En Ponte de Lima van a tener bebés muy pronto |
1.-TODO EN TODAS PARTES A LA VEZ
Me he bajado eso de mi plataforma de streaming. ¿Eso? Entre nosotros, soy incapaz de darle el honroso nombre de película a Todo en todas partes a la vez, la película de los siete Oscar. El lenguaje es ininteligible, el argumento inexistente, el tostón, abracadabrante. Desde los primeros minutos, estarás pensando: por favor, que esto se acabe, que se acabe ya ¡Dios mío!; sólo los muy cutres conseguirán verla hasta el final (3,15 euros) y eso, poniéndose unas pinzas de apertura de ojos, como las de La naranja mecánica. Tan es así que se hace difícil imaginar cualquier cosa más aburrida: no hay un sólo fotograma que no sea estrictamente malo. Al lado de esto, el discurso en estéreo con que Sánchez y Díaz tuvieron a bien aplastar a Tamames podría calificarse como la alegría de la huerta.
Pasan de los piragüistas ¿será porque el Lima/Limia es el río del Olvido? |
¿Cómo pudo la Academia americana de las Arte Cinematográficas haber concedido siete galardones?
A ver, me huelo una conspiración para acabar con el Cine. La mayoría de los académicos están pallá, solo piden haber participado en una peli en los últimos 10 años. Estos infames personajillos a los que se ha secado el cerebro, han maquinado un plan perverso, ahora que los aficionados estamos a solas en el sofá, viendo pelis en streaming. Antes, se iba a salas de cine, donde se juntaban multitudes considerables. Si alguien se hubiese atrevido a largarles un bodrio semejante, se hubieran sublevado, saldrían en masa a las calles, quemarían la Bastilla, guillotinarían al Rey en la plaza de la Revolución.A día de hoy, que triste, la única protesta que te queda es marcharte a la cocina y endilgarte las sobras de las croquetas del mediodía.
También hay garzas, y en Aveiro (iré en S.Santa D.M.), flamencos rosas |
2.-¿COMO ACREDITAR EL CAMBIO DE LEY SUCESORIA?
En esencia, la consulta se refiere a un testamento en favor del cónyuge, legando la legítima a la hija, otorgado por quien dice estar sujeto al "derecho mallorquín". A día de hoy la viuda quiere adjudicarse el piso para proceder a su venta y la hija no le da el placet. El caso es que el causante, hará unos quince años, se vino a vivir a su tierra natal, Galicia, consignándose su nuevo domicilio en múltiples escrituras y en el certificado de defunción. El asunto tiene su miga, pues la legitima mallorquina (1/3) es herencia forzosa y la hija tiene que firmar o sí o sí. En cambio, la legítima gallega (1/4) es un crédito ordinario que, en principio, no tiene trascendencia registral, pudiendo el heredero adjudicarse el inmueble por sí sólo y ya liquidará la deuda en otro momento. La vecindad civil (mallorquina o gallega) se adquiere o cambia por residencia continuada de diez años sin manifestación judicial en contrario. Así pues ¿cómo acreditar con efectos registrales esa mutación de mallorquín a gallego?
Respuesta: Perdón, sra. preguntante, pero como aun estoy bajo los efectos del bodrio de los Oscar, se me ha secado el cerebelo. Prometo responder un día de estos.
Respuesta hoy, ya más sosegado:
Creo (aunque, como tema controversial no garantizo el éxito en ámbitos registrales y/o judiciales) que procede instar un "Acta de Notoriedad por cambio de vecindad civil". La requirente sería la viuda y el texto podría ser el que sigue u otro que decida el notario:
"EXPONE: l.-Que su esposo Diego Galaico Mallorquín, nacido el xxx en Castroforte del Baralla (Mondoñedo, Galicia), siendo hijo de Juan Galaico y María Mallorquín, ambos nacidos y vecinos del citado Castroforte, falleció en 01/01/2023. Dicho causante residió temporalmente en Mallorca (Illes Balears), donde otorgó testamento el día 01/01/2000 ante la notaria de dicha plaza doña Concepción Ensaimada, en el que declaró hallarse casado con doña Dolores Lupa, a la que instituyó heredera, y tener una hija, llamada Rómula Galaico, a la que legó la legítima.
En escritura pública de 03/12/2000, ante la misma notaria, se declaró a través de su apoderado, vecino de Castroforte del Baralla, nº 13 (Mondoñedo, Galicia), a donde había trasladado su domicilio y que ya no abandonaría hasta su fallecimiento, según consta en la propia certificación de defunción.
En el citado testamento de 01/01/2000 consta como vecindad civil la de "mallorquina", siendo así que la procedente, conforme al art. 15.5.2º del CC (por residencia continuada de diez años sin declaración en contrario en dicho plazo) es la "gallega"
II.-Que la Subdirección general del Notariado y de los Registros considera el Acta notarial de notoriedad, tramitada conforme a la legislación notarial, título suficiente para considerar justificados "los requisitos para la adquisición, modificación o conservación de la vecindad civil", en lo que abundan las Res. DGRN 08/02/12 y 30/11/2013.
Esto expuesto requiere al notario para que declare la Notoriedad de que, a fecha de su fallecimiento, la vecindad civil de don Diego Galaico Mallorquín era la gallega, Aceptación del requerimiento".
Opino que la prueba debe abundar en esos instrumentos públicos en que se intituló como castroforteño, sin descuidar el censo, certificaciones del registro civil y al menos dos testigos, Considero conveniente citar a la legitimaria. Recaído resultado favorable, la viuda se puede adjudicar por sí sola el piso y proceder a su venta, operación que por fair play aconsejo instrumentar en otro notario distinto al del acta. Y colorín...
3.-DOCAMPO VERSUS COLÓN
Hace su entrada en escena un nuevo personaje: Velasco (o Vasco) Núñez de Valboa (val boa, buen valle), a quien la deformación de los notarios castellanos muta su apellido por Balboa. Docampo fue su alter ego, a quien apoderó para presentarse en la corte y vender el Descubrimiento nada menos que del Océano Pacífico, ellos le decían Mar del Sur. Pero nuestro personaje tuvo la mala idea de enredarse casi un año completando la conquista de su querida Cuba; luego, cuando cayó en la cuenta de que llevaba un Océano en las alforjas, fallecerá apenas desembarcado en Sevilla, no sin dejar el asunto en buenas manos. El Rey Fernando perdonará a los herederos semejante enredo, es de suponer que agradeciendo una vida de servicios.
