Los gallegos creen en un estado existencial entre la vida y la muerte, cuya manifestación más folklórica es la Santa Compaña. Por montes, valles y aldeas, los “petos de ánimas” recogen fondos para estas almas descarriadas, que no aprenden, y siguen frecuentando bares y tabernas. Por desgracia, las cajas metálicas que recaudaban fondos para los de ultratumba, han sido forzadas en su totalidad. El cronista pensaba que era un fenómeno reciente, vinculado al abandono del terruño; sin embargo estas imágenes prueban que no. Ya en el siglo XIX se hizo necesaria la vigilancia de los petos por la guardia civil: he aquí dos ejemplos.
En el primero, de mediados de esa centuria, la pareja de guardias se cubre con el chacó.
Un poco más adelante (1863), observamos que el vigilante usa un bicornio estilo Napoleón. Ambos ejemplos proceden de los alrededores de Pontevedra.
De donde se deduce que las excursiones ciclistas veraniegas también sirven para aprender moda militar decimonónica. Nunca te acostarás sin saber una cosa más.
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