Gerasa, ciudad romana en Oriente Medio, mucho mejor que Pompeya |
SUMARIO
1.-ANA OBREGÓN: EL DESCENDIENTE
2.-DECONSTRUCCIÓN DE VASCO NÚÑEZ DE BALBOA
3.-¿HAY QUE DEJAR ALGO O NOMBRAR EN TESTAMENTO A LAS ESPOSAS/OS?
4.-DOCAMPO VERSUS COLÓN
El desierto arábigo recuerda mucho a un desierto |
1.-ANA OBREGÓN: EL DESCENDIENTE
Aclaro que me referiré a las informaciones periodísticas sobre el tema u otros similares, es decir, a la realidad virtual y no a la realidad real, que es patrimonio y conocimiento exclusivo de los interesados. Hablaré por ello de Prometeo, un niño/a cualquiera que traerá nueva Luz a la humanidad.
El tema explicitado en público, consiste en la posibilidad de que una española encargue a una extranjera la concepción fuera del país de un/a bebé mediante el semen conservado de un hijo difunto, va para varios años, finado hijo de filiación conjunta: suya, y de su esposo del que está divorciada. Este último, tal vez tenga otros hijos vivos, sin duda afectados por el feliz acontecimiento, e incluso, nietos, también probablemente interesados en la fulgurante entrada en escena de Prometeo.
Vamos con las interesantes cuestiones jurídicas. Lo primero, será determinar la nacionalidad del neonato. Español, no parece: ni el padre (cuya identidad es anónima por imperativo legal aunque la publiques en el Hola) ni la madre lo son o pueden demostrar serlo, ni ha nacido en España, por lo que no cumple las condiciones del art. 17 CC. Por tanto, habrá que ir al art. 10.2 de la ley 14/2006: “La filiación de los hijos nacidos por gestación de sustitución será determinada por el parto”. Por tanto, supongamos, que la madre que parió a Prometeo sea argentina: para las leyes españolas sin duda Prometeo será argentino. Es nula la renuncia a la filiación materna a favor de terceros/s —art. 10.1, ley 14/2006—. La señora “che” tendrá la integridad de la patria potestad y, si la relación se rige por la ley española, en cualquier momento, haya renunciado o no a tal potestad, podrá ordenarle a Prometeito: “Muschhhacho, vamos pa casa”. Solo la muerte o una resolución judicial pueden privar a nuestra Evita Perón de su derecho a tener en su compañía, cuidar y representar al prometedor joven “portador de la Luz” (arts. 169 y 170 CC).
De todas formas, dado lo esporádico del caso, es muy posible que el recién nacido no tenga residencia en el estado donde lo nacieron, careciendo de ley nacional alguna, pasando a vivir en nuestra acogedora España más pronto que tarde. A este supuesto se refiere el art. 9.4 CC que, en resumidas cuentas, dice que, si como resultas de ciertos contratos ningún Estado te asigna status, en España se aplicará le ley sustantiva española, es decir la ley 14/2006. Sus aspectos más significativos, son:
—Filiación anónima: Confidencialidad absoluta de los datos de los donantes de gametos (esperma u óvulos) así como del origen de los hijos así nacidos.
—Necesidad de contrato formal de donación.
—Los donantes (de semen u óvulos) deberán tener buen estado de salud
psicofísica.
—En ningún caso podrá seleccionarse personalmente el
donante de semen a petición de la receptora (art. 6.5).
—En ningún caso la inscripción en el Registro Civil
reflejará datos de los que pueda inferirse el carácter de la generación.
—Filiación no-anónima: No podrá determinarse
legalmente la filiación… cuando el material reproductor de este no se halle en
el útero de la mujer en la fecha de la muerte del varón. O sea que en caso
contrario, sí.
No obstante lo anterior el marido podrá prestar
consentimiento en el documento formal citado, en escritura pública, en
testamento, o en documento de instrucciones previas, para que su material
reproductor pueda ser utilizado en los 12 meses siguientes a su fallecimiento
para fecundar a su mujer.
Nótese que la prórroga de los 12 meses solo sólo es
aplicable a matrimonios; en cambio el párrafo 1º (supuesto que el gameto se
encuentre en el útero de la mujer a la muerte del varón), parece aplicarse a la
filiación en general.
Estos dos supuestos suponen una excepción a la regla general de anonimato forzoso del
donante de semen: en ambos casos se reconoce la filiación paterna.
—Será nulo
de pleno derecho el contrato por el que se convenga la gestación, con o sin
precio, a cargo de una mujer que renuncia a la filiación materna a favor del
contratante o de un tercero.
--SANCIONES: La facultad sancionadora por
incumplimiento de lo reseñado corresponde a las Comunidades Autónomas, pudiendo
llegar la multa en casos muy graves al millón de euros.
CONSECUENCIAS CIVILES GENERALES
Pero no sólo de gametos y preembriones vive el hombre.
Las consecuencias económicas de la generación “de riesgo” pueden afectar a un
elenco muy grande de personas del entorno. Los/las menores de 45 años nunca
deberían descartar la alternativa de una adopción para dar salida a la reserva
de amor embalsada por la pérdida de un hijo: la genética, como valor humano, está
muy pasada de moda.
Me he perdido del tema, perdón. Vamos a las
consecuencias civiles:
TUTELA, GUARDA Y CUIDADO DEL NEONATO
Supongamos que la madre que parió Prometeo (titular única de la patria potestad) incumple sus deberes parentales, como es probable si se trata de un encargo profesional. El juez la privará de su patria/matria potestad; en tal caso procederá el nombramiento de un tutor. El Código Civil dice que se preferirá para el cargo al ascendiente o hermano que designe la autoridad judicial, que no necesariamente coincidirá con la persona que realizó el encargo; mas bien, si ha infringido uno por uno el articulado de la ley, parece que recaerá sobre ella una nota negativa. De otra parte, una de las incompatibilidades para el cargo de tutor recae sobre “quien tenga conflicto de intereses con la persona sujeta a tutela”. Pongamos que Prometeo llegase a heredar (por representación sucesoria) bienes de su abuelo, del que su abuela y creadora se ha divorciado en un proceso tormentoso: No parece la persona más adecuada para administrar ese patrimonio; es probable que el juez busque un pariente más joven, desvinculado del pasado.
Lo que está descartado o sí o sí, por motivos de edad,
es la adopción por parte de abuelos.
HERENCIA FORZOSA.-LEGÍTIMA:
Otras consecuencias pueden alcanzar al campo
sucesorio, por ejemplo, si Prometeo consigue reivindicar su filiación paterna,
tal vez mediante la prueba positiva o negativa de ADN. En tal caso, por derecho
de representación, tendría la consideración de legitimario, no sólo de su
abuela, sino que repartiría con sus tíos paternos la legítima de su abuelo, que
no sabemos bien que piensa. A no olvidar que la herencia forzosa del derecho
común español, italiano o francés alcanza en estos casos los 2/3 de la
herencia. Y no es lo mismo repartir entre 2, que entre 3, que entre 4… La
legislación aplicable sería la del causante de la sucesión en el momento de su
fallecimiento.
Lo procedente en tales casos es suscribir un complejo “protocolo familiar” dando voz y voto a todos los interesados, incluso los más improbables.
HERENCIA INTESTADA
Si la sucesión va a estar sujeta a la ley española,
también se verán afectados los parientes de la abuela (hermanos e hijos de
hermanos muertos o quien hubiere designado en testamento), ante la aparición de
un presunto descendiente que anulará sus derechos por preterición.
Naturalmente, son candidatos fijos a promover un Juicio para la anulación de
esa filiación tecnológica, para lo que no les faltarían argumentos habida
cuenta que se habrían infringido, uno por uno, casi todos los artículos de la
ley 14/2006. Estos parientes también deberían tener su vela en el “protocolo
familiar” que habrán redactado lo más sesudos abogados nacionales y
extranjeros.
ET CÉTERA
Para los que estén en edad: una adopción es menos lío.
La carga genética está sobrevalorada: remontándose a millares de antepasados, desde Noé, es un albur que puede llevarte a crueles sorpresas. Es de suponer
que los genes de Judas, Nerón y Torquemada y el Sacamantecas andan circulando
por ahí.
La gracia del tesoro de Petra es la rendija |
2.-DECONSTRUCCIÓN DE VASCO NÚÑEZ DE BALBOA
¿VALBOA O BALBOA?
La generación que estudiamos latín y griego solía “jugar” a las etimologías, a algunos aún no se les ha quitado ese vicio lúdico.
Por más que Vasco Núñez firmase o le firmasen Balboa, Carlos V, el rey-emperador se dirigía a él como Valboa. Parece digno de encomio el criterio lingüístico; en gallego valle es val, casi el latino “vallis”; boa, bueno en femenino como tantos otros nombres con género dubitativo por la reciente derivación del latín: justo enfrente de la Valboa gallega (Armenteira-Meis-Pontevedra) se halla Valouta, Val-outa, valle alta, hoy diríamos, valle-alto, como a Valboa, valle-bueno. Hasta aquí, todo normal. Pero no se te ocurra abrir en internet el Catastro de Ensenada, allí veras con horror que la mayoría de los vecinos del pueblo (hoy llamado Valboa, antes Balboa) optan por apellidarse Balvoa. Esperemos que no se trate de algo demoníaco, como “el baile que vuela”. Tranquilidad, también los hay Valboa. Creo que en aquel tiempo, no tan remoto, las consonantes se distribuían algo a voleo.
NÚÑEZ
En tiempos de Ensenada, también había valbueneses apellidados Núñez: eso no causa el menor problema. Por ejemplo, Francisca Núñez de Balboa aparece en el famoso catastro de 1749 habitando muy cerca del Mosteiro da Armenteira.
¿VELASCO O VASCO?
Sin que se trate de una regla general, “Velasco” es más castellanizo, como los famosos condestables de Castilla. Su apócope, “Vasco” lo suelen dar los lingüistas como de origen gallego-portugués: pensemos en el famoso Vasco da Gama, debelador de la ruta a la India. Recordemos que la Galicia en que radica el actual pueblo de Valboa, donde se escuchan las campanas de Pontevedra, era territorio del aportuguesado Pedro Fernández de Soutomaior, el famoso Pedro Madruga, cuya familia enlazó repetidamente con los Balboa. Madruga, conde de Caminha, siempre tuvo en duda su fidelidad portuguesa o castellana; por su influjo el Rey Joao II pidió en Tordesillas a Galicia, en cambio de las Indias para los isabelinos. Sin pretender otra cosa que un juego, no puedo dejar de pensar en que el único antepasado seguro del descubridor del pacífico, el Obispo de Plasencia Vicente Arias de Balboa, inició su carrera ejercitando mercedes en Coimbra y Lisboa. ¿Será por eso que Núñez de Valboa es “Vasco” y no “Velasco”?
