La entrada en vigor del
copago ha generado un gran disgusto, ya que existe consenso en que la Sanidad es un servicio gratuito.
En efecto, en España tenemos la suerte de que nuestros próceres (Esther Koplowitz,
Amancio Ortega, Emilio Botín) donen gratuitamente el coste de los medicamentos.
A su vez, organizaciones no gubernamentales sin ánimo de lucro nos proveen de
competentes médicos: Jacques acaba de ser atendido de una cardiopatía en el
excelente hospital compostelano de Médicos sin Fronteras. ¿Y que decir de
nuestra Justicia, atendida por eximios juristas solo por el honor? ¡Rechazarían
indignados el cobro de un solo céntimo a fin de mes! No menos admirables son
los eruditos que enseñan en nuestras universidades solo por su
perfeccionamiento personal. Etcétera, etcétera.
Por desgracia, hay países
que no tienen tanta suerte, como Inglaterra, Alemania o los Estados Unidos. Los
pobres tienen que soportar con sus bolsillos la Sanidad , la Justicia , la Educación … Al menos,
como son adultos, se les ha dado la opción de elegir el copago frente el
doblepago. Quiere decir que no los tratan como niños y nadie les dice que la
alternativa a no pagar 30 euros por un servicio médico sea no pagar nada. No.
Ellos han sido informados de que la alternativa al copago de 30 euros es el doblepago
de 60 euros ya que (como sus médicos y laboratorios ¡cobran!), simplemente el
estado lo recauda vía impuestos, lo redistribuye y lo encarece con la gestión,
deduciéndoles 60 euros de su pensión, o no revalorizándosela, o
reteniéndoselo como impuesto. Naturalmente en esa fase final no se le dice
nada, pero como adultos saben que el resultado de sus 30 euros sanitarios más
la duplicación derivada del coste administrativo del proceso son 60 euros. La
misma desgracia tienen con la
Justicia , que a través de las tasas es soportada al 50% entre
el pleiteante y los demás ciudadanos. Tampoco gozan de nuestros generosos
catedráticos, por lo que el reparto del coste se impone entre el alumno y la
sociedad, siempre respetando a los que carezcan de recursos, en cuyo caso la
sociedad de hace cargo al 100%. Los pobres soportan esos gastos con paciencia
pero convencidos de su inevitabilidad; son adultos y saben que lo contrario les
llevaría, a través del mecanismo del déficit, a drenar los recursos del país y
a niveles de paro del 25%. Y al haber menos impuestos, acabarían pagando bastante más del doble. Pobres.
¿No se podría hacer algo
por estos desgraciados países? ¿No podría España, es decir nuestros magnates,
sufragar también la sanidad alemana, inglesa, americana? ¿Su Justicia? ¿Su
Enseñanza? La exportación de nuestro afortunado modelo adornaría con nuevos
brillos una misión histórica que ya cuenta con un Cervantes, un Colón y un
Chiquito de la Calzaza.
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