DIRECTORIO
1.-DISCAPACIDAD Y CURATELA EN GALICIA
2.-FELIPE FDZ-ARMESTO Y MAGALLANES, GALLEGOS
3.-DOCAMPO VERSUS COLÓN
El problema surge cuando esas
diferencias se ven exacerbadas por políticos o funcionarios de mentalidad centralista
con el objeto, consciente o inconfesado, de aplastar al Derecho de Galicia.
Trataremos aquí dos de esos supuestos de choque. Uno, la posibilidad, ya respondida en estas páginas, de que la Ley de reforma de la discapacidad (8/2021 de 2-6) haya venido a alterar o suprimir nuestras especificidades. Otra, las sentencias o autos de algunos jueces, calcadas de algún “Manuel de redacción de resoluciones judiciales”, en las que, tras nombrar al curador, sea con funciones determinadas de apoyo, sea con facultad representativa, adjuntan todo un repertorio de citas del Código Civil sugiriendo cual debería ser la actuación del curador si su representado fuera de Ponferrada. Pero se olvidan de añadir lo de Ponferrada.
La posible derogación “in toto” de los derechos autonómicos
por efecto de la ley 8/2021 ya ha sido tratada aquí. Como la propia norma
indica, lo que reforma es el Código Civil y no modifica, ni puede, el Codi
catalán, La Ley de Galicia ni el Fuero Nuevo de Vizcaya. Lo contrario sería
sostener que ha reaparecido la temida herencia forzosa de dos tercios y que el
Madrid habría ganado al Celta por 5 a 0. Absurdo.
Más difícil, por sus
consecuencias prácticas, es el manejo de Resoluciones judiciales dictadas por
jueces con los pies en Galicia, pero con la cabeza en otro lado. Que a veces
sirven de base a exigencias de notarios o registradores que pueden sufrir
idénticas afecciones. Creo que la postura correcta, a veces heroica, es
entender que el juez ha procedido al nombramiento de curador y determinado su
papel de apoyo o más o menos representativo. Punto. Pero que, en cuanto a los
artículos del Código Civil de propina, que no forman parte propiamente del acto
jurídico, Sentencia o Auto, sino que son una especie de aviso a navegantes por
sí la relación jurídica estuviera sometida al Derecho Común. Pero que si lo que
uno ve delante es el faro de Os Camoucos, no tiene porqué orientar su buque
como si navegara rumbo al cabo de Gata.
Tal vez el nuestro Alto Tribunal
podría reflexionar algo al respecto.
Como remate, quizá venga bien el
juego de las diferencias. LG es Ley de Galicia; CC es Código Civil.
PRÁCTICA SUCESORIA CUANDO EL
CURADOR ACTÚA POR UN LEGALMENTE REPRESENTADO
GALICIA (LEY DE GALICIA) DERECHO COMÚN (CÓDIGO CIVIL)
Aceptación en cualquier forma
(271LG)……………..Aceptación a beneficio de inventario (287.5ºCC)
No aprobación judicial partición(271LG)……………............Aprobación
judicial a posteriori (289CC)
Excluida intervención
judicial/defensor(271LG)…....Sí intervención judicial si conflicto interés(295.2º)
Partija como tenga por conveniente(294LG)....Autorización
judicial transigir/nombrar árbitro(287.4º)
2.-FELIPE FDZ-ARMESTO Y MAGALLANES, GALLEGOS
Los libros se critican cuando se terminan, no apenas
empezados, pero prometiendo “Magallanes: mas allá del mito” más de 1.000
páginas, quizás olvide mi alegato si lo dejo para más adelante. Un placer saciante para
lectores bulímicos, que no son todos, ya de buenas a primeras se ve que Felipe Fdz-Armesto maneja
una documentación exhaustiva. La tesis que propone este Armesto british, hijo
del gran Augusto Assía, no es nueva: Magallanes zarpó para su viaje transoceánico
a la Especiería con la secreta intención de constituirse un feudo en Filipinas y,
ni Carlos de España, ni Manuel de Portugal, podían estar seguros de su
vasallaje. Claro que eso equivale a gritar ¡qué
escándalo, aquí se juega!, como en Casablanca: todos ellos, los
Conquistadores —léase Colón, Cortés, Pizarro—, eran unos narcisos, pagados de
si mismos. Es patente que Magallanes, que sabía bien que Las Molucas (teórico objeto
de la expedición) estaban sobre el Ecuador, navegó o muy por debajo o por
arriba de dicha línea. Justo, justo, oh casualidad, por el paralelo de las
Filipinas. Otro indicio es que, en Capítulos con el Rey, estipuló que, si
sobraban islas sobre 6 (sólo se conocía media docena de Molucas), podría quedarse
en feudo con un par de ellas. Son indicios, casi evidencias, ya tratados por
otros autores. Armesto tiene el acierto de sugerirnos que, en sus viajes
previos, Magallanes se había pasado por allí, por las futuras Filipinas, a
echar un vistazo. Aquello le gustó.
Pero no es nada de eso lo que motiva la indelicadeza
de ponerme a criticar un libro cuya lectura apenas está en sus balbuceos. Me salta a la vista algo que me
resulta incomprensible. Estamos hablando de un hijo de Augusto Assía, un hombre que
ha recibido la medalla Castelao de Galicia, un natural de A Mezquita (como
la madre de Magallanes), un estudiante de Compostela. Es muy chocante que
Felipe Armesto hijo, cuando aborda el tema de los orígenes de Magallanes, omita que
está hablando de un gallego. Entendámonos, no estamos proponiendo aquí
fantasiosas tesis chauvinistas, estilo la de “El Colón Gallego”. Que va, nos
referimos a la realidad histórica aceptada por casi todos. Hernando (o Fernando) era probablemente
natural de Sabrosa, en Tras os Montes, Galicia Bracarense, hoy tras la raya de
Portugal. Como poco, de allí se sentía, como lo sugiere a través de un legado.
Hoy se habla de Porto, que para el caso, da igual. No es eso de lo que quiero
hablar, sino del gentilicio, el indicativo de la procedencia familiar. Usó dos:
“de Magalhaes” y “de Magallanes”, ambos de grafía galaico-portuguesa. La maldad
(para eruditos modernos) es que dichos nombres pueden referirse a dos pueblos distintos.
Para colmo, y jugando al anacronismo, uno está por debajo y otro por encima de
la actual raia, como llamamos a la frontera, aunque en su tiempo todos
se tuvieran por gallegos a secas:
—En Ponte da Barca, del lado hoy portugués de la raia
aunque cerca de ella, está la fegresía de Paços de Magalhaes;
—En la comarca de Pontevedra, cerca de Sanxenxo, está
el bonito pueblo de Magallanes. En la Geografía general del reino de Galicia,
edición ¡1936!, se le conoce por Magalanes, pero el nombre ha sufrido la típica
reducción de “ll” a “l”, como de “gallego” a “galego”. Escrita por Gerardo
Álvarez Limeses, le atribuye 174 habitantes. Hoy es un núcleo turístico que,
afortunadamente, ignora el porqué a la plaza del pueblo se la denomina Bouza da
Morte: parece ser que el señor del Coto ataba a los condenados a un carballo
aun existente, hasta que expiraban de hambre y sed. 9 días de media. Tras la
reciente normalización lingüística el nombre ha mutado de nuevo a Magaláns.
Creo que ahora me exigiré decidirme por uno de los dos
gentilicios, porque de lo que nadie duda en la doctrina es que, o uno u otro.
Prometo hacerlo con la mayor de las arbitrariedades.
La Galicia en la que había nacido Hernando aun dudaba
se que lado de la raia, castellano o portugués, le haría caer el genio de la Historia (auto-cita
inmodesta de mi libro Docampo versus Colón). Pedro Álvarez de Soutomaior,
el conde de Caminha (en Galicia con mi
casa, basta) señoreaba de ahí para arriba, casi todo: Tuy, Redondela, Vigo…
y Pontevedra, a una legua o dos de Magallanes. Casado con Inés de Távora, de la
realeza portuguesa (que muy gentilmente le llevó de la mano al garrote de nuestros
Católicos, cuando le dio por proclamar a La Beltraneja), siempre estuvo en el
negocio de los Descubrimientos a través de sus parientes Perestrello. En casa
de los Távora se llegó a alojar un pirado llamado Colón que, no obstante, consiguió
pescar en el colegio de las Comendadoras nada menos a una Moniz para su
himeneo: le valdría una capitanía en Porto Santo (Azores), casi a la vista del
nuevo Mundo. Un hijo de Caminha (alias “Pedro Madruga”) será alcaide de la isla
de San Juan, hoy Puerto Rico. Sin olvidar que a unos pasos de Magallanes está
Valboa (val-boa), hoy rotulada Balboa no sé… bah, sí sé porqué. Siempre me pareció
más dinámico el núcleo sanxenxino que el de Magalhaes, sin perjuicio de la
buena lampreia que por Ponte da Barca se cata.
En fin, valgan estas líneas para recordarle al autor
que, si hubiera tirado más de sus ancestros de acá, tal vez no hubiera sentido
la tentación de considerar aquel paisaje y aquel paisanaje exclusivamente como el lugar de donde
proviene el Tawny Porto.
Pero el libro es apasionante, lo recomiendo para aficionados
al género.
Reproduzco aquí parte del capítulo 5, libro III del Docampo versus Colón. Dada su extensión, se ha dividido en subcapítulos (sigue el 5.4. 5.5 y 5.6) que contienen nada menos que el momento cenital de la expedición: cuando doblan el cabo de San Antón, rolando de rumbo Oeste a rumbo Este, y demuestran que Cuba no era esa pretendida naricilla de China que decía Colón. Poco a poco se irán desarrollando los primeros compasases de la Conquista, o mejor diría penetración en Cuba, pues al menos en estas fases se trató de un hecho más religioso que militar.
Cuatro: El becerro, el olivo y el camarón babilónico
Los continos reales, comparables a los modernos funcionarios
con el matiz de lo variopinto de las misiones que les podían ser encomendadas, no
actuaban a su aire, sino que cumplían órdenes de la corona y para unas finalidades
específicas.
