lunes, 12 de septiembre de 2022

¿DEBE ESTAR BIEN CATASTRADA LA FINCA LEGADA EN PAGO DE LEGÍTIMA?

Con el hombro roto, lo mejor es usar caña electrónica, en otro caso, me parece poco deportivo

SUMARIO
1.-¿DEBE ESTAR BIEN CATASTRADA LA FINCA LEGADA EN PAGO DE LEGÍTIMA?
2.-¡YO NO CREO EN EL CAMBIO CLIMÁTICO!
3.-DOCAMPO VERSUS COLÓN

1.-¿DEBE ESTAR BIEN CATASTRADA LA FINCA LEGADA EN PAGO DE LEGITIMA?

La pregunta, en esencia trata de un sucesión en la que quedan dos hijos: a uno, el testador le ha instituído heredero; al otro, le ha reconocido el crédito legitimario (o sea, que es acreedor de 1/8 del valor del caudal líquido). En pago, le ha señalado determinada finca que, se descubre, tiene el pequeño defecto de no estar catastrada a nombre del causante, sino de terceros o formando parte de referencias catastrales ajenas y variadas. Estamos otra vez ante la típica polémica gallega entre fincas imaginarias y fincas reales, catastradas y georreferenciadas. La consulta es si el heredero está obligado a pagar los gastos para regularizar (catastrar) la finca legada; un proceso que suelen empezar por la georreferenciación a cargo de perito. También se inquiere por si es posible crear una nueva finca catastral.


Salieron varios congrios, devueltos de
inmediato al mar

Los sargos no tuvieron tanta suerte:
a la parrilla


RESPUESTA: Sobre esta materia distintos abogados podrían tener criterios diferentes; incluso dos jueces podrían fallar de distinta forma sobre el mismo asunto. Te daré mi opinión que sólo es eso: la mía.

 

En principio, en los legados de cosa concreta no hay derecho a la evicción y si la cosa legada tiene defectos, aunque sean jurídicos, simplemente el legatario se fastidia. Por ejemplo, si te legan la catedral de Santiago y luego descubres que ¡oh!, ¡es de la Iglesia!, pues te quedas sin nada, sin posibilidad de protesta. Lo mismo sucede si te legan un piso y luego descubres que el testador solo era dueño de un cuarto: el legatario se aguanta con su cuartillo sin que pueda pedir el libro de reclamaciones. El heredero cumple con pagar los gastos de la entrega (886 CC).

Distinto es el legado de género o especie, como el dinero: en estos casos, el heredero que acepta responde del saneamiento por evicción (porque estos bienes son sustituibles) y puede verse obligado a abonar su “estimación”. 

 

Me hablas de un legado de cosa concreta (una finca), pero, y eso es muy importante, me dices que lo es en pago de legítima. La legítima gallega es un quantum (si son dos hijos, 1/8 del valor líquido de la herencia a cada) y eso es intocable: cualquier accidente jurídico que disminuya su valor (insuficiencia) debe ser subsanado o indemnizado mediante el complemento (art. 247 Ley de Galicia), a cargo de la herencia.

 

 


Así puesto el asunto se trata de determinar si el hecho de que la finca legada en pago de legítima este catastrada a nombre de un desconocido disminuye sustancialmente o no su valor. A mi juicio, el deterioro es importante. El Estado presume ciertos los datos catastrales (art. 3 de la ley del Catastro) de suerte que el dueño, en principio, es el titular catastral, no el testador ni el legatario. En tal caso, éste aun podría recuperar la cosa probando en juicio sus títulos, pero cabe que el daño sea total, pues la titularidad catastral da la llave para acceder al Registro y si un 3º compra de titular registral, es mantenido en su adquisición pase lo que pase con el derecho inicial (art. 34 LH). O sea que el legado podría quedarse en nada. En resumen, el heredero es responsable de los gastos de entrega del legado, pero si lo que entrega es un churro, puede que su obligación no esté bien cumplida (repito que es una opinión).


El procedimiento catastral (que se puede tramitar tanto en la oficina del catastro como en una notaría del lugar) empieza por la medición y georreferenciación de la finca a cargo de un perito (hoy ya no sirve aquello de los “marcos”). Luego, se notifica a los colindantes, por sí alguno tuviera algo que alegar y se coloca sobre el plano, a  ver si "cabe". Si no hay oposición, suele resolverse felizmente, pudiendo catastrarse como una nueva finca independiente. Si hay discrepancias justificadas, la cosa pasa al juzgado.

 

Supongo que entre partes, lo mejor avenidas posible, es posible llegar a un acuerdo de colaboración, al menos en la fase inicial.





El castañazo ciclista me obligo a resumir el verano en 4 días, 
pero aproveché cada uno: senderismo en la ruta del Umia, con 
sus garzas reales y blancas. Las ocas, que te atacan cuando te
acercas al nido con las alas abiertas y los ojos llameantes de
furia, sólo "funcionan" en primavera. Hay dos teorías: los que 
dicen que mejor salir corriendo o los que sostienen que mejor
quedarse en el sitio, que al final se acobardan. Yo era de la
 segunda; ya no.





2.-¡YO NO CREO EN EL CAMBIO CLIMÁTICO!


Acabo de leer un buen artículo de Guy Sorman en el ABC. Pone de relieve lo estúpido que es la no creencia en el cambio climático: viene a ser como desconfiar de que al día siga la noche o de que las cuatro estaciones se sucedan fatalmente una detrás de otra. El clima cambia, es evidente, a los períodos de enfriamiento siguen otros de calentamiento: así fue desde la noche de los tiempos. Grandes ciclos, como las glaciaciones y los periodos de calentamiento interglaciar, a lo largo de milenios; oscilaciones menores, medibles en siglos, como el óptimo cálido medieval, en que los viñedos llegaron a los países nórdicos, o la "pequeña glaciación" con sus picos del siglo XVII y XVIII, cuando el Sena se volvió un glaciar y las copas de vino con que brindaban en Versalles se les helaban en los vasos. En el Museo de los Glaciares (Sion, Suiza), a través del estudio de las capas que van quedando descubiertas de hielo en las época cálidas, se comprueba, por ejemplo, que en la época de Julio Cesar, bajo lo que después fue hielo y nieve, existían prósperas poblaciones: el calentamiento en la época romana (muy superior en términos así medidos a todo lo esperable en el S XXI), no representó una catástrofe, sino, en palabras de Gibbon "la época más feliz de la humanidad".