Y ya está bien de jugar con las cosas serias.
Por lo demás, hay docenas de tumbas similares |
3.-¿HAY QUE DEJAR ALGO O NOMBRAR EN TESTAMENTO A LAS ESPOSAS/OS?
No, claro, a los cónyuges no hay ni porqué citarlos en el testamento, si no se quiere.
La misma regla sería aplicable a los hijos (o descendientes de hijos premuertos), pero aquí existe un matiz. Si, por ejemplo, quieres dejar heredero a un sobrino y nada dela herencia a tus tres hijos, debe quedar bien claro en el testamento que lo haces “a propósito” y no “sin querer”; o sea que lo haces de forma “intencional” y no “no-intencional”. La preterición “no-intencional” de los hijos anula el testamento, y, en el caso anterior, se anularía la institución a favor del sobrino, heredando por abintestato los tres hijos. El caso típico sería del varón (las mujeres tienen el hecho cierto del certificado médico del parto) al que, a los tres años de su fallecimiento, por un hueso que extraen de su tumba, se le detecta por el ADN la existencia de un hijo/a. La ley presume que en ese caso, de haberlo sabido, lo habría querido y lo habría nombrado heredero en vez del sobrino: no se olvide que siempre se está pensando en la voluntad del testador, no de inexistentes derechos del hijo/s. Por eso, si se quiere preterir (olvidar) a los hijos, debe quedar claro que se hace “a propósito”, por ejemplo: “nombro heredero a mi sobrino Juan y reconozco la legítima a mis hijos Pedro, Pablo y Santiago”. En tal caso, si el causante no ha pagado la legítima en vida a los hijos (una deuda de ¼ del valor de la herencia para todos), deberá pagarla el heredero alternativo (cónyuge, sobrino, etc.) en muerte, pudiendo hacerlo de su propio bolsillo, es decir que no es preciso que los hijos se lleven ni un céntimo de la herencia.
Pero todo esto no cuenta para esposos; hay que ser muy tonto para estar casado y no darse cuenta y por ello la ley prescinde de semejantes gaznápiros. Por tanto:
“Art. 258.-La preterición intencional de un descendiente no afecta a la validez de las disposiciones por causa de muerte. El legitimario tendrá derecho a percibir su legítima de acuerdo a las disposiciones de la presente Ley. Lo mismo se entenderá en caso de preterición del cónyuge, sea intencional o no”.
O sea que a los cónyuges, si no se desea, no hace falta ni nombrarlos.
(No está de más recordar que en Galicia, la naturaleza de la legítima de los esposos/as puede ser determinada unilateralmente por los herederos, es decir, sin intervención del cónyuge viudo, cuyo papel solo es indispensable a la hora de la cuantificación, si 5.000 o 50.000. Si se le atribuye la naturaleza de un “crédito en dinero”, queda excluido de calificación por el registro de la propiedad, con lo que será superflua su firma a la hora de disponer de un inmueble hereditario. La diferencia entre el art. 256 de la ley de Galicia y el art. 839 del Código Civil es sustancial; en este último se requiere el mutuo acuerdo entre viudo e hijos ab origine o si no, mandato judicial).
Mar Muerto: no hay cosa más aburrida: mejor Sanxenxo |
4.-DOCAMPO VERSUS COLÓN
Este capítulo no dejará incólume al lector: nos demostrará que Docampo era un gamberrito. Encargado por Balboa de comunicar al Rey el ansiado descubrimiento del Océano Pacífico, va y se distrae casi un año, entre 1513 y 1514, participando en la conquista de Cuba, que había iniciado en 1509. De paso, asistirá al bodorrio del siglo, lo que pondrá ante nuestros ojos la triste pandemia de feminicidio (de españolas, blancas y cristianas) que afectaba a aquellos conquistadores. Por cierto, en lo de "olvidarse" del Pacífico, el emperador Carlos V perdonará la multa a los herederos de Docampo puesto que, en el fondo "actuaba en nuestro servicio".
Puedes bajarte Docampo versus Colón en formato electrónico, o adquirirlo en formato papel, en cualquier distribuidor, por ejemplo:
-8-
María de Cuellar
Balboa se queda tirado en el playazo de Antigua mientas
ve las velas del bajel de Campo ocultarse en el horizonte, comiéndose las uñas
de impaciencia: empieza el largo aguardo de respuesta a su carta al Rey.
Balboa aguardaba respuesta de una larga carta que escribiera
al rey el 20 de enero de 1513 y encomendará a su hombre de confianza, el hidalgo
gallego Sebastián de Ocampo, para que la llevara a su destino y defendiera sus
intereses ante la corte 1.
Ya de partida empezarán a suceder cosas que nos hacen
sentir curiosidad. Docampo había arribado con dos barcos, pero, en la versión de
Las Casas, zarpa con uno solo, aunque, como según el Rey son dos (“dos naos… las
dichas naos ganaron su flete”), bueno, nadie me va a obligar a pronunciarme aquí
sobre a quien creo, no sea que me coja rabia el dominico y me esté esperando arremangado
a la puerta de San Pedro. Lo más extraño es que sale de puerto cargado de
mantenimientos; pero lo que ya no tiene pase, ningún pase, es que ha reembarcado
tres pipas de vino, que es lo que, en teoría había venido a vender a Antigua. Cuando
lean la crónica los suspicaces del siglo XXI se van a quedar en flash. ¿Dónde va
ese chalao con 1440 litros de chispeante Cazalla y Manzanilla? ¿Acaso no
resulta increíble que no les dejase todo el vino a los pobres antigüenses, que debían
tener el gaznate bien seco? Un importante sector de la población de Tierra Firme
estaba constituido por los borrachos de Nicuesa supervivientes, ¡nunca
menos de litro y medio de alcohol al día! Según sus cartas, la del vino era la
privación más insoportable. Que no eran
precisamente unos pobretones; sabemos que, unos más y otros menos, tenían ahorros
suficientes de oro en minas para pagar todo el morapio que apeteciesen. ¿Acaso
anticipaba el gallego que iba de borrachera y no de besamanos real? Docampo siempre
se nos mostrará como un tipo concienzudo, nada que ver con los personajes alocados
que pululan por estos mares. Así es que, si lleva x pipas de vino, debemos asumir
que en esta singladura se va a beber hasta caer de espaldas. ¡A beber, a beber
y apurar! Y si zarpa con dos carabelas, suficientes para una compañía de soldados,
significa que está informado de que en las siguientes jornadas se espera acción.
Más desconcertante
aun es el rumbo que marca su aguja de marear: aproa directo al NE, a Xagua, en Cuba,
(bahía de Cienfuegos), lugar portuario donde sin duda recordaría haber asentado
población unos años antes, deslumbrado por la alimenticia costumbre de criar mújoles
y peces planos en viveros de caña. La Española, la escala lógica en la derrota de
España, está al NW. ¿Acaso se ha equivocado y piensa parlamentar con Neptuno en
vez de que con el rey Fernando? ¿Es que no es consciente de la importancia de la
carta? ¿Acaso puede cometer tamaña equivocación uno de los mejores conocedores
de estos mares? No, es imposible. En Cuba, por encargo de Colón junior, gobernaba
Diego Velázquez de Cuellar, un tipo insólitamente gordo y sanguíneo para estas latitudes
heroicas que cuando le preguntaban por el partido del rey ponía los ojos al techo.
Hay algo intrigante en esta segunda estadía en la perla del Caribe. Ovando había
asignado Cuba a Docampo, y si el partido del rey hubiese seguido al frente, el dominico
da por hecho que nada ni nadie hubiera impedido al gallego el capitanear hasta
sus últimas consecuencias la implantación en Cuba de los cristianos.
De aquí sale (de La Española) Sebastián del Campo y
Diego Velázquez a reconocer a Cuba como una isla y gobernarla 2.
Entonces ¿tiene
otro sentido que el puro masoquismo el hecho de venir a refocilarse con la visión
de un tipo de Cuellar haciéndose con el control de su isla? Tiene, tiene;
y, como muy pronto se verá, el suministro del vino de Cazalla y otros mantenimientos
encargados que se llevasen por el rey, era solo el menor de los dos negocios que
tenía en mente. Desde luego el que hace vela para Cuba dudo que no se espere el
resultado de que llegará a Cuba.
Tornando al lugar, provincia y pueblo donde dejamos a Diego
Velázquez, después de algunos días, por nuevas de indios supo que había llegado
un navío y en él ciertos españoles al puerto de Xagua, que estaba de allí cerca
de doscientas leguas, por lo que envió una canoa bien esquifada de indios remadores,
con una carta que le decía que se viniesen donde él estaba, quienquiera que fuesen.
Llegada la carta, se holgó mucho el capitán que era Sebastián de Campo, que fue
el que envió el comendador mayor a que bojase aquella isla en el año 8, según
que arriba en el libro II, capítulo 41, dijimos: se holgaron también los que con
él venían. Éste había cargado un navío suyo, o con otros en compañía, de vino y
mantenimientos para vender a los que estaban en el Darién y, despachada su mercadería,
se tornaba para esta isla (Española) y llegado allí, como sabía aquel puerto y
traía muy perdido el navío, lo dejó allí y tres pipas de vino y cuatro españoles
que las guardasen, y se embarcó en la canoa con los españoles marineros que traía,
que serían doce o quince, y se vino donde Diego Velázquez estaba, el cual muy graciosamente
lo recibió. Bien pudieran los indios de Xagua matarlo a él y a los suyos, sin que
de ellos memoria hubiera, pero no lo hicieron, antes a todos y a los cuatro trataron
como hijos 3.
Reparemos en que el navío, uno de los dos, fondea por
sus propios medios en Xagua (“lo dejó allí”); sin duda estaba atacado por
la broma como toda la flota caribeña, pero en ningún caso ha naufragado. Hay pruebas.
Son datos importantes, pues demuestran la voluntariedad de la arribada de Campo
a Cuba; un terreno minado para un contino real que, en su día, había tenido jurisdicción
sobre la isla. El hecho es tan turbador que algunos cronistas se sienten obligados
a hacer naufragar al gallego, cuando la verdad es que, lo que es a remojo, lo
que se dice a remojo, no estuvo.