Los descubrimientos realizados al otro lado del océano
Atlántico hasta el fin de la primera década del siglo XVI no fueron fruto de
las ideas aventureras de osados capitanes salidos con sus naves al azar de su buen
saber y entender, sino empresas de exploración organizadas y capituladas (contratadas)
por la corona de Castilla con el fin de conseguir una finalidad prefijada 1.
En el caso de
las Antillas sabemos que, dicho a lo fino, los españoles navegaban en el éter;
y, dicho a lo bruto, ¡es que no tenían ni puñetera idea de donde estaban!
En los últimos
años del siglo XV y en la primera década del siglo XVI los partícipes en el descubrimiento
de América actuaron en un escenario geográfico observado y concebido en una
forma que no se ajustaba a la realidad 2.
Era como jugar a la gallina ciega; pero Fernando
no tenía humor para eso y ordenó al funcionariado la elaboración de un modelo de
carta de marear para uso común de las tripulaciones en los viajes a Indias: un
mapamundi llamado el padrón real. Al tiempo, creo el cargo de piloto mayor
con la función específica de mantener actualizado dicho padrón.
Puede considerarse
el primer barrunto de esa carta única el mapa de Juan de la Cosa, que puede examinarse
en el Museo Naval de Madrid. Si preguntas, acuérdate de decir el mapa
becerro, pues está pintado sobre el pellejo de un ídem. Fechado en 1500, ofrece
dos curiosos ardides: uno, que representa una imagen de san Cristóbal y el Niño
tapando una buena porción de centro-américa, justo por donde el primer almirante
esperaba encontrar el brazo de mar que bañaba China, India, etcétera. Se ve que
La Cosa, que éste sí que había firmado el Juramento, apreciaba su
lengua. La segunda treta es que, a falta de un conocimiento cabal, inventaba el
perfil occidental de Cuba en forma de un perfecto camarón, con su colita enroscada
doblada sobre sí, a punto de ser mojada en vino blanco. Se sabía que era isla,
el indio dixit; pero la censura colombina había impedido que nadie le viera el
cabo occidental. La cola del crustáceo tiene su origen en que la última visión
colombina de Cuba había sido la costa oriental de isla de Pinos, hoy de la Juventud.
Ignorando fuese isla distinta, se la unía a la de Cuba mediante un apéndice caudal
girado 180º (No es por complicar las cosas; palabra, pero acabo de venir del
Museo Naval y la cola de quisquilla, según Cerezo, a mí me recuerda mejor el
enroscado rabo de un camaleón).
La siguiente
representación de la cara oculta de Cuba apareció en un mapa portugués de 1502,
llamado de Cantino por el italiano que la vendió en Modena. La cola del camarón
más bien parece ahora el brazo de un ancla, pero lo que revela es lo mismo: nadie
había visto aun la cara oculta de la Luna, pero que, aun así, eran más creíbles
los indios que Colón. El portulano del genovés Nicolaus de Caverio y el planisferio
de Contarini, en 1505-1506, no aportan grandes novedades a aquellos remates
fantasiosos de la geografía occidental cubana.
Américo Vespucio,
futuro piloto mayor de Sevilla, pasará a la historia por dos hechos famosos: el
haber dado nombre a todo un continente y la recuperación del camarón. Si bien su
mapa de 1509 se ha perdido, tenemos un buen traslado en Italia, en la llamada carta
Oliveriana de Pésaro. Contiene interesantes novedades. El rey Fernando, que
también era un cuco, había ordenado a Vicente Yáñez Pinzón y Juan Diaz de Solís
bojear la zona que tapaba el monigote de san Cristóbal en el mapa de La Cosa.
Con esta navegación quedó comprobado, patente e incontestable que por allí no
se iba a Asia ni a ninguna parte, que eran los manglares del golfo de Honduras,
la costa del Yucatán (cuya esencia peninsular no captaron), y parte de la costa
mejicana “llegando algo más al norte de Tampico”, según Carmen Mena. Ergo, en julio
de 1509, cuando regresó la pareja atizándose tortazos entre sí, Cuba aún no había
sido bojeada. Arribadas las malas nuevas a la metrópoli, el bueno de Vespucio borrará
al santo y pintará en el padrón otro tramo más de asquerosa selva centroamericana
en colores pastel. Hoy podemos ver esos colores apagados en el traslado del mapa
de 1509 que conserva el museo Oliveriano de la preciosa urbe italiana de
Pesaro. Pero a lo que a nuestro empeño importa, el dinosaurio, euh, digo el camarón
seguía allí.
La conservación
de la geografía de las Antillas tal como figuraba en la carta de Juan de la Cosa,
incluso el característico perfil de Cuba de en forma similar a un camarón (fue)
mantenida hasta que en 1509 el capitán Sebastián de Ocampo siguiendo órdenes del
gobernador de La Española, Nicolás de Ovando, realizó un detenido reconocimiento
de la isla con el fin de proceder a su colonización 3.
En esto, que
llegó un gallego y se comió el camarón ¡siempre el dichoso marisco! Podríamos pasar
directamente a la alegre mariscada, pero antes debo pedir permiso para introducir
una digresión en el relato. Gracias.
Se trata de un turista (amigo de Campo de los
tiempos de Granada), que realizó por aquellas fechas una tournée pagada a las pirámides
de Egipto. Este viaje tendrá una misteriosa importancia en la forma definitiva
que adopte la isla de Cuba. Es por eso que cambiamos de aires: el trópico por el
desierto. El turista se llamaba Pedro Mártir de Anglería, un italiano de barba mal
afeitada, robusto tirando a fondón, nacionalizado español, primero médico, después
eclesiástico, que debía andar por los cuarenta y tantos. La cosa empezó porque
el soldán egipcio no se había creído lo de la conversión masiva al cristianismo
de los recién conquistados granadinos. Pero lo que más le encocoraba era que los
portugueses (a los que no distinguía mucho de los castellanos) habían cortocircuitado
la ruta de la Seda, al acceder a oriente por el cabo de Buena Esperanza.
Por poner un ejemplo, Vasco da Gama, que navegaba por allí, ejecutó un barco
entero de peregrinos a La Meca al descubrir con escándalo que eran infieles. El
soldán era el custodio de Jerusalén y los Santos Lugares y en represalia las peregrinaciones
cristinas se cortaron de sopetón. En tiempos de religión exaltada estas cosas
tenían su importancia y los Reyes Católicos enviaron como embajador a Anglería,
el único que sabía idiomas, para ver si era capaz de llegar a un arreglo.
Lo que pasó
fue que el diplomático tenía mucho morro; el acuerdo estaba chupado (yo no mato
tus peregrinos y tú no matas los míos) y el hombre se dedicó a hacer turismo el
resto del tiempo. Tan pronto firmó el tratado preguntó al sultán si podía visitar
las pirámides. El enturbantado personaje puso a su disposición un guía, acompañado
de una generosa escolta. Su cuaderno de viajes (Legatio Babylónica) es
muy detallado, no era un turista se esos de pasar a la carrera del Partenón a
la Giralda. Las pirámides son equiláteras, suavemente agudas. Medirá el perímetro
de la de Keops: 1300 pasos. Pide entrar, pero le dicen que uno que lo hizo no volvió
a salir: entonces hace penetrar a su escolta. Salieron, je, je. Distingue en lontananza
muchas otras pirámides: los muy embusteros le dicen que son incluso mayores que
la de Keops y eso sí se lo cree. También mide en 58 pasos un coloso que, ya por
entonces, andaba mal de orejas y de nariz: la Esfinge. El viaje se completará
con visitas a Alejandría, donde no fueron capaces de dar cuenta al culto personaje
de la tumba de Alejandro Magno, pero sí de un excelente cordero. Ah, las vacaciones
pagadas por sus católicas majestades incluyeron una escala en navegación para
visitar al laberinto de Knosos, en Creta. Impresionante bagaje cultural. Pero
lo más impresionante de todo es que este tour tendrá una relevancia muy
especial en la narración de los frutos de la exploración y conquista de Cuba por
Sebastián Docampo.
Volvemos, pues,
a las dos primeras representaciones de Cuba a las que les colgaban cosas raras
por la ignota trasera, o una cola de camarón, o el ancla de brazos de Caverio-Contarini.
Lo que nos lleva al tercer y definitivo diseño de las costas cubanas. El cosmógrafo
Andrés de Morales, del que hablaremos luego (bien), no fue piloto mayor hasta 1516;
pero, desde mucho antes, colaboraba con la casa de Contratación. Acompañante de
Docampo en el bojeo según voces autorizadas, fue encargado expresamente por Ovando
de realizar un mapa de las costas del Caribe y de las islas descubiertas. Retornado
de la circunnavegación cubana en octubre o noviembre de 1509, sus trabajos cartográficos
ya estará en Sevilla en enero de 1510, pues en esa fecha viajó allí la carabela
la Trinidad de Nicuesa, socio del gallego, al mando de Juan de Farfán 4. Entre otra documentación
náutica de base, navegaría allí sin duda el tosco dibujo perimetral de la isla
de Cuba debido a la propia mano de Docampo. Detalla cuidadosamente cada golfo, bahía
o puerto; cayos y bajíos. Si bien el conjunto tiene el aspecto rechoncho de un
pepino o pepino de mar, con un ojo en la bahía de Nipe cuya pupila sería la
localidad de Antilla, es la primera representación correctamente orientada de
Este a Oeste de la perla del Caribe. Tal vez por eso sea materia de estudio obligado
en las escuelas cubanas, en cuyos libros de texto figura.
En 1508 se realizó
el bojeo de Cuba dando lugar al primer mapa de la isla atribuido al gobernador Sebastián
de Ocampo y que figura en los libros de historia de Cuba 5.
Siglos de
incuria destruyeron el mapa de Andrés de Morales (que subsume del de Docampo y
otros trabajos); pero Fortuna ha querido que, entre otras entidades, la biblioteca
de la universidad de Sevilla conserve una xilografía en él inspirada, junto a la
fe de erratas de la obra Legatio babylónica de Pedro Mártir de Anglería,
edición prínceps de 1511. Otro ejemplar de la Legatio, xilografía incluida,
puede disfrutarse en la catedral de Palencia. En esta obra Mártir, el gran amigo
de Morales, narra su embajada a Egipto (llamado Babylonia) que no interesa al
caso (si la hemos contado ha sido por placer), pero nos apasiona el mapa xilográfico
a ella cosido, que sirve para comprobar que, al menos en 1511, Cuba había sido
inspeccionada todo alrededor. Orientada la isla en sentido Este-Oeste, el plano
implica el final del fantasioso perfil de Cuba en forma de camarón, que se habían
inventado La Cosa. Anglería llego a decir de Andrés de Morales que, “conoce mejor
aquellas regiones que algunas habitaciones de su casa”.