-7-
Velasco Núñez de Balboa
Prefacio
Las dos fuentes básicas para el estudio de la peripecia
de Balboa son el renacentista Las Casas y el decimonónico Altolaguirre, y ambos
cojean del mismo pie: para ellos y sus tiempos el idioma gallego había dejado de
existir; pero esa lengua sí se contemplaba en los universos mentales de Campo y
de Balboa. El dominico se queja de que el “portador de esta carta e informaciones
fue un Sebastián de Ocampo, Vasco Núñez le llama del Campo” ignorando, por pura
vagancia, que un término es traducción de otro. Altolaguirre también encuentra irritante
que “En la carta de 20 de enero de 1513 al Rey, Vasco Núñez le llama Sebastián del
Campo”. No otra fue la actitud del escribano sevillano que redactó el testamento
del gallego, el cual, después de haberse identificado el testador como Sebastián
Docampo, va y prosigue impertérrito con el De Ocampo. No se daba cuenta de que eso
le sonaba al aludido como si hoy dijésemos Pedro de el Hierro o Los de el Río,
encima, en plan bilingüe, sustituyendo el artículo castellano el por el
gallego o. Tras haber leído otras escrituras de este famoso fedatario,
Manuel Segura, hijo y nieto de notarios (Bartolomé y Francisco Segura), creo
que me ratifico en mi decisión de haber optado por la expresión Campo, si se trata
del apellido a secas; o los gentilicios Docampo, en gallego, o de Campo/s, del
Campo o Gallego, para el castellano.
Algo parecido sucede
con el apellido Balboa, que está en gallego y se debería escribir Valboa (val,
valle, boa, bueno). La mayoría de los autores, a quienes encanta sin disimulo
el personaje, tras reconocer su origen gallego, caen en la incongruencia de
hacerle hijo de un tal Nuño Arias de Balboa, localidad que sitúan en el Bierzo
leonés. La Valboa o Val de Deus de Galicia está junto al monasterio de Armenteira,
a unos pasos de Pontevedra, en pleno señorío histórico de Pedro Madruga. No hay
que hurgar mucho en el árbol genealógico de los Sotomayor para toparse con
varios entroncamientos con el linaje Balboa, por ejemplo, Urraca Fernández de
Balboa. De este compartido vasallaje, es posible que haya nacido la decisión de
Velasco Núñez de hacer depender de Campo no sólo la revelación al mundo de su hallazgo
(el mar del Sur u océano Pacífico), sino literalmente, su cabeza. Por si las dudas,
reforzaré mi elección geográfica en base al peregrino argumento de que de allí es
Viri Balboa, mi parienta y ex primera dama española ¿hago mal en ser tan ligero?
Va, pues ahí va otra que tal. Podría añadir como motivo íntimo la virtud resucitadora
que tienen las aguas val-buenenses: el abad del monasterio de allí, san Ero,
bebió de tan sagrada fuente en el siglo X, ipso facto quedó en muerte aparente, catatónico, y no despertó/resucitó hasta el XIV. No me gustó
la solución que el nuevo abad le dio al entuerto: ordenarle al pobre Ero que se
muriese de nuevo. En los protocolos monásticos no estaba prevista la dimisión.
Ahora en serio, tengo la santa esperanza de que a mi Docampo le suceda lo mismo
que a san Ero: muerto y resucitado al cabo de los siglos. Aunque con el temor de
que el doctor Álvarez-Hungría jr. me lo remate de nuevo, aprovechando una de
esas intragables Comunicaciones que publica cada dos meses para hacer
currículum.
Vasco (Velasco) Núñez
Presentarse sin más con un par de carabelas de suministros
en Darién y ser despedido después como el chico de los recados hubiera sido una
capitidisminución para Docampo, conquistador de Gomera, Tenerife, La Española y
Cuba, refutador del primer almirante. Todo lo contrario. Balboa lo considerará digno
portador de una carta al rey como los conquistadores importantes, los develadores
de mundos; él llevará a la corona, a Europa y al Mundo, la noticia de la existencia
del océano Pacífico. Los prejuicios raciales que su cuna o su familia pudieran
haberle acarreado, carecían de importancia. Lo importante será que Vasco Núñez
de Balboa lo considerará un cualificado procurador de sí para dirigirse al rey
regente: Fernando, la máxima majestad que, no siendo el papa, pudiera existir. En
el nuevo orden mundial los hombres ordinarios, aquellos cuya cuna no había presidido
una corona ducal o condal y que se lo debían todo a su arrojo y valor, adquirieron
una inesperada importancia. ¿Pasamos mentalmente revista a la secuencia de hechos
que llevaron a este resultado?
Sin duda el favor de los dioses hubiera debido haber
recaído en los inicialmente designados en 1508: Alonso de Ojeda, propietario de
Nueva Andalucía y Diego de Nicuesa, de Veragua. Se les hizo don, a pachas, del continente
americano: la Tierra Firme, o sea todo lo que no era isla. Como si dijésemos Sudamérica
para ti, Norteamérica para ti. Pero ellos consideraron más importante la disputa
por cada pulgada de sus territorios, hasta que Juan de la Cosa les señaló frontera
en el río Grande de Darién, hoy Atrato, a mitad de camino del golfo de Urabá en
las inmediaciones del istmo centroamericano. A las primeras de cambio se tuvo
la intuición de que el primero en desembarcar, Ojeda, iba a acabar muy mal: los
indios urabaes no se tomaron nada bien los interrogatorios en busca de oro mediante
achicharramiento de pies. De no ser por la noble ayuda de Nicuesa, ese capítulo
lo hubieran cerrado ya el curare de sus dardos, que sí fue capaz de acabar con la
función respiratoria de su segundo de a bordo, el célebre cartógrafo del mapa
becerro: Juan de la Cosa. Los indios de por allá eran uno marrulleros, ¡donde se
ha visto eso de envenenar las puntas de las flechas!