En otra expedición en 1512 (error, en 1513), naufragó en
la costa de Xagua con otros diecinueve tripulantes de una carabela. Los náufragos
fueron recogidos por una canoa enviada por el gobernador Diego Velázquez. Ocampo
se unió a este para recorrer la provincia de Santiago de Cuba 4.
En el viaje de regreso fondeó en Jagua, hoy Cienfuegos;
allí quedó varado uno de sus barcos que hacía agua junto a cuatro hombres que
quedaron custodiando cuatro vasijas de vino. El gobernador Velázquez lo recibió
con honores 5.
De que se dirigió aquí porque quiso y no por un siniestro
náutico, tenemos un testigo de cierta importancia. Sí, euh, un tal Fernando el
Católico. Como ya hemos visto, cuando indultó a los herederos Campo de la multa
que aquel se había ganado por andar vagabundeando de aquí para allá, siendo
portador de la noticia que todos esperaban, dio por hechos probados que, sencillamente
“se detuvieron las dichas naos 50 días (en Cuba)” y que después “las
dichas naos ganaron su flete” sin novedad. Y que el dicho viaje fue “por
nos servir”. O sea que, dejémonos de historias: Docampo escogió voluntariamente
este rumbo. En cuanto al océano Pacífico, que se quedase tranquilo: estaría
encantado de llevar el anuncio al rey, lo hará a la mayor brevedad posible, pero
no podía evitar tener sus propios criterios sobre la importancia relativa de las
cosas. Cuba first.
Pero volvamos ahora a la actitud de Velázquez. Subliminalmente,
del relato que hace a Las Casas, aflora enseguida la alabanza de su caballerosidad,
por no haber dado muerte a Docampo por sí, ni por indio interpuesto. ¿Qué necesidad
tenía Sebastián de tan buenos oficios con los indios, si él ya había convivido amorosamente
durante meses con los siboneyes de Xagua durante la jornada de 1509? Un gallego
de las Rías Baixas está en casa en una comunidad de pescadores y el único riesgo
hubiera sido que, de tanto atracón de mújoles a la brasa, hubiese aborrecido el
pescado para los restos. Esa pulsión de Velázquez hacia la excusatio non
petita se hace mucho más evidente en su Juicio de Residencia, un tipo de procedimiento
en el que, los esfuerzos del procesado, se dirigen manifiestamente a la exculpación
de acusaciones, patentes o temidas:
Envié por la costa abajo cien hombres en busca de nueve
cristianos que se habían ausentado de la gente que iba con Sebastián d´ Ocampo.
Les mandé todo bien encomendado con los indios naturales 6.
De paso, nos enteramos de que nueve de los de Campo
andan sueltos sobre el terreno. Los cronistas paniaguados de Velázquez nos aseguran
que el nuevo gobernador ya se había hecho con el control de la isla, arregladas
sus diferencias con los núcleos realistas como el reunido en el entorno del cacique
Comendador. Es un bulo que los de Campo estuviesen procurándose contactos, ¡si
precisamente los protege el de Cuellar!
Fueron cuatro cristianos que allí había dejado Sebastián
d´Ocampo. No hallaron los indios oportunidad para ejecutar su mala intención
por la vigilancia… 7
¿El “d´”, con apóstrofe aristocrático ha sido sugerido
por Sebastián, acorde con su renovado status como emisario ante el Rey?
Velázquez, en su Carta de Relación sitúa la venida
de Campo justo en los prolegómenos de las operaciones pendientes para la toma de
control del centro y oeste de la isla, dejando atrás el núcleo ya cristianizado
del Este (Bayamo y en general la provincia de Macaca). 1513. El gallego se verá
constreñido a encuadrarse en la tropa y será testigo de hechos ¡tan similares a
los que ya había presenciado en Gomera y Tenerife! Desde luego, el nuevo gobernador
no estaba dispuesto a dejar que la gente de Campo anduviese suelta a su aire por
la isla; no veía claro a que venían aquellas correrías:
Se ha enterado por los propios naturales de que en la
provincia de Guamuhaya hay nueve cristianos que se han ausentado de la gente que
iba con Sebastián d´ Ocampo… 8
Estos hombres dejados a su iniciativa sobre el terreno
recuerdan poderosamente a los asesores técnicos, ya religiosos, ya militares,
asignados a las tribus amigas durante la primera fase de la conquista en 1509. Tal
parece algo tan absurdo como que se estuviese preparando un segundo bojeo de
Cuba, única forma de mantener la cohesión de los hispanos en un territorio, no
sólo carente de caminos, sino surcado por cursos de agua, sierras y pantanos.
Las funciones encomendadas al grupo muy bien podrían haber sido asimilables a
las del catequista que se había asignado al cacique Comendador, cuatro años hace.
O tal vez, a las de los legionarios facilitados al cacique de Xagua. La colonización
campiana siempre privilegiará los asentamientos mixtos, como el hispano-guanche
de San Sebastián de Gomera. O, sin ir más lejos, el poblamiento mestizo Compostela,
en Azua:
Por lo que podemos concluir que estas personas a que
se refiere Ramiro Matos como gentes de Colón estaban en este poblado desde
principios de ese 1499, y entre las mismas se encontraba ese español oriundo de
la provincia de Galicia… 9
Probablemente algo se le estaba pasando por la cabeza
a Docampo, algo que asusta solo de pensar en ello dado que ahora, en manos del
triunfante partido colombinista, estaba indefenso como un bebé.
Nos encontramos en enero o febrero del 13, que no en el
12, según confirma la data de la carta al Rey de que era portador el capitán
Docampo. Estas andanzas cubanas se prolongarán buena parte de dicho año, pues el
gallego no otorgará cierta escritura de inexcusable aplazamiento tras la llegada
a la metrópoli hasta mediados del catorce. Conviene pararse un poco sobre estos
movimientos en la sombra. ¿Por qué Velázquez se esforzaba en parecer demostrablemente
amable con Docampo? ¿Por qué el de Tuy ha singlado aquí, cuando estaba tan urgido
de navegar directamente a la península? Nos pone en camino de la respuesta la
contemplación de otro hecho insólito: Diego Velázquez, ex protegido y miembro conspicuo
del partido del rey, ha sido nombrado por Diego Colón adelantado de Cuba, su
teniente en la gran Antilla. ¿Qué conjunción astral pudo haberlo hecho posible?
Santo Dios, fue un eclipse total, el rostro de Fernando se puso negro, negro… NEGRO,
cuando se enteró del plan de traer a Bartolomé Colón a Cuba. Entonces… si el
partido de los Colón ha decidido ahora mostrarse forzadamente generoso con sus
rivales del rey ¿significa que podría haber algo también para Campo? ¿Aquí, en
La perla del Caribe?
Su alteza don Fernando estaba en guerra constante con
los franceses por la posesión de Italia y, como buen caballero renacentista, se
sabía de memoria aquello de pecunia nervus belli 10.
Orden a Miguel de Pasamonte que averigüe si hay oro en Cuba (03/05/1509). Instrucción
a Diego Colón que busque oro en idem. Instrucción a Pasamonte de que envíe a Cuba
personas hábiles y experimentadas que investiguen si hay oro y traten bien a los
indios (14/11/1509). Colón II podía estar al mando, pero el rey había concedido
tan exorbitantes prerrogativas al tesorero Pasamonte para su control, que podían
muy bien representar el 60 o el 70% del poder efectivo.
Decís (escribe el rey a Colón) que en todo tomáis el parecer
de Pasamonte y lo tenéis por muy vuestro amigo; según lo que creo que me deseáis
servir y lo que conozco de la persona de Pasamonte, así lo creo como lo decís 11.
Colón hijo, tras emparentar con la grandeza de Castilla,
había conseguido recuperar sus islas; más tarde y en los tribunales, incluso el
virreinato familiar. Aquella cosa que Colón padre había descubierto allende
los mares, fuese lo que fuese, había hecho fluir enseguida los flujos gástricos
de los Grandes. El primero que ofreció para Diego Colón una duquesita llamada Mencía
fue Medina Sidonia, sí, tú, aquel que tenía aquella Wehrmacht privada
con la que se conquistó Tenerife. Los matrimonios de los grandes requieren
permiso del rey y Fernando dijo nones, consciente de que, en caso contrario, el
mismo tendría que coger las maletas (bueno, los baúles). Lo que pasa es que la
soledad de novio tan rumboso volvió insoportable la tensión nobiliaria: con la
siguiente novia, María de Toledo, de la casa de Alba e incluso pariente del
rey, hubo que transigir. A partir de ahí los Toledo acosaron en tromba para que
se restaurasen en el hijo los inmensos privilegios cedidos por los Católicos al
padre (virrey y gobernador de Indias, almirante del océano, 10% de las ganancias
americanas, participación de 1/8 en todas las empresas ultramarinas).
Diego Colón ordenó a su apoderado Jerónimo de Agüero realizar
varias importantes peticiones epistolares a su señoría el duque de Alba: escribirle
al rey suplicándole le haga cumplimiento de justicia… encargándole sus asuntos y
pidiéndole los negocie como asuntos concernientes al mismo duque de Alba 12.
Tan en serio tomó el señor duque su cometido que incluso
chantajeó al rey acusándolo de que “le metió a Diego Colón en su casa”.
Dieguito tenía más seso político que su padre, pero aún le faltaba un hervor.
Recuperados sus derechos y privilegios se consideró un emperador romano y trasladó
a Santo Domingo una fabulosa corte que dejaría verde de envidia a la de Luis
XIV. Para empezar, ordenó la construcción de un palacio:
Construcción urgente del alcázar… se distraen de las
obras públicas y de la extracción de oro de las minas 320 indígenas… el esplendor
de la capilla, la amplitud de los dormitorios, el despacho señorial, el lujo
del salón de recepciones y el comedor… 13
Las críticas de los funcionarios que llevaban
implícita la acusación de que se estaba pretendiendo implantar una corte real,
no tardaron en atravesar el océano. La misión básica de estos continos (como
Campo, Varela o Aguado), era crear problemas al virrey, acusarle de aspiraciones
a la corona y acercar su cabeza al tajo todo lo posible. El Maquiavelo que regía
en España escuchó y calló, aguardando el primer paso en falso que diese el
joven Colón. No tendría que esperar mucho. No se le ocurrió idea más brillante que
anunciar el nombramiento de su tío, el ex-rebelde Bartolomé, como su adelantado
en Cuba, sustituyendo a Docampo.