La figura corregida
de Cuba se refleja en el padrón real de Andrés de Morales, pues debió ser este
el piloto experto que acompañó a Ocampo en la misión exploratoria de Cuba. Esta
corrección y el hecho de que en la carta Oliveriana de Pesaro, de construcción
anterior, se conservara la forma trazada por Juan de la Cosa, desautoriza las conjeturas
relativas al bojeo de estas islas por parte de Solís y Pinzón en el curso de su
expedición de 1508 en busca de un estrecho en la costa oriental del golfo de Méjico
6.
El plano babilónico
incluye otra interesante novedad que delata la mano de Campo o su probable
piloto Alaminos: el perfilado de la Florida por una línea de ondas con el rótulo:
isla de Beimeni. Bimini es una de las islas del complejo Lucayas-Bahamas, a las
que tan tristes aficionados eran Nicuesa y Campo, como hemos visto por la expedición
de 1506. Desde sus aguas se ve la costa floridiana aunque no creemos que al gallego
le hubiese interesado desembarcar en aquellos manglares, téngase en cuenta que
aún no estaba allí Disneyworld. Durante el bojeo, al atravesar el estrecho de
Florida, tuvo que haberse acostado contra esa península pues la corriente de
Florida presiona en tal dirección. Pero no exageremos: el trasunto de esta costa
como algo intuido por navegantes habituales en estos mares es lo que refleja el
mapa babilónico, no el descubrimiento de la península de Florida como tal, que
debe retrasarse hasta la expedición de Ponce en 1513. Como curiosidad extra añadamos
que la xilografía de Mártir también incluye localizaciones de fantasía, ajenas
sin duda al padrón de Morales: por ejemplo, aproxima las Canarias a las islas
caribeñas, llevado sin duda del deseo de poner en junto todo el islario atlántico
de la monarquía. Cuba es una Tenerife con huracanes y ni una fantasía chinesca
más.
Pero la magia
principal del plano babilónico está en que hizo desaparecer el camarón cubano,
prueba de que bebe del padrón Morales-Campo post bojeo. Tal vez el subconsciente
de Pedro Mártir hizo una anticipación misteriosa: Cuba será la base de la ruta a
Méjico desde donde, el galeón de Acapulco abrirá ¡por fin! la nueva ruta de
España con Manila, China y el Extremo Oriente. Cuba, con la reunión anual de la
flota en el puerto de La Habana, será el nuevo Egipto, por donde hasta ahora, a
través del Índico, transitaban a Europa sedas chinas, pólvora y especias.
Y todo por un miserable camarón. No hay que ver
el hecho como algo dramático: Cuba aun produce una excelente langosta.
La jornada de Cuba
produjo variadas consecuencias, no se trató tan solo de un platillo de camarones
como quizá pudimos dar a entender. Otra que nos afecta, y mucho, fue la destitución
de Campo del gobierno de la empresa cubana. Esta prosiguió, tras año y pico de
de preparativos, al mando del entrado en carnes Diego Velázquez, sí, tú, el que
acepto subtitular Azua como Compostela. ¿Hizo algo mal el de Tuy? No, que va. Resulta
que ¿quién te imaginas que estaba al mando en Santo Domingo al regreso de la
Perla de las Antillas? Se queda uno de piedra: Colón. Horror. Allí le esperaban,
asomados a la ventana gótica de su palacio, Diego Colón (el padre había finado
en 1506) y su preciosa duquesita de la casa de Alba. La lengua de Campo se le atragantaría
al escuchar la noticia, intentaría esconderla en la laringe, temblaría como el
ulular de los pavos. Por Dios, ¿por qué no me habré enfermado cuando me llamaron
para la pesquisa de Bobadilla? Menos mal que el tesorero Miguel de Pasamonte,
contrapeso colocado por el rey a la audacia genovesa, le puso enseguida una
mano en el hombro. Confía en mí, te prometo que el partido real no está acabado.
Sebastián respiraría hondo y su temblorosa lengua se iría posando, poco a poco,
en la caja de la mandíbula. Lo que
nos lleva a otra derivada adicional del bojeo que vas a tener que pellizcarte para
creértela: se reglamentó la Libertad de Palabra. En un país en cuyos dominios
peninsulares aun te achicharraba por celebrar el Sabat, se decretó que, en
Indias, la opinión, aun la escrita, era libre. Los remordimientos por haber mantenido
tanto tiempo la vigencia del Juramento Colombino habían aflorado súbitamente
a la luz.
Para que sin embarazo ni reparo alguno se pueda escribir
lo que ocurra en Indias 7.
1 Ricardo CEREZO
MARTÌNEZ. Los padrones reales del primer cuarto del siglo XVI. Real Academia de
Cultura valenciana, 2004.
2 Ibidem.
3 Ibidem.
4 Carmen MENA
GARCÍA. Preparativos del viaje de Diego de Nicuesa para poblar la Tierra Firme.
Sevilla y los mercaderes del comercio atlántico (1509). Revista de Indias, 2012.
5 Laamericaespanyola.
Los ojos de la historia. 12 de julio de 2017. Nota: mantenemos el 1509.
6 CEREZO, ibidem.
7 Fray Vicente
RUBIO O.P. Archivo general de la nación. República dominicana, 2013.
Cinco:
Enrolamiento a tambor batiente
Dejemos eso de momento, baja la marea y se hace tarde
para levar anclas. Ya sabemos el dónde, “dos carabelas latinas de doce toneladas”;
dadas las corrientes a enfrentar (del Golfo, de Florida), parece que hay que
pensar en algo más de tonelaje. El rey había exigido que se enviasen tres
carabelas; caso de ser dos, lo habitual era llevar un bergantín de apoyo. Si echamos
una ojeada a las bodegas, veremos (con la nariz tapada), además de sacos de alubias,
algunos quesos, cecina de res, puercos salados, barriles de vino, ejem, también
de agua y, lo temíamos, montones y montones de pan de cazabe. Pero nos falta emitir
una opinión sobre los compañeros de viaje; estas jornadas oceánicas a veces se
hacen eternas. Como medida de precaución dice Las Casas que no se permitieron soldados
a bordo; Ovando confianza en Campo, toda, pero el comendador mayor también
sabía pensar en gallego: nunca se sabe cuándo uno de estos chalados se te va
a alzar con la tierra. Si hubiera llevado gente de guerra, seguro que no hubiese
vuelto y Velázquez no se las hubiese visto con gente desnuda, sino con filos de
acero de espadas recién compradas en España.
Partió este Sebastián de Campo con 2 navíos, y en cada
uno solos marineros, porque no iba sino a saber si aquella tierra era isla o cabo
de Tierra Firme, como es dicho.
Precaución que no tuvo el propio Velázquez con Hernán
Cortés, y así este y su flota, atestada de conquistadores 2.0, se alzó con
la tierra de México. O sea que, en la intención de Ovando, para el oficio de
los mandoblazos solo estaría el capitán Docampo. Aunque, como más adelante
veremos, espadas hubo, más de treinta, más de cincuenta. Que no estuvieron
ociosas. Como por añadidura Docampo pobló su gobernación, y bastante, hay que
pensar que los expedicionarios superarían con bastantes creces el centenar de pasajeros
que dan los historiadores.
Asignó esta tarea a Sebastián de Ocampo, quien bojeó la
isla con 100 hombres y “a los cuales encomendó mucho (el rey) que, donde quiera
que llegasen y estuviesen, tratasen muy bien a los caciques e indios, y que en
ninguna manera no consintiesen otra cosa”. Recorrieron el territorio lo que
narra Diego Velázquez en su carta de primero de abril de 1514… 1”.
Serían apenas un ciento largo, pero no eran desorejados
como los de Colón. Lo que es en cuestión de cosmógrafos, contaron con el mejor:
Andrés de Morales… debió ser este el piloto experto que
acompañó a Ocampo en la misión exploratoria de Cuba 2.
ANDRÉS DE MORALES.-Este navegante español nació en Córdoba
en 1476, viajó con Colón en la tercera expedición y era piloto y cartógrafo. Según
Picatoste, Ovando lo comisionó en 1506 para reconocer las costas de Cuba, haciendo
una detallada descripción de sus valles, ríos, montes y sierras, de la cual hace
mención Herrera en su década 1ª, libro VI, y Casas en el tomo III de su Historia
de las Indias 3.
Morales tenía fama de buen piloto y cosmógrafo cuando
en 1508 fue encargado por Ovando de recorrer la isla (Española) y elaborar un mapa,
cosa que hizo con gran diligencia y pericia, auxiliado por expertos tainos 4.
Hombre genial, un auténtico Marconi, Graham Bell o Pasteur,
es el descubridor de las corrientes marinas, en particular el Gulf stream,
que tan importante papel va a tener en la expedición de Campo “(las aguas) pasan
furiosamente entre Yucatán y Cuba, como
es el canal de Bahama, pueden ocupar un espacio más extenso”. La documentación científica
del Torrente de Mar, como Morales le llama, será otro de los frutos de
esta completísima expedición. Piedra clave del futuro imperio español, esta
corriente va a ser la fuerza que impulse las flotas de retorno a la península:
el llamado tornaviaje, igual que los vientos alisios lo serán en el viaje de
ida.
Ovando le encargó que realizara un mapa de la isla de Cuba,
describiendo con detalle sus costas, ríos, valles y montes… Morales contribuyó decisivamente a la importante
labor de exploración y reconocimiento de la geografía antillana… Dicho mapa estaba
ya terminado en 1509 y la información recogida en él pasó a incorporare al Islario
General del Mundo que el cosmógrafo Alonso de Santa Cruz preparó para la
Casa de la Contratación de Sevilla 5.