Ojeda hubiera podido reiniciar su aventura: tenía un
leguleyo en retaguardia, Enciso, y los créditos bancarios todavía permitían tirar
del negocio. Pero en su dramática singladura a La Española en petición auxilio
encomendará su salvación al proto-pirata Bernardino de Talavera y, en fin, tan
apurado se verá con la Justicia que, en cuanto se vea libre, profesará como humilde
franciscano en Santo Domingo y renunciará a la Gloria. Enciso, zarpado en su socorro
desde la isla Española por propia iniciativa, se cruzará no con Ojeda, pirata forzoso
con síndrome de Estocolmo, sino con los supervivientes de su expedición
que evacuaban a su vez Tierra Firme al mando de otro futuro ilustre, Francisco Pizarro.
Apenas un puñado habían resistido al tristemente famoso curare (Strychnos
toxifera), pero esta aparición repentina de refuerzos excitó su espíritu
conquistador y, sin más, los pizarristas se darán media vuelta. Quien dijo miedo.
De los que arribaban con Enciso, uno navegaba en plan polizón,
envuelto en la vela de respeto, compartiendo el cálido estuche de tela con un perrazo
alano que le atizaba lambetadas en pleno rostro: Vasco Núñez de Balboa. Leoncico,
el can, era su único patrimonio: el gobernador Diego Colón había prohibido a los
entrampados embarcarse, debiendo tentar la suerte metidos en cestos, barriles, sacos
u otros recursos de fortuna. La penuria de la que huían en La Española ponía los
pelos de punta al propio cánido: por un pedazo de tocino pasado o por un vaso de
vino podía ser azotados nueve hombres metidos en una traílla; más de cincuenta
habían muerto de hambre por no recibir pan del bastimento del rey, del que había
harto, y la élite genovesa lo arrojaba al Caribe una vez rancio. Son cosas que,
aunque te las cuenten, cuesta trabajo creerlas. El navío Enciso-Balboa-Pizarro naufragará
en los cayos de entrada al golfo de Urabá: se ahogará el ganado y los documentos
de apoderamiento de Enciso, sin los cuales un bachiller no es nadie; todo lo
más, indigesto menú de tiburones. Cuando se les sequen los huesos Balboa verá
su ocasión de tomar la iniciativa y propondrá asentarse a poniente del golfo, en
la concesión de Nicuesa. Había descubierto en una expedición anterior que, por
aquella banda, los indios eran gente decente y no ponían hierba en las flechas.
A las primeras de cambio, la clásica escabechina de indígenas armados de
rudimentarias macanas, caciqueados por un tal Cemaco, demostrará la bondad de
sus predicciones. Bastantes de los muertos tenían un estuche de oro cubriendo el
pene, lo que fue juzgado una buena señal. La ciudad se bautizará Santa María la
Antigua en honor a la patrona se Sevilla.
Si, tú, en la concesión de Nicuesa. Nicuesa a su vez había
desaparecido en la jungla húmeda; sus subordinados al mando de Olano se habían
hecho los remolones y mientras él bogaba y bogaba al Norte, al Norte, más al Norte,
y ya se había pasado de largo su concesión de Veragua. Había tenido la genial
idea de seguir un plano dibujado personalmente por Cristóbal Colón. Su segundo en
la retaguardia dominicana, Colmenares, arribó en noviembre de 1511 a Santa María
la Antigua, la villa interétnica cuya corporación bien dirigía Balboa al margen
de la corona, como una especie de policía municipal. Cuando propuso una expedición
para rescatar a Nicuesa, Vasco Núñez, el nuevo hombre fuerte le replicó que ¿quién
tiene tiempo para esas cosas?, habiendo cerca oro, perlas e indias muy lindas. El
pequeño Nicuesa terminó por reaparecer por sus propios medios, pero ya no era
aquel rubicundo reidor; su rostro era una fea mueca. El gracejo andaluz se lo
habían chupado las típulas (mosquitos gigantes). Balboa le concedió deportivamente
un bergantín para que presentase sus quejas en la corte. Lástima que no tuviese
cubierta. Vale, tampoco carena. Bueno, no nos hagamos sangre, puede que tuviera
la quilla algo torcida por aquel golpe contra los bajíos. Nicuesa recorrió caminando
hacia atrás la distancia hacia aquella suerte de pecio, suplicando se le
permitiera quedarse en tierra como un simple escudero, pero no le hicieron
caso.
No se investigará
demasiado su desaparición, no siendo sus avalistas, como Docampo, que, a la
postre, tendrán que resignarse a hacer frente a las deudas con su peculio. A Enciso
también le dirá Balboa que aquí no te necesitamos, pero al menos, la nave en la
que le expulsa en marzo del 11, tendrá mejores condiciones marineras y conseguirá
llegar a la península, donde iniciaría una jeremíaca queja infinita. Desde el punto
de vista de Vasco Núñez mejor hubiera sido haberlo estibado en un bajel modelo-Nicuesa:
un bachiller y leguleyo metiendo cizaña en la corte tarde o temprano te hace perder
la cabeza (en sentido literal).
España. En julio de 1511 se había informado al Rey que
el fabuloso Eldorado que todos consideraban la Tierra Firme se había convertido
en un desastre universal. En un principio, falto de perspectiva cercana, había
insistido en favorecer a Nicuesa y Ojeda “hasta saber si hay oro en aquellos desiertos”.
Pero en 23 de diciembre de 1511 por influencia de Diego Colón, que deseaba evitar
la llegada de un competidor con más rancio abolengo nombrará a un Vasco Núñez
de Balboa:
… gobernador… hasta que yo provea otra cosa… lo cual haré…
1
La fortuna de Vasco Núñez a partir de ahora experimentará
un crecimiento exponencial. Ya en 1512 su amigo, el cacique Comogre, además de ponerle
cuatro mil pesos de oro en unas cestas con un guiño, le susurró una noticia que
le dejaría helado y que, seguro, tendría que pedir que se la repitiese. Por allí
cerca, a media docena de soles de su territorio, se expandía majestuoso el mar del
Sur, el mar de verdad, el de China, Japón, Malaca y la India, el que había sido
el causante de todo aquel desmadre, el que se llamará océano Pacífico. El preludio
del notición había sido la típica charlotada: los conquistadores disputándose a
mamporros un botín de esmeraldas y metales preciosos. Comogre levantó una mano
y, señalando con el dedo el Sur, les dijo que se tomasen las cosas con calma:
traspuestas las sierras, había una provincia en que abundaba tanto el oro como
en España decían que abundaba el hierro. El pabellón auricular de Pizarro amenazaría
dislocarse: esa fue la primicia de la existencia del Perú. Aquellas tierras —susurró
luego a Balboa sin inmutarse—, tenían por límite un mar que era navegado por barcos
que llevaban remos y velas como los de los españoles y que bañaba provincias feracísimas
en oro.