Decís (le escribe el rey) en esta vuestra carta que teníais
acordado que el Adelantado, vuestro tío, fuese a saber el secreto de Cuba, y conseguido,
pensasteis enviarlo acá. Me lo hubierais escrito muy particularmente, a lo que iba
y que intención llevaba 14.
¡Las Antillas
convertidas en imperio genovés como Córcega! ¡Atiza, el rey se ha enterado del
plan! debió de pensar el marido de la de Alba. ¡A la siguiente carabela destituido,
encadenado o degollado, o todo a la vez! Tenía que buscar algo rápido, rápido,
que le ganase el favor de Pasamonte, el hombre de Fernando en Cuba. La solución
fue hacer de tripas corazón y nombrar el partidario más partidario del rey que encontró
a mano: Diego Velázquez de Cuellar. Por un lado, evitaba dar combustible a sus enemigos
en la corte; por otro, se atraía a Miguel de Pasamonte, amigo y favorecedor del
designado, por último, se deshacía del gallego. A fines de 1511 partió Velázquez
de Cuellar hacia Cuba al frente de 300 castellanos y sus indios de servicio, y
se estableció en Baracoa, frente a su encomienda haitiana de Salvatierra de la Sabana.
Con el viajaron los capitanes más inquietos: Hernán Cortés, Bernal Diez del Castillo,
Diego de Orgaz, Pedro de Alvarado, Grijalba…, todos, ahora, colombinistas de
pro. Fue una negociación hábil. Para el segundo almirante hubiera sido insoportable
mantener en la capitanía de Cuba a Docampo, esa rata putrefacta que había inculpado
a su magnífico padre ante Bobadilla y ridiculizado el Juramento. En su lugar,
Velázquez era lo suficientemente maleable como para jurar que había sido un
colombinista de la primera hora. Y lo mejor de todo es que lo decía sinceramente.
Pero Campo no se iba a quedar con un palmo de narices o no de momento. Por supuesto,
tenía esperanza de poder utilizar en su beneficio la magnífica posición que ostentaba
en la compañía de Pasamonte. Malas, pero aún tenía cartas.
Velázquez, el caballero más rico de La Española tendría
algo menos de 50 años; era hombre de paisanajes y tertulias de amigos aromatizadas
por el humo de los cigarros. Dicharachero y amigo de refranes, tenía un pronto
autoritario, “ninguno se sentaba ante él, aunque fuese muy caballero”, según
Las Casas. Grandullón, algo abotargado según el retrato de la Biblioteca Nacional
(galería de Estampas), su intelecto se había vuelto pesado, lento, quizá en exceso
prudente para lidiar con estos pájaros que, como Cortés, le adulaban de mentirijillas.
El de Tuy tendría expectativas de llegar a alguna clase de acuerdo: Velázquez
le había complacido en el pasado, denominando Compostela a la ciudad fundada
sobre su encomienda azuana.
El rey parecía encantado
con el nombramiento del de Cuellar.
Os tengo en servicio (escribe con recochineo el rey a
Colón) el cuidado que tuvisteis de enviar a Diego Velázquez a Cuba y me pareció
bien el asiento que con él se tomó… La ida de Diego Velázquez a Cuba me ha parecido
bien, e hicisteis lo mejor del mundo en enviar con él los cuatro frailes que decís…
15.
Campo estaba bien informado de lo que se cocía en Baracoa
y no venía tan sólo a parlamentar con Velázquez. La prueba delatora es el vino.
¿Cómo es que no ha vendido hasta la última gota en Darién a precio de oro? Los
indicios apuntan a que venía a una boda en la que se iba a producir una importante
concentración de realistas. Aparentemente, era un buen camarada confortando así
a sus conmilitones del partido del rey, incluso, se diría para sí, sacrificando
personalmente el altísimo honor de arrodillarse ante Fernando ofreciéndole el
mar del Sur. Si, era una buena pieza disimulando tan mal su propósito al venir
aquí. Se trataba de un último intento de recuperar lo que era suyo. Prematuramente
envejecido, Campo participará con su compañía en la campaña del 13 sometiéndose
órdenes de Narváez. Pero lo hará por algo. Recordando la cita de Guiteras:
En nuestra opinión este marino (Docampo) siguió al servicio
de Velázquez y tomó parte en la conquista del interior de Cuba al mando de Pánfilo
de Narváez.
Con Cortés confraternizaría enseguida. Docampo añoraría
aquellas relajadas jornadas de pesca en la playa de Monte-río con su compañero de
armas en Higüey, de encomienda en Azua. Un total de veintitantos vecinos españoles
tienen que haber propiciado unas relaciones muy íntimas. Ahora podría demostrarle
otra vez su amistad, aportando nervio militar al nuevo bojeo que se anunciaba. Hernán
se había apuntado a la aventura cubana como sobrino y protegido de Velázquez, pero
ya se las habían tenido tiesas por la obsesión del gobernador de atar muy corto
a los ambiciosos. El desafío le había costado a Cortés el dudoso honor de haber
estrenado la cárcel cubana.
Y allí se encontraba (Cortés en Azua) cuando da comienzo
la ocupación de Cuba, siendo entonces designado tesorero por Miguel de Pasamonte,
el agente que se encargaba de controlar a Diego Colón 13.
Cortés, un tipo alto, pechudo, de barba y melena rubias,
destacaba por su sociabilidad contagiosa y ya no era uno más en Cuba. En su querido
latín repetía a sus íntimos que fortuna audaces iuvat, lo que los menos
estudiados le traducía como que estaba dispuesto “cenar con música de trompetas
o morir ahorcado”. Pero no era el único realista emboscado, dispuesto a pegar una
patada a las anticuadas estructuras colombinas: dentro de poco iba a producirse
aquí una buena concentración. La ocasión la pondría una boda y, no por casualidad,
Docampo había traigo consigo buen acopio de vino.
Desde a poco tiempo vinieron a Diego Velázquez nuevas
como había llegado al pueblo y puerto de Baracoa Cristóbal de Cuellar, tesorero
de aquella isla y que había sido contador de esta, con su hija María de Cuellar
que había traído consigo María de Toledo, mujer del almirante don Diego; tenía ya
concertado con Diego Velázquez por cartas de dársela por mujer y él recibirla. Este
Cristóbal de Cuellar era hombre muy prudente en cuanto a las cosas de este mundo,
y había servido al príncipe don Juan de darle la copa cuando había de beber…
Así que sabida de Diego Velázquez la venida del tesorero
Cristóbal de Cuellar y su hija que traía para dársela por mujer, se despachó de
allí (Bayamo) para ir a celebrar sus bodas y dejó con cincuenta hombres a Juan de
Grijalba por capitán, mancebo sin barbas aunque mancebo de bien 17.
Con que a los pocos días de atracar Docampo en Cuba, da
la casualidad de que desembarca otro de los miembros más sólidos del partido
del Rey y que él de Tuy trae el vino para la fiesta. Cristóbal de Cuellar, contador
de Indias, el ojo derecho de Pasamonte, acompañado de su hija. Diego Velázquez
está constreñido por cartas de esponsales a contraer matrimonio con Ana de Cuellar.
Era esta una más de las damas de honor de la sedicente corte virreinal de María
de Toledo, una corte cuyas ínfulas de lujo había cortado en seco una pragmática
real, excitada por las machaconas denuncias de Campo y los demás continos:
no se pudiese traer ropa alguna de brocado, seda, ni
chamelote de seda, ni cendalí de seda, ni tafetán, ni botines… 18
En su momento, la
novia le había convenido, pero, de una parte a estos días, convertido en casi emperador
de Cuba, Velázquez alardeaba en las tertulias de un proyecto de boda mucho más ambicioso:
nada menos que con una de las sobrinas del obispo Fonseca, el factótum de Indias.
Su entusiasmo ante el desembarco de Anita sería perfectamente descriptible. No habrá
reporteros en la boda; pero a través de uno de los invitados de fijo, Hernán Cortés,
podemos especular cual sería el tono del festejo, comparándolo con uno organizado
por el propio Cortés. La fórmula del éxito nupcial en Indias era el triduo: vino,
cochinillo y danza.
contaba con puercos y vino en abundancia, traídos por un
navío… no había asientos ni mesas puestas para la tercia de soldados y capitanes,
y hubo mucho desconcierto… el vino corrió generosamente y hubo una borrachera
descomunal, con algunos caminando sobre las mesas… una vez que se alzaron los
manteles, salieron a danzar las damas… 19
Campo vestiría una de sus dos camisas de Ahetí, a veinte
reales cada una, y los zapatos de siete reales y cuatro pesos de oro 20. Mejor ocasión para lucirlos, imposible.
Antes de cumplirse una semana de la boda ocurrirá lo
inimaginable. O sí.
Llegado Diego Velázquez a la villa de Baracoa, un domingo
celebró sus bodas con grande regocijo y aparato, y el sábado siguiente se halló
viudo porque se le murió la mujer, y fue la tristeza y luto más que la alegría había
sido, doblada 21.
Nos morimos de curiosidad por saber algo más de este Diego
Velázquez, antes de mandar a la policía a investigar. Había llegado a Indias “enfermo
y pobre”; pero su participación en las empresas de Higüey y Xaragua y el cargo
de adelantado en La Española, le valdrán sus buenas encomiendas y una vida “muy
a la larga 22”. Quizá él no considerase exagerada
la nómina de caciques con sus respectivas tribus que se le repartieron en La
Española, pero si hubiese un guateque de guatiaos y alguien gritase ¡Velázquez!,
respondería una pequeña multitud: 3 de Santo Domingo, 1 de Puerto Real, 3 más de
La Maguana, otros 3 de la Vera Paz y 2 de remate en Yaquimo. Todos llamados Velázquez
o Diego Velázquez. Emparentado con los caciques a través de sus hijas y rodeado
de mancebas y criadas tainas, su tren de vida era el de un sultán. Banquetes y
orgías acabaron con el buen tipo de su juventud, en realidad se volvió todo lo contrario;
y, si damos crédito al retrato de la galería de Estampas, la apariencia de labios
y órbitas como bistecs hacía que distara de ser un Adonis.