No voy a decir que viene a cuento, diré simplemente
que voy a defender aquí a Docampo de la crítica de que haber bojeado Cuba contra
corriente, porque me apetece. Ya habrá tiempo de continuar con el rol de los compañeros
de expedición, este será un libro extenso. El rumor malicioso dice que Docampo era
tan burro que bojeó en sentido contrario, es decir, empezando por el Norte de
Cuba, de Este a Oeste, y volviendo por el Sur, justo oponiendo las proas a la furiosa
corriente de Florida, un brazo del Gulf stream, que por el septentrión
circula de Oeste a Este, y por el mediodía, en sentido contrario. Que era un marinero
de agua dulce. Que por ese motivo se tiró ocho meses para lo que deberían haber
bastado dos:
El cual según creo fue por la parte Norte… Tornó hacia
el oriente por la costa del Sur… 6
Ocampo partió de La Española con dos navíos, remontó
la costa del Norte hasta su extremo occidental, dobló el cabo San Antonio y regresó
por el Sur, dejando comprobado de una manera definitiva que Cuba no formaba parte
del continente 7.
Fue Sebastián de Ocampo por la parte del Norte y rodeó
la isla… Prosiguió el viaje al Poniente y encontró el cabo de a isla, que allí llaman
la punta de San Antón… Tomó hacia el occidente por la costa del Sur… 8
Que navegó contracorriente es indudable. Pero, a ver,
entiendo que lo hizo a propósito. Que todo el mundo conocía aquellas aguas después
de haberlas navegado Colón en dos ocasiones, Campo, unas cuantas, y en infinitas,
los cazadores de esclavos como Sancho Camacho: eso es evidente. Las expediciones
que trasladaron a La Española 40.000 lucayos, solían parar en Cuba a la ida o a
la vuelta para completar bodegas. Además tenemos a bordo a Morales que ha reconocido
aquellos mares con minuciosidad, reflejado sus corrientes y vientos, y cuyas cartas
serán la base del padrón real en la zona. Navegar el estrecho de Florida contra
corriente no es un plato de gusto, el mar te tira contra los cayos, pero si alguien
podía hacerlo eran estos hombres. Seamos lógicos, masoquistas, no eran. El Sur
se conocía bien, había que entrar por el Norte para ver si aquello era continente;
de paso, se perfiló la ruta que había de recorrer Ponce años después. Un estudio
científico no siempre se puede hacer por el lado fácil; si así fuera, nadie iría
a la Antártida y nos quedaríamos todos en Ibiza. Además, el punto corta-lenguas
de Colón estaba en el Sur y tal vez, a haberlo atravesado del revés, deba Docampo
la salvación de la sin hueso.
Todo este exordio nos permite volver a conectar con lo
que estábamos, el rol de tripulantes. La destrucción de la memoria de Campo a
cargo de Colón (don Diego) será tan completa, que la generalidad de los
cronistas se declarará maravillada cuando el piloto Antón de Alaminos sea capaz
de vencer en navegación la corriente del golfo “por primera vez”, durante la expedición
de Ponce a Florida, en 1513. Al parecer, comprobarán “sorprendidos” como la corriente
del golfo hacía retroceder los navíos y tenía mayor velocidad que el viento.
Por una especie de milagro Alaminos en 1513 es el primero que remonta el Gulf
Stream. Se aplica una especie de amnesia colectiva sobre toda la documentación que
señala que Campo atravesó el estrecho de Florida en rumbo Oeste. También a él se
le quedarían paradas las naves a favor de viento ¿o no? ¿Es que acaso desconectó
con un interruptor la corriente del Golfo? ¡Anda ya! Pero lo que más descoloca a
los modernos negacionistas de Docampo es que la isla de Bimini (Beimeni) aparezca
en el mapa Babilónico (1511), siendo así que Ponce no navegó a Florida hasta el
año 13. La solución absurda, pero preferida, es ponerle todo tipo de pegas al
pobre mapa. Aquí, sin que sirva de precedente seguiremos la tesis lógica de que
Alaminos fue uno de los pilotos de Campo, máxime cuando también lo será del
segundo bojeo de Cuba, el de Hernández de Córdoba, donde, por cierto, también
tocará la agradable Bimini. Según la Real Academia de la Historia, Alaminos había
aprendido el oficio del mar con Colón I en su cuarto viaje que, sabemos, tocó un
par de veces en la Azua de Campo. Hombre de carácter que se las tendrá con Cortés,
quisiéramos ver un rasgo de humor cuando de su visita a Bimini señala que “no
hemos visto la fuente de la Eterna Juventud”, como si no le interesase demasiado.
Ponce si creía y, bah, era una fuente que decían andaba por allí: daba dos
opciones, beber o bañarse y, en cualquiera de ellas, te permitía recuperar el esplendor
de la juventud.
Un oficio indispensable en una expedición de conquista
era el Lengua. En realidad, se trataba de un equipo: un indio capturado con antelación
en la zona para enseñarle el castellano, practicaba una traducción elemental. Luego,
un español al que se le dieran bien estas cosas, vertía los conceptos de la Prehistoria
a los del Renacimiento. Existía un buen elenco de traductores nativos, indicios
siboneyes procedentes de las razias privadas a Cuba. Pero el intérprete ideológico
tuvo que haber sido Juan González La Lengua que así lo fue en todas las
exploraciones ovandianas, en particular las dos anteriores, el bojeo de La Española
y el reconocimiento de la isla de San Juan, hoy Puerto Rico. Todo un personaje
La Lengua, con el que valdría la pena pararse más tiempo del que tenemos. Este
leonés, al conocimiento del dialecto, unía una gran habilidad para vestirse a
la manera de los indios, tocado de plumas incluido, lo que le permitía mimetizarse
en el paisaje y el que no le faltasen novias de ojos almendrados.
En la lista debemos de considerar a “uno que se llama
Ordaz”, familia apellidada también por los historiadores Ordás u Ordax. Sus
famosos hermanos, Diego y Pedro, llegan más adelante con Ojeda; este debe ser Rodrigo
de Ordaz al que dan por venido con Ovando. Encomendero pobre, apenas 4 naborías
en Yáquimo, la deuda de 40 castellanos que Campo le exige testamentariamente más
parece de mar que de tierra, pues aquellos hombres financiaban las armadas con
una especie de crowfunding y Ordaz se apuntó a todas las de Cuba. A su
hermano Diego, uno más de aquellos falsos comendadores, le gustaba contar
que había sido el primero en escalar el volcán Popocatépetl y, para que
constara, obtuvo del rey para su apellido un escudo con volcán. Aunque nadie le
había visto allá arriba, lo cierto es que tenía las cerdas del bigote escarchadas
de sulfuro amarillo limón. Rodrigo dedujo que éste hecho era el único heroico
que su hermano Diego había realizado en su vida. Años más tarde, fue enviado al
rescate de Hernán Cortés, perdido en la jungla de las Hibueras. De camino, unos
indios le enteraron del fin tenido por otro de los hombres de la tropa cortesiana,
el capitán Medina. Na, que le encajaron por todo el cuerpo rajas de teas resinosas
encendidas para que se fuese asando a fuego lento. Apanicado, regresó como un rayo
a la base, México capital, repitiendo tembloroso que era público y notorio que Cortés
había muerto y estaba demás el rescate. El de Medellín acabaría saliendo por sus
medios y Diego es posible que manchara las calzas. Sin duda Rodrigo recordaría
cuando había coincidido con su querido hermano en Cuba a cuento de una huida desesperada,
con los indios flecheros pisándoles los talones. El amigo de Campo pisó en
falso y se hundió en el pantano hasta los pechos. Pidió ayuda a su hermano,
Diego, y esto fue lo que el futuro Volcán le contestó:
—Perdonad hermano, que el trance no permite más que cada
uno mire por sí.
Para heredarle, le robó el bonete que llevaba puesto y
huyó. Rodrigo consiguió salir por sus propios medios in extremis, pero
el amor fraterno decayó en un porcentaje alarmante.
¿Quién más? Un
detalle que veremos más adelante descubre que se hablaba bastante gallego-portugués
a bordo, por lo que habrá que incorporar unos cuantos del elenco de habituales
en estas expediciones: El piloto Francisco Gallego, Fernando Gallego, Antón
Mariño (Antoño), Fernando Portugués, Alfonso Gallego y un largo etcétera. Habrá
hecho muy bien Docampo en su recluta, puesto que no soportó una sola sublevación
en casi un año, algo que no hubiera estado al alcance de un equipo colombino.
¿Se embarcó Simón, el hijo indiano del de Tuy? Las fechas dan lugar a pensarlo
y si estaba ya en Indias, no habría podido escaquearse:
Y mando asimismo a Simón de Ocampo, mi hijo natural
que ahora está en la isla de San Juan que es en la Indias del mar Océano, otros
cien castellanos de oro para que estos se los den asimismo de las deudas que me
deben en las dichas Indias 9.
Hay que lamentar que no nos haya dejado una crónica tan
deliciosa como la que dedicó Hernando Colón a la perpetua memoria de su padre,
que le enroló en su cuarto viaje con la misma voluntariedad que Docampo llevaría
de compañero de singladura a su bastardo. Tal vez no lo merecía. Sebastián carecía
de química familiar; en su testamento ignora si sus más cercanos están vivos o muertos
(a pesar de que ya se había inventado la correspondencia); y el detalle de obligar
al matrimonio a su hija para entroncar con los Arce tampoco era obligado en aquellos
tiempos, si bien poco dados al romanticismo. Básicamente era un tipo duro, de esos
que el lenguaje nos ha guardado memoria en la frase un hombre de armas tomar.
Todavía falta uno; uno que no puede haber fallado pues
se apuntaba a todo:
A Cortés se le ofreció participar en una nueva
expedición para determinar de una vez por todas si Cuba era una isla o una pequeña
península 10.
Será el propio Hernán quien se encargue de confirmar esta
presencia cuando, en su Memorial de Servicios dirigido al Emperador afirme
haber servido en Cuba y en ambas fases, pacificación y población, según la clásica
bipartición gomariana. O sea penetración (1509) y conquista dura (1513), ambas
con la presencia de Campo; la primera, como comandante; la segunda, con jerarquía
subordinada. Quizá haya alguien que niegue la presencia del metelinense en la
expedición, pero, si contempla estos dos factores, su carácter aventurero y el
compacto club de españoles en Azua (una veintena larga), vamos a ver, tendrá que
darse cuenta de que eso sería absurdo.
