viernes, 13 de enero de 2023

CONTRADICCIÓN DE DOS PODERES TESTATORIOS

 

Termas de Aquae Flaviae (vista general)

SUMARIO

1.-CHAVES, LA POMPEYA GALLEGA

2.-CONTRADICCIÓN ENTRE DOS PODERES TESTATORIOS

3.-DOCAMPO VERSUS COLÓN


Piscina salutífera: el agua surge de una falla a 70º

1.-CHAVES: LA POMPEYA GALLEGA

Pompeya nos ha llegado intacta al quedar sepultada por los piroclastos del Vesubio en el siglo I; Chaves, a unos minutos de Verín (Aquae Flaviae) lo mismo, al quedar plegada sobre si misma por un terremoto en el siglo IV. El resultado es igual de conmovedor: unas termas romanas intactas, en funcionamiento: te podrías bañar allí, hoy mismo, como un auténtico senador, tras dejar en el vestíbulum tu toga orlada en púrpura. Obra de Domiciano, el sucesor de Tito, emperador famoso por haber arrasado de Jerusalén. El bueno de Domiciano ha tenido mala suerte histórica: asesinado en un complot, el  Senado decretó su damnatio memoriae (borrado de la memoria). A rey muerto, rey puesto: en la dedicatoria del puente romano, allá donde se tachó en piedra el nombre del desposeído, el hispalense Trajano insertó el suyo: puente de Trajano lo llaman ahora. La damnatio también convirtió en picadillo las estatuas que orlaban la torre de Hércules, dedicadas a su tan olvidado constructor. Recientes excavaciones han encontrado los cascajos.

Visita inexcusable es el puente romano, de los pocos genuinos: sobre el pretil, el padrâo dos povos ofrece una relación de pueblos de aquella Galicia Bracarense, muchos de ellos de reminiscencias inmediatas al presente, como los Bíbulos o los Límicos.

Para los que no sean latinistas: Restaurante Maxi-Leitao sirve unos tacos de cochinillo a la naranja que te transportaran a lugares ignotos, paradisíacos, más allá de los siglos de los siglos. Amen.

  

 

Aquí surge más caliente aun: de ahí las "poldras", para sujetar tablones
 donde poner los pies


 


 2.-CONTRADICCIÓN DE DOS PODERES TESTATORIOS

 

Santuario para rezar a las Ninfas: ¡Que no me queme como la otra vez!

CONSULTA.-CONTRADICCION DE DOS PODERES TESTATORIOS

Testamento simultáneo esposos con tres hijos. 1ª cláusula, usufructo universal; 2ª, nombran heredero “a quien me cuide”, designando testamentero por plazo de toda su vida al cónyuge respectivo; 3ª cláusula, cada uno nombra al otro cónyuge albacea y comisario con plena facultad testatoria para designar heredero/s, conforme al art. 197 de la ley.

 

La pregunta es si el viudo puede designar heredera, por sí y por su difunta esposa, como apoderado testamentario de la misma, a la sobrina y ahijada. La contradicción (antinomia) está clara: según la cláusula 2ª el testamentero/a puede nombrar heredero/a en escritura pública a la “persona o personas (203.2º)” que le dé la gana, sea pariente o no, sobrinas da casa incluidas (1º poder testamentario); conforme a la cláusula 3ª, el comisario/a solo puede designar heredero “entre los hijos y descendientes comunes” (2º poder testamentario).

 

Respuesta: la venda, antes que la herida: la persona adecuada para aconsejarte sobre un testamento concreto es el notario o abogado que tenga los papeles a las vista o pueda conocer, incluso, los factores extra-testamentarios. Ahora bien, dicho esto, no tengo inconveniente en dar mi opinión muy a vuela pluma y sin profundizar.

El derecho clásico ofrece una serie de reglas para solucionar las antinomias: creo que al caso son aplicables dos. Regla-1, la norma anterior prevalece sobre la posterior antiinómica, salvo que esta derogue a aquella. Regla-2, la norma especial prevalece sobre la general.

