. En la propia Azua menudearan las citas al
encomendero Campo como el comendador Gallego. En cuanto al nombre Pero,
creo que ya hemos hecho alusión a la inveterada costumbre notarial de enrolar a
los pasajeros de las naos por el patronímico y el gentilicio, prescindiendo de
florituras aristocráticas. Releyendo el rol, comprobamos como aquellos
delincuentes eran enrolados automáticamente por el patronímico (nombre del
padre) y el gentilicio (lugar de nacimiento): Baltasar de Picardía, Pedro de
Salamanca, Francisco de Baeza, Alfonso de Valladolid, etc. No está demás
recordar que Docampo se identifica testamentariamente como hijo de Piero
y, que éste Pero, sugiere ser forma intermedia entre el patronímico
directo, Pedro, y el indirecto, Peres o Peris, que dará el más moderno de
Pérez. En cuanto al vecindario que se le atribuye, en Lugo, lo más sencillo
sería pensar que Campo veraneaba a la sombra de la espléndida muralla romana de
Lucus Augusti. Pero, si seguimos con el argumento, habría que llegar a
la conclusión de que medio pasaje veraneaba a la sombra de las pirámides:
circulan por esas cubiertas los Antón de Egipto, Macías de Egipto, Catalina de
Egipto, María de Egipto…, para colmo todos en la bodega de los homicidas. La
vecindad era un concepto político; todos estos eran egipcios por ser gitanos ¡y
punto! Campo era de Lugo que no lucense, por ser un feudatario de Alonso de
Lugo, en cuya gobernación tinerfeña residía 4.
Creo ocioso
insistir en que éste Pero Gallego no puede ser el mariscal Pedro Gallego:
aparte del pequeño detalle de no tener la menor relación con Azua, el argumento
de cajón es que el mismo afirma haber sido pasajero del segundo viaje.
La shuttle
de Coronel, aquel par de carabelitas, va a embarcar ballesteros allí donde los
encuentre, y en Canarias, recogerá una buena cosecha: Andrés del Hierro,
canario, Juan de Vera, canario, Andrés de Vera, canario, Juan Portugués,
canario. Evidentemente no estamos hablando de unos pájaros amarillos que
picotean en su jaula la pluma de una jibia, sino soldados de orígenes variados
a quienes el destino había arrojado a estas playas. El cobro de honorarios por
tan dignos menesteres no lo harán hasta noviembre/diciembre, siempre por
persona interpuesta, en el caso de Campo, Coronel, vaya por Dios. En las
expediciones trasatlánticas era costumbre enrolar residentes gomeros de
tapadillo que escapaban así a las prohibiciones que afectaban a los cristianos
nuevos. Precisamente en esta tercera expedición ya se conocía bien la
especialidad de don Cristóbal: hacer picadillo de sus hombres. Fue imposible
por ello reunir en la península los 300 que se pretendía; en la cédula de recluta
la reina decía a Colón que “en cualquiera de nuestros reinos y de las islas
Canarias, podéis hacer hombres y llevarlos…”. Aun así, una parte de los escasos
226 que se consiguió arrastrar a las naves 5 iban desorejados o desnarigados en
castigo por sus crímenes.
durante las
estancias de las naves, cuya permanencia podía durar hasta dos meses, los
insulares se enrolaron en el anonimato”. Se produjeron “desplazamientos de
familias y de soldados en un éxodo ininterrumpido”, influenciados por el
ambiente de “entusiasmo por el mundo indiano”, al fin y al cabo, unas Canarias
elevadas al cubo. Durante las estancias se intercambiaban toda suerte de
informaciones a través de “conversaciones con la hueste ya veterana”, un clima
de euforia aderezado por el buen “pan, vino y carne” que producía la isla, de
suerte que la estadía solía pasarse en “fiestas y regocijos 6.
Un último
argumento a favor de la tesis de la navegación en el tercer viaje puede ser el
perfecto encaje de fechas con la biografía de Campo. El lapso temporal en que
tuvo que haberse producido el viaje del tudense, tiene un encuadre claro: entre
finales de 1497, en que acaban las últimas operaciones de Tenerife, y agosto de
1500, ya que está documentada su actuación como pesquisidor en el procedimiento
de Bobadilla contra Colón. La fecha en que surgieron las carabelas de Francisco
de Bobadilla, La Gorda y La Antigua, en el puerto de Santo Domingo, fue el 23
de agosto de 1500. Hasta esa fecha no está documentada la presencia de
Sebastián de Campo en Indias y no es creíble que todo un conquistador de
Tenerife no hubiese dejado rastros en los protocolos de la época. Por tanto, el
viaje sería antes de 1500, pero no mucho antes, porque sólo se le pide opinión
sobre sucesos del año anterior. Me temo que la tesis lascasiana de embarcarlo
en el segundo viaje peca de ligereza, salvo que el tudense hubiese tomado un
Boeing 767 entre batalla y batalla contra Bencomo de Taoro.