Una ventolera de urgencia les derritió los sesos. Había
que asegurarse de que nadie les pisase su tremenda fortuna recién adquirida: China,
Japón, India. Todo suyo, la de Dios. Había que enviar un par de procuradores al
Rey para que les asegurase la patente de esos imperios. Pero no se fiaban de ninguno
de ellos, claro, bien se conocía entre sí esta tropa de gamberros y homicidas.
¿Qué resultado podía esperarse del típico procurador infiel? Atribuirse el hallazgo,
reclamar la gobernación para si mismo, implicar a los que quedaban en crímenes
horrendos, tú me comprendes. Tras sesudas cavilaciones enseguida salió un
nombre: Juan de Quicedo. La virtud que se le encontró fue que dejaba mujer e hijos
pequeños en Antigua, y siempre se les podría violar, torturar, ahogar a los niños,
o hacerles cositas. Más complejo fue el nombramiento del segundo procurador; se
decidió por sorteo, resultando elegido Rodrigo de Colmenares al que es de suponer
que se le dieron instrucciones con la punta de la espada a un palmo de los
ojos. Partieron a fines de octubre de 1512 pero no llegaron a la península hasta
mayo de 1513; entretanto se malearon en la escala que hicieron en La Española. ¡Sangre
de Cristo! ¡Teníais que haberle quitado los ojos sin hacer preguntas!
Mientras, en Antigua, las buenas noticias habían aliviado
algo el hambre endémica y las alteraciones gástricas derivadas de una dieta a base
de ratas y culebras. Pero el alivio psicológico no impidió que la tropa se viese
demediada por la hambruna justo en el momento en que más falta hacían hombres para
conquistar todo aquello (Cipan… ¿qué?), aquello cuyo nombre ni siquiera sabían pronunciar,
excepto los dos o tres que tenían latines.
A fines de año surgirán en el mar dos velas; el estómago
contraído hará comentar a Balboa en su gallego castrapizado “si mucho tardara el
remedio, cuando viniera no fuera menester porque no hallara que remediar 2”. La flotilla traía las bodegas hasta los topes de víveres
y en cubierta 150 tropas de refuerzo: la mandaba Serrano y la financiaban al 50%
Diego Colón y la compañía Pasamonte, de la que (sabemos por su testamento), es
socio Sebastián Docampo. Y, pues nada, a bordo venía un pergamino remitido por
el propio Pasamonte y firmado por el Rey, en el que se nombraba al bueno de Balboa,
capitán general de la Tierra Firme 3. El nombramiento
databa de 1511 pero Balboa no pudo echarle el ojo hasta principios del 13, si
antes lo hubiera visto, antes hubiera tomado coraje para emprender su hazaña.
En enero surgirán
en Antigua dos nuevos buques con bastimentos al mando del capitán Sebastián Docampo:
la importancia del asunto había impuesto una intervención personal en primera línea,
no siendo suficiente la mera llevanza de libros en retaguardia. Pero el de Tuy
probablemente repararía en que Balboa tragaba saliva en silencio al escucharle.
Por supuesto dio novedades a su paisano del apoyo de Diego Colón y de los dimes
y diretes que traían las naos que atracaban en Santo Domingo. Que si Quicedo y
Colmenares habían extendido por la península el bulo de que en Tierra Firme
abundaba tanto el oro y eran tan gruesas las pepitas, que en los ríos se empleaban
redes para pescarlas. Que si pedruscos de oro puro se usaban para lastrar las
cabañas y que no se las llevase el viento. Que si los castellanos por millares se
estaban arrojando a las naves para venir hasta aquí para dedicarse a la Pesca
del oro: soldados, letrados y eclesiásticos abandonaban en masa familias,
despachos y canonjías. Gold fever. Que si el rey había pensado para
controlar esta locura en Pedrarias Dávila: un comendador de Calatrava que jugaba
cañas y bailaba muy bien y que había cometido muy gráciles asesinatos en las
guerras de Italia (Docampo quizás añadiría, meneando la mano ¡encima está casado
con otra de esas Bobadilla de las de puño en arma!). Qué si se estaba tramando una
pesquisa contra los vecinos de Antigua, Balboa el primero, para proceder contra
sus personas y bienes “a las mayores penas civiles y criminales”. El crimen de haber
tenido demasiada suerte ya existía en el derecho greco romano y se llamaba hibris.
Una persona inteligente como Balboa no podía dejar de deducir
que lo que estaba sucediendo allende los mares, para él se traducía en prisa.
PRISA. Una prisa tremenda. Diantres, él no se había portado tan mal con Enciso,
¡su barco flotaba! Era obvio que necesitaba alguien en la corte que contrapesase
la cizaña machacona del bachiller. Se le ocurriría enseguida la idea a la vista
de su interlocutor, ¿por qué no el paisano de Tuy? La descartaría. Empujada por
el torpor tropical, la idea volvería a presionar su cerebro, la volvería a echar
de sí. Por fin, a la tercera, el musical acento gallego del hombre de cara ancha
y nariz aquilina, el acento de los ancestros de la familia Balboa, decidirá la
partida. Este Campo podía servir a sus fines. Un conquistador siempre es escuchado
en la corte y, el punto principal ¿acaso no es contino real? ¿Criado de la reina
que Dios haya? ¿Acaso no son este tipo de personas las que sus altezas esparcen
por el mundo, como sus ojos y sus oídos, para servir de fundamento a sus decisiones?
¿No es una fortuna tener aquí, a mí disposición, al mejor especialista en el
untado de manos? ¡Eureka!
Por medio de este (Campo) debió de saber Balboa que Quicedo
y Colmenares le habían traicionado, lo que le decidió a nombrar a Sebastián de Ocampo
su procurador en España. Aparte de apoderarlo le entregó 360 pesos de oro en minas
para el rey, un esclavo marcado, muestras de productos indígenas y una carta fechada
a 30 de enero de 1513, una de las pocas que se conservan de su puño y letra. En
ella se ocupaba de Ojeda y Nicuesa cuya ineptitud centraba en dos aspectos principales:
no haber repartido puntualmente los botines y haber perdido cerca de 800 hombres
en actuaciones temerarias 4.
