Mi excursión a Volterra, acabó siendo un asunto irremediable. Pasa, que estoy obsesionado con Miguel Ángel y su fresco el Juicio Universal, a cuyos desnudos, el pintor Riciarelli, natural de Volterra, tuvo que poner braguetas. Riciarelli a su vez pintó un fresco bastante chusco en
Me encantan esos grandes combis de Mercedes, que ponen a tu disposición en los congresos de Hacia un Ministerio de Hacienda europeo. Puedes estirar una mesa, beber agua San Pellegrino, leer, escribir y poner distancia con los restantes pasajeros. El chofer era el típico chico italiano bien vestido, o sea que era rumano. Dijo que se llamaba Ismael y yo le dije que Quequeg. Cuando estaba a punto de decir que era una broma, la otra pasajera, que se llama Pilar, es de Zaragoza y trabaja en
Pilar perdió fuelle con lo de Sthendal, e Ismael tomó el relevo, pretendiendo que yo le enseñara italiano. Pensaba abrir una ruta turística y yo le dije que no, que Volterra no era el sitio adecuado. No creo que me entendiera, porque no sé traducir la palabra Infierno al rumano. Pero yo estaba a gustito, y me seguía riendo por lo bajinis del tipo del motocarro. Sé que está mal reírme de esas cosas, pero no lo podía evitar. Un hormigueante júbilo me recorría las entretelas pensando en Vola Terra, sin olvidarme de los pavorosos descendimientos, a cuya contemplación estaba impaciente por dedicarme. Por las ventanas, tintadas de morado, pasaban curiosidades como San Giminiano,
Fue agradable ver aparecer el odioso Macho, el torreón florentino de Volterra, ocupado en la perpetua violación de una grácil torre más pequeña conocida como
En la puerta de Cezi nos despedimos de Ismael, hasta las siete. Estaba empeñado en ir al Macho y yo le dije, sí, vete al Macho. Tal vez sea un “sin papeles” y se quede allí. Por supuesto, también le dije adiós a Pilar, para que se fuera con sus trufas del cambio climático, pero ella debió pensar que aún no había concluido con mi educación y decidió acompañarme.
Recorrimos el museo Etrusco, en el palacio Guarnachi. Pilar parecía haberse convertido en una comadreja u otro de esos animalitos hiperactivos. Se sabía de memoria la guía Mondadori y estaba empeñada en convencerme de que éste era el mejor museo Etrusco del mundo. Millares de urnas cinerarias con estatuas de esposos encima. Yo, que me había documentado en
Salimos a la calle Guarnachi y, tienen razón las guías en que, la luz del sol, al cambiar de posición o por efecto del polvo o quien sabe, hace que las casas cambien de colores. Es verdad, pero ¡ojo!, son colores aburridos y repelentes: excrementos, vómito, caldo de centolla. Los rótulos de las callejas laterales, que van soterradas en parte, tienen puestos unos nombrecitos que... ¡vaya nombrecitos!: vícolo de los estrangulados, vícolo de los prisioneros, vícolo de los ahorcados. Extensiones terrosas, abultamientos del suelo, grietas, podredumbre, nos ponen en antecedentes de la terrible digestión que sufre esta ciudad. Moscas, estatuas mancas o decapitadas, inscripciones que van siendo tragadas por la fuerza constrictora. Ciertamente, en una época, la ciudad buscó la vida, intentó coger aire, se rebeló bajo la llamada de un joven plebeyo de cabellos rizos, llamado Landini. Pero también el sufrirá la deposición, esperad y veréis. Feria de los tartufos. Las trufas son unas setas negras, que crecen al revés, hacia abajo. Salchichón de trufa, perfume de trufa, miel de trufa, pasta de dientes de trufa... ¿te quedas, nos quedamos? Ni de coña. Pues te acompaño. Que suerte tengo.
Museo Cívico. Me agradó ver la capacidad combativa de Pilar. Regateó a muerte con el conserje, por los doce euros de la entrada. Eso es mucho dinero, tío espagueti, porque a mi marido le interesa una sola obra. Eso dijo. Como yo entiendo bien el italiano, cuando escuché cosas como zoccola, sacco di merda, etc., intervine. Que el billete del museo Etrusco, vale también para el Cívico y el Sacro, aquí lo pone. El de la gorrita de plato, que ignoraba que lleváramos encima el billete múltiple, me dedicó un vai a farti dare nel culo y creo que Pili estuvo de acuerdo. En el primer piso, en una amplia habitación, estaba el objeto de mi interés: el fresco
Vargas Llosa dice que si Matilde Viscontini le hubiera hecho caso a Sthendal, hubiera sido un desastre, porque nos habríamos quedado sin
Palacio de los Priori, Señoría, Duomo, Batisterio, Boticellis Caravagios... No os aburriré con esas estupideces, iguales que las que podéis ver en Siena, Florencia, Pisa y tantos y tantos sitios. Si tenéis mucho interés, compraros una postal. Lo único curioso de aquí, es que en el palacio de
Comimos pizza en el palacio Mafei. Yo quería ver aquí unos frescos del Riciarelli, un triunfo romano, pero les habían puesto encima fotos de Sofía Loren. Hoy la cosa va de tetas. A la hora de pagar, gran mogollón. En Italia no usan caja registradora; hacen las cuentas con papel y bolígrafo, porque aún no han inventado el IVA. Han constituido un comité formado por Leonardo da Vinci, Pirelli, Marconi y Pinocho, a ver si consiguen inventarlo. Por ahora, tardan un siglo a la hora de il conto, y ya tenía de nuevo a Pilar enzarzada en mi defensa. ¡Factura, factura! Sofía Loren se mondaba de risa. Pili, es una chica muy corpulenta y viste una de esas camisas militares de camuflaje. Consiguió ofender el honor nacional italiano con esas historias de una factura para desagravar y de nuevo volaron los ¡zoccola, zoccola! Llegó a verter unas lágrimas redondas y deslizantes, muy parecidas a las auténticas. Por mi parte, ideas peregrinas que tengo, estaba pensando que Sthendal tiene que haber deposicionado a Matilde. Cuando una mujer llega a un punto que...