*Aplicando la regla-1, prevalece la cláusula 3ª, elección de candidato exclusivamente “entre los hijos y descendientes comunes”, pues esta especialidad ya estaba regulada en la Ley Galicia 4/1995 (art. 141), mientras que la posibilidad de designación de heredero por testamentero (art. 203 y 204), es una novedad de la ley 2/2006.

*Aplicando la regla-2 llegamos a la misma conclusión pues, a mi juicio, estamos ante una institución centrada en el núcleo familiar, para lo que está pensado específicamente el art. 197.

*Un indicio más de la voluntad testamentaria nos lo puede dar la cita de ese artículo en concreto, el 197.

Naturalmente, la restante “literatura” del testamento (que no se facilita), así como la actividad jurídica coetánea, podría llevarnos a conclusiones contrarias. Saludos.

 

Tras 2000 años, las tuberías aun funcionan


3.-DOCAMPO VERSUS COLÓN

El capítulo 5 (libro III), dedicado a la exploración y conquista de Cuba es muy largo, la materia lo exige, aunque a mi juicio entretenido. Por eso lo he dividido en subcapítulos de los que aquí daremos el 5.1, 5.2 y 5.3. A medida que profundicemos empezarán a suceder cosas, no por desopilantes, menos ciertas

 

-5-

San Antón

 

Uno: Los queridos engaños de Compostela

 

A menudo, nuestras más profundas devociones, no son sino una amalgama de autoengaños, de queridas mentiras, sin las cuales la vida no sería sino un sucederse de días pálidos y vacíos, como un alba de invierno 1.

 

Los compostelanos tenemos tres. Prisciliano, un padre de la Iglesia, había conseguido que en su prédica conviviesen en armonía el ancestral culto a las fuentes, los árboles, los montes y las estrellas con el cristianísimo amaos los unos a los otros. Los gallegos, recién salidos del paganismo, la encontraron de su gusto. Decapitado por orden del pequeño emperador romano Magno Máximo al pie de la Porta Nigra de Tréveris, sus restos fueron conducidos a Galicia a hombros de sus discípulos. Como es natural, el campo donde se abrió su tumba fue iluminado por un misterioso lucero celeste, por más que los concilios de Braga o Toledo se obstinasen en condenar como herejes a los que jurasen haber vislumbrado semejante prodigio. En la alta Edad Media un fraile cántabro, el Beato de Liébana, cayó en la cuenta de que los gallegos estaban equivocados y que quien había predicado a Cristo en España, aquel sobre el cual derramaba el Cielo su luz turbadora, había sido en realidad Santiago Zebedeo, uno de los doce apóstoles de Cristo. A instancias del ermitaño Pelagio se excavó el coto de terreno iluminado por el astro y, justo allí, apareció el mausoleo del Apóstol irradiando un halo sobrenatural. A vera comenzó a medrar la ciudad patronímica: Santiago do Campo Estela.

Hasta ese momento habían perdurado en Galicia los cultos indígenas a pesar de los esfuerzos de los piadosos padres por extirparlos, no, miento, aún perduran. A nuestros días ha llegado la adoración al pico Sagro, un monte cónico de aspecto venerable que domina el burgo ancestral y al que los compostelanos impetran así su curación:

 

Pico Sagro, pico Sagro

cúrame de este mal que traio.

