Con el hombro roto, lo mejor es usar caña electrónica, en otro caso, me parece poco deportivo |
SUMARIO
1.-¿DEBE ESTAR BIEN CATASTRADA LA FINCA LEGADA EN PAGO DE LEGÍTIMA?
La pregunta, en esencia trata de un sucesión en la que quedan dos hijos: a uno, el testador le ha instituído heredero; al otro, le ha reconocido el crédito legitimario (o sea, que es acreedor de 1/8 del valor del caudal líquido). En pago, le ha señalado determinada finca que, se descubre, tiene el pequeño defecto de no estar catastrada a nombre del causante, sino de terceros o formando parte de referencias catastrales ajenas y variadas. Estamos otra vez ante la típica polémica gallega entre fincas imaginarias y fincas reales, catastradas y georreferenciadas. La consulta es si el heredero está obligado a pagar los gastos para regularizar (catastrar) la finca legada; un proceso que suelen empezar por la georreferenciación a cargo de perito. También se inquiere por si es posible crear una nueva finca catastral.
Salieron varios congrios, devueltos de inmediato al mar |
Los sargos no tuvieron tanta suerte: a la parrilla |
RESPUESTA: Sobre esta materia distintos abogados podrían tener criterios diferentes; incluso dos jueces podrían fallar de distinta forma sobre el mismo asunto. Te daré mi opinión que sólo es eso: la mía.
En principio, en los legados de cosa concreta no hay derecho a la evicción y si la cosa legada tiene defectos, aunque sean jurídicos, simplemente el legatario se fastidia. Por ejemplo, si te legan la catedral de Santiago y luego descubres que ¡oh!, ¡es de la Iglesia!, pues te quedas sin nada, sin posibilidad de protesta. Lo mismo sucede si te legan un piso y luego descubres que el testador solo era dueño de un cuarto: el legatario se aguanta con su cuartillo sin que pueda pedir el libro de reclamaciones. El heredero cumple con pagar los gastos de la entrega (886 CC).
Distinto es el legado de género o especie, como el dinero: en estos casos, el heredero que acepta responde del saneamiento por evicción (porque estos bienes son sustituibles) y puede verse obligado a abonar su “estimación”.
Me hablas de un legado de cosa concreta (una finca), pero, y eso es muy importante, me dices que lo es en pago de legítima. La legítima gallega es un quantum (si son dos hijos, 1/8 del valor líquido de la herencia a cada) y eso es intocable: cualquier accidente jurídico que disminuya su valor (insuficiencia) debe ser subsanado o indemnizado mediante el complemento (art. 247 Ley de Galicia), a cargo de la herencia.
Así puesto el asunto se trata de determinar si el hecho de que la finca legada en pago de legítima este catastrada a nombre de un desconocido disminuye sustancialmente o no su valor. A mi juicio, el deterioro es importante. El Estado presume ciertos los datos catastrales (art. 3 de la ley del Catastro) de suerte que el dueño, en principio, es el titular catastral, no el testador ni el legatario. En tal caso, éste aun podría recuperar la cosa probando en juicio sus títulos, pero cabe que el daño sea total, pues la titularidad catastral da la llave para acceder al Registro y si un 3º compra de titular registral, es mantenido en su adquisición pase lo que pase con el derecho inicial (art. 34 LH). O sea que el legado podría quedarse en nada. En resumen, el heredero es responsable de los gastos de entrega del legado, pero si lo que entrega es un churro, puede que su obligación no esté bien cumplida (repito que es una opinión).
El procedimiento catastral (que se puede tramitar tanto en la oficina del catastro como en una notaría del lugar) empieza por la medición y georreferenciación de la finca a cargo de un perito (hoy ya no sirve aquello de los “marcos”). Luego, se notifica a los colindantes, por sí alguno tuviera algo que alegar y se coloca sobre el plano, a ver si "cabe". Si no hay oposición, suele resolverse felizmente, pudiendo catastrarse como una nueva finca independiente. Si hay discrepancias justificadas, la cosa pasa al juzgado.
Supongo que entre partes, lo mejor avenidas posible, es posible llegar a un acuerdo de colaboración, al menos en la fase inicial.
2.-¡YO NO CREO EN EL CAMBIO CLIMÁTICO!
Acabo de leer un buen artículo de Guy Sorman en el ABC. Pone de relieve lo estúpido que es la no creencia en el cambio climático: viene a ser como desconfiar de que al día siga la noche o de que las cuatro estaciones se sucedan fatalmente una detrás de otra. El clima cambia, es evidente, a los períodos de enfriamiento siguen otros de calentamiento: así fue desde la noche de los tiempos. Grandes ciclos, como las glaciaciones y los periodos de calentamiento interglaciar, a lo largo de milenios; oscilaciones menores, medibles en siglos, como el óptimo cálido medieval, en que los viñedos llegaron a los países nórdicos, o la "pequeña glaciación" con sus picos del siglo XVII y XVIII, cuando el Sena se volvió un glaciar y las copas de vino con que brindaban en Versalles se les helaban en los vasos. En el Museo de los Glaciares (Sion, Suiza), a través del estudio de las capas que van quedando descubiertas de hielo en las época cálidas, se comprueba, por ejemplo, que en la época de Julio Cesar, bajo lo que después fue hielo y nieve, existían prósperas poblaciones: el calentamiento en la época romana (muy superior en términos así medidos a todo lo esperable en el S XXI), no representó una catástrofe, sino, en palabras de Gibbon "la época más feliz de la humanidad".
Lo que es discutible y discutido por muchos premios Nóbel es que la acción humana sea la causante de esos ciclos. Es probable que con emisión de gases o sin ella, las fuerzas cósmicas siguieran produciendo los mismos o parecidos cambios climáticos. O sí o sí. Y, aun sabiéndolo, cabe tratar como adultas a las personas, excitándolas o incluso obligándolas a luchar contra la contaminación, el deterioro de las aguas, la extinción de las especies: es una lucha que atañe a la supervivencia, no del Mundo, sino de nosotros, de las personas, los seres humanos en definitiva.