Balboa estaba necesitado de que el rey aprobase su gestión
tras haberse deshecho, uno tras otro, de los tres legítimos representantes reales;
el triunfo, el mar del Sur que tenía como quien dice en su morral, sería su tabla
de salvación. Pero necesitaba un negociador hábil, alguien que supiera moverse
en la corte. Uno que no temiera ensuciarse algo las manos. Recurrió a Campo, le
nombró su apoderado y le encargó su defensa. Para el rey le confió 370 pesos de
oro, complemento de otros ya remitidos a través de Quicedo y Colmenares, diversos
productos locales, un esclavo indio instruido para que encomiase en castellano
los lavaderos auríferos de la Tierra Firme, y unas esmeraldas como avellanas.
Balboa se atreverá a aconsejar al Rey:
envío a Sebastián de Campo y suplico a vuestra alteza le
dé entero crédito 5.
Pero había muchísimos ojos enfocados al mismo bocado.
Los financiadores de Balboa llegarán sin mucho esfuerzo a la conclusión de que el
fastuoso negocio del mar del Sur podía funcionar con Balboa o sin Balboa. La compañía
Pasamonte no será ajena a esta prosaica reflexión: el licenciado Zuazo, juez de
residencia de La Española, escribía así a Chievres, del consejo real:
en este tiempo aconteció que el dicho tesorero (Pasamonte)
se enojó con Vasco Núñez que reside en Tierra Firme y para destruirlo acordó
escribir al Rey Católico que sería buena cosa que su Alteza hiciese una armada
para Tierra Firme y que viniese un gobernador de aquellas partes, con poder sobre
el dicho Vasco Núñez 6.
El rey, que andaba ofuscado con el deseo de poner su corona
por encima de todas las demás, responderá:
por lo que escribís como por otras vías sabía varios excesos
de Vasco Núñez de Balboa, alcalde mayor del Darién. Se hará pesquisa para que sea
castigado 7.
El problema con Pasamonte era el típico problema con Pasamonte,
una cuestión de contabilidad, de ajustar números, ya que, según nuestro autor de
cabecera, Altolaguirre, el tesorero “creyese que Vasco Núñez se había desligado
de mostrarle en forma efectiva que no era ingrato en la protección que le mostraba”.
Un cesto de minas de oro (0,5 kg. cada una) arreglará el problema, pero la carta
ya había sido enviada y el mal, hecho.
Balboa estaba claramente requerido por el destino, bien
para ser el heroico descubridor de lo que será todo un nuevo océano, el Pacífico,
bien miserable reo degollado en el patíbulo. Tendrá la corona y tendrá la cruz,
lo que le convertirá en el perfecto héroe trágico, aún pendiente de una estupenda
novela. De momento confiará su destino a la pluma, o sea a la carta de que será
portador Docampo. Que no siempre era todo lo diligente que la situación requería,
recordemos el parsimonioso rescate del primer almirante cuando fue náufrago en Jamaica.
En tal sentido, puede que Balboa quedase algo disgustado con la discreta aceptación
por parte del de Tuy, no tan entusiasta como debiera. ¡Manda carallo, si le está
haciendo gracia a este capitanucho del mejor encargo de su vida!
La misiva de Balboa está fechada a 20 de enero de 1513.
Enseguida te saltan a la vista ciertas frases clave: con muy poca sutileza Vasco
Núñez confecciona todo un Manual de Alta Dirección para rentabilizar los
fabulosos recursos del nuevo continente ¿en quién estaría pensando? ¿En uno con
un perro llamado Leoncico? De seguirse sus instrucciones, el legendario rey Midas,
aquel que todo lo que tocaba lo convertía en oro, en realidad solo habría manejado
calderilla.
Cristianísimo y muy poderoso señor: …he procurado que
los indios de esta tierra sean muy bien tratados… he sabido de ellos muy grandes
secretos… mucha cantidad de oro… muchas veces nos acaece ir 1 legua y 2 y 3 por
ciénagas y agua, desnudos y la ropa puesta en la tablachina encima de la cabeza…
(si la) persona que tiene el cargo de gobernar esta tierra se descuida… da causa
a perderse él y todos los que van con él… he procurado… bien repartir así el
oro como guanín y perlas, sacado lo que pertenece a vuestra muy real alteza… teníamos
más oro que salud… holgaba más hallar una cesta de maíz que otra de oro… debe mandar
proveer para que al presente vengan hasta quinientos hombres o más de la isla Española…
para que con ellos y con los que acá están conmigo, aunque no son más de ciento
para guerra… entrar tierra adentro y pasar la otra mar de la parte de mediodía
…veinte ríos y treinta que tienen oro… tienen todos aquellos caciques en las barbacoas
como maíz, porque es tanto el oro que tienen, que no lo quieren tener en cestas…
la manera en que se coge es que lo ven estar en el agua y lo apañan y lo echan
en sus cestas… el rescate que le dan por el oro es ropa de algodón e indios e indias
hermosas, no los comen… la otra mar es buena para navegar en canoas, porque está
muy mansa… hay muchas islas, dicen que hay muchas perlas en mucha cantidad y muy
gordas… yo me atrevo… a descubrir cosas tan altas… merced me haga… (no)mande ningún
bachiller en Leyes, ni otro ninguno si no fuera en Medicina… porque ningún bachiller
acá pasa que no sea diablo y tienen vida de diablos… tienen forma por donde haya
mil pleitos y maldades…
Muy poderoso Señor, con un bergantín que de aquí enviamos
en que fue Juan de Quicedo y Rodrigo de Colmenares, envié a V.A. 500 pesos de oro
en minas en granos muy hermosos, y porque la navegación es algo peligroso para
navíos pequeños, torno a enviar ahora a V.A. con Sebastián del Campo 370 pesos de
oro en minas: más se enviaran si no fuera porque no se pudo coger en tanto que
aquí estuvieron los navíos 8.