 

Para que el conjuro surta efecto hay que hacer una ofrenda al dragón que habita en una cueva, depositándola junto a la fuente que mana al pie de la cima. De día, la ofrenda es una hogaza de pan o un donut; pero, si te atrapa el ocaso, el sacrificio eres tú mismo. Un famoso obispo que vestía más a gusto la loriga que la sotana descubrió, a su vez, que tampoco se trataba exactamente de un dragón, no hijos míos, no, sino del mismísimo san Sebastián, a quien erigió allí mismo una ermita arropada por el níveo cristal de roca, como un blanco sudario que cubriese la desnudez del santo asaeteado. También reparó, perspicaz él, en que había sido en este lugar donde habían hecho un alto los sepultureros del cuerpo de Santiago, para uncir los bueyes al tiro del catafalco en que lo trasladaban desde Jerusalén. De donde se deduce que no hay peregrinación completa si el romero no acude al pico Sagro a echar una moneda a la cueva del dragón, perdón, digo de san Sebastián. Con lo que ya tenemos el segundo querido engaño.

Pero existe una tercera mixtificación, tan cara o más a los compostelanos que las dos anteriores, creo que más. Toda ciudad necesita un patrón. Sí, cállate tú, el listo del fondo, están Santiago y Sebastián, pero eso son santos alimenticios, me refiero a un santo en zapatillas, uno de andar por casa, uno para los vecinos y nadie más. Tras el milagroso descubrimiento del sepulcro del Apóstol toda Europa peregrinó a Compostela; Europa se hizo en el camino y no hubo aspirante al santoral que se preciase que no se pusiera en ruta con esclavina, bordón y vieira. Uno de ellos fue Francisco de Asís, que consiguió del carbonero Cotolay que le erigiese un templo a la vista del sagrado sepulcro. Los compostelanos dieron por descontado que también había humillado su cerviz ante el Apóstol su discípulo, Antón de Padua, el santo más irremisiblemente milagrero de todo el santoral (lo que es tan cierto como la peregrinación del de Asís). La ciudad cree a machamartillo en sus dotes taumatúrgicas; recuerdo que mi madre me contó que, siendo moza casadera, pidió marido a san Antón ofreciéndole un jarro de gladiolos que puso en el alfeizar. Un golpe de viento dio con el búcaro en la calle, descalabrando a un estudiante de Leyes que pasaba por allí; su subida indignada en demanda de la indemnización de Daños y Perjuicios causados (art. 1106 Código Civil) fue el origen de un gran amor y de este cronista. La barroca capilla de san Antón en la catedral; la fuente milagrosa de san Antón entre cuyas verduscas aguas culebrean las tripas de las reses sacrificadas en el vecino matadero; y sobre todo, la pequeña iglesia de san Antón junto al convento de Belvís, son los puntos neurálgicos de la devoción secreta que nunca te confesarán los compostelanos porque, ante el turista, jurarán por estas —besándose los dedos— que para ellos solo existe el Apóstol. Hay un secreto que quiero pedirte que guardes: el propio cabildo de la catedral de Santiago procesiona todos los años el día de san Antón, para postrarse ante su altar del convento franciscano. En confianza, te diré la verdad: no hay imagen más milagrosa en Santiago de Compostela que el san Antón de plata. Ni el mismísimo Apóstol. Punto en boca. San Antón (voz gallega, en castellano: Antonio) el milagroso es, entre otras cosas, el patrón de los remeros, los marinos y los navegantes. Si se le pide con fe, es infalible para que aparezca algo difícil de encontrar.

En un lento 1509, después de haber buscado el cabo occidental de Cuba atacando furiosamente el gulf stream  en dos carabelas al mando de Sebastián Docampo y Andrés de Morales, tratando de sacar conclusiones del incremento de la marejada ¿con que se encontró la escuadrilla del compostelano? La costa cubana, que se arrastraba muchas leguas al Oeste (tantos que Colón había mandado jurar que aquello era la China porque “no existen islas tan largas”), de pronto, daba un giro de 180º y seguía en dirección Oriente. ¡El límite, el fin de Cuba! Aquel giro en redondo venía a demostrar que el genovés, muerto no ha mucho de un infarto, había sido un fantasmón y un mentiroso.

 Docampo, con la pluma en la mano, está a punto de bautizar el cabo en el diario de a bordo. No se demorará mucho tiempo en reflexiones tontas.