¿Por qué discutimos, entonces, si el cambio es algo evidente? Discutimos, como siempre, por causa de Religión. El cambio climático como fenómeno de origen humano-occidental (en China, Rusia o la India se ríen con eso) se ha convertido en un dogma de fe. Como en tiempos de la Inquisición a los que buscan racionalizar la discusión se les llama herejes relapsos; no, perdón, quiero decir "negacionistas". Se les persigue con tanta saña que de buena gana se volverían a encender las hogueras para ilustrar a los niños con tan emocionante espectáculo. La Iglesia ha perdido comba: su Juicio Final, sus calderas de Pedro Botero o el Apocalipsis de Juan, ya no impresionan a nadie.
Vale pero ¿qué tan malo es todo eso? Cambiamos el mural del Juicio de Miguel Ángel en la Sixtina por otro de Banksy sobre el "cambio climático" y todo solucionado ¿no? No. Lo malo es que el fanatismo en esta materia nos ha desarmado frente a los que se mondan de risa. Para no "calentar más el planeta" hemos renunciado a nuestras fuentes de energía históricas por otras llamadas "renovables". Como estas no producen bastante, tenemos que complementarlas con un combustible fósil: el gas natural, que quemamos en las llamadas centrales "de ciclo combinado". El gas viene en gran parte de Rusia o sus aliados, en cuyas manos nos hemos puesto. Que rápidamente ha extraído las conclusiones pertinentes: por eso hay guerra.
Volviendo a los romanos, estos aplicaban una inteligente máxima: Si vis pacem, para bellum. Los torpes de los europeos la han leído al revés: Si vis bellum, para pacem.
Está bien la creencia en el cambio climático. También es respetable la duda. Pero en materias de conciencia, el Estado debería ser laico.
Fiesta de la Cebolla en Sanxenxo, tan colorida como siempre |
3.-DOCAMPO VERSUS COLÓN
Tras la derrota sin paliativos conocida como La matanza de Acentejo, llegó la inevitable Revanche, bueno era Lugo para eso. En nuestra Historia se la conoce como La victoria de Acentejo (cap. 6, libro II de Docampo versus Colón) y, si te interesa, yo que tu le echaría un vistazo.
-6-
El comendador Gallego
La casi totalidad de los supervivientes de la masacre
terminaron con éxito la evacuación del recinto fortificado de Añazo, que, de no
haber mediado La matanza de Acentejo, no habría bastado más que para los
capitanes. El ataque de los anagüeses a la Torre apenas restó cuatro bajas
adicionales. Es razonable pensar que, si la vida de Campo no fue muy larga,
algo habrán tenido que ver las heridas generalizadas que recibieron los pioneros
de Tenerife. Tras el escarmiento, al menos hay que reconocer cierta competencia
al adelantado Lugo en la organización del reembarque de los aterrorizados
supervivientes, que conducirá sanos y salvos al puerto de Las Isletas, en Las Palmas.
La retirada se completará sin pérdidas entre mayo y junio de 1494. Pensamos que
habrán bastado unas docenas de escopeteros y ballesteros para mantener a raya a
los enfurecidos taorinos (Lugo tenía una experiencia exquisita en resistencia
de asedios). En cuanto al abordaje de los esquifes, ya en el mar, ningún cuidado
¡estos guanches tienen pánico al agua,
como los gatos!
Naturalmente el adelantado pensó en los culpables del
fiasco y, como en Tenerife solo habían estado él y sus tropas, llegó a la elemental
conclusión de la culpa había sido de los gallinas de sus soldaditos. Sonreiría
al ver que tenía la solución tan a mano ¿dónde estaban los despiadados guerreros
que habían sometido a los batalladores moros de Granada? La guerra había terminado
en 1492 y había montones de bragados milites tirados por las calles y garitos del
Sur, empezando por Sanlúcar de Barrameda, a disposición de aquel que pudiera pagarlos.
Envío a Andalucía a Gonzalo Suárez de Quemada con catorce o quince esclavas para
suavizar las negociaciones con el gobernador, el duque de Medina Sidonia. Se acordó
un cuerpo de más de un millar de hombres (cierta crónica da alguno menos), que
iría a porcentaje, más un jugoso anticipo de dinero, esclavos y ganados. Muchos
de aquellos soldados, al mando de Estopiñán, que van a protagonizar el 2º desembarco
en Tenerife, parecerán cresos, con jubones de terciopelo, armaduras bruñidas y
collares de oro. No menos interesado fue el refuerzo que envió doña Beatriz,
debiendo el general pagar los barcos por adelantado, donde se demuestra que la
gente importante jamás mezcla el amor —sobre ese tema la dama andaba en tratos
con Lugo— y los negocios. Los banqueros se pusieron imposibles, y el genovés
Palomares exigió la venta del ingenio azucarero de Agaete, donde Lugo había velado
sus primeras armas. Los armadores tampoco renunciarán a un interés usurario del
50% de los esclavos, ganados y demás preseas, deducidas las costas y el quinto
real. Eran los tales:
cuatro vecinos de Sevilla, Francisco de Palomares,
Guillermo del Blanco, Nicolás Ángelo (Angelate) y Mateo Viña, los cuales le
socorrieron con dinero…1
Antes que nada, hubo que poner los papeles en regla:
en aquel tiempo no te caía una multa si no lo estaban, sino la vida. Lugo se dirigió
a la corte en busca de solución para dos cosas. La primera se despachó con rapidez:
obtuvo una prórroga de diez meses para la conquista Tenerife, por lo que ahora
ya tenía hasta diciembre de 1495. Con hombres de pelo en pecho, como ahora, no chiquilicuatres,
como los de la otra vez, debería bastar. Para su otro propósito, hubo que dar
más explicaciones, no es que el acusara de nada a Beatriz e Inés, por Dios,
pero le estaban pidiendo avales, anticipos e incluso la puesta en prenda de sus
propios hijos, Pedro y Fernando de Lugo (empeñados a Inés Peraza), como si
fuera un pordiosero y no un futuro marido de la primera. Los reyes sonreirían,
les gustaban esos que nunca se rinden, como Colón, como Lugo. Escribirán Beatriz
como les había pedido:
Ya sabéis lo que os hemos escrito, rogándoos y
encargándoos que dieseis a Alonso de Lugo toda la gente, favor y ayuda que pudieseis
para la conquista de Tenerife, de la que tiene el encargo; y porque ahora dice
que tiene más necesidad y todavía tiene el encargo que le hemos prorrogado, os rogamos
y encargamos le hagáis dar toda la gente de a caballo y a pie, y el favor y ayuda
que podáis, como cosa de nuestro servicio 2.
