Pousada de Amares (Geres, Portugal) |
SUMARIO
2.-POUSADA DE AMARES (NORTE DE PORTUGAL)
3.-DOCAMPO VERSUS COLÓN (ÚLTIMO CAPÍTULO)Misma Pousada reconstruida al estilo egipcio |
Árbol junto a la calzada romana |
1.-HEREDERO "QUIEN ME CUIDE"
La Ley de Galicia diferencia dos supuestos de legado o herencia a condición de cuidados:
A) En uno de ellos (“a fulano, con nombre y apellidos, con la condición de que me cuide, a mí, y/o a mi cónyuge, y/o descendientes”), la ruleta de la Fortuna señala más bien al heredero o legatario, que tiene más del 90% de posibilidades de hacerse con el premio, con frecuencia un piso o una finca (art. 203.2);
B) En el otro (“a quien me cuide”), sin dar nombre ni apellidos, la cosa está más cruda, y el aspirante a heredero o legatario hará bien en guarnecerse de pruebas que prueben su pretensión (art. 204).
Lo que se dice para Galicia, mutatis mutandis, puede ser aplicable a casi todo el territorio español.
--Empezamos por el supuesto “A”, designación de beneficiario con nombre y apellidos. O sea, “instituyo heredero a don Fulano Zutano Mengano –o le lego tal cosa-, con la condición de que me cuide”. ¿Cómo se prueba y acredita el cumplimiento de la condición?
La ley prevé, como sistema privilegiado, el sistema del poder testamentario “post mortem”(204). El apoderado del testador, llamado en Galicia “testamentero” o, al estilo del Código Civil “comisario” será el que apreciará el cumplimiento o no de la condición, lo hará constar en documento público, confirmando la condición de heredero o legatario de don Fulano Zutano Mengano. La actuación del testamentero puede ser todo lo subjetiva que desee, puesto que la ley no lo exige ningún tipo de investigación o comprobación, lo que significa que el testador ha depositado en su criterio una confianza plena. Máxime cuando la ley gallega valora jurídicamente los simples “cuidados afectivos”, es decir, las cosas del querer (148). Sólo en casos groseros, por ejemplo, malos tratos, podría caber una corrección judicial.
El beneficiario “identificado” tiene las mejores bazas en su mano. El testador de alguna forma, ya ha elegido (si le hubiere salido rana, siempre hubiera podido cambiar fulminantemente el testamento). Por ello, la Ley se limita a allanarle el camino de su confirmación. Ejemplos:
-El plazo para el ejercicio del poder testamentario por parte del testamentero/comisario suele ser el legal (1 año), prorrogado por dos años más (total 3 años). Ahora bien, si ningún heredero requirió al comisario y por tal motivo, éste no actuó en plazo, debe tenerse por cumplida la condición con arreglo al art. 1119 del C. Civil, pues el heredero, como continuador de la personalidad del difunto, debe cumplir sus obligaciones.
- Por otra parte, la condición de “cuidados” más bien tiene tendencia a presumirse cumplida, que incumplida, dado el tenor del 798.2º CC: cuando se impida o dificulte el cumplimiento, por ejemplo porque el presunto beneficiario de los cuidados (el anciano) prefiera seguir viviendo en su casita o, no precise ni/o quiera la convivencia con el gravado (el cuidador), sin culpa de este, también se tiene por cumplida.
-De lo que se deduce que la revocación de un legado a fulano/a condicionado a la prestación de “cuidados”, a menudo requiere la prueba de un descuido contumaz o una negativa franca a un requerimiento de los mismos. Los tribunales han llegado a estimar como prueba de satisfacción con determinada conducta, el mero mantenimiento a lo largo de décadas de un testamento con identificación precisa por nombre, 1º y 2º apellidos.
-Un supuesto problemático es la condición de cuidados “al testador y a su cónyuge”, pues en teoría, en tanto viva el viudo o viuda, será imposible apreciar si la condición está cumplida o no, lo que significa que el gravamen (condición suspensiva) continuará pesando en el Registro de la Propiedad, impidiendo, por ejemplo, la venta de ese pisito por el que daban unos sabrosos 350.000 euros. ¿La solución? Bueno, la habitual es que el obligado a recibir o padecer dichos cuidados los rechace y deniegue en instrumento público (798.2ºCC), sin culpa o hecho propio del heredero o legatario condicional. Asimismo se considerará cumplida la condición. Con una pizca de cinismo, a menudo se añade que “Doña x –la viuda- rechaza la coerción condicional por bastarle la constancia que tiene en el amor de sus hijos”.
--El supuesto “B”, o sea la designación aleatoria “a quien me cuide”, sin saber o sospechar siquiera quien pueda ser, se diferencia del anterior en que requiere una actuación específica del testamentero/comisario, designando al heredero “ad nominem”. Si no se detalla lo que se entiende por cuidados, dejándolo al criterio del testamentero, se trata de un poder testamentario puro, del estilo del alkar poderoso vasco y, desde luego, mucho más potente que la atribución de la “facultad testatoria” al cónyuge (197), pues esta, tiene la limitación de que la designación heredero o la asignación de bienes concretos, debe recaer en “hijos o descendientes comunes”.
--Supongo que los lectores, de existir alguno, ya se habrán dado cuenta de que estamos haciendo trampas en el solitario. Los mayores suelen padecer la condena de la soledad, peor que la cárcel y, lo habitual, es que, cuando expresan su deseo de testar “a quien me cuide”, acto seguido manifiesten que son incapaces de designar a persona alguna en la que tengan la suficiente confianza como para conferirle un “poder testamentario”. La frase típica es: “Hombre, si le tuviera confianza o le tuviera cariño a alguno/a, no le daría el poder de nombrar heredero, lo nombraría directamente a él”. Recuerda lo que decía un paisano ateo cuando le visitaban los Mormones o los Testigos: “Oiga joven, si ya no creo en el Dios verdadero, el de la Parroquia ¿cómo voy a creer en el suyo?
En estos casos de inexistencia de testamentero, la ley sólo da la previsión de que “salvo que se disponga otra cosa”; y esa otra cosa, según la jurisprudencia, al menos la registral, es el Acta de Notoriedad ante notario, mediante una interpretación más o menos extensiva del art. 82.4º del RH. Ahora bien, está claro que el notario no está revestido de un halo de confianza más o menos atribuida por el testador, por lo que en este caso si será necesario acreditar el hecho con pruebas palpables. Un buen favor que puede hacerle el notario ante quien se otorgue el testamento al futuro notario autorizante del acta, será especificar “que entiende el testador por cuidados” y “que tipo de pruebas se considerarán especialmente relevantes”. El que sigue puede ser un ejemplo (con trampa, puesto que limita el elenco de elegibles a los “hijos o descendientes”). En teoría, cualquiera de los 7.888 miles de millones de habitantes del Mundo podría ser candidato de una institución “a quien me cuide”. Ya sin más preámbulos, ahí va el ejemplo:
Los esposos don …. y doña … legan al hijo o descendiente QUE LES CUIDE, hasta el fallecimiento del último de ellos, el pleno dominio del piso $, con arreglo al art. 203.2º.