Cortés proseguirá
enrolado en la conquista cubana una vez despedido Docampo y aprovechará claramente
en su beneficio los contactos entablados bajo el mando del gallego. Para Hernán
Cortés la jornada de Cuba será la de la graduación definitiva, antes de ir a
buscar su destino en México. No representaría un problema mayor el subir a bordo
aquel joven tan aparente, rubio y dicharachero, aunque es posible que un rictus
de preocupación asomase al rostro de Campo en los días previos al embarque del veinteañero.
Cortés era hidalgo por ambos padres y tenía muy arraigados los prejuicios de la
Limpieza de Sangre. En su juicio de residencia impugnará varios testigos por motivos
de la más alta escatología sanguínea: a Antonio de Carbajal, porque es hijo de
una pescadera y un clérigo y tiene asimismo un hermano que vende pescado guisado;
a Juan Coronel, por haber realizado oficios bajos, como es el de calcetero; a
Francisco de Orduña, porque cuando se emborracha vomita y además, por incontinencia,
se ensucia las calzas 11. Cualquier preocupación se
revelaría como infundada y su presencia reportará beneficiosas consecuencias, pero
no en el ámbito náutico; en el agua los de Medellín son como los gatos y, si en
la laguna de Tenochtitlán maniobro con gentileza una escuadra de bergantines,
debió ser por reminiscencias de la batalla de Actium u otra epopeya de su querida
antigüedad. En lugar de un marino, contarán con el providencial refuerzo de un
capitán de infantería y caballería en fase de formación, puesto que alguna escaramuza,
sí que va a haber. En el citado Memorial de Servicios, Cortés acreditará
haber mojado su lanza en todas las batallas habidas y por haber:
Higüey, Bauruco (Bahoruco), Dayguao (Guahava), Iutagna
(?), Xuaragua (Xaragua), Amguayagua (Aniguayagua), que hasta ese momento no estaban
conquistadas. Item: sirvió en la isla de Cuba y fue la principal parte de la pacificación
y población de ella, como está probado en los descargos de su residencia 12.
Que estamos ante
alguien muy especial lo demuestra el que sea capaz de contar la verdad en un
inventario de sus méritos: denomina a las acciones cabalgadas, en vez de
batallas, revelando descarnadamente que las bajas a contar eran únicamente las
del enemigo. Aun así, hay que reconocer que su índice de valentía estaba muy encima
de la media: Durante el cerco de Tenochtitlán, los vecinos de Xochimilco defendieron
sus pozos de agua con dureza y en un momento dado el Romo, la cabalgadura
de Cortés, se le deslizó entre las piernas y cayó al suelo de pura fatiga: llevaría
tres días sin beber. Cortés hubo de defenderse en solitario con la lanza durante
una buena hora, mientras los mexicas intentaban atraparle vivo para ofrecer su
corazón a Huizlopochtli. Al final será salvado por un aliado tlaxcalteca y juntos
se abrirán paso combatiendo entre las compactas líneas mexicas. Cortés dice que
su salvador fue el apóstol san Pedro pero debe estar en un error: sería un caso
descarado de intrusismo profesional: de ser alguien celeste, tuvo que ser Santiago.
Joder, es su especialidad. De momento el único peligro que representaba el latinista
eran sus ataques de lirismo: si comparó el cerco de México con el de Cartago por
Escipión o el Incendio de Roma ¿no podría comparar el bojeo y conquista de Cuba
con el desembarco de Cesar en Britania? Pero éste no estaba tan pallá como
Colón, no, ni mucho menos. De los futuros conquistadores de Méjico, también se
cuenta entre las relaciones de Campo alguno de los hermanos Alvarado. Si se
ofreció pasaje a bordo al bestia del Tonatiuh (el Sol, el Alvarado artífice
de la matanza del Templo Mayor), habrá que destacar que, al menos por esta vez,
no hará ninguna de las suyas.
Si ponemos ahora el foco en los que no llevan jubón ni
camisa, es seguro que al capitán-gobernador seguirían, como poco, los guatiaos Campo
y Varela secundados por sus indios de servicio y algunos naborías. El gallego jamás
prescindirá de sus spahis , sean tainos, gomeros o lanzaroteños. No le
había ido nada mal.
Falta uno que, si bien dudamos sinceramente que haya
subido siquiera a bordo, estaría muy presente en los juramentos de los marineros
cada vez que mascasen aquella pasta agusanada. De las crónicas, si algo se
deduce, es el hambre que pasaron. Diego de Morales, el encomendero de Puerto
Plata de donde llegará a ser regidor, es el suministrador habitual de todas las
expediciones que de allí parten, muchas de ellas a las Lucayas por el rumbo Norte
de Cuba. De su poderío da ida que su guatiao Morales se apunte nada menos que 40
indios de servicio. A fecha de su testamento, y mucho nos tememos que de su fallecimiento,
Campo aun le debe “quinientos montones de yuca y quinientos montones de cazabe”.
Si resultaron tan asquerosos como los de 1506 mi consejo profesional a los
herederos es que suspendan el pago por vicios ocultos. Puro Derecho Romano.
1 Odalmis de la Caridad MARTÍN FUENTE. Familia, sociedad y organización política en
Santa María del Puerto Príncipe, durante el siglo XVII. Universidad de Murcia,
Facultad de Letras, 2017.
2 Ricardo CEREZO
MARTÌNEZ. Los padrones reales del primer cuarto del siglo XVI. Real Academia de
Cultura valenciana, 2004.
3 Instituto Panamericano
de geografía e historia. 2º asamblea general, 14-19 de octubre de 1935
4 Luis ARRANZ
MÁRQUEZ. Repartimientos y Encomiendas en la Isla Española (El Repartimiento de Alburquerque
de 1514). Ediciones Fundación García Arévalo. Madrid, 1991.
5 Real Academia
de la Historia. Andrés Morales. Web, 2020.
6 LAS CASAS,
ibidem.
7 Ramiro GUERRA. Historia de Cuba. Red ediciones,
2020.
8 Antonio DE
HERRERA. Historia general de los hechos de los castellanos en las islas y
tierra firma del mar Océano, libro séptimo. Imprenta real. Madrid, 1601.
9 Carmen MENA
GARCÍA. Aquí yace Sebastián de Ocampo a quien Dios perdona. Anuario de
Estudios Americanos, Sevilla, jul-dic. 2.012.
10 José Antonio
CRESPO. Antes de la conquista. Anécdotas, sucesos, relatos. Amazón-Kindle, 2020.
11 Juan
MIRALLES. Hernán Cortés. Inventor de México. Tusquets editores. México, 2001.
12 Ibidem.
Seis:
Ad astra
Levaron anclas de Puerto Plata a principios de 1509, aunque,
para que el espectro de Las Casas no nos aúlle en los oídos podrían admitirse los
finales de 1508, al menos para los preparativos. Por lo que se verá, las naves
no eran unos briosos corceles. Es probable que fuesen las mismas que Sancho Camacho
embarrancó al retorno de su pasada razzia esclavista a Cuba, o si no, no se entendería
tan rápido deterioro. El torrente de mar golpeaba de proa aumentando la
dificultad del estrecho entre el cabo del Elefante y la isla de la Tortuga. Rumbo
Oeste-Oeste. Cabo de la Estrella, mojón final de La Española; inicio del canal de
los Vientos, que la separa de Cuba. Según Mira Caballos 1,
en este punto las naves se vieron invadidas de un pestazo siniestro: el pan cazabe
se había corrompido. Pero como la Real Academia de la Historia dice que ubicar esta
anécdota en la conquista de Cuba “choca con las noticias y hechos posteriores”,
me veo en la obligación de confesar que el cazabe de 1509 estaría comestible,
so pena de que me pierda algún sillón que se me conceda en el futuro (aunque sea
de conserje). No, en serio, Mira sitúa tal suceso en 1506 y ello no casa con las
docenas de citas que datan el bojeo y correlativo asentamiento en Cuba tres
años después. Sin contar con que generaría un inverosímil Descanso de un
lustro en la empresa cubana. O sea que comidos y desayunados, bien que con
alguna que otra arcada, se dispusieron a atravesar el canal de los Vientos. De
noche, la segunda carabela seguiría el fanal de la capitana según la costumbre náutica
de la época.
empezó el bojeo por la costa del Norte, reconociendo los
lugares visitados por Colón en su primer viaje. Al llegar a la punta Maternillos,
siguió su rumbo a occidente, sin abandonar la costa, navegando con gran riesgo
y trabajo por entre los innumerables cayos llamados después Jardines del Rey, hasta
la ensenada de Camarioca y punta Hicacos 2.
No es lo mismo abordar Cuba por el Sur, que por donde
le había conminado a navegar Ovando. El comendador mayor le había deseado éxito,
cierto, pero no tanto que pudiera subírsele a las barbas. Sebastián ha de dar
las órdenes a voz en grito; en los viajes de exploración manda el capitán, que no
el maestre. Vientos furiosos abaten las naos contra los bancos de arena, pero la
Santa María de Ocampo no se irá al garete, como la homónima del primer
viaje colombino (el nombre es una especulación, pero no gratuita: como muy
pronto se verá la propia Virgen viajaba a bordo en su camarín). Para atravesar
el canal del Paso de los Vientos, entre La Española y Cuba, hubo que correr una
gran tormenta. Las naves quedaron desarboladas y deshechas, necesitadas de carena
para unir las tablas desencajadas. Como debió ser la cosa que, por esas fechas,
la corona pidió noticias al gobernador de aquel potente ciclón tropical:
Al comendador mayor, acerca de lo que escribieron sobre
la tormenta que hubo en La Española 3.
Tras amainar,
algunas bordadas habrán necesitado, seguro, hasta que al fin consigan tomar rumbo
por la costa Norte. La corriente, que en el estrecho de Florida se desvía hacia
el Norte, paralela a la costa americana, les acercaría como poco a los cayos, sino
al deprimente pantanal que hoy se llama Everglades. Existen serios indicios
cartográficos de que tocó en Bimini, la más floridiana de las Bahamas. Sin
duda, la experiencia previa en estas aguas sería un puntazo. Pero no hay enemigo
pequeño y un bivalvo puede conseguir lo que no toda una poderosa corriente de Florida.