De rebote, le
había llegado la máxima bicoca. El segundo almirante, Diego Colón, había intentado
adjudicar a su tío Bartolomé Colón la empresa de Cuba; la corona soltó unas
blasfemias irreproducibles y el peticionario tuvo que bajar el penacho de su yelmo
a ras de suelo. Si no podía ser un Colón, al menos mejor un Velázquez que uno
de los de la bobadillada. La conquista de la isla consistirá en una serie
de cabalgadas, como las llamará Cortés en un rasgo de honradez, para no
degradar la categoría batalla. Según Las Casas, no habrá ni una sola
baja del lado español; sometidos o convencidos a raíz de las operaciones de Campo,
todos los caciques se habían declarado de paces excepto uno, Hatuey, que pronto
arderá en la pira. Las crueldades sin sentido militar, que las habrá, las dirigirá
Pánfilo de Narváez, aquel “alto cuerpo, algo rubio, que tiraba a ser rojo”, un hombre
que, con una sola palabra, ¡vamos!, establecía de inmediato su jerarquía. Cuellarano
también (la cosa iba de clanes), morirá en 1524, dicen que de furia al no haber
podido controlar a Cortés que le levantará de delante de las narices el inmenso
imperio Mexica. Pánfilo también será casado con otra dama del inagotable
séquito de la virreina, María de Toledo. María de Valenzuela, que tal se llamaba,
se quedará con los vestidos de la prematuramente muerta Ana de Cuellar y sobrevivirá
a cierta enfermedad fulminante que atacaba a las que se casaban con un conquistador
cuyo virus la ciencia aún no ha conseguido descubrir.
Hay algo que tengo que contar relativo a cierto encargo
náutico con el que Campo se va a topar nada mas llegar a esta corte cubana.
Pero me cuesta trabajo dejar pasar sin más el tema de la morbilidad de las
conquistadoras. ¿Importaría que hiciésemos aquí una digresión? Creo que sólo así
dentro de unas líneas, calmada esta pequeña ansiedad, podremos dedicarnos con
más concentración a las aventuras del gallego. Uno no se queda tranquilo pasando
página sin más ¿qué pensar de todo esto, que pensar de la muerte de Ana de Cuellar?
La verdad es que no deberíamos acusar sin pruebas. Aunque un gallego desconfiado
no puede pasar por alto los indicios que resultan de de cierta secuencia reiterada
de muerte súbita de españolas, cristianas, venidas de la península, cuando se volvían
especialmente irritantes. Se ha escrito mucho del tema, a veces sin razón, pero
podemos especular, ¿quién nos lo prohíbe?, con las causas de tan inopinada
mortandad.
Está la tesis erótica.
La joven, educada en la más rigurosa disciplina cristiana
por sus preceptores cuellaranos, había ido como dama de compañía de la virreina
doña María de Toledo de la familia de los de Alba y oficiaba en la pequeña
corte de don Diego Colón… entre las posibles causas de la muerte de María no es
descartable suponer que pereciera ante el ímpetu amatorio de don Diego que, hecho
al fornicio salvaje con las hembras nativas, resultó excesivo para su frágil y virginal
esposa cuellarana 23.
Semejante argumento, sin duda sería bueno para una época
que atribuyó el deceso del príncipe heredero, Juan, a un exceso de actividad genésica,
cuando fue arrojado en brazos de una poderosa alemana, Margaret von Augsburg. Creo
que al presente es descartable de oficio pues es un hecho universalmente comprobado
que los jóvenes aguantan lo que se les eche, aunque los veteranos deban recurrir
al viagra. Tampoco debió ser eso lo que mató al príncipe Juan: las tesis más modernas
achacan el óbito al régimen que le prescribieron los médicos isabelinos a base
de carne de tortuga podrida.
Las Casas, sin reparar en la enormidad, echa la culpa
al Jefe, a Dios:
Parecía que Dios quiso para sí aquella señora, porque
dicen que era muy virtuosa, y quiso prevenirle con la intempestiva muerte, porque
quizás con el tiempo y la prosperidad no se trastornara 24.
No, en serio, hagamos
un breve repaso por la práctica del feminicidio en Tierras de Conquista,
sobre todo porque aquí mismo, a la vista de los comensales, puede que se esté
tramando otro que, dentro de unos años, hará saltar los esquemas de los aficionados
a los mitos. Centrando el tema, es evidente que hablamos de españolas y cristianas;
las indígenas estaban demasiado abajo en la escala social para que nadie se preocupase
si interrumpían la práctica de la respiración. ¿Cuál era el móvil? ¿Por qué habían
de matarlas? Bueno, a menudo el conquistador se había engrandecido, sojuzgado
un imperio y veía que su cónyuge plebeya de los años duros se le había devaluado.
¿A quién importaba una mísera dote de unos miles de maravedís? Si conseguía librarse
de la costilla, podía aspirar a la mano de una ricahembra, una virginal doncella
perteneciente a los grandes linajes. En otras ocasiones, simplemente, la dama era
un estorbo. ¿Dónde ibas a colocarla entre tanta espada, mosquete, ballesta y alabarda?
Inés de Atienza, hija del conquistador Blas de Atienza
casó con el encomendero Pedro de Arcos de quien enviudó a mediados del siglo XVI
por orden del virrey Antonio de Mendoza, que la reclamó para su sequito,
perturbado por una belleza que se nos atestigua como espectacular. Ese imán de
atracción irresistible también deslumbrará al capitán Pedro de Ursúa, que la llevará
consigo en busca de Eldorado, bajando el Amazonas. Lope de Aguirre, el loco
Aguirre, urdirá un complot que liquidará a Ursúa; a partir de aquí, la presencia
de Inés provocará una progresión de asesinatos y revueltas; los capitanes chapoteaban
en un charco de sangre, ansiosos por poseer la sublime belleza.
revueltas cortadas por Lope de Aguirre con su habitual
crueldad: Inés fue muerta, acusada de intentar provocar la ruina del viaje y de
prostituta 25.
¿Hablamos ya de la mujer de Cortés? ¿Debemos tocar el
tema de la mujer del famoso Cortés? La mujer de Cortés, la pobre futura mujer
de Cortés, estaba en el banquete nupcial de Ana de Cuellar, como criada suya que
era. Y Cortés, que allí era alguien, también. Sentado a la vera de Docampo, su
querido amigo de Azua y de mil cabalgadas, el tipo del vino. Excitantes confidencias
de la borrachera. Seguro que intercambiarían alguna maledicencia alcohólica sobre
Catalina Suárez Marcaida, “se pasa el día sentada en el estrado, no da un paso
que se cansa”.
No debe juzgarse injustificado que traigamos aquí a
colocación lo de la mujer de Cortés; la posibilidad de que se chismorrease
de una mujer muy bella en un banquete en el que tuvo asiento Docampo es muy alta
y ¿de quién va esta biografía? ¿Eh?
Catalina Suárez Marcaida llegó a Cuba al servicio de Ana
de Cuellar; era una bonita granadina (Gómara dixit y le adjudicamos el lote: ojos
carbonosos y gracejo andalú) que, junto a tres hermanas, había embarcado
su hermano Juan a Indias para colocarlas entre conquistadores. Cortés, a quien
no se escapaba ni una del grupo de las bonitas, no tardó en hacerla su amante.
Cuando se cansó, quiso dejarla deportivamente, pero ella acudió a Velázquez, prendado
de otra de las hermanas, exigiendo el cumplimiento de la palabra de matrimonio.
Moralista en casa ajena, Velázquez no lo liberó de la prisión hasta que salió
como legítimo esposo: Cortés recibió un duro golpe en su orgullo al verse casado
con una antigua sirvienta, que tal lo había sido en casa del secretario
Aguilar. Ya se dijo antes que Cortés tenía un acendrado punto de honrilla. Es probable
que Velázquez utilizase la boda para bajar los humos a un hombre en exceso ambicioso;
Cortés en infantil venganza se negará a cohabitar durante años. Con esta.
Teletransportémonos ahora al Banquete de la Victoria
sobre los Mexicas, agosto de 1521, en Coyoacán, un pueblo por cuyas calles vagan
apenas unos cuantos zombis demacrados, lo que queda de los orgullosos guerreros-águila
y guerreros-jaguar aztecas. Cortés ha conquistado un imperio que cuadruplica la
metrópoli y celebra el triunfo como un emperador romano: había mamado la cultura
clásica en los bancos de la Universidad de Salamanca, por donde era bachiller.
O casi. La borrachera celebrada sobre las ruinas de Tenochtitlán será homérica.
A los pocos días la flor de su harén, la sagaz Malinche que había creado el puente
entre las lenguas náhuatl y castellana, bendijo a Hernán con un varoncito.
En este contexto, se produce el contrapunto de acrimonia:
se presenta la legítima, procedente de las islas. Cortés hace de tripas corazón,
la recibe educadamente. A los pocos días, tras un nuevo sarao, vino y baile, Catalina
Suárez Marcaida perece, no bien entrada al dormitorio conyugal. Al banquete,
uno más de la cadena ininterrumpida de festejos, habían asistido numerosos invitados;
hubo profusión de viandas, corrió el vino, sonó la música; los maestros de danza
habían dirigido el baile. Catalina había bailado hasta cansarse y los que la vieron
dijeron que estaba alegre como una niña. Concluida la fiesta, se había retirado
a sus habitaciones.
El juicio se celebrará seis años más tarde, a demanda
de la madre de la Marcaida, y ruego que se me permita salpicar aquí un popurrí
de los testimonios que se prestarán en estrados. Sería aburrido encajar en el texto
toda la tediosa parla procesal.
*Ana Rodríguez, su camarera: “Ambos cónyuges hacían
vida maridable”; “Durante la cena se mostró alegre y no parecía estar enferma”;
“Ella, como camarera, ayudó a doña Catalina a desvestirse y la dejó en su cama sana
y salva”; “Se retiró a su aposento a dormir y al poco rato llegó una india a avisarle
que Cortés la llamaba… encendió una vela”; “Ella fue la primera en entrar y encontró
que Catalina estaba echada sobre un brazo de su esposo, quien la llamaba pensando
que estaba amortecida”; “Cortés: creo que es muerta mi mujer”; “Los miembros de
la guardia no habían escuchado discusión ni ruidos extraños”; “Una india le había
entregado unas cuentas de oro de un collar de Catalina, recogidas junto a la cama”;
“La cama estaba orinada”; “La muerta tenía en el cuello unas marcas”; “Cortes: la
había asido por el cuello para hacerla recordar cuando se amorteció”.
