Ola de frío haber, habría, pero este weekend la gente en Sanxenxo estaba en la playa. Algunos llegaron en descapotable |
SUMARIO
1.-ÚLTIMO IBI, ¿DEL VENDEDOR, DEL COMPRADOR O A PRORRATA?
2.-EL CORMORÁN
3.-DOCAMPO VERSUS COLÓN
1.-ÚLTIMO IBI, ¿DEL VENDEDOR, DEL COMPRADOR O A PRORRATA?
Esta
es una de las cuestiones “de moda” de suerte que es raro el otorgamiento de una
escritura de venta que no acabe con la dichosa discusión. Entre los astutos
métodos para encabronar a la gente, este ha venido a sustituir, con ventaja, a
otra polémica, ya histórica, la de “plusvalía municipal tú, no tu”, hoy
decantada hacia la parte vendedora.
—La
doctrina histórica en materia de IBI tenía la ventaja de la claridad, con
independencia de su mayor o menor justicia (aunque la claridad es una forma de
Justicia): el IBI del año en curso lo paga el titular
a 1 de enero y punto. Aunque venda el 2. Ya cada cual sabría a que atenerse
y efectuar los reglajes correspondientes en el precio. Así se deducía de la Ley
se Haciendas locales, que tras señalar en el art. 63.1 que son sujetos pasivos
las personas que ostenten la titularidad del derecho, aclaraba en el 75 que “el
impuesto se devengará el primer día del período impositivo, que coincidirá con
el año natural”.
—En
este idílico estanque recayó la Sentencia STS 2886 de 15/06/2016, como una de
esas pedradas que moja a todos los que están alrededor. Establece en esencia la
doctrina de que, salvo pacto en contrario, el vendedor que pague el IBI podrá
repercutirlo sobre el comprador. Nunca se encomiará bastante lo muy conveniente
que es dejar aclarada la cuestión en el posible contrato privado previo, pero
si no, la nueva regla se compone de dos principios, tan importante el uno como
el otro:
PRIMERA
REGLA: “Esto nadie lo discute… el abono del mismo (IBI) corresponde a los
vendedores y titulares a uno de enero”. Como a continuación veremos, para
tener derecho a la nueva facultad de prorrata, es condición indispensable que
el titular a 01/01 hayan pagado la totalidad (100%) del IBI y en tiempo pasado, es
decir, algo ya sucedido en el momento de la escritura. Si no está pagado el IBI
del año en curso, no se puede imputar al comprador como una especie de
sobreprecio estimativo.
SEGUNDA
REGLA: “La regla general, en caso de ausencia de pacto en contrario, será
que el vendedor que abone el IBI, podrá repercutirlo sobre el comprador en proporción
al tiempo en que cada una de las partes haya ostentado la titularidad”. Por
lo tanto, caben dos posibilidades:
—IBI
ya emitido por la administración y pagado: La prorrata del IBI podrá imputarse
el comprador en la propia escritura, como un sobrecoste.
—IBI
aun no emitido ni pagado: no se puede imputar, pero, una vez que se abone, se
podrá requerir de pago al comprador por la prorrata de su importe, en proporción
al tiempo en que cada parte haya detentado la titularidad. Si la reclamación no es atendida, el vendedor deberá
interponer la pertinente acción de Reclamación de Cantidad, que, de prosperar,
declarará la existencia y titularidad del crédito y el deber de pago, quedado
abierta la vía ejecutiva.
En
ningún caso se puede actuar preventivamente sobre un IBI teórico como una “realización
arbitraria del propio derecho”, pues el IBI, como cualquier impuesto, puede ser
objeto de cambios legales, rebajas, amnistías, etc.
Ala,
mejor ponerlo todo por escrito en el contrato privado. O cóbrate 150 euros más
de precio si tanto te importa, amigo vendedor, y pásate una jornada relajada y
alegre el día de la escritura.
2.-EL
CORMORÁN
Cuatro: El becerro, el olivo y el camarón babilónico
Los continos reales, comparables a los modernos funcionarios
con el matiz de lo variopinto de las misiones que les podían ser encomendadas, no
actuaban a su aire, sino que cumplían órdenes de la corona y para unas finalidades
específicas.