Lo  que es discutible y discutido por muchos premios Nóbel es que la acción humana sea la causante de esos ciclos. Es probable que con emisión de gases o sin ella, las fuerzas cósmicas siguieran produciendo los mismos o parecidos cambios climáticos. O sí o sí. Y, aun sabiéndolo, cabe tratar como adultas a las personas, excitándolas o incluso obligándolas a luchar contra la contaminación, el deterioro de las aguas, la extinción de las especies: es una lucha que atañe a la supervivencia, no del Mundo, sino de nosotros, de las personas, los seres humanos en definitiva.


¿Por qué discutimos, entonces, si el cambio es algo evidente? Discutimos, como siempre, por causa de Religión. El cambio climático como fenómeno de origen humano-occidental (en China, Rusia o la India se ríen con eso) se ha convertido en un dogma de fe. Como en tiempos de la Inquisición a los que buscan racionalizar la discusión se les llama herejes relapsos; no, perdón, quiero decir "negacionistas". Se les persigue con tanta saña que de buena gana se volverían a encender las hogueras para ilustrar a los niños con tan emocionante espectáculo. La Iglesia ha perdido comba: su Juicio Final, sus calderas de Pedro Botero o el Apocalipsis de Juan, ya no impresionan a nadie.


Vale pero ¿qué tan malo es todo eso? Cambiamos el mural del Juicio de Miguel Ángel en la Sixtina por otro de Banksy sobre el "cambio climático" y todo solucionado ¿no? No. Lo malo es que el fanatismo en esta materia nos ha desarmado frente a los que se mondan de risa. Para no "calentar más el planeta" hemos renunciado a nuestras fuentes de energía históricas por otras llamadas "renovables". Como estas no producen bastante, tenemos que complementarlas con un combustible fósil: el gas natural, que quemamos en las llamadas centrales "de ciclo combinado". El gas viene en gran parte de Rusia o sus aliados, en cuyas manos nos hemos puesto. Que rápidamente ha extraído las conclusiones pertinentes: por eso hay guerra.


Volviendo a los romanos, estos aplicaban una inteligente máxima: Si vis pacem, para bellum. Los torpes de los europeos la han leído al revés: Si vis bellum, para pacem.


Está bien la creencia en el cambio climático. También es respetable la duda. Pero en materias de conciencia, el Estado debería ser laico.


Fiesta de la Cebolla en Sanxenxo, tan colorida como siempre


3.-DOCAMPO VERSUS COLÓN


Tras la derrota sin paliativos conocida como La matanza de Acentejo, llegó la inevitable Revanche, bueno era Lugo para eso. En nuestra Historia se la conoce como La victoria de Acentejo (cap. 6, libro II de Docampo versus Colón) y, si te interesa, yo que tu le echaría un vistazo.


-6-

El comendador Gallego

 

La casi totalidad de los supervivientes de la masacre terminaron con éxito la evacuación del recinto fortificado de Añazo, que, de no haber mediado La matanza de Acentejo, no habría bastado más que para los capitanes. El ataque de los anagüeses a la Torre apenas restó cuatro bajas adicionales. Es razonable pensar que, si la vida de Campo no fue muy larga, algo habrán tenido que ver las heridas generalizadas que recibieron los pioneros de Tenerife. Tras el escarmiento, al menos hay que reconocer cierta competencia al adelantado Lugo en la organización del reembarque de los aterrorizados supervivientes, que conducirá sanos y salvos al puerto de Las Isletas, en Las Palmas. La retirada se completará sin pérdidas entre mayo y junio de 1494. Pensamos que habrán bastado unas docenas de escopeteros y ballesteros para mantener a raya a los enfurecidos taorinos (Lugo tenía una experiencia exquisita en resistencia de asedios). En cuanto al abordaje de los esquifes, ya en el mar, ningún cuidado ¡estos guanches  tienen pánico al agua, como los gatos!

Naturalmente el adelantado pensó en los culpables del fiasco y, como en Tenerife solo habían estado él y sus tropas, llegó a la elemental conclusión de la culpa había sido de los gallinas de sus soldaditos. Sonreiría al ver que tenía la solución tan a mano ¿dónde estaban los despiadados guerreros que habían sometido a los batalladores moros de Granada? La guerra había terminado en 1492 y había montones de bragados milites tirados por las calles y garitos del Sur, empezando por Sanlúcar de Barrameda, a disposición de aquel que pudiera pagarlos. Envío a Andalucía a Gonzalo Suárez de Quemada con catorce o quince esclavas para suavizar las negociaciones con el gobernador, el duque de Medina Sidonia. Se acordó un cuerpo de más de un millar de hombres (cierta crónica da alguno menos), que iría a porcentaje, más un jugoso anticipo de dinero, esclavos y ganados. Muchos de aquellos soldados, al mando de Estopiñán, que van a protagonizar el 2º desembarco en Tenerife, parecerán cresos, con jubones de terciopelo, armaduras bruñidas y collares de oro. No menos interesado fue el refuerzo que envió doña Beatriz, debiendo el general pagar los barcos por adelantado, donde se demuestra que la gente importante jamás mezcla el amor —sobre ese tema la dama andaba en tratos con Lugo— y los negocios. Los banqueros se pusieron imposibles, y el genovés Palomares exigió la venta del ingenio azucarero de Agaete, donde Lugo había velado sus primeras armas. Los armadores tampoco renunciarán a un interés usurario del 50% de los esclavos, ganados y demás preseas, deducidas las costas y el quinto real. Eran los tales:

 

cuatro vecinos de Sevilla, Francisco de Palomares, Guillermo del Blanco, Nicolás Ángelo (Angelate) y Mateo Viña, los cuales le socorrieron con dinero…1

 