Hay algo raro en la actitud negligente con la que Campo
aborda su oficio de cartero real. Tan es así que, aprovechando la singladura de
regreso, se distraerá un buen año en Cuba, participando con Diego Velázquez de Cuellar
en la conclusión de la conquista de Cuba que él mismo había iniciado. Las cosas
de la Gran Antilla son para él una prioridad. Enseguida te asalta la sospecha de
que Campo se hizo un Diego Méndez. El andar jugando con las cosas serias
costará a Campo la multa del siglo, más tarde perdonada a sus herederos en gracia
a sus apreciados servicios a la corona:
(El Rey) Por parte de los herederos de Sebastián de Ocampo…
(al que) enviaron a Castilla del Oro por capitán de dos naos… concertaron volver
en 20 días y no más… (pero) a causa de no ir bien cargadas… tiempo recio… se detuvieron
las dichas naos 50 días en Cuba… los jueces y oficiales le pusieron de manda (multa)
800 castellanos de oro… Sebastián de Ocampo dice que fue el dicho viaje más por
nos servir que por su interés y además dichas naos ganaron su flete… 9
Sabemos que el gallego es un hombre cachazudo, que se
había tomado su tiempo en Gomera antes de decidirse por una de aquellas locas
flotas colombinas. Se puede entender que fuera incapaz de resistirse a la
tentación de recalar y echar un vistazo a las operaciones de pacificación
de su querida Cuba, en cuya gobernación había sido sucedido por Velázquez. Pero
aun así hay que tener bemoles para dedicarse a asuntos propios, llevando como llevaba
en su equipaje el océano por el que las monarquías ibéricas suspiraban desde hace
siglos. Campo tenía un plan, un asunto personal que llevar a cabo, pero si quería
compatibilizarlo con el servicio a la monarquía, debería andarse con mucho cuidado.
De todos modos, aunque tardías, las noticias que acabará llevando a Sevilla favorecerán
a Balboa. En la psiquis bien predispuesta del regente, conseguirá instilar un favorable
contraste entre el trato brutal al indio siboney, de que había sido testigo en Cuba,
y la campechana sociabilidad con los indígenas urabaes, de Balboa. Sus informes
convencerán al monarca de que Vasco Núñez era una especie de fray Bartolomé de las
Casas-bis, lo que le atraerá la simpatía del lobby monacal. Fernando escribirá
a Balboa felicitándolo por su pacífica política indígena:
Me ha parecido muy bien… Vasco Núñez… tratar a los caciques
e indios con tanta templanza y dulzura… muy mejor seso no hacerlo por rigor ni fuerza
10.
En otro orden de cosas, parece probado, si atendemos a
su reacción inmediata, que la presencia de Docampo fue la patada divina que lanzó
a Balboa a cruzar el istmo sin más dilaciones, al ponerle sobre aviso de las nubes
de tormenta que se estaban formando a sus espaldas. Ahora o nunca. Con los 500 de
refuerzo o sin ellos. Inmortalidad o muerte ¡ya!
Docampo “enterado de lo que se tramaba contra Vasco Núñez
de Balboa le dio el aviso que le determinó a emprender la arriesgada, por no decir
temeraria, expedición al Mar del Sur sin esperar los refuerzos pedidos 11”.
Había calculado necesitar al menos 1.000 hombres; la urgencia
le llevó a lanzarse al istmo con apenas 300, contando los que le había dejado Serrano.
Vale, somos conscientes de haber defendido dos teorías opuestas, la de un Campo
pro-Balboa, y la anti-Balboa. Es posible, incluso probable, que ambos sentimientos
pugnaran también en la mente del de Tuy, un hombre de la corona a la vez que influido
desde la cuna por sentimientos medievales de caballerosidad. Si atendemos a la dedicación
que puso a la causa de Balboa en los postreros días de su vida, en Sevilla, creo
que habrá que desequilibrar la balanza, al menos unos pocos grados, en favor de
la sinceridad en su aceptación del cargo de procurador. Aunque no parece haber una
línea de conducta univoca, ni una devoción exagerada hacia el descubridor del
mar del Sur, ni una voluntad manifiesta de traicionarlo: lo que es seguro es
que Sebastián Docampo siempre estará del bando del rey.
Balboa, por el contrario, era de esos hombres que saben
que tienen que acometer ciegamente su destino, con la autoridad o contra ella: en
eso recordaba al primer almirante. En septiembre de aquel mismo 1513, sin esperar
por nadie, se arrojará a la conquista del otro mar y, tras doblegar a los sucesivos
caciques que le irán saliendo al encuentro —Careta, Ponca, Paquiaco—, mojará
las polainas en el Océano Pacífico, al que llamará mar del Sur, el 25 de septiembre,
y regresará habiendo rapiñado un gran botín. Tras el alba de gloria, ya podía
subir a su cruz.
Como hombre de mucho ánimo, determinó aventurarse a
acometer la empresa e ir a buscar el otro mar y las riquezas 12.
Nada podía ser mejor. O peor. Lo logrado podría ser demasiado
para un Vasco Núñez cualquiera. En la corte, de un tiempo a esta parte, ya se tocaban
castañuelas:
El mar del Sur era un ideal perseguido desde que Colón
lo propuso a los Reyes Católicos. Tenía que bañar las costas de Asía, Cipango y
Catay de Marco Polo 13.
Se generó una especie de competición para participar
en la empresa del nuevo gobernador electo, Pedrarias Dávila, un aristócrata bronco
y decidido a quien por su gusto sanguinario llamaban El gran justador. Un ominoso
presagio para Balboa.
El rey envió a Pedro de Arbolancha al Darién, con la aparente
misión de llevar víveres, pero con la secreta de informarle del estado de la
colonia y de preparar a sus vecinos para recibir sin hostilidad al nuevo gobernador
14.
El desgraciado Balboa no se daría cuenta del lenguaje contenido
de Arbolancha, de sus silencios medidos y le confiará, bueno, pues otra carta al
Rey. Y van.
Despachó luego a un Arbolancha con cartas para el Rey
y los que entendían en el gobierno de las Indias y con una muy larga y devota relación
de lo que tenía hecho y con veinte mil castellanos del quinto y doscientas perlas
finas y crecidas; y porque viesen en España la grandeza de las conchas donde se
crían las perlas, envió algunas muy grandes. Envió asimismo el cuero de un tigre
macho, atestado de paja, para mostrar la fiereza de algún animal de aquella tierra
15.