No, no le va a poner cabo Bojador, cabo de las Tormentas, cabo de Barlovento, ni chuminada que se le parezca. Uno no andaría muy descaminado al conjeturar que mientras rasgaba el diario con la pluma, una risita afloraría a sus labios. Nombrarlo cabo de cierto santo era como llamarlo cabo Compostela, pero para sus adentros. Su sonrisa caustica venía a reconocer que él nunca le habría llamado cabo Santiago, ja, ja, ja.

 

 

 

 

 

 

1 Marcello D´HORTA. Nero napoletano. Editorial Marsilio. Nápoles, 2006.

 

 

Dos: Ya será mentira si viene de Colón

 

¿Cómo empezó todo? El Rey Fernando, modelo de El Príncipe de Maquiavelo, distaba de creerse que Cuba fuese esa naricilla del continente asiático aunque en presencia de la reina y de Colón lo disimulase muy competentemente. En la universidad de Salamanca existían excelentes cosmógrafos que mascullaban entre dientes que no daban las distancias. Desde la villa de Toro, diciembre de 1504, remitirá a Ovando las siguientes instrucciones, impecables desde todos los puntos de vista:

 

por vuestra carta decís que son menester en esa isla dos carabelas latinas de 12 toneladas; porque yo quería que desde esa isla se descubriese algo de lo que comarca con la isla de Cuba que se cree es tierra firme y hay en ella cosas de especiería y oro y otras cosas de provecho yo he mandado que os envíen 3 carabelas y ya se pone diligencia en comprarlas donde las pueda haber y se os llevarán presto; llegadas allí, daréis orden como desde ahí se descubra todo aquello que comarca con la isla de Cuba para que se sepa lo que allá hay 1.

 

El texto encubre, como una perla en su ostra, un fino análisis psicológico de Fernando. Se cree que es tierra firme, es decir continental; pero ordenamos que se descubra lo que hay en la isla de Cuba. Era muy capaz de creer una cosa y la contraria, en espera de que Colón acabase de morir de una vez. Isabel, a quien Colón había tenido obnubilados los sentidos, habitualmente finos y certeros, ya moraba a estas alturas en los cielos, formando parte del ejército de los santos.

Aquellos primeros años del siglo XVI los españoles habitaban aquellos territorios del mar Océano como si estuvieran en el limbo, agrupados en una especie de base avanzada prestos a abalanzarse sobre las islas de las Especias, Malaca, India, China, Japón, sin descartar el Paraíso terrenal. Todo el paquete andaba por ahí, andaba por ahí. Ante la pregunta de ¿dónde estamos?, pilotos avezados se encogían de hombros.

 

Para estos dos hombres (Cristóbal Colón y Juan de la Cosa) y para los cosmógrafos y navegantes de la primera mitad del siglo XVI y las gentes de aquella época la realidad era muy otra. Creían que las islas y tierras ultramarinas encontradas a poniente del Océano pertenecían al continente asiático 2.

 