Los descubrimientos realizados al otro lado del océano
Atlántico hasta el fin de la primera década del siglo XVI no fueron fruto de
las ideas aventureras de osados capitanes salidos con sus naves al azar de su buen
saber y entender, sino empresas de exploración organizadas y capituladas (contratadas)
por la corona de Castilla con el fin de conseguir una finalidad prefijada 1.
En el caso de las Antillas sabemos que, dicho a lo fino,
los españoles navegaban en el éter; y, dicho a lo bruto, ¡es que no tenían ni puñetera
idea de donde estaban!
En los últimos años del siglo XV y en la primera década
del siglo XVI los partícipes en el descubrimiento de América actuaron en un escenario
geográfico observado y concebido en una forma que no se ajustaba a la realidad 2.
Era como jugar a
la gallina ciega; pero Fernando no tenía humor para eso y ordenó al funcionariado
la elaboración de un modelo de carta de marear para uso común de las
tripulaciones en los viajes a Indias: un mapamundi llamado el padrón real.
Al tiempo, creo el cargo de piloto mayor con la función específica de mantener actualizado
dicho padrón.
Puede considerarse el primer barrunto de esa carta única
el mapa de Juan de la Cosa, que puede examinarse en el Museo Naval de Madrid.
Si preguntas, acuérdate de decir el mapa becerro, pues está pintado sobre
el pellejo de un ídem. Fechado en 1500, ofrece dos curiosos ardides: uno, que
representa una imagen de san Cristóbal y el Niño tapando una buena porción de centro-américa,
justo por donde el primer almirante esperaba encontrar el brazo de mar que bañaba
China, India, etcétera. Se ve que La Cosa, que éste sí que había firmado el Juramento,
apreciaba su lengua. La segunda treta es que, a falta de un conocimiento cabal,
inventaba el perfil occidental de Cuba en forma de un perfecto camarón, con su
colita enroscada doblada sobre sí, a punto de ser mojada en vino blanco. Se sabía
que era isla, el indio dixit; pero la censura colombina había impedido que nadie
le viera el cabo occidental. La cola del crustáceo tiene su origen en que la última
visión colombina de Cuba había sido la costa oriental de isla de Pinos, hoy de
la Juventud. Ignorando fuese isla distinta, se la unía a la de Cuba mediante un
apéndice caudal girado 180º (No es por complicar las cosas; palabra, pero acabo
de venir del Museo Naval y la cola de quisquilla, según Cerezo, a mí me recuerda
mejor el enroscado rabo de un camaleón).
La siguiente representación de la cara oculta de Cuba apareció
en un mapa portugués de 1502, llamado de Cantino por el italiano que la vendió en
Modena. La cola del camarón más bien parece ahora el brazo de un ancla, pero lo
que revela es lo mismo: nadie había visto aun la cara oculta de la Luna, pero
que, aun así, eran más creíbles los indios que Colón. El portulano del genovés
Nicolaus de Caverio y el planisferio de Contarini, en 1505-1506, no aportan grandes
novedades a aquellos remates fantasiosos de la geografía occidental cubana.
Américo Vespucio, futuro piloto mayor de Sevilla,
pasará a la historia por dos hechos famosos: el haber dado nombre a todo un
continente y la recuperación del camarón. Si bien su mapa de 1509 se ha perdido,
tenemos un buen traslado en Italia, en la llamada carta Oliveriana de Pésaro.
Contiene interesantes novedades. El rey Fernando, que también era un cuco, había
ordenado a Vicente Yáñez Pinzón y Juan Diaz de Solís bojear la zona que tapaba
el monigote de san Cristóbal en el mapa de La Cosa. Con esta navegación quedó comprobado,
patente e incontestable que por allí no se iba a Asia ni a ninguna parte, que
eran los manglares del golfo de Honduras, la costa del Yucatán (cuya esencia peninsular
no captaron), y parte de la costa mejicana “llegando algo más al norte de Tampico”,
según Carmen Mena. Ergo, en julio de 1509, cuando regresó la pareja atizándose tortazos
entre sí, Cuba aún no había sido bojeada. Arribadas las malas nuevas a la metrópoli,
el bueno de Vespucio borrará al santo y pintará en el padrón otro tramo más de
asquerosa selva centroamericana en colores pastel. Hoy podemos ver esos colores
apagados en el traslado del mapa de 1509 que conserva el museo Oliveriano
de la preciosa urbe italiana de Pesaro. Pero a lo que a nuestro empeño importa,
el dinosaurio, euh, digo el camarón seguía allí.