Vale, no
haremos trampas; queda una posibilidad y hay que descartarla también. ¿Acaso no
habíamos quedado en que la primera aparición oficial de Docampo en Indias es
firmando las actas de la pesquisa de Bobadilla contra Colón? ¿Entonces no sería
lo lógico que nuestro hombre, criado de la reina Isabel, contino (por no
llamarle espía o agente del CNI), no sería lo lógico, digo, que hubiese viajado
en la propia expedición punitiva de Bobadilla (don Francisco)? ¿No hemos dicho
antes en un alarde de erudición, que esa armada la componían La Gorda y la
Antigua? Anda ya, pues en una carabela de esas.
Bueno, pues
no. A Campo se le requiere para recibir las confesiones de Colón sobre sus
conductas torticeras entre agosto de 1498, en que llega, y agosto de 1500, en
que arriba Bobadilla. O sea. Su manía de ahorcar y cortar manos y sin proceso
ni expediente: ejecuciones sin papeles marca de la casa. Su avaricia que mata
de hambre a la colonia. Su crónica incapacidad para el gobierno, más bien
especialidad en el desgobierno. Su preferencia por vender indios en vez de
bautizarlos. Su intento de recluta de gentes, indios o cristianos, para
oponerse a Bobadilla (don Francisco), sólo abortado porque unos y otros le
rehuyeron con los pelos como escarpias. Y la permanente sospecha de su deseo de
entregar la colonia a Portugal. El enjuiciamiento cabal de los desmanes de
aquella época colombina, la más deprimente, parece exigir una presencia en
Indias de un par de años, entre el desembarco del almirante en Santo Domingo y
el reembarco del navegante, cargado de cadenas por el mismo puerto, arrestado
por el comendador Bobadilla. Por ende, sabemos que con el comendador no
vinieron gallegos:
No hubo
gallegos en la expedición de Francisco de Bobadilla enviado por los Reyes a
instancias del cardenal Cisneros como pesquisidor 7.
Añade este autor que Sebastián de Campo era
“nacido en Noya, donde se había radicado una rama de su familia, originaria de
Santiago”. El natalicio en Noya es erróneo, aunque estuvo muy extendido el dato
antes de haber sido publicado el testamento por Carmen Mena.
Acude ahora
a nosotros el pensamiento que el de Tuy no haría muchos remilgos cuando el
notario, al enrolarlo, anotó: Pero Gallego. Si hubiese empezado a enrollarse
con que, bueno, él era de Tuy, pero que en el fondo la ciudad se llamaba
Buenaventura, pero que Tuy recordaba el nombre romano Tude que le
gustaba al obispo, pero que ahora era condado de Camiña, pero ya no, que su
padre era un Hernández, pero que a él le molaba más el apellido Campo al que
tenía cierto derecho… En estos casos te daban la patada y te echaban al agua.
En fin,
todos estos argumentos son una patente evidencia de que Campo zarpó de Gomera
en el tercer viaje, aunque no ignoro que me enfrento a todos los que siguen al
padre Las Casas, es decir a todos los españoles, que lo embarcan en el segundo,
y eso quizás sea pecado. Para lavar mi conciencia alegaré que pueden
compaginarse ambas posturas recurriendo a la capacidad volátil de los gallegos
que, agrupados en la Estadea o Santa Compaña, son capaces de encaramarse a los
ámbitos celestes, desplazándose con increíble rapidez de un punto a otro del
orbe terráqueo. Vale, así, sí.
¿En cuál de
las dos carabelas se embarcó Campo? A eso responderé a la gallega con otra
pregunta ¿porque hay que elegir, si una era copia de la otra? En la rada de San
Sebastián estaba fondeada la histórica Niña con la que Colón corrió a
envanecerse de la noticia del Descubrimiento a tierras portuguesas
(primero, Azores, luego, Lisboa). Y, a su costado, otra carabela, llamada
primero la India y luego la Santa Cruz, fabricada con los restos de seis
embarcaciones destrozadas por un huracán, al que había sobrevivido únicamente
la Niña, y como fiel copia de esta. Así pues en el puerto de Gomera se
abarloaban la Niña, también llamada Santa Clara, y la Niña, también llamada
Santa Cruz.