 El Juramento Colombino mantenía aherrojadas las mentes y los cuerpos de aquellos conquistadores. La verdad es que durante su primer contacto con las costas cubanas, a partir del 28 de octubre de 1492, Colón no conseguirá aún que la alucinación enraíce del todo, ni siquiera en su propia mente. Míseros pescadores, redes de hilo de palma, cordeles, anzuelos de cuernos, fisgas de hueso. Chozas como tiendas de campaña, sin concierto de calles, perros que no ladran, caracoles sin sabor, no como los de España. Se acercan 16 canoas con algodón hilado, pero, en aquel momento, se pone a elucubrar si aquel pedazo que llevan en la nariz es de oro, no, que va, es plata. Colón a la defensiva, “todavía afirmo que esta es tierra firme”. Redes en que dormían que llaman hamacas, al menos aquello es la especia llamada canela, y no, tampoco. Gentes desnudas y mames, como zanahorias, pero con sabor a castañas. Puerto de Mares, “de los mejores del Mundo”, todo es de lo mejor para Colón, pero estos seres humanos de admirable mansedumbre, estas mujeres con una cosita de algodón que tapa su natura no se parecen para nada a los samuráis y geishas del Cipango ¿a que no? Los marineros murmuran, Pinzón desencantado, huye por la derrota de Galicia, Colón impertérrito sigue alucinando, “puerto hondo y limpio en que cabrían todos los navíos de España”. Pan de cera, cabeza de hombre colgada en cestillo. Y Colón que muestra a los indios una ballesta y una espada, “creen venimos del cielo”; dos hombres hacen huir a 10.000; serían fáciles de sujetar ¿Y estos son esos famosos mandarines revestidos de seda? ¡Los chinos inventores de la pólvora y del pato lacado, voto a Bríos! ¿Qué clase de mandarines ni que niño muerto pueden ser estos indocumentados en pelota picada? ¡En enaguas! ¡Dios Todopoderoso!

En el segundo viaje, a partir de 24 de abril de 1494, la idea fanática por fin había encallecido en sus meninges: iba a demostrar de una vez por todas que Asia está muy cerca de las Canarias, a dos o tres semanas de navegación. Cuba es el Catay (China), o sí, o sí. O también. Por supuesto, en su segunda travesía cubana, tampoco dejará de consignar un listado de maravillas; serpientes cocidas gruesas como cabritos; pesca con peces revesos atados por hilos a la cola, que capturan a su colega más cercano clavándolo con un gancho que tienen en la frente; palomas sabrosas como perdices porque tienen el papo lleno de flores de azahar, el edén, el edén. Indios que juran que Cuba “isla es, más es tierra infinita y nadie le ha visto el cabo de poniente”. Y Colón “por aquí debe haber grandísimas perlas”. Al llegar a la ensenada de Cortés (¡a escasas 50 millas del cabo San Antón!) don Cristóbal llega a la conclusión de que ya ha descubierto todo lo que había que descubrir de la costa cubana. Al que no tuviese ojos para ver que estaban en el Catay, se los arrancaría.

 Juan de la Cosa, firmante del Juramento Colombino, recuerda la enloquecedora efeméride con nitidez. Era el 12 de junio de 1494 a bordo de la Niña, fondeada frente a la barrera de coral. El sudoroso notario Fernando Pérez de Luna lee con voz lenta, gangosa, el texto que todos han de firmar. Lo conocemos a través de un testimonio autorizado que nos traslada su compañero, el notario Diego de Peñalosa, a 14 de enero de 1495 3. Madariaga recrea la escena. Uno por uno pregunta el notario a los pilotos, maestres y marineros, sin olvidar a los grumetes:

 

Que dijesen si tenían duda alguna que esta tierra no fuese la Tierra Firme al comienzo de las Indias, y fin a quien en estas partes quisiera venir de España por tierra; y que si alguna duda o sabiduría de ello tuviese, que les rogaba que lo dijesen porque inmediatamente les quitaría la duda y les haría ver que esto era cierto y que es la Tierra Firme.  La prueba era que “No se ha visto una isla que pueda tener 365 leguas de Oeste a Este”.

 

O sea que Cuba era parte del continente Euroasiático y, con paciencia y siendo un buen andarín, uno podía volver desde allí a España en seco, caminando hacia el Oeste. Firmarán los 56, pero ninguno se animará a volver a pie. El que en el futuro lo niegue o lo ponga en duda, pagará 10.000 maravedís de multa y se le cortará la lengua. Si es grumete, o de tal suerte, 100 azotes y, por supuesto, se le cortará la lengua cada vez que dude. Así pues, mejor morderse la sinhueso que perderla: según las capitulaciones de Santa Fe los Colón eran virreyes hereditarios de esta parte del mundo y ahora el duque de Alba se había aliado con ellos. Salvador de Madariaga pinta la escena con maestría insuperable:

 

Todos juraron y aceptaron lo que se les pedía, todos, hasta Juan de la Cosa que era “maestro de hacer cartas” y para quien esta escena era de seguro digna de una casa de orates; y exactamente como todos los que oían a don Quijote amenazar con su lanza y espada a quien no reconociese a Dulcinea como la belleza más alta del mundo, accedían a ello de buena voluntad para seguir su camino.