Defensor de Cortés: Catalina sufría episodios de amortecimiento
o catalepsia y el remedio más a mano que encontró Cortés fue apretarle el
cuello.
*Violante Rodríguez, dama: Insiste en los cardenales en
el cuello. Cortés insiste en haberla asido por ahí en un intento de hacerla recobrar
el sentido.
*María de la Vera, otra: Insiste en lo de “quebradas o
derramadas las cuentas de un collar” y en lo de la “cama orinada”.
*María Hernández (amiga): Había danzado… se recogió a
las diez, murió a las once… Oyó doblar campanas… por Catalina. “Al momento sospechó
que éste —Cortés— la habría matado, pues ella y Catalina se conocían desde Cuba
por lo que conversaban mucho, y es así como la difunta le habría hecho saber la
mala vida que le daba, quien muchas veces durante la noche la echaba de la cama.
Este le habría dicho que algún día la encontrarían muerta”. Que Hernán Cortés
habría muerto a Catalina “por casar con otra mujer de más estado”.
*Allegado a la casa: “Los ojos abiertos y salidos
fuera, como persona que estaba ahogada; y tenía los labios gruesos y negros y asimismo,
dos espumarajos en la boca, uno a cada lado, y una gota de sangre en la toca,
encima de la frente, y un rasguño entre las cejas 26”.
Las pruebas no se estimarán concluyentes. Cortés obtuvo
declaraciones francamente exculpatorias, como la de la camarera Juana López, que
no vio las famosas marcas y recordó que la gargantilla se había roto ya por la
tarde. Pesó en el ánimo de los jueces, la gran pena que invadió a Cortés, cuyos
sollozos tuvieron que ser consolados por fray Olmedo. Eso no se finge. O sí.
Aquí, cinco siglos después, tampoco podemos atrevernos
a emitir veredicto. ¿O sí? ¿Existe una duda razonable?
Poco después Hernán Cortés, ahora llamado marqués del
Valle, contraerá matrimonio con doña Juana Ramírez de Arellano y Zúñiga, hija de
del conde de Aguilar, sobrina del duque de Béjar, excelentísima persona muy
apropiada para su nuevo palacio almenado en Cuernavaca.
Velázquez, por su parte, suspiraba de amores por una
sobrina del arzobispo Fonseca, factótum de Indias.
Esas son mujeres, estúpidos.
Por contraste, el tercer almirante, Luis Colón, el hijo
de Diego, era muy aficionado a las esposas legítimas: se casó con tres, lo que
pasa es que seguidas, sin descasarse de las anteriores. Condenado por bígamo, cumplió
pena de diez años de reclusión en el presidio de Orán. Por una curiosa argucia
procesal de la que no me acuerdo bien, consiguió evitar la acusación de trígamo,
algo así como que el 2º matrimonio era nulo porque ya estaba casado. Sólo cuentan
dos. Los huesos del primer almirante tuvieron que haberse removido en su tumba
viajera. Sic transit gloria mundi.
Volviendo al tema de las esposas legítimas. Del relato
de las cuitas matrimoniales de la fraternidad masculina de Azua (Velázquez-Cortés-Campo),
no deberían faltar el de las del gallego, pero creo que un problema hematológico
se las pudo haber ahorrado. La elegida debería haber sido una Sotomayor o una Moscoso;
aunque no fuesen muy legítimas, por lo menos sería algo aceptable. Fortuna no le
faltaba; y en cuanto a linaje, el pretenderse un Campo y no ser contradicho por
el conde de Altamira, entre gallegos, basta. Tenemos fuertes indicios de la familiaridad
de las buenas mozas de la familia Sotomayor con Campo: ahí están los poderes. ¿Qué
pasó? Bueno, estoy seguro que el romance y procreación con una miembro de la
comunidad marrana no ayudó mucho. La sospecha de ser cristiano nuevo, aunque
fuera por parte de madre, disminuía bastante el sex appeal. Puede que en su
viaje final a Sevilla tuviese intención de tratar eso; entre faldas, anduvo. Al
final, ninguna lo será ante Dios, pero Sebastián se portará bastante decentemente
con todas las mujeres con las que tuvo cargo a las que dotará generosamente.
Esos cargos solían estar revestidos de pañales orinados, por la parte de abajo,
y exhalar mocos y babas, por la de arriba.
Y mando a Ana García, vecina de esta ciudad en la colación
de Santa María, en la Cestería, hija de Diego Sánchez, veinticinco castellanos
de oro por cargo que le soy, los cuales mando que le sean pagadas de las dichas
deudas de las Indias 27.
Ana de Cuellar no dejará mucho recuerdo ni muchos
remordimientos: su padre, cinco años después, aceptará un empleo de contador en
Asunción de Cuba, de manos de Velázquez. Sus lujosos vestidos serán subastados
y adquiridos por María de Valenzuela, la esposa de Pánfilo de Narváez quien “después
de él (Velázquez) tenía en la isla el primer lugar 28”.
La Valenzuela era otra de las damas de la inagotable corte de María de Alba, la
reverenciada esposa de Diego Colón, esta sí de insuperable linaje. Su marido,
Pánfilo, por estas fechas completaba la conquista de Cuba y hará asistir a Docampo
a unos hechos horrorosos, un capítulo en su vida que se repite como una maldición
bíblica, Gomera, Tenerife, Higüey, pero de los que en ningún caso será instigador.
No hay que descartar que Velázquez tratase de poner ante los ojos del gallego un
caso práctico de como se deben hace las cosas, ante el encargo que se disponía
a solicitarle. Hay cosas que un conquistador jamás le dirá a otro, basta asomarse
al río de sangre para saber a que atenerse.
Narváez “hombre de persona autorizada, alto de cuerpo,
algo rubio que tiraba a rojo, honrado, de buena conversación y costumbres, pero
no muy prudente y algo descuidado 29”, tenía en su
hoja de servicios hechos notables, como haber repelido un ataque de siete mil
siboneyes, cuyas filas rompió cabalgando sobre ellos con su yegua. Él sólo contra
siete mil. El Guinness. Récord bélico absoluto de todos los tiempos. El sólo, al
que habían sorprendido durmiendo. Lo que más se destaca de esta hazaña es que, encima,
iba descalzo de un pie, de las prisas por subir a su montura en duermevela. Ahora,
a principios de 1513, se le encomendará la campaña de sometimiento de los núcleos
autárquicos centro-orientales de Cuba al mando de cien castellanos, entre los
que se contarán el imberbe Grijalba, fray Bartolomé de Las Casas cuya conciencia
estaba en plena transición, de encomendero a ángel de los indios, e incluso el propio
Campo. “Ocampo se reunió a éste para recorrer la provincia de Santiago de Cuba”,
dice Guiteras. Una buena parte de la hueste provenía de las dos carabelas del
gallego, que actuaba en servicio del rey; pero ya no tenía el primer lugar, ni
siquiera el segundo.
La tropa penetrará pacíficamente en el Camagüey, en
parte por la impotencia de los indios frente a un desfase militar de milenios;
en parte gracias a una medida que, pudiendo parecer descarnada, en aquel contexto
era humanitaria: los pueblos se dividían a la mitad, concentrando a sus vecinos
en una y asentando a los españoles en la otra. Los indios salían a los caminos
para pasmarse ante las yeguas, como si fueran neoyorkinos viendo desfilar a Gualaar
o romanos corriendo a la vía Apia para ser testigos de un desfile de centauros.
Lo que sucedió al llegar al pueblo de Caonao lo contará
fray Bartolomé de Las Casas en plan testigo, tan directo, que afirma haber sido
salpicado por la sangre y los sesos; a cada lector pueden impresionarle unas frases
u otras; el resto de la historia, al que le interese completa, está reproducido
en muchos sitios.
(…) Llegaron por la mañana al pueblo de Caonao, parándose
a almorzar en un arroyo seco el cual estaba lleno de piedras amoladeras y se les
antojó a todos afilar en ellas sus espadas; y allí trajeron algunos indios de los
pueblos algunas calabazas con agua, pan cazabi y mucho pescado. Estaban en la plazuela
unos dos mil indios, sentados en cuclillas mirando a las yeguas pasmados. Contiguo
había un bohío o casa grande, donde estaban otros quinientos indios que no osaban
salir.
Súbitamente sacó un español su espada y luego todos, ciento,
sus espadas y comienzan a desbarrigar y acuchillar y matar a aquellas ovejas y corderos,
hombres y mujeres, niños y viejos, que estaban sentados descuidados, mirando a
las yeguas y los españoles, pasmados; y dentro de dos credos no quedó hombre vivo
de los que allí estaban. Entran en la casa grande y comienzan lo mismo, a matar
a cuchilladas y estocadas cuantos allí hallaron, que iba el arroyo de la sangre
como si hubieran muerto muchas vacas; algunos de los indios se subieron por las
vigas y el enmaderamiento y así escaparon.
Entrando fray Bartolomé en la casa grande, viendo muertos
a los que allí estaban y los que, por las varas arriba y enmaderamiento habían
escapado, les dijo: “No más, no tengáis miedo, no habrá más”. Con esta seguridad
descendió un indio, mancebo de 25 o 30 años, llorando. Fray Bartolomé, sin reposo
tuvo que salir. Tan pronto como el mancebo descendió un español que estaba por
allí sacó un alfanje o media espada y le dio una cuchillada por los ijares que
le echó las tripas para afuera, como el que no hace nada. El indio, triste, coge
sus tripas con las manos y sale huyendo; a la salida se topa con fray Bartolomé,
que lo reconoció y le dijo que “si quería ser bautizado iría al cielo a vivir con
Dios” 30.
Los nativos no siempre encontraban satisfactoria la salvación
por vía celestial. Durante la primera campaña de Cuba, 1512, el cacique Hatuey mantuvo
este diálogo con el padre Olmedo, que le conminaba al bautizo al pie de la hoguera:
“¿Los españoles también van al cielo al morir?”; “Si”;
“Entonces no quiero ir allí, sino al Infierno, para no estar donde estén y para
no ver tan cruel gente” 31.
El siboney de Caonao optó por la solución contraria. Si
hemos de creer a Las Casas, la muerte rápida no era tan mal negocio.
