jueves, 16 de enero de 2014

COPAGO: SOLO PARA ADULTOS


         La entrada en vigor del copago ha generado un gran disgusto, ya que existe consenso en que la Sanidad es un servicio gratuito. En efecto, en España tenemos la suerte de que nuestros próceres (Esther Koplowitz, Amancio Ortega, Emilio Botín) donen gratuitamente el coste de los medicamentos. A su vez, organizaciones no gubernamentales sin ánimo de lucro nos proveen de competentes médicos: Jacques acaba de ser atendido de una cardiopatía en el excelente hospital compostelano de Médicos sin Fronteras. ¿Y que decir de nuestra Justicia, atendida por eximios juristas solo por el honor? ¡Rechazarían indignados el cobro de un solo céntimo a fin de mes! No menos admirables son los eruditos que enseñan en nuestras universidades solo por su perfeccionamiento personal. Etcétera, etcétera.

         Por desgracia, hay países que no tienen tanta suerte, como Inglaterra, Alemania o los Estados Unidos. Los pobres tienen que soportar con sus bolsillos la Sanidad, la Justicia, la Educación… Al menos, como son adultos, se les ha dado la opción de elegir el copago frente el doblepago. Quiere decir que no los tratan como niños y nadie les dice que la alternativa a no pagar 30 euros por un servicio médico sea no pagar nada. No. Ellos han sido informados de que la alternativa al copago de 30 euros es el doblepago de 60 euros ya que (como sus médicos y laboratorios ¡cobran!), simplemente el estado lo recauda vía impuestos, lo redistribuye y lo encarece con la gestión, deduciéndoles 60 euros de su pensión, o no revalorizándosela, o reteniéndoselo como impuesto. Naturalmente en esa fase final no se le dice nada, pero como adultos saben que el resultado de sus 30 euros sanitarios más la duplicación derivada del coste administrativo del proceso son 60 euros. La misma desgracia tienen con la Justicia, que a través de las tasas es soportada al 50% entre el pleiteante y los demás ciudadanos. Tampoco gozan de nuestros generosos catedráticos, por lo que el reparto del coste se impone entre el alumno y la sociedad, siempre respetando a los que carezcan de recursos, en cuyo caso la sociedad de hace cargo al 100%. Los pobres soportan esos gastos con paciencia pero convencidos de su inevitabilidad; son adultos y saben que lo contrario les llevaría, a través del mecanismo del déficit, a drenar los recursos del país y a niveles de paro del 25%. Y al haber menos impuestos, acabarían pagando bastante más del doble. Pobres.


         ¿No se podría hacer algo por estos desgraciados países? ¿No podría España, es decir nuestros magnates, sufragar también la sanidad alemana, inglesa, americana? ¿Su Justicia? ¿Su Enseñanza? La exportación de nuestro afortunado modelo adornaría con nuevos brillos una misión histórica que ya cuenta con un Cervantes, un Colón y un Chiquito de la Calzaza.