 

El hacer u omitir algo que demostrara, o simplemente pusiera en duda, que Cuba era una parte del continente asiático pasó a convertirse en una tarea muy ardua, sobre todo si uno era un buen orador, actividad que precisa de la lengua. Sin embargo, el gobierno de Ovando abriría una ventana de oportunidad para el que osase intentarlo: la ocasión la pintó calva el ínterin entre dos gobiernos colombinos: el ya pasado, de don Cristóbal (1º almirante), expulsado por Bobadilla, y el que vendrá, de don Diego, su hijo (2º almirante), cuya sombra buitresca ya se perfilaba sobre las islas antillanas, una vez atado su matrimonio con la sobrina del duque de Alba. Por el maquiavélico rey don Fernando no iba a quedar:

 

Pareció también al Rey que era gran descuido que, en tantos años que se descubrió Cuba, no se hubiera sabido cierto si era isla o tierra firme, estando tan cerca de La Española, porque el Almirante don Cristóbal Colón aunque lo procuró, no lo bojó del todo ni supo más que lo que un indio le certificó, que era isla; y habiendo ordenado el Comendador mayor con particular orden, que se viese si era tierra enjuta, porque lo más, se decía, que era tierra llena de manantiales, ignorando lo que el Almirante, cuando la descubrió el año 1494, había visto en ella 4.

 

Acordó también por este tiempo, que era de 1508, el comendador mayor enviar a descubrir del todo la isla de Cuba, porque hasta entonces no se sabía si era isla o tierra firme, ni hasta donde su longitud llegaba, y también a ver si era tierra enjuta, porque se decía que lo más era llena de anegadizos, ignorando lo que el Almirante cuando la descubrió el año de 94, había visto en ella como se dijo en el libro I 5.

 

Las Casas nunca se olvida de meter alguna trola como esa de que Colón descubrió Cuba en el 94 (fue en el 92). Pero rondaba por allí y una parte importante de sus recuerdos deben de ser verdad. Cualquiera se atreve de tirar la primera piedra contra el combativo fraile: rebotaría y te chafaría la nariz.

 

 

 

 

 

 

1 Esteban MIRA CABALLOS. En torno a la expedición de Sebastián de Ocampo a la isla de Cuba. Revista de Indias. Sevilla, 1996.

2 Ricardo CEREZO MARTÌNEZ. Los padrones reales del primer cuarto del siglo XVI. Real Academia de Cultura valenciana, 2004.

3 María-Montserrat LEÓN GUERRERO. El segundo viaje colombino. Tesis doctoral. Universidad de Valladolid, 2000.

4 Antonio DE HERRERA. Historia general de los hechos de los castellanos en las islas y tierra firma del mar Océano, libro séptimo. Imprenta real. Madrid, 1601.

5 Bartolomé DE LAS CASAS. Historia de las Indias, tomo II. Fondo de cultura económica. México, 1951.

 

 

Tres: el anti Colón

 