¿En qué
medida planeaba en la mente de Campo el diktat tragicómico que se había
decretado a bordo de esta misma embarcación durante el segundo viaje? Sí, tu,
el juramento exigido por Colón de que Cuba era la Tierra Firme. ¿Intuía de
algún modo que a él le iba tocar resolver el trágico equívoco? Acude a mi
pensamiento la idea de que llegados a este punto son necesarios al menos unos
apuntes sobre la biografía de este buque, histórico donde los haya.
La Niña era
un barco fácil, de unos cincuenta o sesenta toneles y cuatro mástiles: trinquete,
mayor, mesana y contramesana. El triangular velamen a la latina, bueno para
navegar contra viento en el Mediterráneo, fue sustituido en los prolegómenos
del primer viaje por el redondo (o sea, cuadrado), más útil para navegar de
empopada por el Atlántico, empujado por los alisios. Proa baja, pequeño alcázar
a popa encima de las provisiones, y poco más, que es mucho para la gente de
mar, puesto que navegaba bien. Hizo el primer viaje en 34 días, que no está
nada mal, al mando de Vicente Yáñez Pinzón; y, tras haber destrozado a La
Gallega contra la barrera de coral, Colón se puso a su mando. En el segundo
viaje, batirá su récord: 26 días. Luego, en 24 de abril de 1494, desde la isla
Española, Colón zarpará con ella y dos carabelas más, para reconocer Cuba y
demostrar que forma parte del continente asiático. El Almirante pertenecía a
esa especie de científicos que primero sacan conclusiones y luego investigan,
al revés que los vulgares y corrientes. Confundiendo la milla itálica (1480
metros) con la árabe (2000 metros),
borraba de
un plumazo, o mejor de un golpe de cálculo la zona ocupada por el Pacífico y
América. Todo empezaba a encajar y las 750 leguas que separaban los bordes del
Océano desde las Canarias hasta las nuevas tierras, coincidían según sus particulares
cálculos con lo que él previamente sabía… un hombre que conocía muy poco de los
postulados de la ciencia de aquel momento y que se movía más dentro de la
vaguedad que otra cosa. Por tanto, estaba a un paso de ser tomado por un
farsante 8.
Llegados a
un punto del cabotaje de Cuba, cuando Colón calculó que llevaban 335 leguas, el
comandante mandó a parar, puesto que ¡no existen —aseveró— islas tan largas!
Cuba era Asia y a callar. En tal momento y a bordo de la Niña, se produjo el
tan manido Juramento Colombino.
En la
carabela Niña que ha por nombre Santa Clara, ante mí, Fernán Pérez de Luna,
escribano público de número… que dijesen si tenían alguna duda de que esta
tierra fuese la Tierra Firme… y les puse pena de 10.000 mrs. y cortada la
lengua, y si fuera grumete o persona de tal suerte, que le darían cien azotes y
le cortarían la lengua.
(Establecer
una equivalencia científica en kilómetros de la legua requeriría estudiar caso
por caso sus variedades, entre los 4 y los 6, picos aparte. Pero nada nos
impide establecer una correlación “en zapatillas” multiplicando por 5, siempre
que no seamos agrimensores. La de 3 millas por legua también puede hacer que te
apedreen los alumnos de Náutica).
El asunto
tenía sus bemoles, puesto que en Pinar del Río, donde hubo que jurar, ni
siquiera llevaban recorridas 335 leguas (1000 millas náuticas); más bien sólo
unas 200 (600 millas). La escena tiene, que duda cabe, una vis cómica, pero
puesto que la draconiana norma causó al menos una muerte por inanición, la del
cura gallego citado como el abad de Lucerna o Lucena (en gallego, abad
significa párroco, y la parroquia se llama Lucenza, Ourense), será mejor
tragarse las chanzas. A semejante monstruo ideológico, que no se podía soslayar
dada la calidad de visorrey de Colon, será al que tocará enfrentarse a Campo
mediante el bojeo integral de Cuba. ¿Tendría pesadillas mientras dormía
incómodamente de pasaje a La Española, la cabeza sobre un cordal, los pies
encogidos contra un barril?