-Entienden por cuidados la asistencia y ayuda para la vida que puedan necesitar los testadores, en particular en situación de enfermedad de cualquier tipo o incapacidad total o parcial. Dichos cuidados podrán incluir, según las circunstancias y/o requerimiento del causante/s: el acompañamiento al médico; las visitas interesándose por su estado de salud; aseo, higiene y ayuda a la movilidad de ser necesario; alimentación; preparación de la comida, etc. Podrán ser prestados por el propio cuidador o disponiendo éste su prestación por personas adecuadas. Se valoraran asimismo las ayudas y cuidados afectivos.
-La determinación de la persona concreta que haya cuidado a los testadores (o a uno solo de ellos) y que, en consecuencia, sea la beneficiaria total o parcial del legado, se hará por Acta de Notoriedad a requerimiento de persona interesada, con presentación de pruebas y declaración de testigos. Una vez recaída resolución de Notoriedad, no podrá dictarse otra sobre la misma materia, careciendo de validez cualquier Acta posterior al respecto.
Se presumirán iuris tantum los cuidados si a su muerte el testador/es convive en un mismo domicilio con un descendiente que le presta sus cuidados. Asimismo se valorará como prueba privilegiada: a) La declaración unánime o, en su defecto, mayoritaria de los descendientes mayores de edad, o de los que puedan ser hallados y se presten; b) La existencia de un poder, general o administrativo, en favor del presunto cuidador, que no haya sido revocado; c) La confianza mantenida ante las instituciones médicas o sanitarias, en especial la existencia de instrucciones precias; d) De existir unanimidad entre los herederos designados sobre quien haya sido la persona del cuidador, se tendrá por cumplida la condición.
La resolución de notoriedad se anotará en el protocolo al margen o a continuación del testamento, a cuyo efecto el notario autorizante de la misma oficiará al titular del protocolo, de ser distinto. Asimismo, de ser posible, se anotará en cada una de sus copias. Correlativamente, al iniciarse el procedimiento, por parte interesada se solicitará copia actual del testamento en la que no deberá constar anotada la iniciación de otra Acta de Notoriedad al respecto, circunstancia que deberá acreditarse en la propia Acta.
El beneficiario podrá tomar posesión por sí del bien legado, acreditando el Acta de Notoriedad.
Calzada romana matadora |
2.-POUSADA DE AMARES (NORTE DE PORTUGAL)
La Pousada de Amares, al pie del mítico Parque Natural galaico-portugués del Geres, gustará sin duda a los catedráticos de Arquitectura, pero me temo que no convencerá a los amantes del mundo clásico. Reestructurada por Álvaro Siza, premiada con el Pritzker, el genial arquitecto consiguió convertir un monasterio de estilo románico en un templo egipcio, tipo Edfu, con sus pilonos y todo. Superado el shock, hay que reconocer que el bacalao que se sirve en el antiguo refectorio está divino, lo haya bendecido el Pantocrator u Osiris. Persiste, si eres de esos que de niño ha traducido a chafarrinones La Odisea: al día siguiente, la típica excursión te devolverá al mundo clásico: una calzada romana te ascenderá en picado hasta el Santuario de la Virgen de la Abadía. Ciertamente han pasado dos mil años y alguna losas están descolocadas, pero el espectáculo del bosque de naranjos y limoneros, que irás atravesando, te compensará del sofocón. O no. Pero para eso hay ambulancias que circulan por una carretera paralela.
Cueva de la Aparición de la Virgen |
La basílica es grandiosa y no tiene que envidiar a Fátima o Lourdes, gruta de la Virgen incluida. Me pregunto porqué La Señora de los Cielos siempre se aparece en cuevas. Tal vez sea que los humanos percibimos que un misterio insondable habita en esas cápsulas del tiempo. Estoy pensando en la cueva francesa de Chauvet (no visitable más que en su reproducción). Un arte inefable y maravilloso adorna aquellas paredes, leones, uros, rinocerontes, caballos, escenas... Descubierta en 1994, lo increíble es que el análisis científico dató esa cueva en el Auriñaciense, 40.000 años ha, veintitantos mil antes que Altamira y compañía, que son Magdalenienses. Por favor, repara en la enormidad de lo que decimos: los Sapiens, aun recién llegados a Europa desde África, eramos todos como Vinicius, y alguno empezaba a cortejar a una bella Neanderthalensis, prendado de su hermoso torus superciliaris. En décadas de miles de años, el arte y la cultura no evolucionó a mejor, sino a peor. ¿No habíamos quedado en la "ley del progreso humano constante"? No. NO.
Leones en Chauvet (Francia) |
Manadas de leones, como en Francia, también hubo en Galicia, ved éste de cova Eirós; pero nuestros modestos paleontólogos no le dan más que 9.000 años. Los felinos europeos, sin melena, aun sobrevivirán hasta el siglo IV A.C. para fastidiarle la siesta a Aristóteles con sus rugidos ¡en los alrededores de la mismísima Atenas clásica! Luego vendría el Circo Romano que no solo los exterminó a todos, sino que hubo que ir a buscar repuestos a África.
Pero ya está bien de digresiones.
León de cova Eirós (Galicia), empieza en punto verde (canal Patrimonio) |
3.-DOCAMPO VERSUS COLÓN: ÚLTIMO CAPÍTULO.
Al pobre Sebastián las cosas más interesantes empiezan a pasarle cuando ya estaba "in artículo mortis". Recordemos que había sido comisionado por su paisano Balboa para comunicar al Rey nada menos que el descubrimiento del Océano Pacífico, pero, habiendo hecho escala en Cuba, fue incapaz de no enredarse en la fase final de la ocupación, al mando de Velázquez y Narváez, él, que había sido el Capitán absoluto de la isla. No se que tendrá la perla del Caribe que los gallegos no podemos resistirnos. Al cabo de bastantes meses reanudó la travesía, arribando al Arenal de Sevilla en fase terminal. Al menos tuvo el buen criterio de deja bien encaminados los asuntos de Balboa: apoderó ante la corona a su primo Noya y, en especial, al corrupto más corrupto que jamás hayan visto los tiempos: el secretario real Francisco de los Cobos. Bien provisto del oro para sobornos que le había dado Vasco Núñez, consiguió que se perdonase a los herederos de Docampo la fabulosa multa que le fue impuesta por andar zanganeando por ahí mientras llevaba un Océano nuevo en las alforjas. El indulto le llegaría ya reinando el Cesar Carlos.
-9-
Inés Romes
Tenemos evidencias sobre las exequias celebradas por
el alma de Sebastián de Campo en 1514. La sincronía de las disposiciones que,
doce años después, en 1526, dictará Inés Romes, viuda del albacea, confirman el
aceitado funcionamiento del fúnebre mecanismo prefigurado, si no hubiese
bastado lo bien articulado que lo dejó en su testamento. El funeral se celebró en
la iglesia de San Sebastián, junto al sevillano campo de Tablada, donde el quemadero
de herejes. Cualquier fallo en el estricto protocolo, por ejemplo, si el
oficiante se hubiese presentado sin una casulla de damasco blanco con cenefas de
carmesí, acarraría una multa de 1.000 ducados de oro, y eso es mucho, pardiez. El
primogénito Gonzalo, con ser el primogénito, debería de conformarse con 100. Un
malpensado podría barruntarse que Campo se dejó de heredero a sí mismo. Piensa
mal y acertarás.