El desembarco del cuerpo expedicionario se realizó en
el conocido Puerto Caballos, Añazo, a principios de 1495, pues el Consejo Real
tiene aviso en febrero de ese año de que “están en la dicha Tenerife 3”. Visto lo visto, esta vez se guarneció la retaguardia
no con una, sino con dos fortalezas dotadas de la suficiente reserva estratégica.
Los “menceyes de paces”, Adeje, Abona y Guimar, corrieron a besar las manos de
su Señor, les iban en ello las vértebras del cuello y la libertad de sus hijos.
Lugo simplemente los ignorará, insinuando que la otra vez habían aconsejado a los
de los bandos de guerra sobre técnicas militares cristianas para hacer frente
a sus ejércitos. Quizá no estaba de buen humor: los oficiales reales habían
pretendido gravar con el impuesto de la alcabala las primicias de esclavos que
había remitido a Andalucía con los primeros frutos de la incursión. Por suerte
los reyes no le quitarán su favor y ordenarán la exención fiscal de las piezas exportadas
“como si fuesen cavalgadas que se hisiesen en tierra de moros 4”.
¡Medina Sidonia!, ¡Medina Sidonia! El grito partió de
los barcos que llegaron al cabo de unos meses, llamando al apellido. Era el
cuerpo de Estopiñán enviado y no gratis por el aristócrata andaluz, pero de una
garantía absoluta. Los caballos y los hombres de hicieron diminutos cuando se
pasó revista, al extenderse por la explanada de Santa Cruz la holgada tropa
reunida de más de 1600 hombres. Al frente del cuerpo expedicionario gomero se encontraba,
con el grado de capitán, Sebastián de Campo:
allí desembarcaron y el general Alonso de Lugo besó la
Santa Cruz que en la entrada pasada había puesto en aquella playa con mucha devoción,
pidiendo a Cristo nuestro Redentor y a la Reina de los Ángeles su madre Nuestra
Señora de la Candelaria le diesen su favor y ayuda en aquella pretensión y
conquista y victoria contra los enemigos de la santa fe, siguiéronle con la misma
devoción el capitán Bartolomé Estupiñán, y los capitanes… Sebastián de Campo…
y todos los demás que dejo de referir… 5.
Es esclarecedora otra lista de tropas desembarcadas,
la de fray Alonso de Espinosa, que, si bien refleja una serie de nombres similares
o parecidos, omite a Sebastián de Campo y, hace aparecer a un misterioso embozado:
el comendador gallego. Lo más curioso es que el tal comendador aparece precedido,
en Espinosa, de una serie de nombres idénticos a los de la relación de Núñez de
la Peña (Pedro Benítez, Antonio Vallejo, Mateo Viña, Alonso de las Hijas, Juan
Perdomo, Jaime Joven). Parece de cajón que ya por entonces Sebastián había
encontrado un nuevo alias, por más que ni de lejos fuese comendador de ninguna
de las órdenes militares, Santiago, Alcántara o Calatrava. Gallego de apellido,
sí, como tal es condenado en la causa Herodiana. Creo que a los panegiristas
les bastó con que trajera a sus órdenes algunos guanches de guerra a él
encomendados. Quien, en esta ocasión, no puede ser el comendador gallego es otro
al que le encanta exactamente el mismo apelativo, Gabriel Varela, y ello por un
motivo puramente elemental: estaba en Indias aturando al Colón del 2º viaje, y no
volverá hasta 1496 para dar novedades a los Reyes. Gabriel Varela en Canarias
conseguirá datas de terreno por merced real, no como conquistador, y se hará
figurar en las listas como “comendador de la orden de Santiago, gallego 6”, un grado de precisión mayor, pero un farol, puesto que
apenas era caballero. Con lo que la pareja, el arribista y el conquistador, emparentada
entre sí, se asegura de complicarnos las cosas al utilizar el mismo falso título,
pero es lo que hay. Se ríen de nosotros, joder.
Perdón, creo que con esta diatriba, me he olvidado de
la cita de Viana:
Los conquistadores que con sus armas y caballo se hallaron
en la conquista, son: …Pedro Benítez, Antonio de Vallejo, Mateo Viña, Alonso de
las Hijas, Francisco Albornoz, Juan Perdomo, Jaime Joven, el comendador gallego…
7.
En lo que hace al estadillo de tropas que nos trasladan
los cronicones —Ovetense, Matritense, Lacunense—, la enumeración de soldados
está clara: supervivientes de la Matanza, en particular la compañía del gobernador,
unos 100 hombres, más un número indeterminado de guanches fieles de Galdar, los
50 gomeros de Peraza-Bobadilla, y, sobre todo, la fuerza de choque: un millar
de fríos profesionales de Medina Sidonia dispuestos a que se acabasen los jueguecitos
para siempre.
Con los nuevos mílites iban supervivientes de la
primera entrada. La crónica Ovetense menciona 100 hombres facilitados
por Pedro de Vera, a cuyo frente y por alférez marchaba Juan Milián, yerno de
Alonso Jaimes de Sotomayor, y cincuenta vasallos proporcionados por Inés Peraza
8.
El texto (redactado un siglo después de los hechos que
narra), contiene varios patentes gazapos, pero se entiende. Vera, que había sido
cesado por la reina ante su brutal represión de la rebelión gomera, ya no era
el gobernador de Canaria, sino Maldonado. Centrándonos en la compañía capitaneada
por Campo, ciertamente el señorío eminente era de Inés, pero el poder real en Gomera,
como tutora de sus hijos, lo ejercía la Bobadilla. Una información adicional
podemos extraerla del hecho de que la compañía típica renacentista al mando de
un capitán (en este caso se nos dice: Sebastián de Campo), estaba formada de cien
hombres: si ahora, en la rentrée se nos presenta con cincuenta, es fácil
deducir el número de bajas sacrificadas en la Matanza de Acentejo. Gran
parte de la hueste embarcaría con sus caballos: tal fue la petición de sus altezas
y no hay noticias de que hubiera queja.