Adelantándonos un tanto a los acontecimientos intuimos
que Arbolancha y Docampo, que por azares del destino llegarán casi al tiempo, simultanearán
la presentación en sociedad a Europa del nuevo mar, el futuro océano Pacífico: Docampo
comunicará el descubrimiento intelectual; Arbolancha, la envoltura fantástica e
imaginativa del hecho por parte de Balboa que, llegando al corazón, es la que,
en definitiva, es capaz de mover los pies de los hombres.
Para que mejor sea vuestra alteza informado de todo lo
que acá pasa envío a Sebastián de Campo; suplico a vuestra alteza que le dé
entero crédito, porque de mi va informado de toda la verdad y de todo lo que en
esta se puede hacer en servicio de vuestra alteza y lo que es menester para la
tierra 16.
Arbolancha estaba en Santa María la Antigua cuando
regresó la expedición del Descubrimiento (del Pacífico)… se presta a llevar a España
la carta del cabildo 17.
Para Balboa, el gamberro, se inició una partida desesperada
de todo o nada. La postura de Pasamonte, el verdadero jefe del partido del Rey,
oscilará cual péndulo de reloj, ora, protector, ora, enemigo. Vasco Núñez
interpretará correctamente el lenguaje de los pillos: a Pasamonte le convenía un
delincuente sojuzgado como él, no un verdadero aristócrata con brillo propio, como
Pedrarias; esto comprendido, Balboa corromperá al tesorero con esclavos, perlas,
guanines, hamacas, dinero, papagayos e inmensas cantidades de oro. Esta será la
historia de un redoblado apoyo cuyo sistema arterial era el trio Pasamonte-Cobos-Conchillos,
estos últimos ya en el Consejo real. Esta será la historia de un crepuscular, casi
póstumo, nombramiento como adelantado del mar del Sur.
Vasco Núñez ha tenido la maña de sostenerse, tomaba las
cartas que a él se escribían, enviaba las suyas con presentes al tesorero Pasamonte
quien, cohechado, le ha sostenido 18.
A través de este sistema circulatorio, esta linfa vital,
será como el héroe sin atributos, Vasco Núñez de Balboa, se entere de su alea
jacta est; que el gran justador Pedrarias Dávila había sido nombrado gobernador
de la Tierra Firme, ahora llamada Castilla del Oro gracias a sus quimeras
imaginativas. Probablemente desde ese momento supo que su cuello sería rebanado
—al menos, un hidalgo tiene el consuelo de que no puede ser ahorcado—, y, en tal
instancia, decidió que, con cabeza o sin cabeza, entraría en el libro de la Historia.
La residencia en Sevilla de Ocampo y las relaciones que
la sustitución del poder en Cobos (el poder que Balboa diera a Ocampo) demuestra
que tenía en la Casa de Contratación, hacen sospechar de que fuera él el que,
enterado de lo que se tramaba contra Vasco Núñez, le diera en cuanto llegó a España
los aviso que le determinaron a emprender la arriesgada, por no decir temeraria
expedición a la mar del Sur sin esperar los refuerzos pedidos 19.
La cadena de información e influencias que llevará a
Balboa al océano Pacífico y que, a la postre, dará lugar a que dicho mar sea conocido
durante siglos como el Mar Español tendrá varios eslabones: Se originará sobre
el puro terreno, agua y barro, en Sebastián Docampo; enganchará un primer eslabón
de cohecho y venalidad en La Española con Pasamonte; cruzará el mar Océano, el de
toda la vida, y se unirá en España a Francisco de los Cobos, ya revestida de oro;
de ahí culebreará hasta el jefe del anterior, el todopoderoso secretario real Lope
Jorobado Conchillos y desembocará, ya sin dejar de lado en ningún momento
el áureo metal, en su propio alteza, el rey Fernando. Un club exclusivo en el que
el que no era judeoconverso, no tenía nada que pintar. Excepto el rey Católico.
Bueno, miento, este también, pues era tataranieto de la judía Paloma Bat Guedalia.
Quizá sea legítimo preguntarnos si actuaban como un lobby, como el de los gallegos,
los vascos o los catalanes, aunque es dudoso que jamás encontremos la prueba.
Falta por contar en otro capítulo el parsimonioso viaje
de Docampo a la península y su azarosa defensa en Sevilla de los intereses de Balboa,
ya inmerso en su propia némesis personal. Pero no nos resistimos a intercalar
aquí como un flashforward algún evocador detalle de la ejecución de Balboa,
el caballerito valiente, ordenada por el nuevo gobernador, el anciano Pedrarias
Dávila, señor de Puñonrostro, de la más rancia y sanguinaria nobleza castellana.
De siempre ha sido conocido el principio de que en un mismo cielo no caben dos
soles ni dos señores. El descubrimiento de Balboa por desmesurado, se convertirá
en la losa que sellará su tumba.
En junio de 1513 Pedrarias Dávila será nombrado gobernador
y capitán general de la ahora llamada Castilla del Oro. Mientras apresta su lento
viaje desde la península Balboa, aguijoneado por su buen informador, descubre
el mar del Sur. Comunicada la hazaña a la corte, la valdrá a Vasco el nombramiento
de adelantado de dicho mar, pero, ¡ay!, bajo la autoridad de Pedrarias. Dado el
carácter sanguinario y resuelto del nuevo mando, la suerte de Núñez estaba echada
desde el primer momento, pero el aura de prestigio que le había proporcionado
su hallazgo, alargará su tortuoso pero inexorable camino al cadalso, hasta enero
de 1519. En tal fecha, con la disculpa de una navegación no autorizada por su
mar, Pedrarias lo mandará apresar en Acla por parte de Francisco Pizarro, el futuro
conquistador de Perú, que también morirá a hierro. El proceso, instruido por el
licenciado Espinosa, batió récords de diligencia y se resolvió con la condena
de Balboa y cuatro compañeros a ser degollados por haberse querido rebelar contra
la corona de Castilla.
Camino del cadalso, el pregonero proclamaba machacón en
alta voz:
Esta es la justicia que manda hacer el rey, nuestro señor,
y Pedrarias, su lugarteniente, en su nombre, a este hombre, por traidor y usurpador
de las tierras sujetas a su corona, etc.