El magnífico cortejo funerario desfilaría a plena vista
de una opulenta Sevilla, acostumbrada ya a estos espectaculares entierros de Conquistadores:
Y mando cuando mi señor fuere servido de me llamar de esta
presente vida, que mi cuerpo se lleve a enterrar por la ciudad y no por el
campo, para que los que me vieren rueguen a Dios por mí anima 1.
Su sabiduría gallega habría indicado a un Campo aquejado,
probablemente de sífilis agravada por el bochorno veraniego, que Dios no prevé
excepciones a cierta rutina impuesta a los humanos (“y temiéndome la muerte, que
es cosa natural, de la cual ninguna persona del mundo puede escapar 2”). Pues bien, él no se metería con esas manías de Dios,
pero que el Señor no se inmiscuyese en los detalles de su muerte: eso era cosa
suya.
Y mando que para mí enterramiento se busquen treinta clérigos
togados que acompañen mi cuerpo y todos me digan misa el día de mi entierro en
la dicha iglesia de San Sebastián. Y además que las misas que ellos dijeren, mando
que digan dicho día de mi enterramiento, estando mi cuerpo presente, una misa de
réquiem cantada; y que todas dichas misas sean celebradas con su ofrenda de pan,
vino y cera 3.
¿Acaso se habría equivocado y estos serían los funerales
de Keops? No, que va. El faraón nunca hubiera plantado aquí su puntiaguda pirámide
funeraria. Al egipcio le iban los olores majestuosos, algalia, incienso, mirra,
jazmín; el faraón jamás hubiese tolerado para sus eternos renacimientos este tufo
a carne humana chamuscada. Y es que por una increíble, tremenda casualidad, el
quemadero de herejes de Sevilla estaba en el prado de san Sebastián, en las inmediaciones
de la iglesia homónima, donde Docampo ordenará ser sepultado.
mando que mi cuerpo sea sepultado en la iglesia y casa
del señor San Sebastián, que es fuera y cerca de esta ciudad de Sevilla, en el
campo de Tablada… 4
El quemadero de Sevilla estuvo en el prado de San Sebastián,
llamado así por la proximidad de la ermita del mismo nombre, dentro de la amplia
zona de Tablada (que quedaba entonces en este lado del río). Era muy fuerte el
perfil siniestro del lugar, porque estaba allí también la horca del poder civil.
Era una mesa cuadrada, cóncava en el centro, de piedra y ladrillo, con estatuas
de los cuatro profetas en las esquinas y con columnas traídas del pueblo de Villafranca.
Parece ser que estas estatuas de yeso, huecas, se usaban para colocar a los impenitentes,
a fin de que murieran a fuego lento 5.
Sientes una incredulidad teñida de horror al saber que
Sebastián se proponía pasar aquí su eternidad, sahumado por los gases tóxicos producto
de la combustión de la grasa de miles de conversos, que judaizaban, que celebraban
el Sabat, que conmemoraban las Cabañuelas. Nos gustaría saber que habrá influido
más en la elección; si la consagración de la iglesia al santo militar, patrón
de La Gomera, o alguna variedad antañona del síndrome de Estocolmo. Me parece
que nos vamos a quedar con las ganas. Si sirve como indicio, Docampo, según deducimos
de su testamento, no va en plan de vecino discreto.
mando que se me digan… para siempre jamás en la dicha iglesia
y casa de san Sebastián, donde mi cuerpo fuese sepultado, en cada mes, perpetuamente,
veinte misas rezadas dentro de dicha iglesia por mi alma y por mis difuntos y
antepasados; y al acabar cada misa, el capellán que la dijere, rece un responso
sobre mi sepultura.
Desde luego, cuando el albacea Alonso de Noya requiriese
en el catedralicio claustro de los Naranjos a los treinta clérigos togados que
se precisarían, estos tendrían la certeza de que estaban ante un capitoste de primer
nivel, un Colón o un Ovando. San Sebastián era una dependencia de la catedral,
donde se surtía de celebrantes. Alguno sabría, o le habrían contado rumores de que
en la Castilla del Oro, de donde recién había llegado Docampo, había tanto del dorado
metal, que no valía la pena molestarse en recogerlo si no es con red. Granos de
oro del tamaño de naranjas y como el puño. Cestos de oro como cimientos de cabañas.
No les valdría a la pena a los indios, pero a los cristianos, ¡sí que les aprovechaba,
joder! Dicen que los manda Balboa. No, el Rey no se fía y le ha puesto por
encima al comendador Pedrarias. Es una pena, pero no se puede confiar en un alzado.
¡Mala suerte, Vasco Núñez! ¡Encima nombra abogado a Sebastián Docampo y éste va
y se le está muriendo!
Es 15 de abril de 1514. Docampo baja la pasarela de la
nao en el Arenal de Sevilla provisto de amplísimos poderes de Balboa y suficiente
cantidad de oro en minas para mover las voluntades que fuere menester. El indio
panameño con taparrabos de piel de jaguar (que le había encomendado Vasco Núñez),
no causará tanto furor como los pasados desfiles de guanches de Lugo, o los de
tainos de Colón. Sevilla se había acostumbrado a este tipo de espectáculos y
habían pasado de moda.
Supongo que nos gustaría saber cómo podemos fechar la
arribada con tanta precisión. Sencillamente, porque Pedrarias Dávila ha dejado
el trabajo hecho. Había zarpado el martes, 11 de abril de 1514 con una de aquellas
armadas tipo La Ilíada, encargadas de trasplantar la sociedad española
al continente americano, como las de Colón u Ovando. Salir, salieron más de 2.000
pero de camino se le murieron de hambre unos 700 u 800 porque en la Gomera el
primo Alonso de Ocampo no le quiso vender alimentos al fiado. Pero a lo que ahora
estamos, Pedrarias desconocía la noticia del hallazgo del mar del Sur, que, como
empleados reales que eran ambos, Docampo le hubiera comunicado de inmediato de haberse
visto en los muelles. Lo sabemos por una carta que le dirige el rey, respuesta
a otra remitida por Pedrarias desde Gomera:
El rey… vuestra letra (de Pedrarias) fecha del puerto de
La Gomera a 7 de mayo pasado con que holgué en saber… habíais llegado allí con
mucha salud… Después vinieron unas letras de Vasco Núñez de Balboa (o sea,
llegó Docampo)… en que nos hace saber lo que ha descubierto en tierra nueva a la
parte del mar del Sur 6.
