¡Excelente nuestra
Justicia! Ha salido indemne de este piélago de corrupción y fango, blandiendo
su espada flamígera, plena de respeto y fe.
Pero ¡que fatalidad
abominable le ha caído encima a Paula Prado! Insultos soeces. Burlas
sangrientas. Arrastrada por el fango en los mass media. Humillada, vejada ante sus hijos. Infectas
criaturas del barro siguen y seguirán persiguiéndola, no por lo que pudiera
haber hecho, sino por ser ella: persecución ad hominem (en este caso, ad feminam).
Si callamos, somos cómplices.
Si nos escondemos en nuestros tugurios, en nuestras oficinas, somos cómplices. Si
bajamos la cabeza, somos cómplices.
Los delitos que se le achacaron serían inverosímiles si no fuera por esa lacra vesánica que
daña nuestro cuerpo social. Un “¡que los disfrute!” telefónico (el típico ¡que
le aproveche! de desapego).
Un interesarse por procedimientos administrativos que afectaban a su
departamento. Y ya. Eso es todo. 7 delitos, 7, se llegaron a adjuntar a su nombre. Hay que destacar que no ha sido
absuelta de nada; simplemente no había el más mínimo motivo de reproche en su
contra y ni siquiera ha sido imputada por quien era competente para ello.
Paula
Prado no puede ser inocente sin que todos nosotros seamos culpables.
P.D.-Por si no queda
claro, mi crítica no se dirige a personas o autoridades concretas (que estoy
seguro actúan de buena fe), sino a un sistema que permite que una persona sea atada
a la Picota y
empiece a recibir escupitajos de los alegres paseantes, sin que nadie ponga rápido
remedio al desafuero.
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