La broma se desayuna con las carabelas a las que va desmigajando con un casco
de concha que tiene en la cabeza ¡el puñetero gusano! Cierta mañana aparece por
la amura de estribor la desembocadura de un río, ancha como para barloventear.
Colón en su primer viaje había admirado su intenso verdor, encomiando el perfume
de las plantas, extasiándose con el canto de las aves. Tratándose de Colón, serían
buitres. Los naturales, que salen huyendo; los mismos cristianos se hubiesen espantado
frente al espejo a la vista de sus rostros apretados por el hambre, que no mitiga
apenas el maldito cazabe reblandecido por la tormenta. ¡Hasta los mosquitos despreciarían
a estos cristianos por incomibles! En su dibujo de la ruta, Campo representa la
bahía de Nipe como una especie de inexistente ojo de la pupa de insecto
a que se parecerá su bosquejo de Cuba. La pupila del ojo recibe hoy el sugerente
nombre de Antilla, la anti isla inventada por los geógrafos medievales, lo que
nos demuestra que las buenas invenciones se convierten en realidades.
Días de brumas sofocantes, el gusano come-madera no puede
estar más a gustito. Pero los hombres no comen madera. Otean la costa en procura
de un río para penetrar en la tierra: es fácil. Basta buscar una cala que interrumpa
la barrera: señal de que el agua dulce ha matado el coral, abriendo hueco en el
arrecife coralino. Indios que habitan un bohío, grande como la tienda de un rey
moro: invitación a caracoles y almejas, insípidos pero abundantes. Costumbre nupcial
de que todos los invitados se echen con la novia, los marineros no perderán la ocasión.
¡Manicato! Exclama orgullosa la recién desposada después de haber despachado
una decena. ¡Lengua! ¿Qué significa? Dice: “Mirad lo fuerte que soy ¡me he
tirado a cuarenta!”. Levan anclas, necesitan cazabe, aves… ¡incluso esas ratas
que llaman hutías serían agradables al diente! Beben con la cara torcida: el agua
recogida en el estuario tiene un gusto más salobre de la cuenta.
En la desembocadura del canal y frente a la bahía de Matanzas
empezó a reanimarse el ánimo abatido de las gentes, con las costas limpias y alegres
que se hallan por aquellos mares; pero las carabelas estaban en tan mala disposición,
deshechas las quillas y horadados y plagados de broma los maderos, que a poco de
andar resolvió Ocampo entrar en el primer puerto que encontrase para repararlas
y que descansasen los suyos de las fatigas de aquella navegación 4.
De momento, el plan de navegación es el de Colón en su
primer viaje. Anclan junto a una extensa playa, buena para poner los navíos a monte.
Por rutina, caen algunas flechas desde la espesura, armas de niños que dirá Las
Casas. Agua y leña en abundancia; naturales amistosos al ver que no llevan soldados.
Los han sentado en unas sillas antropomorfas llamadas dúhos, con ojos, cola
y orejas de oro y ¡admirable! no les parece descortés que los huéspedes se lleven
el dorado metal, tras apalancarlos con sus cuchillos. Mar. La triste canción de
la broma devorando los navíos, cruiggg, cruiggg, subida del nivel de agua en las
sentinas, trabajo agobiante con la bomba de achique. Monotonía del inmenso continente
cubano, como lo había llamado Colón, no le hagan caso: los mismos nativos habían
reconocido al almirante que Cuba era una isla y La Cosa la pintará así en su mapa
(pero en forma de camarón, ¡eh!). El de Génova tenía la bendita facultad de creer
sinceramente en lo que quería creer.
Hombres con los nervios en tensión, frecuentes peleas
en cubierta. A menudo Sebastián ordenaría repartir unas docenas de latigazos. Para
matar el tiempo se juega a los dados, a los naipes y a las tabas, se levantan cuando
aparece en lontananza una ballena o una manada de delfines. Por la banda de
babor aparece el Jardín del Rey, el único jardín que no tiene nada de agradable:
mar blanco y verde, roto aquí y allá por traicioneros islotes coralinos. Los indios
pasan de los hurtos a las propuestas de negociación con una liviandad moral que
le deja a uno patidifuso. Pasado el archipiélago de Camagüey, las carabelas tenían
que ir ya semisumergidas. Aldea con el típico gran cabañón: el cacique, a gritos,
que podían llevarse las cestas de pescado que habían dejado afuera para ellos,
pero que, por lo que más quisieran, que no entrasen, que no entrasen. Se ve que
las noticias de la hazaña de Ovando en Xaragua habían cruzado el paso de los
Vientos. Como los cristianos insistieron en parlamentar, se completa el regalo con
unos cuantos pollos atados de dos en dos por las patas: las ligaduras están cagadas.
El cocinero los sirve bien adobados: protestas al descubrirse que era ¡papagayos!
Hallan algo de resina con la que tapan unas cuantas vías de agua de suerte que,
si el buen tiempo fuese eterno, hubiera servido. Necesidad urgente de calafatear:
la obra muerta de los barcos apenas sobresale un par de varas del agua…
Llegados a este punto no podemos eludir la obligación de
insertar un breve comentario acerca de la población y asentamiento que se hizo
aquí, en Matanzas, donde hasta el nombre recuerda algo trágico, si bien no lo será
tanto como La Matanza de Acentejo. Como según el orden lógico que nos hemos propuesto
toca tratar en este apartado el bojeo (Ad astra, III-6), y en otro
posterior el asentamiento y población (La conquista de Cuba, III-8),
parece más adecuado encuadrar este polémico sucedido en la sección dedicada a
la descripción de la actividad conquistadora. Lo que no puede ocultarse es la sensación
de que Campo será lo bastante insensible como para descargar de peso humano
unas naves anegadas (como había hecho Colón con los treinta y tantos moriturus
de Fuerte Navidad). La historia militar cubana da una cifra similar de bajas españolas
para uno y otro suceso.
La armada, liberada de peso y de bocas, continuará el
bojeo. De pronto, se perfiló la costa y vieron una amplia entrada de lados rectos
y regulares, exactamente igual que la boca de una ría gallega. Docampo sabrá enseguida,
seguro, que aquello es un mensaje de san Antón, patrono de navegantes y compostelanos:
Estáis salvados, hijos míos.
rodeó toda -Cuba- y entró en algunos puertos, y creo que,
porque alguno de los navíos o ambos tuvieran necesidad de darse carena (que es
renovarse o remendarse las partes que andan debajo del agua y ponerles pez y sebo),
entraron en el puerto que ahora decimos de La Habana y allí se la dieron, por lo
cual llamó aquel puerto el puerto de Carenas 5.
entró en algunos puertos porque tuvo necesidad de dar carena
a los navíos, que es remediar las partes que andan debajo del agua, y ponerles pez
y por ello, entraron en el puerto que ahora llaman de La Habana y allí se la dieron,
por lo que se llamó puerto de Carenas 6.
Ocupado en esta tarea descubrió a pocas leguas una entrada
angosta como de un canalizo, muy semejante a la desembocadura de un río, y
dirigiendo las proas hacia aquella parte, se halló con un puerto abrigado, seguro
y espacioso, con playas de arena de fácil acceso y una de las más bellas vistas
que presenta la isla, quedando tan encantado de aquel lugar que dispuso hacer alto
y pasar en él algunos días. Cuando empeñado en los preparativos para la reparación
de las naves y pesaroso de no traer consigo brea ni alquitrán para la carena de
que tanto necesitaban, quiso su buena fortuna depararle cosa de más provecho, descubriendo
en una de sus excursiones por las orillas del puerto un abundante manantial de asfalto
que le fue en extremo útil para salvar las carabelas de una destrucción casi cierta.
Por esta circunstancia llamó a este puerto de Carenas, y hoy se conoce con el nombre
de Habana, del de la hermosa ciudad que bordea sus orillas 7.
Viran las naves en dirección a la bocana de esta especie
de ría. Sondeadores a proa y popa, encantados con las buenas noticias que
da la cuerda: acostumbrados a fondos de hasta dos brazas, estos de ocho parecen
casi indecentes. Finalizado aquel brazo de mar, intentarán abarcar con la vista
el panorama que se les abre. Morales tuvo que haber dibujado aquí su famoso plano:
aquella ensenada recordaba la forma de una mariposa, o sea dos caletas dobles,
cada una afectando la forma de un par de alas. Acuerdo pacífico de precios con los
indios: Por la pareja de hutías, unas tijeras. Cascabel: seis palomas, perdices
o similar. Los cuchillos o las cuentas de vidrio, muy apreciadas por el elemento
indígena por implicar ascenso social, se recompensarían con arrobas de alimentos
preparados para la navegación, como ahumados, jarras de anguilas o serpientes, el
repugnante cazabe, etc. Tras la implantación de aquellas tarifas, el hambre dejará
de ser la obsesión de cada día. Las siboneyas se muestran muy ardientes en los
juegos del amor, pero no tienen un pelo de tontas, ¡cáspita!; saben distinguir muy
bien a los que mandan de los otros.
Aprovechando la marea viva, las carabelas serán izadas
en la playa donde quedarán asentadas sobre estacas. Búsqueda afanosa de alguna
clase de resina natural. La patrulla que vuelve pidiendo albricias: A media
legua de aquí existen un par de grandes charcas de alquitrán. Podemos imaginarnos
la conversación. El capitán Docampo: ese alquitrán puro no nos servirá si no hay
resina para mezclar, “¡pero hay almáciga, que es mejor!”; hum, hum, carraspeará
el tudense, quizá no haya suficiente cantidad, el patrullero “¡que va, aquellos
son lagos, que digo, mares de alquitrán!”; el gallego que no se rinde en su
desconfianza ¿acaso será de mala calidad?, el otro que chilla exaltado “¡al contrario!
¡Arde con sólo acercarle la yesca! ¡Jamás vi mejor!”. A Docampo no le quedaría más
remedio que aflojar la bolsa y pagar medio peso de oro, importe tasado de unas albricias.