El rey escribió esta carta poco después del 7 de mayo
de 1514, o sea que para entonces ya conocía las nuevas de Campo. En cambio, en
11 de abril, aun no le habían sido comunicadas. Teniendo en cuenta los hábitos
postales de la época, parece una fecha razonable la de mediados de abril, día
más, día menos. Hablando de la carta de Balboa, contiene informaciones sorprendentes
que no dejan de intrigarnos al cabo de los siglos. Recordemos que la escribe cuando
aun no ha mojado las medias en el mar del Sur, aunque ofrece noticias muy precisas
de su existencia. Demasiado exactas como para ser proporcionadas por unos caciques
para quienes no era un tema vital. Existen muchos autores que cree que el Pacífico
ya había sido descubierto por Ojeda y Nicuesa y que tal vez por ello, Vasco Núñez
les dio el pasaporte. Uno de esos testimonios procede nada menos que del juicio
de residencia del propio Pedrarias, que afirma tajante que el que descubrió el
mar del Sur y gastó sus dineros y hacienda en ello, fue Diego de Nicuesa. Pero el
señor de Puñorostro no es un testigo ecuánime, puesto que el mismo había dado
para entonces el pasaporte al otro mundo a Balboa. ¿Tiene algo que ver con todo
ello el que Docampo, acreedor de Nicuesa, se haya mostrado tan remolón en transmitir
las noticias de Balboa? En fin, el tema es materia de otra obra y supongo que
hay personas mejor capacitadas para escribirla.
En algún momento entre el desembarco, en el Arenal del
Guadalquivir, y la llegada al cortijo de su primo Alonso de Noya, Campo se dio cuenta
de que estaba enfermo, muy enfermo en realidad; pero de sus atinados pasos posteriores,
deducimos que disfrutó del tiempo suficiente para arreglarlo todo. ¿Que qué? Creemos
que sífilis en estadio terminal; hay factores que sugieren el diagnóstico. La pérdida
de fuerza y coordinación de movimientos es sintomática:
“Y porque no pudo firmar, lo firmaron por él los testigos
que estuvieron presentes 7”; así termina su testamento
y, de paso, nos enteramos que firman como testigos nada menos que dos notarios.
¡Con lo que cobran estos funcionarios de lujo! Por su parte, en la escritura de
sustitución de los poderes de Balboa en favor del maniobrero político Francisco
de los Cobos, el mal se revela su devastadora esencia letal: “Y porque no pudo firmar
con su flaqueza y enfermedad 8”.
Refuerza nuestra impresión la gran cantidad de partenaires
femeninos que aparecen en su testamento, a los que habrá que añadir los que nos
imaginamos, sabiendo que en su finca antillana Compostela disfrutaba de un harén
con docenas de bahameñas. Raro era el Conquistador que regresaba sin traerse
unas bubas en el baúl.
La sífilis, mal gálico o mal de bubas, ocupará un lugar
destacado entre las enfermedades consideradas como nuevas por los médicos renacentistas
debido a su naturaleza, modo de producirse el contagio y significación social. Las
noticias sobre la incidencia que esta nueva peste tuvo en Sevilla, quedan
relegadas en las fuentes literarias y documentales de la época… No obstante, la
propagación de la enfermedad en los últimos años del siglo XV y primeros del
XVI queda reseñada en las sucesivas demandas que los cofrades del hospital del
Salvador, llamado también de san Cosme y san Damián o de las Bubas, hacen ante
el cabildo de la ciudad, pidiendo recursos para atender el elevado número de enfermos
que ingresaban cada año 9.
Al final cumplió su misión de mensajero decentemente a
pesar de haberse engolfado un año más o menos en Cuba, algo a lo que su abogado
defensor alegaría que sucedió “más por servir al Rey que por su interés”. Sin descartar
las razones profundas del de Tuy, éste se sirvió a la sazón de un despacho jurídico
de postín: El de los Segura, concretamente Manuel Segura, hijo de Bartolomé y
hermano de Francisco, los cuales ejercían en Sevilla en la plaza de San Francisco,
colación de San Martín. Como sabemos, la multa de 800 ducados le será indultada
a sus herederos. Docampo, siempre tan responsable, observando como el mal afectaba
a su coordinación cerebro-vascular y viendo acercarse el final, decidió ejercitar
la facultad de sustitución que le concedían los amplios poderes de Balboa. Y no
a favor de un cualquiera, sino a favor del político más maniobrero que jamás conocerá
la humanidad; él que, a no mucho tardar, será el amo de España, de Italia, de Alemania,
de Holanda, de América y, en resumen, del Mundo: Francisco de los Cobos. La gestión
saldrá a pedir de boca; Vasco Núñez, que se nos ha revelado en Darién como un viejo
camarada de Campo, había tenido razón al considerar que, en último extremo, no
existía persona más confiable que el tudense. La poderosa expedición de Pedrarias
ya había partido en abril, de estos mismos muelles sevillanos; y era cosa hecha
que el gran bocado que representaba el continente americano lo regentaría la
alta nobleza. Pero, con eso y con todo, el rey nombrará a Balboa adelantado de
la mar del Sur y gobernador de Panamá y Cohíba; la tragedia final no será sino
una mera consecuencia del principio de que “dos soles no pueden brillar en el mismo
firmamento”. Pero Docampo cumplió, señores del jurado; a pesar de su campaña en
Cuba; a pesar de hallarse in articulo mortis.
Sepan cuantos esta carta vieren como yo, Sebastián de Ocampo,
estante que soy en esta ciudad de Sevilla, en nombre y en voz de Vasco Núñez de
Balboa, capitán que fue de su Alteza en Tierra Firme y por virtud del poder que
de él digo que tengo, el cual me otorgó ante cierto escribano público de Tierra
Firme, el cual dicho poder está ahora en manos del señor Lope Conchillos, secretario
de su Alteza, otorgo y conozco que sustituyo a Alonso de Noya, mercader, vecino
de esta ciudad de Sevilla en la colación de San Marcos y a Francisco de los Cobos,
oficial del dicho señor secretario Lope Conchillos, ambos de ellos conjuntamente
y cada uno de ellos por sí in solidum. Fecha la carta en Sevilla, estando en las
casas de la morada del dicho Alonso de Noya, que son en esta ciudad, en la colación
de San Marcos, lunes 26 de junio de 1514 años. Y porque no pudo firmar por su
enfermedad… 10
¿Who is who? Ya hemos presentado aquí a Conchillos (Jorobado
Conchillos) todopoderoso secretario del Consejo de Indias, a quien Quevedo,
en relación a su bisnieto, apodará Chincallos aludiendo a su linaje judeoconverso,
como tantos de estos personajes. Centrémonos ya en los sub apoderados de Docampo-Balboa.
Francisco de los Cobos era el máximo corrupto y corruptor de su tiempo, defecto
que se hace perdonar, aun hoy, por el imán que tenía ante obras de arte excelsas,
muchas de las cuales se conservan: en su Gabinete de las Maravillas renacentista
tenía desde Tizianos, al San Juanito de Miguel Ángel (“regalo” del parlamento
veneciano, je, je), pasando por el manuscrito azteca, que ofrendará a Giovio. Robusto,
de cuidada barba y nariz aquilina, su influencia como secretario de Carlos V
llegará a tal nivel que éste le regalará el anillo con el brillante de los 1500
ducados, el día de su coronación como Emperador en Bolonia.
Debido a su descomunal influencia en los asuntos públicos
muchos solicitaban su apoyo para conseguir mercedes u otros objetivos 11.
Esta faceta como conseguidor solo podía activarse
con cierta linfa y esta linfa era el oro.
Recibía “innumerables regalos, obras de arte, dádivas, dinero… 12”. Aquí entra en acción el segundo personaje a quien
Campo confía la ejecución post mortem de su plan: su primo Alonso de Noya.