Bah, pero
sigamos con las navegaciones de la Niña, a la que habría que darle la Gran Cruz
del Mérito Naval. Mucho tuvieron que aguantar sus cuadernas ¿qué pudo pensar el
pobre barco mientras Colón sostenía con toda seriedad que la mitad de la esfera
terrestre tenía forma de teta? ¿Qué en el pezón estaba el Paraíso? Aunque,
ahora que lo pienso, es posible que los amantes y los bebés piensen eso de
verdad. Va, no divaguemos. Luego ¿a dónde navegó luego esta valiente carabela?
Ah, sí hubo que viajar a Roma con el obispo Fonseca a bordo, para ganar
indulgencias. Para entonces ya era propiedad al 50% entre Colón y la corona y
no se le escatimaba una sola oportunidad de flete. Aun no se habían inventado
los museos navales. A la vuelta la capturaron los corsarios de Tolón, pero como
tuvieron la mala idea de poner de guardia a unos del Puerto de Santa María,
estos se pusieron de acuerdo con los tripulantes, que eran de Palos, y
arrojaron a los franceses al agua 9. Y ya estamos donde había empezado este flash back.
Bien remozada, la Niña se arma como avanzadilla del tercer viaje en compañía de
su copia, la Santa Cruz. Alguien habría susurrado al prudente Campo que el
calafateado había costado 35.000 maravedís: sube tranquilo, pardiez.
De sus condiciones marineras nunca habrá
queja: en 35 días desembarcará su tropa de ballesteros en Santo Domingo, donde
Bartolomé Colón había trasladado la capital de La Española. Será la primera
tierra americana que pise Campo, que pensaría que se dirigían a Isabela. Pero,
en ese mes largo de navegación, tiempo habría tenido de escuchar la conseja: en
la abandonada capital del Norte, los conquistadores se empezaban a convertir en
fantasmas que, cuando se sacaban el sombrero para saludar, se extraían también
la cabeza. La última cita que tenemos de la Niña-Santa Clara nos la muestra
navegando hacia la costa de las Perlas en 1501; allí, tras embarrancar
probablemente contra un arrecife, ascendió al Paraíso de los barcos famosos. Se
lo tenía merecido.
El jueves 21
de junio de 1498 las seis embarcaciones restantes de la flota izarán velas en
Gomera, rumbo a Indias. Habían llegado hasta allí dando un recorrido sinuoso
por las islas de Madeira, de acuerdo a los gustos lusófilos del genovés. A la
altura de la isla de El Hierro, Colón dividirá el sexteto: tres carabelas con
el elemento más militar, marchan directas a La Española, dada la urgencia de
completar el apoyo a la mermada colonia contra los indios levantiscos y
llevarle el consuelo de la comida: quesos que Las Casas dice que habían sido
comprados en Gomera donde eran “muchos y buenos” y, sobre todo, el chispeante
vino de tierra volcánica. Las tres carabelas despachadas en primer lugar iban
al mando respectivamente de Pedro de Arana, hermano de Beatriz, la madre de
Hernando Colón el hijo menor del Almirante; de Juan Antonio Colón, otro
pariente; y de Alonso de Carbajal, que será el que va a crear más problemas a
la famiglia.
Siguiendo su
viaje con buen tiempo hasta que llegaron a las islas de los Caribes que son las
primeras que encuentran los navegantes para ir al puerto de Santo Domingo; pero
como los pilotos no sabían navegar tan bien como ahora se acostumbra (dice
Hernando Colón), no supieron hallar aquel puerto y se dejaron llevar por las
corrientes al occidente abajo hasta que dieron fondo en la provincia de Suraña
en donde estaban los rebelados 10.
¿Cómo, qué,
qué, qué rebelados? Pues nada, que mientras el almirante recalaba en España y,
ante el régimen de hambre y corte de apéndices (manos, pies en todo o en parte,
narices, orejas…) que habían impuesto sus hermanos Diego y Bartolomé, alias El
Prefecto y El Adelantado, un tal Francisco Roldán había encabezado
una sublevación con este tentador programa electoral dirigido a los colonos que
quisieran seguirle:
en lugar de
azadones manejaréis tetas; en vez de trabajos, cansancio y vigilias, tendréis
placeres, abundancia y reposo 11.