(…) A uno que dijeron que era hermano del rey, alto de
cuerpo y con aspecto de señor, de una cuchillada que le dieron en el hombro derecho
le derrocaron todo el costado hasta la cintura, de manera que, estando sentado en
el suelo, tenía en tierra todo el lado y la asadura y las tripas; y cuanto hay en
lo hueco se le veía como si estuviera en una escarpia colgado. Habiendo sido herido
el sábado, estuvo hasta otro sábado sentado en tierra, con su lado caído, sin
comer salvo beber a cada rato por la sequedad que le causó la sangre; y en ese
estado, vivo, lo dejaron los españoles que partieron al siguiente sábado 32.
El dominico hizo su propia encuesta sobre las causas
de la tragedia. Algunos sospecharon que la forma en que los indios se regodeaban
en la visión de las yeguas era una muda contraseña para iniciar la rebelión.
Otros, más imaginativos, confesaron que había excitado su suspicacia “unas guirnaldas
de unos pescados llamados agujas que traían puestas en las cabezas, que eran
para darles con las cabezas y abrazarse luego a los españoles y, con unas cuerdas
que traían ceñidas, atarlos”. Concluye Las Casas que “es verdad que ni arco ni
flecha ni palo ni cosa que supiese a armas se vio. La causa no fue otra sino su
costumbre (de los españoles) de no se hallar sin derramar sangre humana”. Y responsabilizará
en primera persona a don Pánfilo de Narváez:
Y es también verdad que si, a mayores de los 2.000 indios
que parece que había allí, hubiera 40.000 más, sólo Narváez con su yegua a todos
los matara, como sucedió con los indios de Bayamo, cuanto más estando con él tres
o cuatro de a caballo, con sus lanzas y adargas en las manos 33.
Puede parecer una exageración, pero lo cierto es que
la diferencia cultural y tecnológica de cinco o seis milenios, posibilitaba tamañas
victorias, a menudo de un centenar sobre docenas de miles. “Luego que los indios
hacen cara con un gran griterío, son de los españoles lastimados con las espadas
y, pero aun, con los arcabuces y alcanzados por los caballos… (sus flechas) no mataron
ni hirieron jamás a alguno 34”. Ejemplos son los de
Cortés en Cholula, Alvarado en el Templo Mayor o el supuesto más característico,
Pizarro en Cajamarca, en que bastaron unos cañonazos para que enloqueciera la
multitud desnuda y se aplastara a sí misma, unos sobre otros, contra los muros del
recinto. Resultado: Un herido leve en un dedo frente a 10.000 muertos. Nos preguntaremos
si las degollinas tenían algún sentido militar, dejando aparte la consideración
humana, sólo importante para los que pertenezcan a la especie homo sapiens.
La respuesta es afirmativa. Las masacres tenían un objetivo
político-militar muy concreto: la sumisión instantánea de un pueblo, una nación
o un imperio a un conquistador que se la jugaba a todo o nada; a su retaguardia,
otros conspiraban para robarle la presa.
Cortés, que se alzará con el imperio mexicano, sentirá siempre a su espalda
al aliento envenenado de Velázquez desde Cuba, pronto a segarle la hierba bajo
los pies; Diego Velázquez se siente en riesgo por la eterna pugna entre colombinos
y realistas, mientras a su vez avizoraba el premio gordo: México-Tenochtitlan. Tras
la masacre de Caonao, quedó partido instantáneamente el espinazo de la tibia
resistencia cubana:
Sabida esta matanza por toda la provincia no quedó mamante
ni piante que, dejados sus pueblos, no se fuese huyendo a la mar y a meterse en
las isletas que por aquella costa hay infinitas… y tanto miedo cayó en ellos y
con tan justa razón que no solo quisieran esconderse en las isletas, que si pudieran
lo harían debajo de las aguas para huir de gente que con razón juzgaban crudelísima
y más que inhumana 35.
¿Los muertos? Fray Bartolomé da 800 pero sus cifras
son exageradas pues, reiteramos, es un abogado acusador que defiende una tesis en
estrados, sin importarle mucho la verdad. Pongamos la mitad de la mitad. Esa
parte, el terror, fue la etapa de la conquista que el vengativo Diego Colón
sustrajo al mando de Docampo. Puede que si el gallego hubiera tenido la vara de
mando, hubiese incurrido en una de aquellas degollinas, puede que no. O puede que
un meteorito hubiese acabado, de golpe, en ese momento, con la raza humana,
como les sucedió a los dinosaurios. Pero esas son cosas que no han sucedido.
Las Casas culpó de la matanza a Narváez, a quien envió al diablo, aunque me
temo que jamás le negó la comunión.
Lo cierto es que nos quedamos un poco perplejos cuando
leemos a fray Bartolomé. Su retrato de la Galería de Estampas —un dominico
calvo con una mata de pelo sobre las orejas, inclinado sobre el escritorio—,
nada nos dice como no sea la forma en que agarra el pomo de su sillón, a la manera
de los que están seguros de su importancia. Habiendo sido conquistador y encomendero
como el que más, Caonao supuso su caída del caballo. Polemizará con Ginés de Sepúlveda,
negando la superioridad de los españoles sobre los indios, sobre los indios, sobre
los indios, pero nada dirá de los negros o los judíos. A su compañero de crónicas
Fernández de Oviedo, aconsejará que revise el pedigrí de sus abuelos, sugiriendo
que eran cristianos nuevos. Sin embargo Docampo es para él un “harto hombre de bien”;
tal vez se salva de la hoguera porque la madre del dominico era una Peñalosa y
la esposa de Varela, el protector de Docampo, también. Creo que sus escritos
deben matizarse por el rol que asume sin complejos: el de Defensor de la
indiada. Debemos recordar que en un juicio (y el histórico lo es), siempre
existe contraparte. Por ejemplo, sostiene que las masacres se hacían para probar
los filos de las espadas. Dan ganas de responderle con un meneo de cabeza con los
labios apretados. Bobadas. No es que los conquistadores fueran unos sádicos;
simplemente llevaban hasta el extremo la solución a cierto problema que el propio
tonsurado sugiere en su Memorial:
que se quiten los indios a los encomenderos pero que
se les haga merced de que puedan tener esclavos negros y blancos, que los puedas
llevar de Castilla…
¿A que se refería? Pues simplemente que los tainos y siboneyes
silvícolas se revelaron inútiles para el trabajo agrícola o minero, de sol a
sol, y morían con una facilidad pasmosa. La selva recuperó el terreno de las encomiendas.
A las primeras de cambio Cuba sufrió una caída demográfica del 90%. El silencio
o los ruidos de la selva recuperaron su imperio. Los indígenas supervivientes se
volvieron cimarrones, depredadores de sembradíos, siendo reducidos mediante
periódicas operaciones de limpieza. De 19 de junio de 1513 es la real cédula es
que se permite a Amador de Lares pasar a la isla de Cuba con cuatro esclavos
negros cuya superior vitalidad laboral estaba contrastada en las feitorias
portuguesas. Fue la primera de una larga serie: hasta mediados del siglo XIX
los barcos negreros empezaron a llegar a Santiago o a La Habana con progresiva
y siniestra regularidad.
A partir de 1834 el problema adquirió una nueva
dimensión: la prohibición de la trata y las periódicas inspecciones de la Royal
Navy hicieron subir el precio de la carne de ébano hasta unos niveles prohibitivos.
Indios ya no había y ahora… ¿quién iba a cultivar la caña y el tabaco? ¿Dónde
habría trabajadores callados que aceptasen de buen grado el cepo, el látigo y la
ergástula… si no es en Galicia? El diputado Urbano Feijóo Sotomayor propuso
completar las negradas con esclavos ojiazules. Supongo que entre los muy
racistas antecedentes del proyecto, influyó en su favor la ventaja de que, al mezclarse
en chozas y cabañas gallegos y africanos, se aclararía el color de la raza
cubana. Entre marzo y agosto de 1854 zarparon rumbo al Caribe en ocho expediciones,
dos mil esclavos gallegos. Se les había engañado con presuntos contratos a cinco
años. Eran años de hambre y de peste en Galicia y cualquier cosa parecía mejor,
no, no cualquier cosa era mejor. Una vez en tierra los gallegos se vendían a 80
pesos la pieza y podían ser revendidos en Argentina o Río de Janeiro. Un
chollo, pues como se llegó a decir en sede parlamentaria “un gallego ha de
hacer el mismo trabajo que dos negros, y al precio que cuesta un esclavo”.
Se encontraron con el cepo y los azotes y no escaparon del hambre, sino que la tuvieron
doblada. La diferencia con los tainos y los africanos fue que, alguno de
aquellos ojiazules, sabía escribir y sus cartas llegaron al palacio de las Cortes.
“Nos traen peor que negros, nos traen descalzos, desnudos y sin camas… Matan
a la gente con palos y la ponen en el tronco y en el cepo de campaña”. El
escándalo en la metrópoli fue de los que hacen época y, tras ácidos debates parlamentarios,
se ordenó al capitán general Gutiérrez de la Concha la repatriación de aquellos
desgraciados. Solo volvieron unos pocos cientos.
En fin, con el tema de los esclavos ojiazules me he
ido demasiado lejos. Estaba rememorando el origen de la trata de esclavos. Estaba
resumiendo algunas opiniones que ponen el origen intelectual de la trata de negros
en la obra de Las Casas.
Eso no es justo.
Puede que llevado de su pasión por el indio, haya
solicitado que los encomenderos “puedan tener esclavos negros y blancos”.
Pero no será hombre de una sola idea y en su larga vida de octogenario llegará
a negar la confesión a los negreros, ya como obispo de Chiapas. No sé si se le
puede culpar por no haber superado también el antisemitismo, pero en aquel
tiempo y lugar dicha reflexión le habría llevado 150 años. Si los hubiera vivido,
estoy convencido de que lo hubiera logrado.
El segundo bojeo
Cuba. Es llamativa la coincidencia temporal de Campo con
estos hechos, boda y masacre, en los primeros meses del 13. Ya sería extraño que
navegase de retorno hacia La Española o la metrópoli cargado de vino hasta los
topes; en Darién, se solía proceder a la descarga de todas las existencias alcohólicas,
habitualmente vinos poderosos de Manzanilla y Cazalla. Si Campo sustrajo a esos
pobres sedientos el vino y zarpó de Darién cargado con 1.500 litros, es que no
se estaba muriendo de ganas de llevar a toda prisa a España la buena nueva del descubrimiento
del mar del Sur. Por algo aproó al Noroeste, a Cuba. El gallego nunca daba una puntada
sin hilo. Alguna cosa esperaba, por la que valiese la pena aventurarlo todo. Una
apuesta vital que, personalmente, le era de la máxima importancia, aun siendo
el hallazgo de la vía acuática a China y la India el principal objetivo de la monarquía.