Noya era uno de tantos primos producto de la seminal fecundidad
del clan Docampo de Altamira cuyo ADN se distribuirá equitativamente por todo el
imperio. Negociaba en azúcar, cueros y quizás plata y participaba del círculo
virtuoso de la familia de Gabriel Varela. Amputada su Galicia (el comercial puerto
de Noya incluido) de los flujos económicos peninsulares por la deriva hacia el
Sur de la Reconquista, su lugar natural estaba en la ciudad de quien se llegó a
decir “quien no ha visto Sevilla, no ha visto maravilla”.
Designada como sede del monopolio y puerto único de las
Indias, se convirtió en un auténtico emporio financiero. (…) El crecimiento económico
que la ciudad experimentó durante el siglo XVI, además del puramente vegetativo,
fue debido al elevado número de personas que emigraban a ella atraídas por sus
posibilidades y riquezas, convertida en esa gran Babilonia, término por el cual
se la conocía entre truhanes, pícaros y aventureros de toda ralea. En ella se
establecieron mercaderes, banqueros, hombres de negocio, artistas, intelectuales,
religiosos y buscavidas procedentes de diversos lugares de la península (burgaleses,
vizcaínos, catalanes, gallegos), pero también gran número de extranjeros… 13
Noya estaba bien conectado con la red de influencias de
la gens Docampo y disfrutaba de sus protectores: Hemos visto en capítulos anteriores
que nombrará albacea a Fernán Rodríguez de Coca, cuñado de Gabriel Varela, el padriño
de Sebastián. Acuciado por la morriña, a su casa irá Sebastián a bien morir;
nos da una pista de como era dicha casa el uso del plural (“las casas”), que utiliza
el de Tuy en su testamento. Era gente de buen pasar, el edificio sería lo que
se dice una:
Casa principal, con salas, cuadras, cámaras y recámaras,
portales, patios y recibimiento 14.
Ausente Noya, Sebastián será confortado amorosamente por
su esposa Inés Romes y su hija Beatriz. Como pronto veremos, serán ellas las encargadas
de ejecutar las últimas voluntades de Docampo, ya que el albacea, su esposo y padre
Alonso de Noya, fallecerá a no mucho tardar. Sebastián, buen conocedor de hombres
y quizás aun más de mujeres, sabrá agradecerles su devoción de la que no dudará
ni un instante:
mando que… suceda en la dicha mi capellanía y suceda
en ella todos los días de su vida Pedro Romes, hijo de Juan Romes, curtidor 15.
confieso… que Juan Romes… me debe trescientos ducados de
oro… mando que toda la parte de la dicha ganancia que yo en ello había de haber
y me había de dar de mi parte, que la haya y se la dé a Inés Romes, hija del dicho
Juan Romes, mujer del dicho Alonso de Noya, mi primo, los cuales yo le mando por
los muchos cargos que de ella tengo y buenas obras que de ella he recibido 16.
Ahora estamos
donde yo quería llegar. Habíamos dejado establecido que la linfa que activaba
los esfuerzos de Cobos era el oro. Aquí entra en acción el segundo sub apoderado,
Alonso de Noya. Nos relamemos de gusto a la vista de la sabrosa carta de instrucciones:
ahí explicará, seguro, como hay que tocarle a Cobos, que si un anillo de
esmeraldas, que si figuras de filigrana de oro, que si el dorado metal en bruto.
Sabemos por la carta de porte de Balboa que el oro, ahora depositado en las casas
de Noya, iba fundido en minas, unidad equivalente a 818,625 gramos. Los detalles
exactos de la dádiva a Cobos no los sabemos, ¿acaso pensamos que Campo es tonto?
Esas cosas no se ponen en las escrituras. Por menos que eso, muchos reales secretarios
verán rebanado su perfumado cuello.
por cuanto yo tenía cierto poder de Vasco Núñez de Balboa,
capitán que fue de su Alteza en Tierra Firme, que me dio y otorgó para solicitar
en su nombre a su Alteza ciertas cosas, el cual dicho poder yo dejé en poder de
Lope Conchillos, secretario de su Alteza; y yo en nombre del dicho Vasco Núñez
os sustituí el dicho poder a vos (Alonso de Noya) y a Francisco de los Cobos… por
ende yo otorgo y prometo y me obligo a os dar para vuestras costas y expensas que
en la dicha negociación habéis de poner, según lo que se contendrá en un memorial
e instrucción que os daré lo susodicho, una mula pardilla que yo tengo ensillada
y enfrenada y además cuarenta ducados de oro… 17
¡Ya está bien, Sebastián! ¡Instrucciones reservadas! Nos
dejas con la miel en la boca. Si al menos nos dijeras ¿cuánto?, aplacarías algo
nuestra curiosidad. Suficiente en todo caso para que las negociaciones fueran fructíferas
y Balboa saliera de ellas honrado y titulado como adelantado del mar del Sur y
gobernador, en 23 de septiembre de 1514. El hecho de que Pedrarias Dávila, furor
domini (la ira de Dios), hubiera zarpado de estas mismas atarazanas sevillanas
con dos mil hombres, dos o tres meses atrás, ya no tenía remedio. Pero lo cierto
es que, la circunstancia de que la cabeza de Balboa haya aguantado cinco años más
pegada al tronco, es una indudable batalla póstuma ganada por Sebastián de Campo.
Como la del Cid en Valencia.
Uno de los temas de conversación de alguno o todos los
treinta clérigos oficiantes en el entierro de Campo, una vez colocada la losa
de mármol con el cordón franciscano, delante del altar mayor, tuvo que ser el de
los hijos y herederos. ¿De qué iban a hablar mientras se desvestían de la casulla
de damasco blanco con cenefa carmesí? ¿A quién iría a parar todo aquel fortunón?
¡Por fuerza necesitaría un capellán privado!
El heredero instituido será “Pedro Fernández de Tuy, mi
padre, al cual yo dejo por mi legítimo y universal heredero 18”.
Del latín heres (continuador), el heredero continúa la persona del difunto,
pues para el Derecho somos inmortales. Es terriblemente chocante que sea un padre
el que continúe la persona de un difunto, habiendo hijos de buena condición: a
los romanos les revolvería las tripas. Rememorando: Pedro había sido un soldado
en las guerras de los Irmandiños, tal vez un ballestero, relacionado familiarmente
con el conde de Altamira, sucesor de la familia Campo en sus jerarquías compostelanas,
existiendo la evidencia de un documento conjunto en el tudense convento de Santo
Domingo. A fecha del óbito de su hijo Sebastián, creemos que estaba a su vez
fallecido, porque según los protocolos notariales, los herederos sustitutos llegaron
a adir (aceptar) la herencia. Y esto sólo se produce cuando ha premuerto el
heredero principal: don Pedro Fernández de Tuy. Que, dicho sea de paso, en presencia
del summun de lo Campo, el conde de Altamira, no se atrevía a usar el apellido.
Por supuesto no tiene tumba en el panteón quasi-real de los Campo, en el santiagués
monasterio de San Domingos de Bonaval, donde aún hoy se asienta el Panteón de Gallegos
Ilustres (como Rosalía de Castro, Brañas o Castelao). Digamos que, sea por linaje
judeoconverso o por ilegítimo, Pedro era un Campo de baja intensidad, apellido
que en Galicia tenía su importancia, mientras en Sevilla o Extremadura se daban
los Ocampos como las setas en otoño, aunque nada significase para ellos.