Antes que nada, hubo que poner los papeles en regla: en aquel tiempo no te caía una multa si no lo estaban, sino la vida. Lugo se dirigió a la corte en busca de solución para dos cosas. La primera se despachó con rapidez: obtuvo una prórroga de diez meses para la conquista Tenerife, por lo que ahora ya tenía hasta diciembre de 1495. Con hombres de pelo en pecho, como ahora, no chiquilicuatres, como los de la otra vez, debería bastar. Para su otro propósito, hubo que dar más explicaciones, no es que el acusara de nada a Beatriz e Inés, por Dios, pero le estaban pidiendo avales, anticipos e incluso la puesta en prenda de sus propios hijos, Pedro y Fernando de Lugo (empeñados a Inés Peraza), como si fuera un pordiosero y no un futuro marido de la primera. Los reyes sonreirían, les gustaban esos que nunca se rinden, como Colón, como Lugo. Escribirán Beatriz como les había pedido:

 

Ya sabéis lo que os hemos escrito, rogándoos y encargándoos que dieseis a Alonso de Lugo toda la gente, favor y ayuda que pudieseis para la conquista de Tenerife, de la que tiene el encargo; y porque ahora dice que tiene más necesidad y todavía tiene el encargo que le hemos prorrogado, os rogamos y encargamos le hagáis dar toda la gente de a caballo y a pie, y el favor y ayuda que podáis, como cosa de nuestro servicio 2.

 

El desembarco del cuerpo expedicionario se realizó en el conocido Puerto Caballos, Añazo, a principios de 1495, pues el Consejo Real tiene aviso en febrero de ese año de que “están en la dicha Tenerife 3”. Visto lo visto, esta vez se guarneció la retaguardia no con una, sino con dos fortalezas dotadas de la suficiente reserva estratégica. Los “menceyes de paces”, Adeje, Abona y Guimar, corrieron a besar las manos de su Señor, les iban en ello las vértebras del cuello y la libertad de sus hijos. Lugo simplemente los ignorará, insinuando que la otra vez habían aconsejado a los de los bandos de guerra sobre técnicas militares cristianas para hacer frente a sus ejércitos. Quizá no estaba de buen humor: los oficiales reales habían pretendido gravar con el impuesto de la alcabala las primicias de esclavos que había remitido a Andalucía con los primeros frutos de la incursión. Por suerte los reyes no le quitarán su favor y ordenarán la exención fiscal de las piezas exportadas “como si fuesen cavalgadas que se hisiesen en tierra de moros 4”.

¡Medina Sidonia!, ¡Medina Sidonia! El grito partió de los barcos que llegaron al cabo de unos meses, llamando al apellido. Era el cuerpo de Estopiñán enviado y no gratis por el aristócrata andaluz, pero de una garantía absoluta. Los caballos y los hombres de hicieron diminutos cuando se pasó revista, al extenderse por la explanada de Santa Cruz la holgada tropa reunida de más de 1600 hombres. Al frente del cuerpo expedicionario gomero se encontraba, con el grado de capitán, Sebastián de Campo:

 

allí desembarcaron y el general Alonso de Lugo besó la Santa Cruz que en la entrada pasada había puesto en aquella playa con mucha devoción, pidiendo a Cristo nuestro Redentor y a la Reina de los Ángeles su madre Nuestra Señora de la Candelaria le diesen su favor y ayuda en aquella pretensión y conquista y victoria contra los enemigos de la santa fe, siguiéronle con la misma devoción el capitán Bartolomé Estupiñán, y los capitanes… Sebastián de Campo… y todos los demás que dejo de referir… 5.

 

Es esclarecedora otra lista de tropas desembarcadas, la de fray Alonso de Espinosa, que, si bien refleja una serie de nombres similares o parecidos, omite a Sebastián de Campo y, hace aparecer a un misterioso embozado: el comendador gallego. Lo más curioso es que el tal comendador aparece precedido, en Espinosa, de una serie de nombres idénticos a los de la relación de Núñez de la Peña (Pedro Benítez, Antonio Vallejo, Mateo Viña, Alonso de las Hijas, Juan Perdomo, Jaime Joven). Parece de cajón que ya por entonces Sebastián había encontrado un nuevo alias, por más que ni de lejos fuese comendador de ninguna de las órdenes militares, Santiago, Alcántara o Calatrava. Gallego de apellido, sí, como tal es condenado en la causa Herodiana. Creo que a los panegiristas les bastó con que trajera a sus órdenes algunos guanches de guerra a él encomendados. Quien, en esta ocasión, no puede ser el comendador gallego es otro al que le encanta exactamente el mismo apelativo, Gabriel Varela, y ello por un motivo puramente elemental: estaba en Indias aturando al Colón del 2º viaje, y no volverá hasta 1496 para dar novedades a los Reyes. Gabriel Varela en Canarias conseguirá datas de terreno por merced real, no como conquistador, y se hará figurar en las listas como “comendador de la orden de Santiago, gallego 6”, un grado de precisión mayor, pero un farol, puesto que apenas era caballero. Con lo que la pareja, el arribista y el conquistador, emparentada entre sí, se asegura de complicarnos las cosas al utilizar el mismo falso título, pero es lo que hay. Se ríen de nosotros, joder.

Perdón, creo que con esta diatriba, me he olvidado de la cita de Viana:

 

Los conquistadores que con sus armas y caballo se hallaron en la conquista, son: …Pedro Benítez, Antonio de Vallejo, Mateo Viña, Alonso de las Hijas, Francisco Albornoz, Juan Perdomo, Jaime Joven, el comendador gallego… 7.

 

En lo que hace al estadillo de tropas que nos trasladan los cronicones —Ovetense, Matritense, Lacunense—, la enumeración de soldados está clara: supervivientes de la Matanza, en particular la compañía del gobernador, unos 100 hombres, más un número indeterminado de guanches fieles de Galdar, los 50 gomeros de Peraza-Bobadilla, y, sobre todo, la fuerza de choque: un millar de fríos profesionales de Medina Sidonia dispuestos a que se acabasen los jueguecitos para siempre.

 

Con los nuevos mílites iban supervivientes de la primera entrada. La crónica Ovetense menciona 100 hombres facilitados por Pedro de Vera, a cuyo frente y por alférez marchaba Juan Milián, yerno de Alonso Jaimes de Sotomayor, y cincuenta vasallos proporcionados por Inés Peraza 8.