Sabía lo que se tramaba, vaya si lo sabía. Su presencia
aquí lo demuestra. Como siempre la red de contactos e información Pasamonte-Conchillos-Cobos,
le pasaría el chivatazo. El adelantado Velázquez tenía en proyecto un segundo bojeo.
No por deficiencias del primero, que fue perfecto, según hemos visto por la correcta
configuración de Cuba en el mapa babilónico. Ahora se trataría de profundizar
el conocimiento de las otras orillas de ambos brazos de mar, el estrecho de
Florida y el canal del Yucatán, cuyos contornos, frente a la isla de Beimeni y
la bahía de Lagartos, habían sido resueltos en el mapa con unas insatisfactorias
rayitas onduladas.
1513. Abril 8. Real cédula dirigida a Diego Velázquez,
capitán e la isla de Cuba en aprobación y elogio de sus actos por los que le ofrece
mercedes; recomienda la conversión, doctrina y buen tratamiento de los indios,
y pone a su disposición dos carabelas para el bojeo de la isla.
El Rey.-Diego Velázquez, capitán de la isla de cuba…
Yo envié mandar a los oficiales de Sevilla que provean
de las dos carabelas que escribisteis que teníais necesidad para traer mantenimientos
y para bojar esa isla, los cuales proveerán de ellas con mucha brevedad, porque
así se lo envío mandar 36.
El intento de halagar a Velázquez con vino fue un fracaso.
Que Docampo fuera el hombre adecuado para un segundo bojeo resulta plausible,
si analizamos los resultados del primero. Pero la oposición roñosa, testaruda y
chacinera de Diego Colón, boicoteó cualquier expedición que tocase nuevas tierras
cuyo dominio se le negaba, con el argumento de que no las había descubierto su padre.
El saber que Docampo, el pesquisidor contra su magnífico padre, andaba de pesca
por allí, no ayudaría. Los emisarios, los nueve de la fama enviados por Campo sobre
el terreno, como en Xagua o Bayamo, desaparecieron en le noche y en la niebla. Más
saludable para estos fidelísimos compañeros hubiese sido permanecer a bordo de
las naves. Los colombinos no tenían nada en contra del gallego, pero hubiesen preferido
que sus hombres no anduviesen enredando por ahí. Maldita sea, no se pudo evitar
el triste final, aseverarán en Baracoa los hombres de Velázquez, gente que no enrojecía
por nada del mundo.
corrió el rumor de que (Nicuesa) había naufragado en las
costas de Cuba y había sido muerto por los indios. El mismo fin tuvieron nueve
españoles de una expedición de Ocampo que tocó en Cienfuegos en 1512, los cuales
perecieron a manos de los indígenas en un lugar del interior de Camagüey o de la
costa meridional de dicha región 37.
Las naves se
usarán para otros fines y no navegarán hasta que se produzca una ventana de oportunidad:
una nueve interrupción del califato colombino como la que en tiempo de Ovando había
propiciado el primer bojeo. En este caso será el gobierno de los tres frailes jerónimos.
El segundo bojeo deberá esperar cuatro años y, ya fallecido Campo, lo capitaneará
Francisco Hernández de Córdoba. Zarpó de Santiago de Cuba en dirección Este, viró
180º en cabo Maisí, bojó la costa Norte y arribó al cabo San Antón; se ahorró sólo
las aguas de Xagua por bien conocidas. Los desembarcos en Florida y Yucatán abrieron
los ojos a peligros y oportunidades. En la primera los indios usaban potentes
arcos largos, que multiplicaron los heridos, como el piloto Alamimos; en Yucatán
las espadas de obsidiana, nada molestas para guerreros blindados, sólo representaban
un problema para este tipo de exploraciones patroneadas por simples marineros. Pero
las costas mexicanas supusieron un auténtico bombazo en el ámbito político: increíblemente
allí había gentes que se vestían con trajes de hilo y pirámides de cal y canto.
Si Cuba era la China, estas pirámides mayas bien podían significar que Yucatán
era Egipto, país de moda desde la publicación de la Legatio Babilónica: por
algo el lugar fue bautizado como en Gran Cairo.
Al clasicista Cortés, como Cesar, Octavio o Napoleón en su día, se le revolvieron
los humores del deseo de poseer tan histórico paraje y enseguida empezó a arengar
a sus hetairoi, Olid, Sandoval, Ordás, Tapia, Alvarado, Diez del Castillo
con el lema constantiniano de amici sequamur crucem, in hoc signo vincemus.
Pero esa es otra biografía.
Volviendo al lugar y modo donde nos encontrábamos, el
gallego, que tenía encomendada una misión de Estado, empezó a considerar los
peligros en que le ponía el retraso en su cumplimiento. Le costará un multazo de
800 castellanos de oro. El endiablado carácter ecuánime de Docampo. Lo ves sentado
en la mesa, la boca apoyada en una mano, sopesando dos argumentos antagónicos. Sería
razonable estar en mi Cuba ahora que se pretende dar continuidad a al bojeo. Sería
mucho más razonable volar a la corte y cumplimentar el encargo de Balboa ante su
Alteza, sin entramparse en ningún lugar.
¿De verdad que es eso razonable, entontecerse en dudas
hamletianas cuando cabalgas sobre la Historia? ¡A veces te sientes atraído por
esos conquistadores locos que les hierven los sesos y les salen como moco por la
nariz! ¡Al menos se concentran en una sola empresa, malvada pero única!
Docampo se demoraría en Cuba hasta que se hartó de soportar
aquella posición desairada en que se encontraba: desde luego, bastante más de los
50 días que le costaron la multa o los dos meses que dice Las Casas. Al menos
casi todo el 13 y una parte del 14, año en que, a mediados de abril, llega a Sevilla
según evidencias que presentaremos más adelante. Si hizo escala en Española, no
es creíble que el capataz del rey, Pasamonte, le hubiese permitido tirarse otra
temporada de novillos con un océano Pacífico en la mochila. Sería ya enero o
febrero cuando consiga despegar sus pies de aquella tierra con la que se había
llegado a sentir tan identificado. Dice en su codicilo testamentario otorgado en
Sevilla el 26 de junio de 1514:
Y confieso que me deben en la isla de Cuba que es en
las Indias del mar océano dos vecinos de ahí, el uno que se llama Ordaz y el
otro su compañero con él de mancomún, cuarenta castellanos de oro por una obligación
que me otorgaron ante Espinosa, escribano público de dicha isla de Cuba, puede
haber quince meses poco más o menos… 38
Entiendo que hablamos de Rodrigo de Ordaz (no de su
hermano, el “valeroso” Volcán), por cercanía encomendera, y que la deuda supuso
la documentación ante notario de una obligación anterior, probablemente de tiempos
del bojeo.
Docampo desembarcará en el arenal de Sevilla a
mediados de abril de 1514, según se deduce del juego de unas cartas que desvelaremos
en el capítulo siguiente. Toda la ventaja de ser portador de la noticia mundial
del hallazgo del océano Pacífico, irá a desleírse y desmerecer cuando haya que
sustituir los poderes de Balboa en favor del más espabilado de los espabilados:
el secretario del secretario real, el famoso Francisco de los Cobos, el único
español que será dueño, y no por casualidad, de un auténtico Miguel Ángel Buonarroti:
el San Juanito. A esa peripecia, la última, nos encaminamos nosotros también.
1 Carmen MENA
GARCÍA. Pedrarias Dávila. Servicio de publicaciones de la universidad de
Sevilla, 1992.
2 Antonio GUTIÉRREZ
ESCUDERO. Las capitulaciones de descubrimiento y rescate. Revista Iberoamericana,
nº 21. 1º semestre, 2009.
3 Bartolomé
DE LAS CASAS. Historia de las Indias, L I y II. Fondo de cultura económica,
México, 1951.
4 István SZÁSZI
LEÓN-BORJA. Compostela de Azua y el comendador gallego, un contino entre África
y las Indias. El inicio de la Encomienda indiana. Jacobus, 2008.
5 Carmen MENA GARCÍA. Aquí yace Sebastián de Ocampo a quien
Dios perdona. Anuario de Estudios Americanos, Sevilla, jul-dic. 2.012.
6 Diego VELÁZQUEZ.
Carta de relación de la conquista de Cuba. Círculo de cultura panamericano,
1965.
7 Ibidem.
9 Henry MELO.
Azua de Compostela. Origen y fundación (recogiendo a: cronistas de Indias).
Editora Buho. Santo Domingo, 2016.
10 REAL ACADEMIA
DE LA HISTORIA. Colección de documentos inéditos relativos al descubrimiento,
conquista y organización de las antiguas posesiones españolas de ultramar. Impresores
de la Real Casa, paseo de San Vicente, 20.
11 Ibidem.
12 Fernando
TOLA DE HABICH. María de Toledo. La primera virreina de las Indias. Factoría
ediciones, 2016.
13 Ibidem.
14 RAH, inéditos, ibidem.
15 Ibidem.
16 Ibidem.
17 Juan MIRALLES.
Hernán Cortés. Inventor de México. Tusquets editores. México, 2001.
18 TOLA DE
HABICH, ibidem.
19 DE LAS CASAS,
ibidem.
20 MIRALLES,
ibidem.
21 MENA GARCÍA, ibidem.
22 DE LAS CASAS,
ibidem.
23 REAL ACADEMIA
DE LA HISTORIA. Biografías, 2020.
24 José-Luis
CORONADO. Ana de Cuellar. Escuellar. Agosto, 2014.
25 DE LAS
CASAS, ibidem.
26 REAL ACADEMIA
DE LA HISTORIA, Biografías, ibidem.
27 MIRALLES,
ibidem.
28 MENA GARCÍA,
ibidem.
29 REAL ACADEMIA
DE LA HISTORIA, Biografías (cita Herrera), ibidem.
30 Ibidem.
31 DE LAS CASAS,
ibidem.
32 Ibidem.
33 Ibidem.
34 Ibidem.
35 Ibidem.
36 REAL ACADEMIA
DE LA HISTORIA, Inéditos, ibidem
37 RAH, Inéditos,
ibidem.
38 MENA GARCÍA, ibidem.
¿De verdad que en Petra entraban todos por este callejón? |
No hay comentarios:
Publicar un comentario