La conservación de la geografía de las Antillas tal como
figuraba en la carta de Juan de la Cosa, incluso el característico perfil de Cuba
de en forma similar a un camarón (fue) mantenida hasta que en 1509 el capitán Sebastián
de Ocampo siguiendo órdenes del gobernador de La Española, Nicolás de Ovando,
realizó un detenido reconocimiento de la isla con el fin de proceder a su colonización
3.
En esto, que llegó un gallego y se comió el camarón ¡siempre
el dichoso marisco! Podríamos pasar directamente a la alegre mariscada, pero antes
debo pedir permiso para introducir una digresión en el relato. Gracias.
Se trata de un
turista (amigo de Campo de los tiempos de Granada), que realizó por aquellas
fechas una tournée pagada a las pirámides de Egipto. Este viaje tendrá una misteriosa
importancia en la forma definitiva que adopte la isla de Cuba. Es por eso que cambiamos
de aires: el trópico por el desierto. El turista se llamaba Pedro Mártir de Anglería,
un italiano de barba mal afeitada, robusto tirando a fondón, nacionalizado
español, primero médico, después eclesiástico, que debía andar por los cuarenta
y tantos. La cosa empezó porque el soldán egipcio no se había creído lo de la
conversión masiva al cristianismo de los recién conquistados granadinos. Pero
lo que más le encocoraba era que los portugueses (a los que no distinguía mucho
de los castellanos) habían cortocircuitado la ruta de la Seda, al acceder
a oriente por el cabo de Buena Esperanza. Por poner un ejemplo, Vasco da Gama, que
navegaba por allí, ejecutó un barco entero de peregrinos a La Meca al descubrir
con escándalo que eran infieles. El soldán era el custodio de Jerusalén y los Santos
Lugares y en represalia las peregrinaciones cristinas se cortaron de sopetón. En
tiempos de religión exaltada estas cosas tenían su importancia y los Reyes Católicos
enviaron como embajador a Anglería, el único que sabía idiomas, para ver si era
capaz de llegar a un arreglo.
Lo que pasó fue que el diplomático tenía mucho morro; el acuerdo estaba chupado (yo no mato tus peregrinos y tú no matas los míos) y el hombre se dedicó a hacer turismo el resto del tiempo. Tan pronto firmó el tratado preguntó al sultán si podía visitar las pirámides. El enturbantado personaje puso a su disposición un guía, acompañado de una generosa escolta. Su cuaderno de viajes (Legatio Babylónica) es muy detallado, no era un turista se esos de pasar a la carrera del Partenón a la Giralda. Las pirámides son equiláteras, suavemente agudas. Medirá el perímetro de la de Keops: 1300 pasos. Pide entrar, pero le dicen que uno que lo hizo no volvió a salir: entonces hace penetrar a su escolta. Salieron, je, je. Distingue en lontananza muchas otras pirámides: los muy embusteros le dicen que son incluso mayores que la de Keops y eso sí se lo cree. También mide en 58 pasos un coloso que, ya por entonces, andaba mal de orejas y de nariz: la Esfinge. El viaje se completará con visitas a Alejandría, donde no fueron capaces de dar cuenta al culto personaje de la tumba de Alejandro Magno, pero sí de un excelente cordero. Ah, las vacaciones pagadas por sus católicas majestades incluyeron una escala en navegación para visitar al laberinto de Knosos, en Creta. Impresionante bagaje cultural. Pero lo más impresionante de todo es que este tour tendrá una relevancia muy especial en la narración de los frutos de la exploración y conquista de Cuba por Sebastián Docampo.
Puedes bajarte Docampo versus Colón en formato electrónico en cualquier plataforma, por ejemplo:
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