 

El texto (redactado un siglo después de los hechos que narra), contiene varios patentes gazapos, pero se entiende. Vera, que había sido cesado por la reina ante su brutal represión de la rebelión gomera, ya no era el gobernador de Canaria, sino Maldonado. Centrándonos en la compañía capitaneada por Campo, ciertamente el señorío eminente era de Inés, pero el poder real en Gomera, como tutora de sus hijos, lo ejercía la Bobadilla. Una información adicional podemos extraerla del hecho de que la compañía típica renacentista al mando de un capitán (en este caso se nos dice: Sebastián de Campo), estaba formada de cien hombres: si ahora, en la rentrée se nos presenta con cincuenta, es fácil deducir el número de bajas sacrificadas en la Matanza de Acentejo. Gran parte de la hueste embarcaría con sus caballos: tal fue la petición de sus altezas y no hay noticias de que hubiera queja.

 

Esta vez toda prudencia será poca y Lugo no dará la orden señalando a lo alto del volcán (La Cuesta) hasta que en otoño esté bien coordinada la variopinta milicia: españoles isleños, idem escapados de La Matanza de Acentejo, guanches de paces de diversa procedencia, andaluces reclutados, algún portugués y el tipo importante que les iba a sacar las castañas del fuego, Estopiñán, del que se comentaba que sólo como entretenimiento había bombardeado Cádiz a mansalva durante las guerras nobiliarias. En Granada, había perdido la cuenta de moros alanceados. Bastaba su aguardentosa voz de mando, ¡Santiago y a ellos!, para que una masa de hombres se convirtiese en una maquina militar implacable: esas frías mandíbulas. Todos sabían lo que le iba a pasar a los guanches tinerfeños y no era nada bueno. Aun así, un escarmentado Lugo, que en la entrada previa había perdido un montón de sangre en la evacuación desde el campo de batalla hasta el acuartelamiento, insistió en situar una nueva fortaleza intermedia de madera y adobes. Se deduce que en las retiradas era lo único en que se mostraba previsor. El castillo de Gracia quedó emplazado a mitad de la cuesta en dirección a cierta llanura que rodeaba una laguna (La Laguna), primer objetivo militar de la expedición. Puede que esta vez fuese en plan amarrete, pero los demás no tenían a sus hijos, don Pedro y don Fernando de Lugo, empeñados a doña Inés Peraza.

El bosque de La Cuesta se remontó despacio, asegurando el terreno; patentemente sus pasos eran avizorados por espías taorinos, pero bastaba un par de arcabuzazos para despejar el terreno. Arriba, en al castillo de Gracia, aun con el adobe fresco, se tomó la precaución de dejar dos compañías al mando de Hoyos y Benítez, por si las evacuaciones. Muy pocos hombres quedaron en descubierta en terreno enemigo, casi toda la guarnición se acogió enseguida al seguro de los muros, tan pronto el resto los dejó atrás.

Alguno, mientras afilaba el virote de la ballesta, no podría dejar de pensar que se estaba dando a unos salvajes con sus pedruscos, el tratamiento militar de moros de Granada. Éste Lugo prefería pensar que la derrota se había debido, más que a su imprevisión, a supuestas dotes militares excelsas de la horda indígena. Pero, en cuando llegaron a un campo de rastrojos con una laguna en el centro, rodeado de selvas, el total destacamento se dio cuenta del increíble, tremendo error de los guanches. Estaban formados en el campo como una legión romana, listos para un combate clásico, como si ellos supieran combatir, ellos que luchaban a pedradas. Como si tuvieran alguna opción frente a la caballería, la infantería y la artillería. Se les había subido La Matanza de Acentejo a la cabeza como un licor, estaban locos, locos como sus propias cabras, locos de atar. Este fallo tan tonto será el fin de una raza; no muchos años después, las cuevas donde moraban serán hogar de momias y murciélagos y en este mismo lugar donde habitaron se alzará la cristianísima ciudad de La Laguna. No hijo mío no, de la laguna de agua nunca más se supo, como de los guanches.

Si se la miraba de cerca, la tropa tinerfeña formaba líneas onduladas sobre el terreno, no tan marciales como pretendían; y muchos de ellos asían chapuceramente armas modernas, como picas, lanzas, ballestas y espadas, sin duda el botín de La Matanza. La caballería, casi sin órdenes, picó espuelas y atacó, deseosa de aprovechar la maravillosa suerte de que el salvaje enemigo le esperase a pie firme en terreno llano, facilitando la maniobra de sus cabalgaduras. Si hacemos caso a Espinosa, uno de los que sentirá el vértigo de una carga montada será Sebastián de Campo; en adelante la ballesta va a quedar un tanto abandonada. Sabremos, eso sí, que cuidará con mimo sus juegos de espadas.

Contra todo pronóstico la liquidación de los guanches llevó un montón de horas, se hacían matar uno por uno, en el sitio, y eso agotaba aquellos brazos acorazados, ahítos de muerte y sudor, mareados por el olor acre y ferroso de tanta sangre. Es que este Lugo no entendía, es que no podía entender que, si empiezas una campaña vendiendo sus mujeres y niños ¡incluso el más primitivo de esos indígenas va a luchar hasta el último estertor!

 

fue tan brava, tan reñida y peligrosa, que duró muchas horas con dudosa fortuna porque cada parte peleaba con mucho coraje y ánimo denodado; a los unos les iba la honra e interés; a los otros, defensión de patria y libertad 9.

 

En determinado momento, cuando ya llevaban muertos muchos de los cinco mil que formaron en el campo, su línea empezó a retroceder y ya no aullaban con tanta fuerza. Eso hizo que los caballeros, empapuzados en sangre, resucitarán. Se lanzó contra ellos una primera carga, luego una segunda y otras más, segando carne desnuda con la espada a derecha e izquierda, bostezando de sueño y agotamiento, las celadas turbias de sudor y sangre, como si se hubieran sumergido armados en la caldera de un tintorero. Cuando los enemigos volvieron las espaldas, fue fácil, casi podían tirarse tajos a bulto, amontonados por centenares en un espacio mínimo, contra la pared de un barranco.  Pronto, se pudo ver a sus figuras desnudas por tierra, algunos cubiertos por un taparrabos. En las tropas de Estopiñán sorprenderá cierta vesania, más propia de tablajeros o carniceros que de soldados de los Tercios viejos: se obstinarán en hacer cuartos de cuerpos ya muertos y abatidos. Puede que sea costumbre en Granada, pero aquí no se hizo así ni en Gomera; naturalmente esa necrofilia va a dificultar hasta el extremo la tarea de identificar los cadáveres de sus líderes, Bencomo de Taoro y su hermano y lugarteniente, Chimenchia. Que idiotas.