Los leñadores subieron a la selva, talaron árboles, cortaron
tablones para sustituir la tablazón de a bordo, desencajada por el ciclón, cribada
por la broma. El arroyo Tadeo proporcionará agua fresca a los carpinteros que
cepillan las tablas, arrancan capas de percebes, sellan la madera. Frondosas de
flor roja sombrean los hornos en que los hombres arrojan brea que mezclarán con
sebo y almáciga. Al principio, bien; al final, todo huésped, cansa, y los
suministros del cacique empezaron a rarear. Hambre como para comerse los codos.
Siempre acababa sucediendo. Docampo, que no tendrá un solo incidente grave en toda
la singladura, ordenará poner en agua las naves. Habían quedado mejor que nuevas.
El muy cínico del cacique llora a moco tendido en los adioses, mientras los marineros
recobran el alegre e insultante lenguaje de las jarcias, suben a empellones las
velas mayores de las carabelas, aparece en las lonas, majestuosa, la retorcida cruz
de Alcántara. Nadie podía predecir cuan larga sería la nueva singladura; si la costa
se prolongaría hasta el mismísimo fin del Mundo, hasta Barcelona; vete tú a saber
si don Cristóbal tenía razón y era posible alcanzar al Este por el Oeste. Extraños
vientos cruzados parecen presagiar algo. Secos pantocazos componen una música siniestra.
De allí prosiguió al poniente y halló el cabo de la isla
que hoy se llama cabo o punta de San Antón (no sé quién se lo puso ni porqué
ocasión) y está de aquel puerto cincuenta leguas poco más o menos. Tornó hacia
el Oriente por la costa del Sur, doblando dicho cabo 8.
Las Casas no sabe quién le puso nombre ni porqué ocasión,
pero los que iban a bordo, sí. El 13 de junio, portugueses y gallegos celebran
el san Antón.
Antón: Antonio en gallego 9.
Es el día en que lo portugueses toman las sardinas. El
santo, agradecido por el detalle, les va a proporcionar un fenomenal hartazgo
dentro de unas pocas jornadas. San Antón siempre responde.
De aquí prosiguió su viaje hasta descubrir el cabo
Guaniguanico o San Antonio, extremo occidental de la isla, desde donde empezó a
navegar hacia el oriente, siguiendo la costa del sur. A poco de doblado este cabo
llegó a la ensenada de Cortés, término de las exploraciones de Colón y pudo
reconocer con inexplicable alegría los lugares ya visitados y descritos por el
ilustre descubridor, quedando persuadido de que Cuba no era una parte del continente,
como él había consignado en el acta de 1494 (error: Campo no había suscrito
el Juramento Colombino porque estaba en Tenerife), y que tuvieron razón
los indios cibuneyes cuando afirmaron que su tierra era isla de gran extensión 10.
Al cabo de un par de vueltas de clepsidra los vientos
cruzados se ven reforzados por una gran marejada del Oeste, de suerte que solo
se puede avanzar a duras penas, dando bordadas. Llamativo un cambio tan súbito.
En más de una ocasión los pilotos dan en bajíos, dejando pedazos de quilla en los
corales. Campo promete, eso es lo más probable, cientos de misas a san Antón,
el celestial abogado de los compostelanos. Insistentes, casi maniacos, vistazos
a la aguja de marear. ¿Lo habrán soñado? Alguien dice que la costa de Cuba empieza
a caer hacia el Sur; la tripulación podría pensar que al fin Campo les ha hecho
caso y se da la media vuelta. Cuando tras una ensenada que llaman La Fe la costa
se interrumpe y vira de nuevo al Oeste no se inmutan, o eso creen: apenas un
apagamiento de la expresión. Esta vez se trata de una lengua delgada, por
encima de la cual se adivina el otro mar. La costa se da la vuelta. Se invierte
180º. Cuba es una isla. Virando hacia el Este. ¿Acaso no es cierto que Colón
cortaba la lengua a los que decían la verdad? ¿Tenía el genovés la menor idea
de por dónde navegaba? ¿Qué era el italiano? Un charlatán. Las dos carabelas orzaron
cara al viento, hendieron la sucia espuma de aquel cabo que un natural de Santiago
de Compostela solo hubiera podido bautizar como lo hizo. Al padre Las Casas le dará
por decir que le parece un nombre raro. Naturalmente fray Bartolomé es un pozo de
sabiduría, pero toda esa erudición pudo haberla empleado mejor en averiguar cuál
es el santo al que los compostelanos atribuyen todos los hallazgos milagrosos.
Cabo san Antón, escribirá el amanuense en el diario de a bordo. Fuera otro y le
hubiese puesto cabo Docampo. Por culpa de semejante generosidad el glorioso apellido
de los Campo de Santiago apenas da nombre a un mísero cayo en una bahía perdida:
cayo Ocampo.
Uno de los objetivos de la expedición ya estaba cumplido,
pero en las miradas de los tripulantes había un brillo ardiente de motín. La
comida se basaba en cazabe podrido que había que empujar garganta abajo con un
agua cada vez más verde. Por fin, al doblar el cabo de una amplia bahía, divisaron
signos de actividad humana con aroma a pescado, sin duda escenas de finalidad
alimenticia. ¡San Antón, san Antón!
Iste é o camiño que me leva a san Antón
un caminiño cheo de pedras e de amor
Entró en el puerto que llamamos Xagua, porque así llamaban
los indios aquella provincia; este puerto es de los mejores y más seguros para mil
naos que se pueden hallar en el mundo. Aquí estuvo Sebastián de Campo con sus dos
navíos muy a placer, bien servido de los indios de infinitas perdices como las
de Castilla, salvo que son menores; tuvo también abundancia de lizas, porque no
podrá encarecerse la multitud de ellas que hay en este puerto. Tenían los indios
corrales de ellas, como el puerto es tan quieto, donde contenían millones de
ellas, no menos ciertas que si las tuvieran dentro de sus casas, en un estanque
o alberca; en su mano era sacar muchas o pocas, según querían. Los corrales eran
de cañas, juntas unas con otras, hincadas en el cieno que tiene allí la mar
como sea, según dije, tan quieta que no puede salir una ni ninguna de ellas; y son
tan grandes cuanto quieren hacerlos, aunque lleguen a un tiro de piedra 11.
Tomó hacia el occidente por la costa del Sur: doblado
el dicho cabo entró en el puerto de Xagua, porque así llamaban los indios a aquella
provincia y es de los mejores y más seguros para mil naves de los que pueden
hallarse en el Mundo. Y aquí estuvo Sebastián de Ocampo con sus dos navíos muy
a su placer, bien servido de los indios de infinitas perdices, como las de
Castilla salvo que son algo menores. Tuvo también abundancia de liças, porque
no se podía encarecer la multitud que hay de ellas en aquel puerto. Las tenían en
corrales, por ser el puerto tan quieto, donde había millones de ellas, no menos
seguras que si las tuvieran dentro de sus casas en un estanque 12.
Los datos relativos a Cienfuegos (Xagua) son algo más explícitos.
Ocampo permaneció en el puerto varios días, agasajado por los naturales, quienes
tenían en la orilla de la bahía grandes criaderos de lizas en estanques poco
profundos, cuyas paredes estaban formadas de cañas enterradas en el cieno 13.
Xagua tendrá un papel en esta historia: saciará el
hambre canina de los expedicionarios, fortificándolos para llevar a término la
misión. Aquellos alimentos serán encomiados por los viajeros, incluso por encima
del lacón con grelos. Abrirán el papo de las perdices para averiguar porque sabían
tan bien: resulta que estaban rellenas por naturaleza de flores de azahar. Zarparán
de allí con las bodegas atestadas de ahumados, agua fresca y leña para varios meses:
ya no volverán a pasar necesidades. Existen testimonios de que aquí también se
pobló y se cristianizó: es probable que los que se quedaron no fuesen de los
más pacíficos y disciplinados.
Ya en alta mar, las naves rebasarán con un amplio
resguardo los arrecifes del Jardín de la Reina, bien avisados por el Diario de
Colón de lo traicionero de aquellos fondos, primero verdes, más de cerca,
blancos, cuando les caes encima, negros. Poco después, en Camagüey, Campo se encontrará
ante sus viejos fantasmas tinerfeños y se creerá en a necesidad de adoptar la
máscara del conquistador aterrorizante, que obliga a huir a los supervivientes
a lo más profundo de la floresta. Fuese lo que fuese que sucedió allí y sobre
lo que nos pararemos más adelante, es injustificable; pero no tiene mucho sentido
que exacerbemos la importancia de lo que no pasaría de ser una anécdota cuyos
motivos —quizás la supervivencia frente a una emboscada— ignoramos.
Pero nuestra mirada debe volver a la expedición circular.
El arzobispado de Santiago de Cuba conserva noticias de la actividad pacificadora
en la provincia de Macaca, continuidad de la habida en Matanzas y Xagua, pues estamos
en plena conquista de Cuba, que para los contemporáneos fue un totum continuum,
se empezó por Docampo, se terminó por Velázquez, sin cortes. Nos
remitimos al capítulo monográfico. Adelantemos tan sólo que el estilo colonial
del gallego se caracteriza por priorizar la cristianización; mucho ha cambiado
desde los tiempos de Canarias, puesto que no podía ignorar que las aguas bautismales
convertían a los naturales en horros, inhábiles para ser esclavizados como cautivos
de buena guerra. Por el contrario, los procedimientos de su sucesor, Velázquez
(una vez el de Tuy haya sido destituido por la vengativa mafia colombina), se
caracterizarán por la brutal intención de vaciar la Gran Antilla de indios: de 1513
será la primera cédula que autorice la entrada de africanos en su sustitución. Si
algo queda claro es que Campo tenía bien interiorizado el rol de criado
de la reina Isabel (que Dios haya); ni por un instante olvidará la permanente
consigna de difundir el mensaje de la Iglesia Católica.
Festejado y reconocido a la bondad de sus sencillos habitantes,
dejó la hermosa bahía de Jagua y prosiguió su navegación, mezclados el temor de
perecer a cada paso en los escollos de aquellos mares y la admiración que le causaban
las variadas escenas que ofrecen las costas desde allí al cabo Cruz. Vencido este,
llegó a un puerto de la provincia de Macaca, probablemente el de Tarquino, donde
ocurrió uno de los sucesos más importantes de este viaje.