Esta vez toda prudencia será poca y Lugo no dará la
orden señalando a lo alto del volcán (La Cuesta) hasta que en otoño esté
bien coordinada la variopinta milicia: españoles isleños, idem escapados de La
Matanza de Acentejo, guanches de paces de diversa procedencia, andaluces reclutados,
algún portugués y el tipo importante que les iba a sacar las castañas del
fuego, Estopiñán, del que se comentaba que sólo como entretenimiento había bombardeado
Cádiz a mansalva durante las guerras nobiliarias. En Granada, había perdido la
cuenta de moros alanceados. Bastaba su aguardentosa voz de mando, ¡Santiago y a
ellos!, para que una masa de hombres se convirtiese en una maquina militar implacable:
esas frías mandíbulas. Todos sabían lo que le iba a pasar a los guanches tinerfeños
y no era nada bueno. Aun así, un escarmentado Lugo, que en la entrada
previa había perdido un montón de sangre en la evacuación desde el campo de batalla
hasta el acuartelamiento, insistió en situar una nueva fortaleza intermedia de madera
y adobes. Se deduce que en las retiradas era lo único en que se mostraba previsor.
El castillo de Gracia quedó emplazado a mitad de la cuesta en dirección a
cierta llanura que rodeaba una laguna (La Laguna), primer objetivo militar
de la expedición. Puede que esta vez fuese en plan amarrete, pero los demás no
tenían a sus hijos, don Pedro y don Fernando de Lugo, empeñados a doña Inés Peraza.
El bosque de La Cuesta se remontó despacio, asegurando
el terreno; patentemente sus pasos eran avizorados por espías taorinos, pero
bastaba un par de arcabuzazos para despejar el terreno. Arriba, en al castillo
de Gracia, aun con el adobe fresco, se tomó la precaución de dejar dos compañías
al mando de Hoyos y Benítez, por si las evacuaciones. Muy pocos hombres quedaron
en descubierta en terreno enemigo, casi toda la guarnición se acogió enseguida
al seguro de los muros, tan pronto el resto los dejó atrás.
Alguno, mientras afilaba el virote de la ballesta, no
podría dejar de pensar que se estaba dando a unos salvajes con sus pedruscos,
el tratamiento militar de moros de Granada. Éste Lugo prefería pensar que la derrota
se había debido, más que a su imprevisión, a supuestas dotes militares excelsas
de la horda indígena. Pero, en cuando llegaron a un campo de rastrojos con una laguna
en el centro, rodeado de selvas, el total destacamento se dio cuenta del increíble,
tremendo error de los guanches. Estaban formados en el campo como una legión romana,
listos para un combate clásico, como si ellos supieran combatir, ellos que luchaban
a pedradas. Como si tuvieran alguna opción frente a la caballería, la infantería
y la artillería. Se les había subido La Matanza de Acentejo a la cabeza
como un licor, estaban locos, locos como sus propias cabras, locos de atar.
Este fallo tan tonto será el fin de una raza; no muchos años después, las cuevas
donde moraban serán hogar de momias y murciélagos y en este mismo lugar donde
habitaron se alzará la cristianísima ciudad de La Laguna. No hijo mío no, de la
laguna de agua nunca más se supo, como de los guanches.
Si se la miraba de cerca, la tropa tinerfeña formaba
líneas onduladas sobre el terreno, no tan marciales como pretendían; y muchos de
ellos asían chapuceramente armas modernas, como picas, lanzas, ballestas y espadas,
sin duda el botín de La Matanza. La caballería, casi sin órdenes, picó espuelas
y atacó, deseosa de aprovechar la maravillosa suerte de que el salvaje enemigo
le esperase a pie firme en terreno llano, facilitando la maniobra de sus cabalgaduras.
Si hacemos caso a Espinosa, uno de los que sentirá el vértigo de una carga
montada será Sebastián de Campo; en adelante la ballesta va a quedar un tanto
abandonada. Sabremos, eso sí, que cuidará con mimo sus juegos de espadas.
Contra todo pronóstico la liquidación de los guanches
llevó un montón de horas, se hacían matar uno por uno, en el sitio, y eso agotaba
aquellos brazos acorazados, ahítos de muerte y sudor, mareados por el olor acre
y ferroso de tanta sangre. Es que este Lugo no entendía, es que no podía
entender que, si empiezas una campaña vendiendo sus mujeres y niños ¡incluso el
más primitivo de esos indígenas va a luchar hasta el último estertor!
fue tan brava, tan reñida y peligrosa, que duró muchas
horas con dudosa fortuna porque cada parte peleaba con mucho coraje y ánimo
denodado; a los unos les iba la honra e interés; a los otros, defensión de patria
y libertad 9.
En determinado momento, cuando ya llevaban muertos muchos
de los cinco mil que formaron en el campo, su línea empezó a retroceder y ya no
aullaban con tanta fuerza. Eso hizo que los caballeros, empapuzados en sangre,
resucitarán. Se lanzó contra ellos una primera carga, luego una segunda y otras
más, segando carne desnuda con la espada a derecha e izquierda, bostezando de sueño
y agotamiento, las celadas turbias de sudor y sangre, como si se hubieran
sumergido armados en la caldera de un tintorero. Cuando los enemigos volvieron
las espaldas, fue fácil, casi podían tirarse tajos a bulto, amontonados por centenares
en un espacio mínimo, contra la pared de un barranco. Pronto, se pudo ver a sus figuras desnudas por
tierra, algunos cubiertos por un taparrabos. En las tropas de Estopiñán sorprenderá
cierta vesania, más propia de tablajeros o carniceros que de soldados de los Tercios
viejos: se obstinarán en hacer cuartos de cuerpos ya muertos y abatidos. Puede
que sea costumbre en Granada, pero aquí no se hizo así ni en Gomera;
naturalmente esa necrofilia va a dificultar hasta el extremo la tarea de identificar
los cadáveres de sus líderes, Bencomo de Taoro y su hermano y lugarteniente,
Chimenchia. Que idiotas.
hizo sospechar a los soldados castellanos que el cuerpo
exánime yacente en tierra era el del propio monarca taorino. Para salir de dudas
fue conducido el cadáver al campamento de Gracia, sin que resultase factible la
identificación a los vasallos prisioneros o a los guanches aliados de los
bandos de paces, debido a la desfiguración de su rostro y cuerpo por las mutilaciones,
heridas y moraduras… el misterio solo se fue aclarando con el correr del tiempo
10.