 

hizo sospechar a los soldados castellanos que el cuerpo exánime yacente en tierra era el del propio monarca taorino. Para salir de dudas fue conducido el cadáver al campamento de Gracia, sin que resultase factible la identificación a los vasallos prisioneros o a los guanches aliados de los bandos de paces, debido a la desfiguración de su rostro y cuerpo por las mutilaciones, heridas y moraduras… el misterio solo se fue aclarando con el correr del tiempo 10.

 

Parece interesante pararse en la muerte de Bencomo de la que tenemos referencias basadas en testimonios, aunque adornadas con chafarrinones de épica poética. Que nuestro inteligente lector sepa distinguir. Pero cuesta trabajo abandonar el escenario de la batalla sin incluir una referencia al comportamiento de Sebastián de Campo. Lo deduciremos se la recompensa: tuvo que haber sido muy, pero que muy arrojado, para recibir un premio a la altura del de Estopiñán:

 

Do a vos Sebastián de Ocampo, conquistador que fuestes en la conquista de Tenerife e a Rodrigo Mexía de Trillo, criados de sus altezas, 20 fanegas de tierra en el Valle de Afore, que es en la isla de Tenerife, e más vos do todas cuantas aguas con las comarcas para con que reguéis lo que en ella plantásedes… Digo con condición que hagáis un engenio en el dicho lugar en valle de Afore y si dentro de dos años no viniéredes que yo lo pueda dar a quien quisiere. 15-03-1502 11.

 

Consta también que el mismo Lugo adjudica el capitán Bartolomé Estupiñán 18 fanegas nada más, en tierra de similar calidad. Sin duda en la mentalidad de la época, Sebastián cumplió en el campo de batalla, aunque no hay que descartar que también hubiese existido cierto compadreo de paisanos y parientes entre el gallego y el adelantado: en el juicio de Residencia a éste último, se le echará en cara el favoritismo. De paso, quedémonos con el nombre de Mexía con el que el de Tuy mantendrá, aquí y en Indias, una cooperativa de Servicios Mutuos, ataque y defensa, parecida a las Hermandades gallegas:

 

La amistad entre los pobladores (en Canarias) era el siguiente medio de cohesión social. Se tenía por entonces un concepto de amistad profunda. De lealtad y solidaridad establecidas y asegurada por una expresión de honor, de solidaridad… “Item que habían de jurar y juraron ser amigo de amigo y enemigo de enemigo… y si alguno recibiese ofensa… la vengasen todos; y hasta ejecutar la dicha venganza, todos llevasen luto por ello… Item que si la justicia fuese o pasase contra alguno de ellos, que todos los otros le favoreciesen y ayudasen de manera que no recibiese daño alguno…” Las agrupaciones de dos o más individuos dirigidas a conseguir un objetivo o fin común es lo que entendemos por asociaciones… 12

 

Mira que he prometido enmendarme y dejar de salirme de los temas y vuelvo y he vuelto a caer en el defecto. Pues, ¡nada!, de regreso al campo de La Laguna, sangre, sudor y lágrimas. Creo antes de haberme perdido, estaba intentando narrar la muerte de Bencomo de Taoro. Vamos a seguir a Espinosa, casi contemporáneo de los hechos.

 

Peleó este día valentísimamente el rey de Taoro porque con una alabarda (botín de guerra) dicen se defendió de siete hombres de a caballo y al cabo se escapó de entre ellos y se subió por la cuesta de San Roque. Más aunque destos se escapó, no pudo escaparse de un fulano de Buendía que, sin conocerle ni saber que era rey (aunque él en su lengua se lo decía, ser el mencey, que es rey), como no lo entendiese, no le valió su reinado, que le pasó con la lanza en un barranquillo estrecho, do quedó 13.

 

Que Lugo destacase un cuerpo de siete caballeros para capturar al cabecilla es indicio de que se trataba de hombres de su máxima confianza. Lo fácil hubiera sido recurrir a las lanzas jinetas de Estopiñán. En tal caso, el vencedor habría sido Estopiñán. El adelantado se mostrará entusiasmado con Sebastián al que colmará de obsequios y prebendas. Desastrosamente, un atontado Buendía liquidará la presa, que hubiera adornado como ninguna otra su regreso triunfal a la península.

Del resto de las bajas no tenemos una contabilidad exacta; sucesos similares en Indias arrojaran balances de una o dos docenas de bajas para los europeos por varios millares en el campo indígena, lo que será una razonable regla general teniendo en cuenta la disparidad cósmica de equipos y táctica militares. El lugarteniente, Chimenchia, quedó también en el campo. Sabemos que el menceyato paso a Bentor hijo de Bencomo: la fuente es la embajada que le envió el propio Lugo a través de Fernando Guanarteme que había sido el rey de Galdar en Gran Canaria, el colaboracionista nº 1 de los castellanos hasta extremos rayanos con el síndrome de Estocolmo. Existían mimbres para el acuerdo: A Lugo le acosaban los acreedores y los plazos y a los guanches un virus transmitido por los castellanos, La Modorra, que superaba a los propios castellanos en letalidad. Hemorragias, diarrea, debilitamiento general, muerte. Ya nadie enterraba los cadáveres en la isla y los perros se volvieron tan aficionados a la carne humana, que los supervivientes debían hacerse cunas en las copas de las palmeras, como los chimpancés, para evitar servirles de pitanza.

 

E que el dicho Guanarteme fue al dicho rey Ventor e entre los guanches y le fabló, porque sabía la lengua de guanches y volvió con la respuesta al real diciendo que el dicho rey Ventor no se quería dar 14.

 

Ventor, el Bentor, de los cronistas, se estaba comportando como un estúpido y ¡pardiez!, iba siendo hora de ir a extraerlo de su conejera de Acentejo. No es que la experiencia de descabezar al enemigo le faltase a Campo, tal vez recordaría la añagaza que emplearon contra Hautacuperche. Ahora Bentor, presa de una morbosa obstinación por no rendirse, pretendía plantear batalla de nuevo en el mismo lugar de La Matanza.