Este será el
programa vigente en el lugar, esta será la alternativa que los hados del
destino van a ofrecer a Campo: O tetas, con Roldán, o sudores y amputaciones
gratuitos con los Colón, esos extranjeros, ni pagaban sueldos ni dejaban tocar
teta india.
Campo, lo
sabemos, era tocón.
Los cuales
(los roldanistas tocadores de tetas) luego conocieron que venían los
navíos fuera de camino y que no sabían nada de su levantamiento, así entraron
algunos en los navíos fingiendo que estaban en aquella provincia por comisión
del prefecto (Diego Colón) para aprovecharse mejor de bastimentos y tener en
paz y sujeción a los indios de aquel país 12.
Alonso de
Carbajal que era el más práctico de los capitanes y el único ajeno a la familia
Colón, empezará a tratar de paz con Roldán. Mientras, los astutos roldanistas
se familiarizarán con los pasajeros y les tomarán palabra de quedarse en su
compañía. Carvajal resuelve en consejo de capitanes que la gente irá por tierra
a Santo Domingo. Tocó al apocado Juan-Antonio Colón el viaje y cargo de la
gente terrícola, unos 40; a Arana, cabotar con los navíos a Santo Domingo; a
Carbajal, lo suyo, seguir negociando. Aquellos a los que tocó ir con Colón se
pasaran casi en masa a los rebelados. El primo de Colón dio la vuelta y es de
pensar que una lágrima asomaría a su mejilla cuando reapareció, sólo, en
Suraña.
Mientras, en
Santo Domingo, los capitanes que habían venido por mar hallaron al almirante,
que había completado un periplo con las tres naves que se había reservado y
habían puesto pie por vez primera en el continente americano, en adelante La
Tierra Firme. Tras muchas negociaciones por intermediarios se llegará a unas
capitulaciones con Roldán: los acuerdos incluirán la autorización a algunos
cristianos para permanecer en la zona de Azua, Sur de la isla, veintitantas
leguas al Oeste de Santo Domingo. Esté será según Henry Melo el origen de la
fantástica Compostela tropical: una encomienda de indios y azúcar que seguro
que encantaría a Campo por su estilo netamente canario.
Los orígenes
de la hacienda Compostela hay que fecharlos pues a principios de 1499. En aquel
año, como consecuencia de los pactos entre el almirante y los roldanistas, se
enviarán dos carabelas al sur de La Española, a disposición de aquellos
levantiscos que quisieran regresar a España. La pequeña flota recalará en Azua,
en los dominios del cacique Cuyocagua. En las conversaciones a cara de perro
que allí mantendrán una y otra parte, los sublevados intentarán forzar al
almirante a cumplimentar todas sus reivindicaciones,
constriñéndolo
con amenazas contra las gentes de Colón que estaban conviviendo en el caserío
con los indios de Azua 13.
Esta negociación
definitiva se tuvo en agosto, por lo que puede presumirse que españoles, gentes
de Colón, Campo probablemente entre ellos, estaban allí desde principios de
1499, dado que se habla de convivencia lo que implica el plazo temporal
necesario para crear costumbre. De esos españoles de Azua destacaremos a uno
que, según se deduce de los posteriores registros de encomiendas, usará
alternativamente los apellidos de Gallego o de Campo. Supongo que no hay que
ser muy astuto para caer en la cuenta de a quién nos referimos.
Ya se ha
hecho referencia a la hacienda que pertenecía al español (Pedro) Gallego, en
las inmediaciones de Azua… era de la región de Santiago de Compostela en
Galicia, posiblemente el gentilicio de Gallego sea exactamente un gentilicio y
no su apellido. Pero lo cierto es que funda una hacienda a la que denomina
Compostela en honor a su tierra natal, a saber Santiago de Compostela… ¿Cuándo
llega este español al territorio de Azua?... (la) posibilidad que es la más
lógica se narra en la obra de Consuelo Varela “Fray Bartolomé de las Casas,
Obras Completas”, la cual recoge en su apéndice 4 la lista de los pasajeros que
acompañaron a Cristóbal Colón en el tercer viaje a Santo Domingo. En esta
nómina aparece el nombre de Pedro Gallego… es decir que este español llega con
Cristóbal Colón en 1498 y es uno de los que van en las dos carabelas que se le
entregarían a Roldán y su gente, pero que por causa de una tormenta tuvieron
que detenerse en Azua durante dos meses, hasta que estas fueron reparadas… En
estos dos meses Pedro Gallego se sintió a gusto en el lugar, ya sea por el
clima, ya sea por la gente, ya sea por la razón que fuere y decidió quedarse en
los dominios de Cuyocagua y vivir a expensas de sus súbditos… 14
Esta última
versión retrasa los orígenes de Compostela a la primavera-verano ¿de
verdad que tienen importancia? Lo cierto es que esta hacienda va a ser la más
importante de Azua, en las márgenes del río Ocoa. La siguiente cita narra el
lugar donde se tiene la entrevista entre Diego Méndez (uno de esos náufragos
que iba dejando Colón por ahí), y el propio Campo Gallego:
en la
provincia de Azoa con el Comendador y Mariscal Pedro Gallego, dueño de la
Hacienda Compostela (lugar de la entrevista con el náufrago Diego Méndez) 15.