Parece interesante pararse en la muerte de Bencomo de
la que tenemos referencias basadas en testimonios, aunque adornadas con chafarrinones
de épica poética. Que nuestro inteligente lector sepa distinguir. Pero cuesta
trabajo abandonar el escenario de la batalla sin incluir una referencia al comportamiento
de Sebastián de Campo. Lo deduciremos se la recompensa: tuvo que haber sido muy,
pero que muy arrojado, para recibir un premio a la altura del de Estopiñán:
Do a vos Sebastián de Ocampo, conquistador que fuestes
en la conquista de Tenerife e a Rodrigo Mexía de Trillo, criados de sus altezas,
20 fanegas de tierra en el Valle de Afore, que es en la isla de Tenerife, e más
vos do todas cuantas aguas con las comarcas para con que reguéis lo que en ella
plantásedes… Digo con condición que hagáis un engenio en el dicho lugar en
valle de Afore y si dentro de dos años no viniéredes que yo lo pueda dar a quien
quisiere. 15-03-1502 11.
Consta también que el mismo Lugo adjudica el capitán
Bartolomé Estupiñán 18 fanegas nada más, en tierra de similar calidad. Sin duda
en la mentalidad de la época, Sebastián cumplió en el campo de batalla, aunque
no hay que descartar que también hubiese existido cierto compadreo de paisanos
y parientes entre el gallego y el adelantado: en el juicio de Residencia a éste
último, se le echará en cara el favoritismo. De paso, quedémonos con el nombre
de Mexía con el que el de Tuy mantendrá, aquí y en Indias, una cooperativa de
Servicios Mutuos, ataque y defensa, parecida a las Hermandades gallegas:
La amistad entre los pobladores (en Canarias) era el
siguiente medio de cohesión social. Se tenía por entonces un concepto de amistad
profunda. De lealtad y solidaridad establecidas y asegurada por una expresión de
honor, de solidaridad… “Item que habían de jurar y juraron ser amigo de amigo y
enemigo de enemigo… y si alguno recibiese ofensa… la vengasen todos; y hasta ejecutar
la dicha venganza, todos llevasen luto por ello… Item que si la justicia fuese
o pasase contra alguno de ellos, que todos los otros le favoreciesen y ayudasen
de manera que no recibiese daño alguno…” Las agrupaciones de dos o más individuos
dirigidas a conseguir un objetivo o fin común es lo que entendemos por asociaciones…
12
Mira que he prometido enmendarme y dejar de salirme de
los temas y vuelvo y he vuelto a caer en el defecto. Pues, ¡nada!, de regreso
al campo de La Laguna, sangre, sudor y lágrimas. Creo antes de haberme perdido,
estaba intentando narrar la muerte de Bencomo de Taoro. Vamos a seguir a Espinosa,
casi contemporáneo de los hechos.
Peleó este día valentísimamente el rey de Taoro porque
con una alabarda (botín de guerra) dicen se defendió de siete hombres de a caballo
y al cabo se escapó de entre ellos y se subió por la cuesta de San Roque. Más aunque
destos se escapó, no pudo escaparse de un fulano de Buendía que, sin conocerle
ni saber que era rey (aunque él en su lengua se lo decía, ser el mencey, que es
rey), como no lo entendiese, no le valió su reinado, que le pasó con la lanza
en un barranquillo estrecho, do quedó 13.
Que Lugo destacase un cuerpo de siete caballeros para
capturar al cabecilla es indicio de que se trataba de hombres de su máxima confianza.
Lo fácil hubiera sido recurrir a las lanzas jinetas de Estopiñán. En tal caso,
el vencedor habría sido Estopiñán. El adelantado se mostrará entusiasmado con
Sebastián al que colmará de obsequios y prebendas. Desastrosamente, un atontado
Buendía liquidará la presa, que hubiera adornado como ninguna otra su regreso triunfal
a la península.
Del resto de las bajas no tenemos una contabilidad
exacta; sucesos similares en Indias arrojaran balances de una o dos docenas de bajas
para los europeos por varios millares en el campo indígena, lo que será una razonable
regla general teniendo en cuenta la disparidad cósmica de equipos y táctica
militares. El lugarteniente, Chimenchia, quedó también en el campo. Sabemos que
el menceyato paso a Bentor hijo de Bencomo: la fuente es la embajada que le envió
el propio Lugo a través de Fernando Guanarteme que había sido el rey de Galdar
en Gran Canaria, el colaboracionista nº 1 de los castellanos hasta extremos rayanos
con el síndrome de Estocolmo. Existían mimbres para el acuerdo: A Lugo le acosaban
los acreedores y los plazos y a los guanches un virus transmitido por los castellanos,
La Modorra, que superaba a los propios castellanos en letalidad.
Hemorragias, diarrea, debilitamiento general, muerte. Ya nadie enterraba los
cadáveres en la isla y los perros se volvieron tan aficionados a la carne humana,
que los supervivientes debían hacerse cunas en las copas de las palmeras, como
los chimpancés, para evitar servirles de pitanza.
E que el dicho Guanarteme fue al dicho rey Ventor e entre
los guanches y le fabló, porque sabía la lengua de guanches y volvió con la
respuesta al real diciendo que el dicho rey Ventor no se quería dar 14.
Ventor, el Bentor, de los cronistas, se estaba comportando
como un estúpido y ¡pardiez!, iba siendo hora de ir a extraerlo de su conejera
de Acentejo. No es que la experiencia de descabezar al enemigo le faltase a
Campo, tal vez recordaría la añagaza que emplearon contra Hautacuperche. Ahora Bentor,
presa de una morbosa obstinación por no rendirse, pretendía plantear batalla de
nuevo en el mismo lugar de La Matanza.
A mediados de Diciembre de 1495 las bien abastecidas y
pertrechadas tropas castellanas, muchas profesionales, volvieron a aparecer por
La Cuesta 15 con el objetivo de asestar un golpe
demoledor en el epicentro del poder guanche, los altos de Taoro. Se trataba de
dejarlos sin aliento mediante una acción fulgurante, justo antes de que venciera,
tanto la concesión real, el día 31, como los agobiantes créditos de los genoveses.