Nombra heredero al padre en vez de a los hijos, ¡huele
a azufre!; pero ¿qué es lo que veo aquí? Uno de los treinta clérigos ha dado con
la garrafa de vino oloroso —que había provisto el difunto en sus últimas voluntades—
y se dispuso a llenar los vasos de los que lo quisieron. ¿Y quién coño eran los
herederos sustitutos?
Si él no fuere vivo mando que sean mis herederos universales
en todo el remanente de los dichos mis bienes y derechos y acciones, los dichos
Gonzalo de Ocampo y Simón de Ocampo, mis hijos, y Alonso de Ocampo, mi primo, a
los cuales dejo y nombro por mis herederos universales 19.
¡Ñaca ñaca, ñaca!, déjenme que le dé un repasito al tal
Sebastián, dirá siglos más tarde una miembro del partido Femen, tetas al
aire, estupefacta ante el hecho de que se haya saltado a su hija María de Ocampo
y colocado un primo en el sitio. Pero en la Sevilla del XVI Femen no operaba
todavía.
Gonzalo sería, en circunstancias de persona y época, el
mayorazgo, aquel al que se adjudicaría la totalidad del patrimonio indiviso para
que transmitiera la personalidad única de Sebastián de Campo de generación en
generación. Pero si bien en Sebastián confluían dos pulsiones, la aventurera y la
razonable, el primogénito mantendrá sólo la segunda. Gonzalo se integrará, gustoso
y apacible, en la interminable endogamia de Campos que gobernarán Gomera per
secula seculorum con diversos expedientes: gobernadores, regidores, alcaldes,
alguaciles, rentistas. A la sombra de Alonso de Ocampo, el primero de la saga, tendrá
sin duda el desayuno y la cena asegurados. En 1514 Gonzalo es menor de edad: “y
mando que le sea todo dado y entregado a la dicha María de Ocampo, su madre, si
él estuviere en poder de ella, para que todo lo tenga en su poder hasta que él
sea de edad para lo tener…. 20”. La insistencia en
citar al primogénito como “mi hijo natural de hijo de María de Ocampo, vecina de
la isla de la Gomera… 21” es significativa; María,
probablemente su sobrina, hubiese sido una esposa aceptable si no hubiera existido
impedimento de parentesco. Si Docampo hubiese sido un rey o un príncipe, el
papa habría podido dispensar el impedimento a cambio de una buena limosna, pero
no era el caso. En 1526, Gonzalo seguía vivo y encargándose de los asuntos de su
padre como “continuador de su personalidad”; indicio claro de que han heredado
los sustitutos y no le heredero instituido (Pedro de Tuy), que debió haber premuerto:
420.-23 junio 1526.-Ines Romes (vecina de Sevilla, viuda
de Alonso de Noya, como heredera de esta y de su hija Beatriz de Medrano) da
poder a Francisco Bueno (mercader) para que pueda cobrar de Alonso del Campo (regidor
y vecino de la Gomera) y de los albaceas del difunto Alonso de Noya, todos los
maravedís, bienes y mercaderías que eran de su difunto marido y las que Alonso del
Campo haya recibido en virtud del poder que ella le otorgó; así como pueda recibir
de Gonzalo del Campo, hijo de Sebastián del Campo, una cruz, una losa escrita y
unos azulejos que le dio para ponerlos en la sepultura de su difunto marido. (A.B.
1º,fol.1152 v.) 22.
De mis tiempos de academia militar he aprendido que el
estar fijo en un punto geográfico tiene el inconveniente de que no puedes escapar
cuando la artillería ajusta el tiro sobre ti. Alguno de los endogámicos gobernadores
Ocampo de La Gomera continuará teniendo problemas con la Inquisición en fecha tan
tardía como 1570:
GOBERNADORES (G), TENIENTES (T) y ALCALDES (A) CONVERSOS…
1570: Juan de Ocampo (G) 23.
Problemas con el Santo Oficio también los tendría el
segundo de los herederos, el super primo Alonso de Ocampo, pero éste encontrará
un ¡ábrete Sésamo! que le permitirá convertirse en regidor de la isla de la Gomera
y a su hijo (éste legítimo), Gonzalo de Ocampo-bis, en hidalgo. Tal vez Sebastián
incluyó a Alonso como un heredero sustituto para dignificar su posteridad, puesto
que éste había conseguido convertirse en un personaje aceptable para aquella sociedad
racista y estamental. Garantizaba la ejecución del testamento en sus propios términos,
como cuando los senadores romanos instituían coheredero a Nerón un minuto antes
de cumplir la orden de abrirse las venas. Así alardea en un poder Gonzalo de
Ocampo (el otro Gonzalo, el hijo de Alonso), de su recién adquirida condición de
hidalgo: había conseguido lavar su sangre:
Gonzalo Fernández de Ocampo, vecino de esta isla, hijo
legítimo de Alonso de Ocampo, regidor de la isla de la Gomera, difunto que
es en gloria, doy y otorgo todo mi poder cumplido a… para que en mi nombre y como
yo mismo puedan comparecer y comparezcan ante sus majestades y ante los señores
alcaldes y notarios de los hijosdalgos que residen en la ciudad de Granada y ante
los otros alcaldes y jueces, y justicias, así eclesiásticos como seglares, que
de la causa puedan y deban conocer en razón
de ser yo hijodalgo… 18-IX-1540… 24.
¿Cuál era ese truco mágico? ¿El detergente maravilloso
que limpiaba hasta la más mínima traza de judaísmo genético? Sencillo. Fernando
el Católico, acuciado por sus guerras en Italia, había discurrido un expediente
para que, los tuvieran algún judeoconverso en su linaje, pudieran optar a la
emigración a América, un puesto de regidor o a una carta de hidalguía. Ese expediente
será conocido como Composiciones y permitirá lavar la mancha a cambio de
un desembolso económico. Como todo chantaje, en teoría, quedabas limpio para siempre;
en la práctica, se reiterarán los requerimientos a nuevas Composiciones. Alonso
de Ocampo será víctima frecuente de tales exacciones; a veces da la impresión de
que satisface pena doblada, lo que sugiere si no estará pagando también por el
viaje a Indias de su primo. En tal caso, el cariño estaría más que justificado.
Maravedíes de que se hace cargo Pedro López de Sevilla,
tesorero de la Santa Composición en todo el obispado de Canaria… Primeramente se
compusieron en las islas de la Gomera en domingo 22 de junio de 1502, a pagar la
primera Pascua Florida y el mes de abril de 1503 y al día de San Miguel del mismo
año, las personas siguientes: … 135. Alonso de Ocampo y su mujer 1.200 25.
Otro motivo para el éxito social de Alonso sería, qué
duda cabe, que tenía una madre cristiana vieja, Elena Sarmiento, y una esposa,
Violante Gómez Cidrón, a la que no cabía poner tacha alguna. El problema, si lo
había, radicaría en algún vetusto sambenito colgado en la catedral de Tuy, ya a
punto de desaparecer, comido por la polilla y la carcoma. Sebastián era justo
lo contrario: como Cortés, no tenía buen ojo con las mujeres. Le bastaba que fuesen
bonitas, pero omitía hacerles la ficha de sus abuelos.