Así pues,
entre finales de 1498 y 1499 Sebastián de Campo iniciará la tercera de las
fases de su vida, la que le convertirá en el anti-Colón por excelencia al
desmentir el mito de que Cuba pudiera ser parte del continente asiático, una
protuberancia o verruga de la China. Mito que el genovés hará jurar a sus
súbditos bajo pena de una buena manta de latigazos y glosectomía. Eso, en el
mejor de los casos; las dudas también podían llevarte a la muerte por
inanición, como la que se infringió al abad de Lucenza con el agravante de
privarle unos tragos de viño do Ribeiro in articulo mortis. Gente
despiadada estos genoveses. Ya, muy pronto, casi de inmediato, Campo empezará a
tenérselas tiesas con el almirante, como parte del equipo acusador de
Bobadilla. Esta incorporación inmediata al equipo acusador del tío de su
ex-señora gomera, hace más que evidente en que podían consistir las misiones
que aquí se le habían encomendado como contino real. Las concretas
instrucciones no las podemos saber porque estos criados reales actuaban siempre
en el mayor de los secretos. Pero ya para entonces a los Católicos había
empezado a atragantárseles la troupe italiana.
1 Antonio TEJERA GASPAR. Colón en las islas Canarias. La Gomera y Gran
Canaria. Le canarien ediciones. La Orotava, Tenerife, 2020.
(Gomera,
pozo de la Aguada) “Procuraban buscar agua que tuviera un cierto grado de
salinidad porque se conservaba mejor en las travesías… Brocal circular (1,62
metros de diámetro), abocinado a partir de 3,25 metros, aro externo enlosado de
piedra gris rojiza, loza chasnera… ”
2 LA OPINIÓN. Resumen de Prensa. Universidad de Sevilla, 19 de mayo
de 2014.
3 Juan GIL. El rol del tercer viaje colombino. Revista de estudios
americanos, CSIC. Historiografía y Bibliografía Americanistas, vol 29, nº 1
(1985).
4 Ibidem.
Quizá Juan
Gil, que ha aclarado miles de otros equívocos, haya sido cómplice inconsciente
de esta confusión del Pero Gallego del 3º viaje con el Pedro Gallego, mariscal,
cuando en sus notas lo da por vecino de Santo Domingo o quizá también de
Buenaventura, lugares donde en efecto reparten naborías al mariscal. Mariscal
que ante notario se encarga de aclarar que fue pasajero del 2º viaje.
5 Ibidem.
6 Analola
BORGES. La región canaria en los orígenes americanos. Anuario de
estudios atlánticos. Las Palmas, 1970.
7 Carlos Esteban DEIVE. Los gallegos y otros españoles en Santo Domingo.
1492-1514. Fundación García Arévalo, 2016.
8 Luis ARRANZ MÁRQUEZ. Cristóbal Colón: Misterio y grandeza. Marcial
Pons. Madrid, 2013.
9 Leopoldo GOROSTIZA DAPENA. Las naves colombinas: historia y
reconstrucciones científicas. Actas de las Jornadas de Historia sobre el
Descubrimiento de América. Universidad Internacional de Andalucía, 2010.
10 Hernando COLÓN Y ENRÍQUEZ DE ARANA. Historia del almirante don
Cristóbal Colón. Imprenta Tomás Minuesa. Madrid, 1892.
11 Ibidem.
12 Ibidem.
13 Juan GIL, ibidem.
14 Henry MELO. Azua de Compostela. Origen y fundación. Amazón-Kindle.
Santo Domingo, 2016.
15 Apolinar MEDRANO. Ruinas de
Pueblo Viejo. Tuculebra, web. Junio,7,2019.
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