Alonso de Lugo, con su habitual imprudencia, ordenó acampar exactamente junto
al barranco de La Matanza; no era la mejor idea, pensaría la compañía de Estopiñán,
pero los nativos habían sufrido una hecatombe biológica: a este campamento avanzado
se denominará Realejo. Era un desafío personal de Lugo pero, en estas circunstancias,
con los guanches amodorrados, podía permitírsele al futuro pagano de las
prebendas el cual, de todas formas, nunca llegará a ser un Alejandro Magno, ni mucho
menos
(Para muestra, un botón: Ya en 1502 Lugo logrará
superar su propia capacidad para el desastre. Forzando a acompañarle a toda la gente
de guerra de sus islas, e incluso de las de su nueva mujer, Beatriz de Boadilla,
desembarcará en Asaka, Africa occidental. Casi al instante se abatirá sobre el
una poderosa Harca islámica de cuya existencia no tenía ni la más remota idea.
Conseguirá superar con desenvoltura sus espectaculares registros de bajas de Acentejo.
Murió toda la gente, que no escaparon sino siete u ocho…
el gobernador —Lugo— fue salvado malherido por algunos moros fieles… 16)
Se había convertido en un derrochador de sangre ajena.
Pero en Acentejo y en esta ocasión, los militares veteranos proscribirán la impulsividad:
se harán reconocimientos a derecha e izquierda antes de adoptar cualquier medida
y se enviarán hombres de a caballo en busca y captura de forzados informadores.
Para el 24 de diciembre uno de estos guanches que la caballería presentó maniatado
confesó tras algunos gritos y algunos ayes que, para el día siguiente, los guanches
presentarían batalla, acometiéndoles por dos puntos: una burda repetición del plan
del año pasado. La Nochebuena se pasó en vela de armas, confesiones y testamentos;
conociendo los antecedentes, nadie las tenía todas consigo.
Sabiendo que habían de ser acometidos por dos partes
se dividieron, poniéndose en un sitio el gobernador, con parte de la caballería
y peones, y en el otro, Lope Hernández de la Guerra, con el resto de la gente 17.
La batalla fue brutal, una matanza ininterrumpida desde
el amanecer hasta el anochecer. Eran batallas sin historia táctica, nadie
hablará el futuro de planes magníficamente ejecutados como la victoria de Aníbal
en Canas. No, era puro trabajo de menestrales, flexiones incansables de brazos,
como agricultores manejando el azadón, matar, matar y matar. Chof, choh, chof, como
partir calabazas. La caballería dividió a los guanches en pequeños grupos semi
inermes, pero ellos seguían aguijando a los cristianos con sus azagayas de
punta endurecida al fuego. Seguían alanceando todavía después de haberles
cortado un brazo o teniendo los intestinos colgando, pues la instrucción de las
lanzas jinetas era apuntar a sus barrigas. Alguno de los conquistadores tuvo que
refugiarse tras las líneas para descansar, ahíto el brazo de tanta muerte que
ya casi no se le sostenía. Llegó un momento, antes de que se acabara la luz de
aquel día de Navidad, en que ya no quedaron más enemigos. La Victoria de Acentejo
fue sin duda una gran victoria, pero no dejó de tener un cierto acento ruinoso.
Los cronistas, por una vez, coinciden en el parte de guerra:
Murieron casi dos mil guanches y sólo sesenta y cuatro
de los nuestros 18.
Sesenta y cuatro representaban una victoria costosa para
aquel tipo de combates en que existía una abismal diferencia en estrategia,
táctica y material militar. Teniendo en cuenta que los heridos en mayor o menor
grado ascendieron a unos 300 y que la tropa útil, tras la batalla de la La Laguna,
podía haber quedado reducida a unos 600 hombres 19,
Lugo no tenía motivo para sacar pecho por haberse metido de nuevo en la ratonera
de Acentejo. El desfase tecnológico será tal que Ovando, Cortés o Pizarro, en
enfrentamientos similares, serán capaces de derrotar con algunos cientos de
soldados o incluso menos, a ejércitos, bueno, masas, de docenas de miles de hombres.
El mayor problema para Lugo, que sentía el aliento de los
acreedores en el cogote, era que el mencey Bentor seguía encastillado en el risco
de Tigaiga, prolongando una resistencia numantina que hacía subir cada día los intereses
del 4%. El fiel Fernando Guanarteme subió y bajó infinitas veces el promontorio,
pero ninguna de las mentirosas ventajas que le ofreció de parte de Lugo, la
vida, ganados, novias, etc., fue suficiente. Al llegar a este pasaje parece que
se nos asoma una sonrisa triste por la palabra que utilizan todos los cronistas
para definir la muerte que Bentor se auto infligió: aseguran que se desriscó.
Parece que eso significa “tirarse de un risco” pero semejante unanimidad en un
neologismo no deja de tener una dramática vis cómica. Pues eso, se desriscó.
Lo que sigue fueron operaciones de limpieza y de pago,
aquí, ¡ay! en lugar preferente, encontraremos a Campo. Como demostración de victoria
Lugo envió a la corte a los menceyes, tenía esa costumbre; incluso regaló el
mejor de ellos al dux de Venecia, no olvidemos que Italia puede definirse como
el lugar de donde vienen los banqueros. Por cuevas y barrancos fueron capturados
los guanches que iban quedando; en los mercados del golfo de Cádiz y de Valencia
la abundancia del género hará bajar los precios, cómo cuando lo de Gomera. La
última misión de limpieza se la encomendaría al francés Griñón:
con nueve espingarderos… a la vuelta de Taoro… destaparon
el camino por donde pasaron… redujeron (a los) guanches que se habían hecho
fuertes en los mogotes 20.
Tras su paso por la corte, en 1497, Lugo regresará a una
nueva isla cristiana, desaparecidos, vendidos o expulsados sus antiguos pobladores,
salvo algunos colaboradores de paces, ya asimilados a la cultura castellana. La
propiedad de la vaciada isla se prorrateará ahora en base a los albaranes de
data. Siguiendo sus inveterados principios, el reparto que hará Lugo será de una
radical injusticia, tanto que en 1506 tendrá que ser revisado:
Estas datas (explotaciones azucareras) las reserva don
Alonso a sus parientes u principales asociados en la conquista 21.
Entre estos prebendados sin pudor alguno estará Docampo,
baste saber que en fincas de regadío se adjudicaban de 1 a 10 fanegas: a Sebastián
20. ¿Qué méritos especiales podía alegar aparte del compadrazgo gallego y la capitanía
de la milicia gomera, la isla de la prometida de Lugo?