Donde los maledicentes treinta clérigos que oficiaron
el funeral de Campo se hartarían de poner el dedo en la llaga, excitados por el
vino oloroso, sería en cuanto al tercer heredero sustituto: Simón de Ocampo. Con
ese nombre ¿qué quieres que te diga?; ¡Tente, que era un discípulo del Señor! Sí,
pero Jesucristo le cambió el nombre hebreo por el de Pedro. A la madre de Simón
no se la mienta en el testamento. Ni siquiera con la fórmula ad hoc que
usa la casa de Altamira para estos casos: “una mujer que yo sé quién es y ella
sabe quién es”. Ello abre un abanico de posibilidades sobre las que, a estas
alturas, ya no tiene mucho objeto elucubrar. Que perteneció a alguna minoría de
parias sociales, eso es seguro. Lo más probable es que Simón haya perecido en la
matanza general de cristianos en la isla de San Juan, hoy Puerto Rico, donde lo
sitúa su padre. Docampo siempre se comportó como un fiel vasallo de Pedro Álvarez
de Sotomayor (Pedro Madruga); sería inimaginable que cuando el hijo del conde de
Camiña, Cristóbal de Sotomayor, emprenda su aventura indiana, al menos Simón de
Ocampo no le haya secundado. Deber feudal. A raíz de aquel desastre, no se tendrán
más noticias de Simón, no siendo un pie que sobresale de cierta tumba de barro
y hojarasca en la selva sanjuanera.
(carta de Fernando a su nieto Carlos) …que en la isla
de San Juan, la mayoría de los indios que en ella estaban mataron a traición y alevosamente
a don Cristóbal de Sotomayor, lugarteniente de nuestro capitán en la dicha isla,
y a don Diego de Sotomayor, su sobrino y a otros muchos cristianos que en la isla
estaban; y ellos pidieron a voces matarlos; y abrasaron un lugar de dicha isla,
de dos que en ella había, y mataron todos los cristianos que tomaron… 26
Ya muy trabajados por el vino oloroso y a punto de retirarse
a sus conventos, alguno de los clérigos funerarios no podría evitar deslizarse
por la resbalosa cuesta que del cotilleo conduce a la dura indiscreción. Las leyes
de Toro permiten heredar a las hijas, salvo que lo sean de clérigo, je, je; y don
Sebastián de sacerdote, lo que es de sacerdote, tenía poco, ju, ju-ju-ju. Un picha
brava, eso es lo que era. El canónigo más antiguo, con su voz gangosa, señalaría
que a María de Ocampo, la hija, le afectaba una grave tacha a los ojos de Dios.
Una madre perteneciente al pueblo deicida. ¿Qué necesidad tenía el difunto de
haber cohabitado con una marrana? Pero ya está arreglado: a la chica se le adjudican bienes por manda en
vez de por herencia, a condición de que case con un mozo cristiano viejo, bueno,
viejo de dos generaciones.
Y mando a María de Ocampo, mi hija e hija de Margarida
Marrana, vecina de la villa de Tenerife, cien castellanos de oro que le sean pagados
de mis deudas de las dichas Indias, los cuales le mando con el mucho amor que
le tengo; y que le sean pagados con cargo y condición que se case con Diego de
Arce, porque esta es mi voluntad 27.
Al final no habrá tanto problema. Hemos visto las evidencias
de que el matrimonio tuvo lugar y ninguno de los novios tendrá motivos de queja:
Diego será nombrado apoderado general de Catalina de Sotomayor, hija de Gabriel
Varela, allegado conspicuo al clan Docampo. Cristiana vieja donde las haya, no
pondrá ningún reparo al connubio: al final las sangres se acabarán mezclando de
tal forma que, al cabo de un par de siglos, nadie será capaz de reconocer un linaje
hebreo. Salvo en Tuy, donde se renuevan los sambenitos que el tiempo va deshilachando.
Que va, tú, si son de madera. El problema son las termitas. Ahora están en un
museo con temperatura y humedad controladas.
Hora de vísperas. Los clérigos oficiantes se van retirando
de la iglesia de San Sebastián, algunos se enredan los pies con la sotana mientras
protestan que no siempre beben tanto. Barrigas revueltas, sabor de vómito en garganta.
Los que peor lo tendrían serían los abstemios: a ellos también produciría vahídos
el olor de Sevilla que captarían en toda su intensidad: olor a corrupción, olor
a muerto. Cruzan el arroyo Tagarete, entran por la puerta de Jerez, y el pestazo
les abofetea con empalagosa brutalidad:
Resultaba peor la fetidez que provenía de los muchos
cementerios que había por la ciudad. El interior de las iglesias parroquiales de
Sevilla, ya bajo sus suelos muy superficialmente, ya en nichos sobre sus paredes,
los claustros y templos de los conventos y de los hospitales o el campo extramuros
de la ciudad en tiempos de calamidad epidémica, solían ser los lugares elegidos
para enterrar a los muertos, que de esta manera seguían muy cerca de los vivos.
Pero en épocas de lluvia e inundación era muy común que las paredes, apenas enlucidas
y encaladas y los suelos mal pavimentados de los interiores, permitiesen que las
sepulturas se abriesen y desprendiesen un olor solo amortiguado por el exagerado
uso de un incienso empalagoso… los propietarios de los esclavos muertos, los
enterraban en los corrales o patios de sus propias casas… al llegar el calor del
verano muchos vecinos se desesperaban por la fetidez de los efluvios… 28
Con una carrerita de damisela el último de los clérigos
se recoge en el catedralicio patio de los Naranjos, poniendo a salvo su
pituitaria al grato olor de los cítricos tempranos. No, todos no. Hay algo que
cuesta entender. Cualquier humano normal hubiese querido huir de aquel hedor,
pero el confesor de Campo, Francisco Guillén, sigue su camino impertérrito en
dirección a la plaza de las Dueñas, donde las casas grandes. Como la de los
Romes.
Me ofendería que alguien hubiese llegado a la conclusión
que insinúo, a través del decorado, la existencia de algo maloliente en la vida
de Sebastián de Campo. Espero que al menos algún que otro lector haya podido seguir
la línea argumental: vivió en su época porque al ser humano no le es dado trasladarse
a través de las magnitudes espacio-temporales; actuó, como no podía ser menos,
como un personaje entre medieval y renacentista, muy mediatizado por la Era de los
Descubrimientos. La crítica que le hicieron algunos contemporáneos es más sutil.
La sintetiza muy bien Gonzalo Fernández de Oviedo:
Y a esto envió por capitán a un hidalgo llamado Sebastián
de Ocampo, el cual fue a aquella isla —de Cuba— y tomó tierra en ella, pero hizo
poco 29.
Quiere decir, que debía haberse alzado con la isla. En
aquellas misiones de exploración, siempre había el sobrentendido de qué, si el capitán
era arrojado, conquistaría el país. Traicionando a su superior, por descontado:
Velázquez a Colón, independizando Cuba; Cortés a Velázquez, haciéndose con México;
Balboa a Ojeda, Nicuesa y Enciso, a los que arrebatará el mar del Sur; Pizarro,
haciendo caso omiso de las ordenes de reembarque de Pedrarias y Pedro de los
Ríos, sujetando el Perú bajo su manopla; Magallanes abandonando en un nevado islote
antártico al representante real, Cartagena. ¿Podría haberse alzado Docampo con Cuba?