A lo que Balboa
respondería, como una triste salmodia:
Es mentira y falsedad que se me levanta y, para el caso
en que voy, nunca por el pensamiento me pasó tal cosa ni pensé que de mi tal se
imaginara, antes fue siempre mi deseo servir al rey como fiel vasallo y aumentarle
sus señoríos, con todo mi poder y fuerzas 20.
Era un líder nato y no pudo resistirse a la hibris.
¿Fue cierto que traicionó a Pedrarias? Tal vez lo que se piense carezca de importancia
ya que el pueblo soberano siempre se sentirá atraído por estos héroes gallardos
con todos los atributos del mito. El hombre que enamora a una Anayansi de talle
de ensueño y ojos de terciopelo negro, la hija del cacique Careta (esto último
puede ser cierto); el líder que conoce a cada uno de sus hombres, sus cuitas y sus
penas; que está siempre alerta, atento a los peligros que les acechan; que les
señala y les lleva a la meta sin titubeos: por estos hombres se muere. Pero un
progre de la Autónoma sin duda puede encontrar héroes mejores. Balboa tenía muy
acentuados los prejuicios del medievo. Un ejemplo de eso lo vemos en la crónica
de su encuentro con los que llamó indios putos:
La casa de este (cacique) encontró Vasco llena de nefanda
voluptuosidad: halló al hermano del cacique en traje de mujer y a otros muchos acicalados
y, según testimonios de los vecinos, dispuestos a usos licenciosos. Entonces mandó
echarles los perros que destrozaron a unos cuarenta. Se sirven los nuestros de
los perros en la guerra contra aquellas gentes desnudas, a las cuales se tiran
con rabia, como si fuesen fieros jabalíes o fugitivos ciervos 21.
Los perros alanos, un hibrido de dogo y mastín, recibían
su salario como un conquistador más en atención a sus dotes para desbarrigar indios;
Leoncico, que estaría al frente de la carnicería de los gais, percibía sueldo y
medio. Pero, por si no nos hemos enterado, no fue su homofobia lo que llevó a Balboa
a sentarse en un patíbulo para que el verdugo le sajase el cuello con un largo
cuchillo cochinero. Tampoco es que fuese inocente, ni siquiera para los usos de
la época. Que va.
Por supuesto que
era culpable. Quiso ser gobernador de Tierra Firme y no era hijo del señor de
Puñoenrostro; ni comendador de la orden de Calatrava; ni siquiera estaba casado
con una Bobadilla, una más de la larga saga de sobrinas de la marquesa de Moya.
Eso sí que es absolutamente imperdonable.
1 Ángel DE ALTOLAGUIRRE
Y DUVALE. Vasco Núñez de Balboa. Estudio histórico. Publicado Real Academia
de la Historia. Madrid, 1914.
2 Carmen
MENA GARCÍA. Aquí yace Sebastián de Ocampo a quien Dios perdona. Anuario
de Estudios Americanos, Sevilla, jul-dic. 2.012.
3 DE ALTOLAGUIRRE
Y DUVALE, ibidem.
4 José-María
MADUEÑO GALÁN. Vasco Núñez de Balboa y el descubrimiento del Mar del Sur.
Web armada.defensa, 2020.
5 MENA GARCÍA,
ibidem.
6 DE ALTOLAGUIRRE
Y DUVALE, ibidem.
7 Ibidem.
8 Carta
de Núñez de Balboa al rey Fernando. Web Historia del Nuevo Mundo, 2020.
9 Carmen MENA
GARCÍA. Pedrarias Dávila. Servicio de publicaciones de la universidad de
Sevilla, 1992.
10 Bethany Aram.
Leyenda negra y leyendas doradas en la conquista de América: Pedrarias y Balboa.
Marcial Pons, Historia. Madrid, 2008.
11 DE ALTOLAGUIRRE
Y DUVALE, ibidem.
12 Ibidem.
13 Ibidem.
14 Ibidem.
15 Francisco
LÓPEZ DE GOMARA. Historia general de las Indias, libro XV. Biblioteca virtual
Miguel de Cervantes. Edición 1949.
“Despachó luego a un Arbolancha con cartas para el Rey
y los que entendían en el gobierno de las Indias y con una muy larga y devota relación
de lo que tenía hecho y con veinte mil castellanos del quinto y doscientas perlas
finas y crecidas; y porque viesen en España la grandeza de las conchas donde se
crían las perlas, envió algunas muy grandes. Envió asimismo el cuero de un tigre
macho, atestado de paja, para mostrar la fiereza de algún animal de aquella tierra.
Tomaron los de Antigua este tigre de una hoya o barranca, hecha en el camino por
donde venía, que no tuvieron mejor maña. Había comido muchos puercos dentro del
pueblo, ovejas, vacas, yeguas y aun los perros que los guardaban. Cayó en el hoyo
y lazo. Daba unos aullidos terribles. Quebraba con las manos y boca cuantas lanzas
le arrojaban. En fin, murió de arcabuz. Lo desollaron de una pieza y lo comieron,
no sé si por necesidad ni si por deleite. Parecía la carne de vaca y era de buen
sabor. Fueron por el rastro al cubil donde criaba. No hallaron la hembra, sino dos
cachorrillos que ataron con cadenas de hierro por el pescuezo para llevar al Rey
después de criados. Más cuando tornaron por ellos no estaban allí, y estaban las
cadenas como las dejaron, de que mucho se maravillaron; porque sacar las cabezas
sin soltar las argollas parecía un imposible, y despedazarlos la madre, increíble.
Holgó mucho el rey Católico con la carta, quinto, presente y relación de la mar
austral, que tanto la deseaba. Revocó la sentencia contra Balboa y lo hizo Adelantado
de la Mar del Sur”.
16 DE ALTOLAGUIRRE
Y DUVALE, ibidem.
17 Ibidem.
18 Ibidem.
19 Ibidem.
20 José-María
ORTUÑO SÁNCHEZ-PEDREÑO. El triste final del adelantado de la mar del Sur, Vasco
Núñez de Balboa. Universidad de Murcia, 2001.
21 Joaquín TORRES ASENSIO. Décadas del Nuevo Mundo vertidas del latín a la lengua castellana (de Pedro Mártir de Anglería). Editorial Bajel. Buenos Aires, 1944.
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