La caballería de montaña tuvo un papel protagonista en
los combates y debe resaltarse la importancia de la reducción de Bencomo. Para
aquellos pueblos sin estructura, sin alguaciles ni jueces, el líder lo era todo:
la captura y destrucción del mismo prefigura las que se llevarán a cabo en Indias
de Caonabo, Anacaona, Moctezuma o Atahualpa por parte de Colón, Ovando, Cortés
y Pizarro. La misión de los siete caballeros que dieron caza al líder guanche
fue decisiva, no, miento, decisoria. No debe echarnos tierra a los ojos la labor
del matarife, Buendía, lo importante fue el trabajo de los picadores que se lo
pusieron en suerte. Lugo tuvo que haber encomendado la misión a alguien medio
paisano, medio pariente, que además era el hacedor de su “querida” (las
comillas no son casuales).
Los albaranes de data de Sebastián aportan otro hecho
biográfico: por fin estamos seguros de que sabía leer y escribir, al menos en
gallego. Más adelante, cuando participe en Indias en el proceso de Bobadilla (don
Francisco) contra Colón, veremos que ya se ha puesto al día también las letras
castellanas. Dice Serra Rafols:
estos albaranes de data… de hecho los redactaba el interesado…
los hay redactados en portugués, pues es sabido que una gran parte de los nuevos
pobladores procede de esa nación 22.
El de Sebastián de Campo y su asociado Mexía, de una generosidad
extrema, está en gran parte en gallego. Esta vez respetaré los modismos galaicos,
dentro de la odiosa modernización del lenguaje a la que habitualmente me
entrego y por la que (no) me disculpo:
216.1.-Rodrigo Mexía de Trillo, vos que sois de Segura
de la Encomienda Mayor de León (y Sebastián del Campo). Una data en el puerto de
Santa Cruz de Añazo, pasando la iglesia del dicho puerto, desde un pozo que está
junto con una casa que yo hago, y por la vía de un río de un cabo, hasta una
cueva que está cabe una cabezada de la dicha data y por las barrancas; e va agora
por ella, va un camino a la población de La Laguna, el cual dicho camino, edificado
por la dicha data, se echará por otra parte, más el agua que va por el río, e
podades hacer un estanco vos en Sabastián de Ocampo para otra suerte de datas
que está frontera de la vuestra, el río en medio; y que si algún agua sobrare
después de regadas vuestras heredades e la quisierdes dar al pueblo y que
de ello le venga provecho, que yo os pague e faga pagar lo que sea razón.
E porque agora vais a las Indias a servicio de sus Altezas, que os doy de
plazo dos años para que vos y el dicho Sebastián del Canpo comencéis la dicha
obra (sigue firma pero registrada). 13-III-1502 (verso, donación a Sab. del
Canpo) 23.
¿Contiene esta data alguna información relevante? ¿Alguna nada más? ¡Cinco! Una La data está situada
en la vecindad de la casa que Lugo se construye para sí mismo: vivir al lado
del jefe, puro lujo. Naturalmente, no fue la única para este bravo y fiel paisano.
Lugo tenía su propia forma de ser agradecido:
Doy a vos Sebastián de Ocampo, conquistador que fuisteis
en la conquista de Tenerife, y a Rodrigo Mexía de Trillo, criados de sus
altezas, 20 fanegas de tierra en el valle de Afore, que es en la isla de Tenerife,
y además os doy todas cuantas aguas con las comarcas, para que reguéis con ella
lo que en ellas plantaseis y podáis tomar las dichas datas en la parte y lugar
que a vosotros mejor os pareciere, y el exceso que quedare, desde ahora lo doy
a las personas que vosotros tuvierais, de lo cual yo no disponga ni haga cosa
alguna hasta que vosotros volváis de las Indias que será en dos años. Item os doy
doscientas cincuenta fanegas y mando al escribano, etc. Digo con la condición
de que hagáis un ingenio en el lugar y valle de Afore; y si dentro de dos años
no vinierais, que yo lo pueda dar a quien quisiere. 15-03-1502. En 15-02-1502 se
asentó este albarán en el libro del repartimiento 24.
Pero Lugo era increíblemente abusivo en favorecer a
sus allegados más íntimos. En su omnímodo poder, decidió añadir una propina a las
generosas datas a Campo:
Sebastián del Campo. Una tierra que está en el puerto
de Santa Cruz de Abajo la cual está a lo largo y a la par del arroyo que está
cerca del río y cerca de la iglesia de dicho puerto, las cuales tierras podrán tener
cuatro fanegas de sembradura poco más o menos, las cuales tierras dan a un camino
que al presente va a La Laguna, la cual donación os hago con la condición de que
hagáis un estanque en la ribera de dicha tierra, donde dicen el mal paso, donde
ahora existe una captación de agua, para que reguéis con ella las dichas datas;
y una vez hecho e el estanque, será vuestra la tierra para siempre jamás,
plantándola con lo que quisiereis y por bien tuviereis 25.
Data típica de conquistador, “para siempre jamás”, se diferencia
de las de los paniaguados de la corte en que estas se retiraban si el agraciado
no venía a poblar. Data también redactada en gallego por Sebastián aunque mi
penosa traducción oculta el texto original: me gustaría resaltar que en ella
Campo se sentía, y así lo escribía, en Santa Cruz de Abaixo. Esto nos lleva
a la información número Dos: La referencia literaria de Sebastián, de momento,
sigue siendo el gallego, la data original transcrita en primer lugar, contiene
un montón de galleguismos. Tres: la asociación con Mexía funciona a todo trapo:
en Indias tendremos oportunidad de verla en acción. Cuatro: En el año 1502 se
dice que está en Indias “en servicio de sus altezas”: como un par de
años antes veremos participar a Campo en
el proceso contra Colón (en Indias), hay que pensar que Francisco de Bobadilla
no encarceló al genovés en un rapto de locura, sino que se trató de algo programado
por los Reyes. Y cinco, Sebastián es incapaz de mantener dos veces el mismo nombre
que ha elegido para sí mismo: Sebastián del Campo, Sabastián de Ocampo, Sabastián
del Canpo, Campos… (etc. en datas originales).