Quien fuera el hombre adecuado, creo que a estas alturas del relato debe ser evidente. Acostumbrado a poner mano en pecho a Colón (con Alonso de Lugo, en Gomera, con Francisco de Bobadilla, en La Española, frente a Diego Méndez, en Azua); capitán de primera fila cuya hoja de servicios incluía la defensa de Gomera, la conquista de Tenerife o la sumisión del Higüey, funcionario de la corona (criado de la Reina Isabel) habiendo compartido hoja de servicios con Ovando en Granada; navegante desde la más tierna edad, armador de buques en todas las islas a que el mar le llevó, en fin, Docampo era de los pocos que no tenía miedo ni a las flechas, ni al agua, ni a la mafia colombina. Hidalgo no lo sería, de serlo no se habría exhibido con desparpajo en compañía de la comunidad marrana: pero no le importaría que se lo hubieses llamado. Tampoco pestañearía si lo apodases de comendador, como a cualquiera de esos cientos de encomenderos de Indias. El Gallego que usaba como apellido alternativo, podías utilizarlo en su presencia con tranquilidad; aunque si le hubieras dicho ¡compostelano guapo! te dedicaría una sonrisa de conejo, enseñando dos dientes por en medio de los pelos de la sotabarba. Si lo sabrá él, cuyo padre había sido reconocido como todo un Campo genuino por el mismísimo conde de Altamira: el poder y la gloria en Compostela.

El aviso viene a cuento de que los cronistas van a llamar a Sebastián de todo: hidalgo, criado de la Reina, capitán, piloto gallego, conquistador, gobernador, asesino, capitán-hidalgo, mercader, vago… Asesino en sentido técnico no lo fue, pues toda la gente a que dio muerte lo fue en batalla; de todos los demás oficios sin duda puede habérsele pegado algo. Sus coetáneos hablan preferentemente de él como un capitán. Todas las argumentaciones de los cronistas giran en torno a esta idea que encomia sus dotes de mando. Excusado es decir que unos plagian a otros, el doctor Álvarez-Hungría jr. dice que eso se llama intertextualidad.

 

Para este descubrimiento envió por capitán a un hidalgo gallego, llamado Sebastián de Campo, criado de la Reina Isabel, de los que habían venido con el primer Almirante cuando vino a poblar esta isla el segundo viaje 1.

 

A lo largo del 2º viaje Docampo estaba ocupado conquistando Tenerife. A veces nos preguntamos cómo se las arregla el dominico pata meter un embuste cada diez líneas. Es fácil. Lo único que hay que hacer es narrar los hechos al cabo de medio siglo, cuando se acerca la demencia senil. Pero aquí no perderemos un segundo en disculpar al padre Las Casas: sus fake news son mucho más interesantes que la realidad real.

 

Envió pues Nicolás de Ovando a este descubrimiento al capitán Sebastián de Ocampo, natural de Galicia, criado de la reina doña Isabel, que fue uno de los que fueron a La Española con el almirante don Cristóbal, cuando la fue a poblar 2.

 

El piloto gallego solo ha dejado algunas escasas noticias de su viaje referentes a La Habana y a Jagua, hoy Cienfuegos 3.

 

No será exactamente así, ni mucho menos, como más adelante veremos.

 

Comenzóla a conquistar Nicolás de Ovando por Sebastián de Ocampo… 4

 

Y a esto envió por capitán a un hidalgo llamado Sebastián de Ocampo, el cual fue a aquella isla y tomó tierra en ella, pero hizo poco 5.

 

 Debe tenerse en cuenta que los asturianos siempre tuvieron un poquito de envidia a los gallegos, con frecuencia, mejor disimulada que la pelusa de Fernández de Oviedo. La conquista de Cuba bajo la capitanía de Campo, consistió en algo excepcionalmente moderno. El asentamiento de castellanos se basó en gran medida en la asunción voluntaria de los valores cristianos y el aprendizaje del idioma del otro. Lo que en el fondo el asturiano pretende con sus palabras, es encomiar las matanzas espeluznantes llevadas a cabo por su amigo Diego Velázquez. A éste cuellarano encomendará el segundo Colón el remate de la conquista, tras la destitución de aquel insolente gallego tan odioso a la famiglia. Conste que no asumimos que la conquista campiana haya sido un Te Deum laudamus: la salutación angelical va a estar reservada, como en Canarias, a los bandos de paces. Con los bandos de guerra, caña, caña, caña. Pero no adelantemos acontecimientos.