A mediados de Diciembre de 1495 las bien abastecidas y pertrechadas tropas castellanas, muchas profesionales, volvieron a aparecer por La Cuesta 15 con el objetivo de asestar un golpe demoledor en el epicentro del poder guanche, los altos de Taoro. Se trataba de dejarlos sin aliento mediante una acción fulgurante, justo antes de que venciera, tanto la concesión real, el día 31, como los agobiantes créditos de los genoveses. Alonso de Lugo, con su habitual imprudencia, ordenó acampar exactamente junto al barranco de La Matanza; no era la mejor idea, pensaría la compañía de Estopiñán, pero los nativos habían sufrido una hecatombe biológica: a este campamento avanzado se denominará Realejo. Era un desafío personal de Lugo pero, en estas circunstancias, con los guanches amodorrados, podía permitírsele al futuro pagano de las prebendas el cual, de todas formas, nunca llegará a ser un Alejandro Magno, ni mucho menos

 

(Para muestra, un botón: Ya en 1502 Lugo logrará superar su propia capacidad para el desastre. Forzando a acompañarle a toda la gente de guerra de sus islas, e incluso de las de su nueva mujer, Beatriz de Boadilla, desembarcará en Asaka, Africa occidental. Casi al instante se abatirá sobre el una poderosa Harca islámica de cuya existencia no tenía ni la más remota idea. Conseguirá superar con desenvoltura sus espectaculares registros de bajas de Acentejo.

 

Murió toda la gente, que no escaparon sino siete u ocho… el gobernador —Lugo— fue salvado malherido por algunos moros fieles… 16)

 

Se había convertido en un derrochador de sangre ajena. Pero en Acentejo y en esta ocasión, los militares veteranos proscribirán la impulsividad: se harán reconocimientos a derecha e izquierda antes de adoptar cualquier medida y se enviarán hombres de a caballo en busca y captura de forzados informadores. Para el 24 de diciembre uno de estos guanches que la caballería presentó maniatado confesó tras algunos gritos y algunos ayes que, para el día siguiente, los guanches presentarían batalla, acometiéndoles por dos puntos: una burda repetición del plan del año pasado. La Nochebuena se pasó en vela de armas, confesiones y testamentos; conociendo los antecedentes, nadie las tenía todas consigo.

 

Sabiendo que habían de ser acometidos por dos partes se dividieron, poniéndose en un sitio el gobernador, con parte de la caballería y peones, y en el otro, Lope Hernández de la Guerra, con el resto de la gente 17.

 

La batalla fue brutal, una matanza ininterrumpida desde el amanecer hasta el anochecer. Eran batallas sin historia táctica, nadie hablará el futuro de planes magníficamente ejecutados como la victoria de Aníbal en Canas. No, era puro trabajo de menestrales, flexiones incansables de brazos, como agricultores manejando el azadón, matar, matar y matar. Chof, choh, chof, como partir calabazas. La caballería dividió a los guanches en pequeños grupos semi inermes, pero ellos seguían aguijando a los cristianos con sus azagayas de punta endurecida al fuego. Seguían alanceando todavía después de haberles cortado un brazo o teniendo los intestinos colgando, pues la instrucción de las lanzas jinetas era apuntar a sus barrigas. Alguno de los conquistadores tuvo que refugiarse tras las líneas para descansar, ahíto el brazo de tanta muerte que ya casi no se le sostenía. Llegó un momento, antes de que se acabara la luz de aquel día de Navidad, en que ya no quedaron más enemigos. La Victoria de Acentejo fue sin duda una gran victoria, pero no dejó de tener un cierto acento ruinoso. Los cronistas, por una vez, coinciden en el parte de guerra:

 

Murieron casi dos mil guanches y sólo sesenta y cuatro de los nuestros 18.

 

Sesenta y cuatro representaban una victoria costosa para aquel tipo de combates en que existía una abismal diferencia en estrategia, táctica y material militar. Teniendo en cuenta que los heridos en mayor o menor grado ascendieron a unos 300 y que la tropa útil, tras la batalla de la La Laguna, podía haber quedado reducida a unos 600 hombres 19, Lugo no tenía motivo para sacar pecho por haberse metido de nuevo en la ratonera de Acentejo. El desfase tecnológico será tal que Ovando, Cortés o Pizarro, en enfrentamientos similares, serán capaces de derrotar con algunos cientos de soldados o incluso menos, a ejércitos, bueno, masas, de docenas de miles de hombres.

 

El mayor problema para Lugo, que sentía el aliento de los acreedores en el cogote, era que el mencey Bentor seguía encastillado en el risco de Tigaiga, prolongando una resistencia numantina que hacía subir cada día los intereses del 4%. El fiel Fernando Guanarteme subió y bajó infinitas veces el promontorio, pero ninguna de las mentirosas ventajas que le ofreció de parte de Lugo, la vida, ganados, novias, etc., fue suficiente. Al llegar a este pasaje parece que se nos asoma una sonrisa triste por la palabra que utilizan todos los cronistas para definir la muerte que Bentor se auto infligió: aseguran que se desriscó. Parece que eso significa “tirarse de un risco” pero semejante unanimidad en un neologismo no deja de tener una dramática vis cómica. Pues eso, se desriscó.

 

Lo que sigue fueron operaciones de limpieza y de pago, aquí, ¡ay! en lugar preferente, encontraremos a Campo. Como demostración de victoria Lugo envió a la corte a los menceyes, tenía esa costumbre; incluso regaló el mejor de ellos al dux de Venecia, no olvidemos que Italia puede definirse como el lugar de donde vienen los banqueros. Por cuevas y barrancos fueron capturados los guanches que iban quedando; en los mercados del golfo de Cádiz y de Valencia la abundancia del género hará bajar los precios, cómo cuando lo de Gomera. La última misión de limpieza se la encomendaría al francés Griñón:

 

con nueve espingarderos… a la vuelta de Taoro… destaparon el camino por donde pasaron… redujeron (a los) guanches que se habían hecho fuertes en los mogotes 20.

 

Tras su paso por la corte, en 1497, Lugo regresará a una nueva isla cristiana, desaparecidos, vendidos o expulsados sus antiguos pobladores, salvo algunos colaboradores de paces, ya asimilados a la cultura castellana. La propiedad de la vaciada isla se prorrateará ahora en base a los albaranes de data. Siguiendo sus inveterados principios, el reparto que hará Lugo será de una radical injusticia, tanto que en 1506 tendrá que ser revisado:

 

Estas datas (explotaciones azucareras) las reserva don Alonso a sus parientes u principales asociados en la conquista 21.