Nada tendrá de extraño que en la relación-resumen de datarios con
distintas suertes, desde dos a una, suscrita por Alonso de Lugo 26, se llegue al resultado (por exclusión) de que es aludido
también como el Comendador Gallego, mote cariñoso que le da su amigo en relación
a sus gomeros encomendados. Lista en la que también aparece un misterioso el Bachiller,
probablemente la típica de cortesía en favor de funcionarios de la corte acusados
de no ser vecinos 27, con casi seguridad Gabriel
Varela, que deberá a su bachillerato la regiduría de la primera capital española
en Indias, La Isabela. En la composición de la bula de la Santa Cruzada, este
verdadero ángel de la guarda de Sebastián, figurará a menudo como el Bachiller
Gallego. Ciertamente, lo de gallego no es la forma ideal de identificar a
alguien a quien se adjudica una propiedad. Brotan como setas en otoño. Pero hay
que ponerse en la epidermis de aquella sociedad de frontera, un verdadero Far
West avant la lettre:
Un ejemplo ilustra esta situación: Los apodos con que
se conocían a algunos padrinos en los registros de bautismos: “la asturiana”; “la
cordobesa”; “la gallega”, demuestran que el grupo poblacional era pequeño y se
desarrollaba en un lugar donde todos se conocían 28.
Tras la victoria, se convertirá en un maharajá. ¿Qué suceso
tan inopinado hará que Sebastián vuelva la cara a semejante paraíso? Extensos
territorios en Gomera y Tenerife, pobladores que se los trabajasen, casas en
ambas islas, respeto, jefes como la Bobadilla y Lugo que le destacaban sobre
todos. Pues eso, precisamente eso. Lugo, con su habitual tacto empezó una pugna
sorda pero tenaz para hacerse con el control de las islas, de todas ¡todas las Canarias!
El matrimonio con Beatriz fue visto como una maniobra para extender su control
de las islas de su gobernación, Palma y Tenerife, a aquellas, Gomera y Hierro,
que su desposada Bobadilla dirigía como tutora del mayorazgo menor de edad,
Guillén Peraza, el cual, a la muerte de su abuela Inés Peraza, heredaría las
que faltaban: Lanzarote y Fuerteventura. No está demás recordar que los Peraza
se llegaron a llamar reyes de Canarias. Los Docampo, Sebastián y Alonso, tenían
en su ideario una mezcla inextricable entre sentimientos medievales y modernos;
los primeros, les sometían a normas no escritas que llevaban implícito el vasallaje
a Guillén Peraza; la vis practica les decía que el poder real, el príncipe de
Maquiavelo, era Lugo. Sebastián no podrá soportar la contradicción y se embarcará
en el tercer viaje colombino, rumbo a Indias. Alonso, partiendo de los mismos
principios, hará algo más arriesgado: amenazar de muerte a Lugo. Su cuello estuvo
sin duda a un par de dedos de la cuerda, pero la jugada le saldrá bien: quizás porque
jugaba con la baraja marcada: conocía el carácter pusilánime del Adelantado de las
Canarias. Tenía referencias fraternales de primera mano.
1 Juan ABREU
Y GALINDO. Historia de la conquista de las siete islas de Gran Canaria.
Imprenta Isleña. Tenerife, 1818.
2 Antonio RUMEU DE ARMAS. La conquista de Tenerife. 1494-1496.
Aula de Cultura de Tenerife. Madrid, 1975.
3 Ibidem.
4 Eduardo
AZNAR VALLEJO. Documentos canarios en el registro del sello (1467-1517).
Instituto de Estudios Canarios. La Laguna (Tenerife), 1981.
5 Juan NÚÑEZ
DE LA PEÑA. Conquista y antigüedades de las islas de la Gran Canaria. Imprenta
Real. Madrid, 1676.
6 Miguel
Ángel LADERO QUESADA. Trescientos nombres
canarios a comienzos del siglo XVI. Casa de Colón. Las Palmas, 2004.
7 Fray
Alonso DE ESPINOSA. Historia de Nuestra Señora de la Candelaria. Goya
ediciones. Santa Cruz de Tenerife, 1952.
8 Francisco MORALES PADRÓN.
Canarias: crónicas de su conquista. Excmo. ayuntamiento de Las Palmas.-El
museo Canario. Artes Gráficas Salesianas. Sevilla, 1978.
9 DE ESPINOSA, ibidem.
10 Antonio RUMEU DE ARMAS. La conquista de Tenerife.
1494-1496. Aula de Cultura de Tenerife. Madrid, 1975.
11 Elías SERRA RAFOLS. Las datas de Tenerife (Libro
primero de datas por testimonio). Fontes Rerum Canariarum. La Laguna-Isla de
Tenerife, 1992.
12 Mariano GAMBÍN.
Los años de hierro. Una sociedad en formación. El comienzo de la colonización
en Gran Canaria (1483-1511). Amazón Kindle, 2020.
13 DE ESPINOSA.
Ibidem.
14 RUMEU DE
ARMAS. Ibidem (información guanartémica).
15 Ibidem
16 SERRA RAFOLS.
Ibidem.
17 RUMEU DE
ARMAS. Ibidem.
18 José DE
VIERA Y CLAVIJO. Noticias de la historia general de las islas de Canaria.
Imprenta de Blas Román, Madrid, MDCCLXXVI.
19 J. ÁLVAREZ
DELGADO. La conquista de Tenerife. Un reajuste de datos hasta 1496. Ulpgc.
Biblioteca universitaria, 2007.
20 Ibidem.
21 Elías SERRA
RAFOLS. Alonso Fernández de Lugo, primer colonizador español. Amazón Kindle,
2020.
22 Ibidem.
23 Elías
SERRA RAFOLS. Las datas de Tenerife (Libros I a IV de datas originales).
Fontes Rerum Canariarum. La Laguna-Isla de Tenerife, 1978.
24 Elías SERRA
RAFOLS. Las datas de Tenerife (Libro primero de datas por testimonio).
Fontes Rerum Canariarum. La Laguna-Isla de Tenerife, 1992.
25 Ibidem.
26 Ibidem.
27 Elías
SERRA RAFOLS. Alonso Fernández de Lugo, primer colonizador español. Amazón
Kindle, 2020.
28 GAMBÍN. Ibidem.
Puedes bajarte Docampo versus Colón en formato electrónico, o adquirirlo en formato papel, en cualquier distribuidor, por ejemplo:
No hay comentarios:
Publicar un comentario