El cacique acogió a Ocampo con grandes muestras de alegría,
y como entendiese que era bien ser cristiano, pidió el bautismo. Tratándose del
nombre que debía dársele, parece que persuadido de su propia elevación, preguntó
quién era el hombre grande que gobernaba en Haití, y como le dijeron que era el
comendador, creyendo que fuese el nombre del principal personaje entre los cristianos,
quiso que le llamasen Comendador. Uno de los marineros, rezagado por enfermo,
luego que aprendió la lengua cibuney enseñó al cacique y a los suyos algunas cosas
de Dios; y en especial los impuso en la devoción de la Virgen Madre de Dios, diciendo
que era reina del cielo y piadosísima y santísima, mostrándoles una imagen suya
que en papel llevaba, y les recitaba muchas veces el Ave María, induciéndoles a
que hiciesen iglesia y casa de Nuestra Señora y un altar en ella 14.
La anécdota se recoge con distintos matices por Anglería
y Herrera; en un caso, se trataría de una estampa mariana, en otro, de una imagen.
Pero los testigos de peso que citan, Enciso y Ojeda, visitantes al poco tiempo
de la zona, acreditan su verdad esencial, sin descartar del todo que se trate de
dos casos similares. Se trasluce la intención de Campo de poblar la isla, no obstante
la mezquina precaución de Ovando de haber priorizado en su rol la gente de mar.
Como veremos, no debió haber sido éste marinero el único que quedó atrás con la
intención de preparar la siguiente entrada que, de no haber sido cesado Campo,
habría recogido la experiencia positiva de sus últimos tiempos en Gomera. La
palabra conquista es ambivalente, y, en ese sentido, creo que cuando Gómara habla
de que “comenzó a conquistar (Cuba) Nicolás de Ovando por Sebastián de Ocampo”,
se refiere a este tipo de penetración pacífica y diplomática.
Sin más incidencias reseñables, parece que con buen mar,
aproaron al canal de los Vientos y, ya en la Española, dejarán por babor la isla
de San Miguel y la del Alto Velo, que debe su nombre a que recuerda a una vela
de barco.
De allí se fue costeando la isla y llevó al comendador
mayor nueva cierta que es isla, en lo cual gastó ocho meses 15.
Poco tiempo antes que el comendador mayor de Alcántara,
don frey Nicolás de Ovando, fuese removido de la gobernación de estas partes,
envió con dos carabelas a gente a tentar si por vía de paz se podía poblar de
cristianos la isla de Cuba, y para sentir lo que se debía proveer si caso fuese
que los indios se pusiesen en resistencia. Y a esto envió por capitán a un hidalgo
llamado Sebastián de Ocampo, el cual fue a aquella isla y tomó tierra en ella,
pero hizo poco 16.
Poniendo en relación estas dos notas, la de Oviedo, que
dice que zarpó poco antes de que Ovando fuese removido, julio de 1509, y la de
Herrera, que dice que se tiró ocho meses navegando, es evidente que, en cuanto
atracara en Santo Domingo, Docampo dejaría escapar un grito y se le caerían los
palos del sombrajo: allí no estaba Nicolás de Ovando para recibirle con un abrazo
sino unos ojos carbonosos y una mirada heladora: Diego Colón, el hijo del
almirante viejo, su justiciado, nuevo gobernador de Indias. Es de suponer que,
al menos el tripulante Cortés, fue capaz de componer una mirada ausente, como a
del que viene de pescar doradas.
Del puerto de Tarquino salió Ocampo a pocos días en busca
de la punta de Maisí, y de esta hizo rumbo para a ciudad de Santo Domingo,
donde llegó después de haber empleado ocho meses en el bojeo y exploración de
la Isla, confirmando ser Cuba una isla, encomiando sus puertos y la fertilidad de
la tierra, la índole pacífica y generosa de sus habitantes y su buena disposición
a entrar en el gremio de la Iglesia 17.
Docampo cumplimentará sus objetivos de contino con perfección
milimétrica; su reconocimiento de las costas y accidentes geográficos de Cuba tendrá
un traslado científico en los padrones reales de principios del siglo XVI, a diferencia
de todos los descubridores anteriores, que no descubrieron nada porque no tenían
ni zorra idea de en dónde estaban. Y en cuanto al establecimiento de lazos con
la población local, la única crítica que se le puede hacer es la que late de fondo
en las palabras de Oviedo: hizo poco… en materia de muertos, porque mató poco. Fue
demasiado pacífico, en particular, el método de implantación del cristianismo sin
quema de cuerpos en la hoguera, debió hacer rechinar los dientes de cólera a unos
cuantos. La siguiente expedición unos meses más tarde, la de Diego Velázquez y
Pánfilo de Narváez, no adolecerá de semejante defecto ante la pasiva mirada de Campo
que, ya sin la vara de gobierno, se presentará de nuevo con su compañía en el escenario.
Observará con impotencia e irritación la matanza de Caonao donde, según la
típica exageración de Las Casas, cientos de siboneyes serían liquidados para probar
los filos de las espadas cristianas. Con que hayan sido un centenar las víctimas
y la intención, la de vaciar de naturales inútiles la isla, como antes se hizo
con Tenerife, bastaría para execrar la memoria del cuellarense.
Por añadidura Campo hizo subir la clásica Geografía
de Islas caribeña a un nivel superior. Hay pruebas de que la expedición reconoció
ambas bandas de los dos pasos marítimos que tuvo que atravesar: el estrecho de
Florida y el canal del Yucatán. En el estrecho, la corriente de Florida presiona
poderosamente en contra; ello, unido a la dominancia del viento del Oeste, obliga
a navegar de bolina, lo que empujaría a las naos a aguas floridanas. En el mapa
babilónico Morales registró la isla de Beimeni (Bimini), frente al hoy
Fort Lauderdale; no sería la primera visita para un aficionado a lucayos y bahameños.
En cuanto a la propia península de Florida, pienso que no estiraría tanto la bordada
entre los peligrosos cayos: apenas está representada en el mapa por una ecléctica
línea ondulada que parece significar: aquí hay nosequé. Por lo que hace
al canal del Yucatán, hay más posibilidades de que pisasen tierra del otro lado:
el segundo de a bordo anotó en el padrón real una llamada baya d Lagartos
(bahía de Lagartos). Cualquier turista a Cancún, la otra puerta (con la de Cuba)
del canal, se ha pasado por allí a filmar los lagartos reales. El argumento en
favor del desembarco es endeble, pero efectivo: los cocodrilos (lagartos reales)
no se ven desde la borda.
Esta preocupación por “lo de enfrente” será decisiva
en el segundo bojeo, que pronto se va a ordenar. En cuanto a la conquista, o si
se prefiere asentamiento y civilización, es destacable que Docampo optimizó los
recursos que llevaba, que no eran fundamentalmente militares. Sin embargo, cuando
sus resultados fueron presentados al regente Fernando, su rostro sombreado por
la barba hirsuta adoptará una expresión congelada. Ya durante los últimos meses
de la expedición, sus insistentes reclamos indicaban bien a las claras que es
lo que esperaba de ella. Otra cosa. Una única cosa:
Año de 1509.-Mayo, 3, Valladolid.-Instrucciones a don Diego
Colón, encargándole que averigüe presto si hay oro en la isla de Cuba, como se sospecha
y lo avise 18.
Las guerras mercenarias de Italia consumían una cantidad
increíble del dorado metal. Una circunstancia mineralógica, la inferioridad
aurífera de Cuba en relación a La Española, acabará poniendo su granito de arena
en el ataúd de la gobernación de Campo.
1 Esteban MIRA CABALLOS. En torno a la expedición de
Sebastián de Ocampo a la isla de Cuba. Revista de Indias. Sevilla, 1996.
2 Pedro-José
GUITERAS. Historia de la isla de Cuba. La Habana, 1927-28.
3 Fray Vicente
RUBIO O.P. Archivo general de la nación. República dominicana, 2013.
4 Ibidem.
5 Bartolomé
DE LAS CASAS. Historia de las Indias, tomo II. Fondo de cultura económica.
México, 1951.
6 Antonio DE
HERRERA. Historia general de los hechos de los castellanos en las islas y tierra
firma del mar Océano, libro séptimo. Imprenta real. Madrid, 1601.
7 GUITERAS, ibidem.
8 LAS CASAS,
ibidem.
9 101 nombres
gallegos para niño. Web, 2012.
10 GUITERAS,
ibidem.
11 LAS CASAS,
ibidem.
12 HERRERA, ibidem.
13 Ramiro GUERRA.
Historia de Cuba. Red ediciones, 2020.
14 GUITERAS,
ibidem.
“Hecha la iglesia, la adornaron lo mejor que pudieron,
poniéndole muchas vasijas de comida y agua, creyendo que de noche o de día, si tuviese
hambre, comería. Les enseñó que a las mañanas y a las tardes habían de ir a saludar
a la madre de Dios, diciendo la oración angélica. El Comendador y todos entraban
en la iglesia y se hincaban de rodillas, las cabezas bajas, juntas las manos, muy
humildes, diciendo: Ave María, Ave María; porque más adelante, si no eran pocas
palabras, no podían aprender. Les quedó esta buena costumbre después que sanó
el marinero y se pasó a La Española, que no pasaba día que no proseguían en su devoción
y oraciones.
“Este cacique perseveró en la verdadera fe, recibiendo
siempre como hermanos a los españoles que llegaban a su reino, a los cuales llevaba
delante de la santa imagen, señalándola con el dedo y les decía que aquella era
gran cosa y que la querían mucho porque era la madre de Dios, Santa María. Fue inestimable
la devoción que el cacique y toda su gente tuvieron a Nuestra Señora en cuyo honor
compusieron cantares y bailes, repitiendo muchas veces Santa María, según refiere
Enciso. Vieron patentes milagros que Nuestra Señora con ellos hizo, de donde procedió
devoción a otros pueblos con quienes tuvieron pendencias”.
15 HERRERA,
ibidem.
16 Gonzalo FERNÁNDEZ
DE OVIEDO Y VALDÉS. Historia general y natural de las Indias, parte I. Kings
College, Londres, 2020.
17 GUITERAS,
ibidem.
18 Real
ACADEMIA DE LA HISTORIA. Colección de documentos inéditos relativos al descubrimiento,
conquista y organización de las antiguas posesiones españolas de ultramar. Impresores
de la real casa. Madrid, 1891.
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