Inventario de deposiciones vespertinas: 1) Deposición del duomo: Es una obra ingenua del S XIII. A Cristo le sacan los clavos y cae. Sin embargo el conjunto tiene una fuerza tétrica y fría que hace que no le puedas sostener la mirada mucho tiempo. 2) Deposición del Rosso Fiorentino:¡Esta si que es una locura manierista! Verlo es quedar impactado. Son como muñecos de Disney locos, exasperados que chillan y saltan por todas partes. O saltimbanquis de rostros agudos, tan personales como los del Greco. Colores brutales, rojos provocativos. El Cristo que se derrumba es una mera disculpa para poner en marcha una maquina infernal y demente. No se me quitó de la cabeza. ¿Quién puede haber sido la persona que concibió algo semejante? Pues bien, el tal Rosso no decepciona. Presente en el Saco di Roma, ficha por
Había llegado la hora, la correcta, la de la puesta del sol. Me sentía extraordinariamente excitado porque al fin iba a estar frente a la verdad de Volterra: los Balze. Pilar hizo un último intento de que volviéramos a la feria del tartufo: había olvidado comprar barra de labios con sabor a trufa. Algo debió ver en mi rostro, que no insistió. La verdad, estaba tan eléctrico como un personaje de Rosso Fiorentino. Hasta mi respiración estaba agitada por un vivo temblor. Había completado mi información sobre los Balze en una librería al estilo volterrano: a un lado de la calle, los libros; al otro el librero. Pero cuando sabes las cosas que pasan en este pueblo, ni se te ocurre mangar nada. Sigues por la calleja del borgo San Justo, dejas a la izquierda el cementerio medieval y estas en los Balze (barrancos). La ciudad se hunde a trozos, se abisma. El espectáculo es inolvidable, fruto de los hundimientos de bloques del plioceno. La antigua ciudad etrusca, cien veces mayor que la actual, aparece y desaparece en el fondo de una profunda sima. Clavas la vista en el fondo. Una necrópolis vilanoviana, murallas, templos, iglesias, palacios, cementerios, por aquí, por allá, un día se hunde una cosa, otro día otra. Es tal la sensación de espanto y grandeza que cuesta trabajo no suicidarse, como hace un tropel de gente, todos los años. Lo próximo que está en el disparadero es la abadía Camaldula, del año mil, con un bello claustro de Ammannati. La mitad de sus cimientos ya están en el aire y esta, no puedo dejar de pensarlo, no seria la peor forma de irse. A la mierda en tren, a la mierda en moto, a la mierda en barco. El gran estómago cambia de colores, bajo el fondo azul rosado del cielo y un pánico excitante te sobrecoge, hasta el punto de que es casi imposible decir nada.
Esto último que he dicho, no se aplica a Pilar.
-Vamos a quedarnos quietos, Jacques ¡Es que vamos a quedarnos quietos! ¿No ves lo que ha hecho el Cambio Climático?
-No, no.... ¿qué?
Como la abadía Camaldula ya está en plano más bajo mientras se coloca para su definitiva deposición, a Pilar (que se había acercado a los muros, muy valiente ella), la veía por partes.
-¿Vas a quedarte quieto? ¡No ves esas genistas resecas! Pero ¡que hacen, que hacen los gobiernos!
Bandadas de conejos, de ratas, de grajos, abandonaban la abadía o eso me pareció. El inspector de los Balze nos gritó desde lejos ¡se van a caer! Ruido como de un volquete descargando arena.
-¡Donde están las mentes progresistas de este mundo! ¡Nos basta leer lo del Cambio Climático en los periódicos! –sólo se le veía un brazo y un hombro, moviéndose espasmódicamente. ¡Dame una mano, Jacques, mierda! ¿Qué hostias estás pensando?
Estoy pensando: al Infierno en abadía.
No hay comentarios:
Publicar un comentario