 

Entre estos prebendados sin pudor alguno estará Docampo, baste saber que en fincas de regadío se adjudicaban de 1 a 10 fanegas: a Sebastián 20. ¿Qué méritos especiales podía alegar aparte del compadrazgo gallego y la capitanía de la milicia gomera, la isla de la prometida de Lugo?

La caballería de montaña tuvo un papel protagonista en los combates y debe resaltarse la importancia de la reducción de Bencomo. Para aquellos pueblos sin estructura, sin alguaciles ni jueces, el líder lo era todo: la captura y destrucción del mismo prefigura las que se llevarán a cabo en Indias de Caonabo, Anacaona, Moctezuma o Atahualpa por parte de Colón, Ovando, Cortés y Pizarro. La misión de los siete caballeros que dieron caza al líder guanche fue decisiva, no, miento, decisoria. No debe echarnos tierra a los ojos la labor del matarife, Buendía, lo importante fue el trabajo de los picadores que se lo pusieron en suerte. Lugo tuvo que haber encomendado la misión a alguien medio paisano, medio pariente, que además era el hacedor de su “querida” (las comillas no son casuales).

 

Los albaranes de data de Sebastián aportan otro hecho biográfico: por fin estamos seguros de que sabía leer y escribir, al menos en gallego. Más adelante, cuando participe en Indias en el proceso de Bobadilla (don Francisco) contra Colón, veremos que ya se ha puesto al día también las letras castellanas. Dice Serra Rafols:

 

estos albaranes de data… de hecho los redactaba el interesado… los hay redactados en portugués, pues es sabido que una gran parte de los nuevos pobladores procede de esa nación 22.

 

El de Sebastián de Campo y su asociado Mexía, de una generosidad extrema, está en gran parte en gallego. Esta vez respetaré los modismos galaicos, dentro de la odiosa modernización del lenguaje a la que habitualmente me entrego y por la que (no) me disculpo:

 

216.1.-Rodrigo Mexía de Trillo, vos que sois de Segura de la Encomienda Mayor de León (y Sebastián del Campo). Una data en el puerto de Santa Cruz de Añazo, pasando la iglesia del dicho puerto, desde un pozo que está junto con una casa que yo hago, y por la vía de un río de un cabo, hasta una cueva que está cabe una cabezada de la dicha data y por las barrancas; e va agora por ella, va un camino a la población de La Laguna, el cual dicho camino, edificado por la dicha data, se echará por otra parte, más el agua que va por el río, e podades hacer un estanco vos en Sabastián de Ocampo para otra suerte de datas que está frontera de la vuestra, el río en medio; y que si algún agua sobrare después de regadas vuestras heredades e la quisierdes dar al pueblo y que de ello le venga provecho, que yo os pague e faga pagar lo que sea razón. E porque agora vais a las Indias a servicio de sus Altezas, que os doy de plazo dos años para que vos y el dicho Sebastián del Canpo comencéis la dicha obra (sigue firma pero registrada). 13-III-1502 (verso, donación a Sab. del Canpo) 23.

 

¿Contiene esta data alguna información relevante?  ¿Alguna nada más? ¡Cinco! Una La data está situada en la vecindad de la casa que Lugo se construye para sí mismo: vivir al lado del jefe, puro lujo. Naturalmente, no fue la única para este bravo y fiel paisano. Lugo tenía su propia forma de ser agradecido:

 

Doy a vos Sebastián de Ocampo, conquistador que fuisteis en la conquista de Tenerife, y a Rodrigo Mexía de Trillo, criados de sus altezas, 20 fanegas de tierra en el valle de Afore, que es en la isla de Tenerife, y además os doy todas cuantas aguas con las comarcas, para que reguéis con ella lo que en ellas plantaseis y podáis tomar las dichas datas en la parte y lugar que a vosotros mejor os pareciere, y el exceso que quedare, desde ahora lo doy a las personas que vosotros tuvierais, de lo cual yo no disponga ni haga cosa alguna hasta que vosotros volváis de las Indias que será en dos años. Item os doy doscientas cincuenta fanegas y mando al escribano, etc. Digo con la condición de que hagáis un ingenio en el lugar y valle de Afore; y si dentro de dos años no vinierais, que yo lo pueda dar a quien quisiere. 15-03-1502. En 15-02-1502 se asentó este albarán en el libro del repartimiento 24.

 

Pero Lugo era increíblemente abusivo en favorecer a sus allegados más íntimos. En su omnímodo poder, decidió añadir una propina a las generosas datas a Campo:

 

Sebastián del Campo. Una tierra que está en el puerto de Santa Cruz de Abajo la cual está a lo largo y a la par del arroyo que está cerca del río y cerca de la iglesia de dicho puerto, las cuales tierras podrán tener cuatro fanegas de sembradura poco más o menos, las cuales tierras dan a un camino que al presente va a La Laguna, la cual donación os hago con la condición de que hagáis un estanque en la ribera de dicha tierra, donde dicen el mal paso, donde ahora existe una captación de agua, para que reguéis con ella las dichas datas; y una vez hecho e el estanque, será vuestra la tierra para siempre jamás, plantándola con lo que quisiereis y por bien tuviereis 25.

 