 

Los informes de Ocampo al regresar de su expedición, la cual durará ocho meses, desvanecieron la opinión desfavorable que imperaba en La Española tocante a Cuba. No solo se tuvo la certidumbre de que esta era una isla, sino se adquirió también el convencimiento de que la tierra era sana y fértil y estaba habitada de un extremo a otro por indios pacíficos e industriosos. Las Casas nos dice que el Comendador Ovando habría mandado algunos españoles a poblarla inmediatamente, si no hubiera sido relevado del gobierno de la isla vecina por el almirante don Diego Colón, quien arribó a La Española y asumió el mando como heredero de su padre, el gran Almirante, en julio de 1509 6.

 

 La isla será perfectamente cartografiada por quien corresponde, el piloto Andrés de Morales y, abandonada ya su naturaleza proteica, se incorporará al padrón real, el mapamundi que la corona española ordenará confeccionar y llevar al día, ante la conversión de su reino en una potencia global.

Estos hechos tuvieron lugar, estamos seguros, en el año de 1509. Si la jornada se hubiese desarrollado en el éter al estilo de la búsqueda de Paraíso colombina, hubieran cabido otras fechas, pero la exploración fue acompañada de la conquista, entendido el término en su sentido más benigno, población y cristianización. Los asentamientos documentados en Matanzas y Xagua o la intensa cristianización de Bayamo donde, poco después, se presentarán Ojeda y el bachiller Enciso, creo bastarán para despejar cualquier duda al respecto. Los cronistas de Indias desdeñan el rigor de las fechas y podrás encontrar casi cualquier cosa entre los años 1506 y 1510. En nuestros tiempos, están comprobadas con una exactitud más que meridiana.

 

Según Manzano tuvo que salir de La Española entre el 15 de abril y el 10 de julio de 1509, en que Ovando fue sustituido como gobernador, y la circunnavegación de Cuba, hecha por Ocampo, no terminó hasta bien entrado el año 1509, contra lo que dice Las Casas 7.

 

Esta cronología es la más ajustada a los acontecimientos y pasa la prueba del camarón. Una cita del contino Campo en 20 de noviembre, ya de regreso a la metrópoli dominicana, invita a ajustar la partida a febrero o marzo y el regreso a octubre/noviembre, si va a ser verdad lo de los ocho meses, lo que, tratándose de Las Casas, tampoco es artículo de fe.

Pero centrémonos en el hecho de que se trata de una misión de la corona que esta encomienda a Docampo como contino o funcionario público. Sólo así podremos conjugar con comodidad el grueso de la documentación. No deja de ser una prueba adicional del nombramiento regio de Campo el increíble perdón que el rey regente otorgará a sus herederos tras haberse engolfado el gallego casi un año, el de 1513, en la conquista del interior de Cuba, a pesar de que tenía el encargo urgente de llevar a la corona la noticia que esta más deseaba: el descubrimiento del océano Pacífico.

 

 

 

 

 

 

1 Bartolomé DE LAS CASAS. Historia de las Indias, tomo II. Fondo de cultura económica. México, 1951.

2 Antonio DE HERRERA. Historia general de los hechos de los castellanos en las islas y tierra firma del mar Océano, libro séptimo. Imprenta real. Madrid, 1601.

3 Ramiro GUERRA. Historia de Cuba. Red ediciones, 2020.

4 Francisco LÓPEZ DE GOMARA. Historia general de las Indias, tomo I. Biblioteca Saavedra Fajardo. Madrid, 2015.

5 Gonzalo FERNÁNDEZ DE OVIEDO Y VALDÉS. Historia general y natural de las Indias, parte I. Kings College, Londres, 2020.

6 Ramiro GUERRA. Historia de Cuba. Red ediciones, 2020.

7 Real Academia de la Historia. Sebastián de Ocampo. Web, 2021.

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