Data típica de conquistador, “para siempre jamás”, se diferencia de las de los paniaguados de la corte en que estas se retiraban si el agraciado no venía a poblar. Data también redactada en gallego por Sebastián aunque mi penosa traducción oculta el texto original: me gustaría resaltar que en ella Campo se sentía, y así lo escribía, en Santa Cruz de Abaixo. Esto nos lleva a la información número Dos: La referencia literaria de Sebastián, de momento, sigue siendo el gallego, la data original transcrita en primer lugar, contiene un montón de galleguismos. Tres: la asociación con Mexía funciona a todo trapo: en Indias tendremos oportunidad de verla en acción. Cuatro: En el año 1502 se dice que está en Indias “en servicio de sus altezas”: como un par de años antes  veremos participar a Campo en el proceso contra Colón (en Indias), hay que pensar que Francisco de Bobadilla no encarceló al genovés en un rapto de locura, sino que se trató de algo programado por los Reyes. Y cinco, Sebastián es incapaz de mantener dos veces el mismo nombre que ha elegido para sí mismo: Sebastián del Campo, Sabastián de Ocampo, Sabastián del Canpo, Campos… (etc. en datas originales).  Nada tendrá de extraño que en la relación-resumen de datarios con distintas suertes, desde dos a una, suscrita por Alonso de Lugo 26, se llegue al resultado (por exclusión) de que es aludido también como el Comendador Gallego, mote cariñoso que le da su amigo en relación a sus gomeros encomendados. Lista en la que también aparece un misterioso el Bachiller, probablemente la típica de cortesía en favor de funcionarios de la corte acusados de no ser vecinos 27, con casi seguridad Gabriel Varela, que deberá a su bachillerato la regiduría de la primera capital española en Indias, La Isabela. En la composición de la bula de la Santa Cruzada, este verdadero ángel de la guarda de Sebastián, figurará a menudo como el Bachiller Gallego. Ciertamente, lo de gallego no es la forma ideal de identificar a alguien a quien se adjudica una propiedad. Brotan como setas en otoño. Pero hay que ponerse en la epidermis de aquella sociedad de frontera, un verdadero Far West avant la lettre:

 

Un ejemplo ilustra esta situación: Los apodos con que se conocían a algunos padrinos en los registros de bautismos: “la asturiana”; “la cordobesa”; “la gallega”, demuestran que el grupo poblacional era pequeño y se desarrollaba en un lugar donde todos se conocían 28.

 

Tras la victoria, se convertirá en un maharajá. ¿Qué suceso tan inopinado hará que Sebastián vuelva la cara a semejante paraíso? Extensos territorios en Gomera y Tenerife, pobladores que se los trabajasen, casas en ambas islas, respeto, jefes como la Bobadilla y Lugo que le destacaban sobre todos. Pues eso, precisamente eso. Lugo, con su habitual tacto empezó una pugna sorda pero tenaz para hacerse con el control de las islas, de todas ¡todas las Canarias! El matrimonio con Beatriz fue visto como una maniobra para extender su control de las islas de su gobernación, Palma y Tenerife, a aquellas, Gomera y Hierro, que su desposada Bobadilla dirigía como tutora del mayorazgo menor de edad, Guillén Peraza, el cual, a la muerte de su abuela Inés Peraza, heredaría las que faltaban: Lanzarote y Fuerteventura. No está demás recordar que los Peraza se llegaron a llamar reyes de Canarias. Los Docampo, Sebastián y Alonso, tenían en su ideario una mezcla inextricable entre sentimientos medievales y modernos; los primeros, les sometían a normas no escritas que llevaban implícito el vasallaje a Guillén Peraza; la vis practica les decía que el poder real, el príncipe de Maquiavelo, era Lugo. Sebastián no podrá soportar la contradicción y se embarcará en el tercer viaje colombino, rumbo a Indias. Alonso, partiendo de los mismos principios, hará algo más arriesgado: amenazar de muerte a Lugo. Su cuello estuvo sin duda a un par de dedos de la cuerda, pero la jugada le saldrá bien: quizás porque jugaba con la baraja marcada: conocía el carácter pusilánime del Adelantado de las Canarias. Tenía referencias fraternales de primera mano.

 

 

 

 

 

 

1 Juan ABREU Y GALINDO. Historia de la conquista de las siete islas de Gran Canaria. Imprenta Isleña. Tenerife, 1818.

2 Antonio RUMEU DE ARMAS. La conquista de Tenerife. 1494-1496. Aula de Cultura de Tenerife. Madrid, 1975.

3 Ibidem.

4 Eduardo AZNAR VALLEJO. Documentos canarios en el registro del sello (1467-1517). Instituto de Estudios Canarios. La Laguna (Tenerife), 1981.

5 Juan NÚÑEZ DE LA PEÑA. Conquista y antigüedades de las islas de la Gran Canaria. Imprenta Real. Madrid, 1676.

6 Miguel Ángel LADERO QUESADA.  Trescientos nombres canarios a comienzos del siglo XVI. Casa de Colón. Las Palmas, 2004.

7 Fray Alonso DE ESPINOSA. Historia de Nuestra Señora de la Candelaria. Goya ediciones. Santa Cruz de Tenerife, 1952.

8 Francisco MORALES PADRÓN. Canarias: crónicas de su conquista. Excmo. ayuntamiento de Las Palmas.-El museo Canario. Artes Gráficas Salesianas. Sevilla, 1978.

9 DE ESPINOSA, ibidem.

10 Antonio RUMEU DE ARMAS. La conquista de Tenerife. 1494-1496. Aula de Cultura de Tenerife. Madrid, 1975.

11 Elías SERRA RAFOLS. Las datas de Tenerife (Libro primero de datas por testimonio). Fontes Rerum Canariarum. La Laguna-Isla de Tenerife, 1992.

12 Mariano GAMBÍN. Los años de hierro. Una sociedad en formación. El comienzo de la colonización en Gran Canaria (1483-1511). Amazón Kindle, 2020.

13 DE ESPINOSA. Ibidem.

14 RUMEU DE ARMAS. Ibidem (información guanartémica).

15 Ibidem

16 SERRA RAFOLS. Ibidem.

17 RUMEU DE ARMAS. Ibidem.

18 José DE VIERA Y CLAVIJO. Noticias de la historia general de las islas de Canaria. Imprenta de Blas Román, Madrid, MDCCLXXVI.

19 J. ÁLVAREZ DELGADO. La conquista de Tenerife. Un reajuste de datos hasta 1496. Ulpgc. Biblioteca universitaria, 2007.

20 Ibidem.

21 Elías SERRA RAFOLS. Alonso Fernández de Lugo, primer colonizador español. Amazón Kindle, 2020.

22 Ibidem.

23 Elías SERRA RAFOLS. Las datas de Tenerife (Libros I a IV de datas originales). Fontes Rerum Canariarum. La Laguna-Isla de Tenerife, 1978.

24 Elías SERRA RAFOLS. Las datas de Tenerife (Libro primero de datas por testimonio). Fontes Rerum Canariarum. La Laguna-Isla de Tenerife, 1992.

25 Ibidem.

26 Ibidem.

27 Elías SERRA RAFOLS. Alonso Fernández de Lugo, primer colonizador español. Amazón Kindle, 2020.

28 GAMBÍN. Ibidem.




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