Sí, claro. Narváez dominará la pacífica isla con cien hombres; Sebastián había
ido en dos carabelas con los mismos si no más (bien es verdad que casi todos marineros
por precaución de Ovando). Incluso hubiera podido pactar con el socio Mexía de
Trillo, por ejemplo, una o dos naos de refuerzo. Sospechamos que algo de eso le
pasó por la cabeza; su retorno a La Española fue de lo más renqueante y, en
definitiva, forzado. Probablemente dormía tan a gusto bajo la protección de la Virgen
de Bayamo (la de los cuernos de la luna hacia abajo), como de la de apóstol de Compostela.
Puedo jugar con el pensamiento de que existió una motivación moral. La conquista
de grandes territorios con pocos hombres requiere matanzas descomunales. El desfase
tecnológico de milenios ayuda, cierto, y tenemos ejemplos de uno sólo (Narváez
a caballo y descalzo de un pie) que desbarata una horda de siete mil. En batallas formales, no había problema. Pero
en cualquier momento un grupo pequeño podía caer aplastado por la fuerza de la
masa; además, era necesario que los nativos les sirvieran comida, bebida y, bueno,
niñas. Para mantener estas naciones en la inanidad más absoluta era necesaria la
práctica del terror más absoluto. Ovando achicharra a la crema y nata de la sociedad
taina en Xaragua, aunque, como ironiza Las Casas, a Anacaona, para honrarla, la
ahorcará en frio. Cortés en Cholula y Alvarado en el Templo Mayor concentran a unos
miles en recintos cerrados y hacen picadillo de sus cuerpos hasta que el brazo
ya no puede levantarse para dar muerte a uno más. Pizarro, con ciento sesenta y
ocho, más sencillo: Introduce en el recinto cerrado de Cajamarca una multitud de
decenas de millares y simplemente, cañonea a la masa desnuda. Ellos mismos entran
en pánico y se aplastan contra los muros, unos encima de otros. Es verosímil el
pensamiento de que Docampo, el ecuánime y razonable Docampo, no aprobaba esos métodos.
En Gomera capitaneó una lucha más o menos decente; tuvo que venir Pedro de Vera
para encabezar el exterminio. A Xaragua se negó obstinadamente a asistir, a pesar
de haberlo venido a recoger a Compostela el propio Ovando; quizá porque mantenía
relaciones aceptables con sus tainos, al mando del guatiao Campo. Y de lo de Caonao,
fue un forzado espectador según el acusador de acusadores, que no habría dejado
de señalarlo de lo contrario. Concluyó lo que tenía encomendado, el bojeo y asentamiento
de cristianos en su isla; y, tan competentemente, que su trabajo pasó enseguida
a los planos y mapas que constituyeron el padrón real sevillano. Cierto, sale
más en los papeles el levantisco Cortés, pero al menos, nos ensañamos menos con
Campo. ¿Desde cuándo es un desdoro cumplir a satisfactoriamente una misión, en
beneficio de todos? He leído, seguramente a costa de ese temperamento razonable
(hasta donde puede serlo un conquistador), que una historiadora le llama mercader.
No creo que para una persona con raíces cambeadoras eso hubiese sido un
desdoro; de hecho todos ellos, Cortés con la empresa agrícola modelo de Cuba;
Balboa con su compañía del Mar del Sur; Pizarro la compañía de Levante, etc, se
pasaron media vida comprando, vendiendo, avalando, pidiendo préstamos, no pagándolos.
Casi tanto tiempo como con la espada. En ese sentido, todos eran mercaderes,
pero me parece más ajustado, si respetamos la opinión de sus contemporáneos, llamarle
conquistador y/o capitán, a lo que a él le hubiera gustado que se añadiese hidalgo
y comendador.
El clérigo Francisco Guillén ha seguido su camino en
dirección a la casa de Romes, a pesar del pestazo que exhala Sevilla cuando
arrecia la caló. La entrega de sus oropeles terrenales (camisas de Ahetí,
zapatos de muchos reales…) es el último servicio que Campo ha pedido a éste franciscano,
señal de que sus pecados son perdonables. Se hará cargo de los mismos ayudado por
unos arrapiezos que le hacen de monaguillos en la iglesia de San Marcos:
mando que toda la ropa de mi vestir la den a Francisco
Guillen, clérigo, mi confesor, beneficiado de la iglesia de San Marcos, para que
él la distribuya a los pobres que el quisiere que lo hayan menester, para que rueguen
a Dios por mi alma 30.
El franciscano no habrá podido evitar que su mente haga
comparaciones con el testamento de Colón, con quien que su pupilo espiritual ha
tenido sus más y sus menos. El genovés había dado los últimos retoques a su voluntad
en 19 de mayo de 1506, ante el notario de Valladolid Pedro de Hinojedo, un
documento supersecreto que como es lógico está en boca de todos. Afortunadamente
el tono es distinto, muy distinto. El gran descubridor encabeza con tanto orgullo
que parece estar pegando un puñetazo en la mesa “Sr. D. Cristóbal Colón, Almirante
e Visorrey e Gobernador general de las islas e tierra firme de las Indias
descubiertas e por descubrir”. Ante aquel hombre que se dispone a visitarlo, Dios
tendría que ponerse a temblar. El testamento de Campo es otra cosa. Basta
atender al sonido de las palabras para captar que ha dado con el tono adecuado
del que va a enfrentarse al Todopoderoso. Las últimas palabras de Campo exteriorizan
la hondura de un sentimiento de humildad cuya sinceridad trasciende al papel en
que están escritas “…Dios… haya misericordia e piedad… por mi ánima salvar e
mis herederos pacificar… digo y declaro por descargo de mi conciencia…”
En el testamento renacentista, a la presentación ante
Dios se añade siempre la preocupación por los pobres. Para el franciscano la
diferencia estaría más clara que el agua: De nuevo el tomo de Campo nos suena a
sincero, mientras que Colón parece que quiere reglar cuentas con los
pordioseros y aun temes que les acabe reclamando algo. Ordenaba el primer
almirante a su hijo don Diego, el segundo almirante, algo así: “que haga el
diez partes de ella (de la renta) cada un año, en que la una parte de estas
diez la reparta entre nuestros parientes, los que parecieren haberlo más
menester, e personas necesitadas y en otras obras pías”.
Por fuerza sus caminos divergieron; el de uno,
exitoso, el de otro reciamente humilde. Tarde o temprano alguien hubiera tenido
que decirle a Colón que su título de visorrey y gobernador de las islas y tierra
firme de Asia, era un título de opereta. El mapa de Bartolomé Colón, que asentaba
Asia sobre el equinoccio suramericano estaba condenado a un rápido desprestigio.
Alguien tenía que haber procesado a los Colón; ninguna monarquía hubiera consentido
aquella recreación caribeña del infierno de Dante en la Tierra. Nada tuvo de particular
que, cuando el clan genovés naufragó en las inmediaciones de La Española, se le
mantuviese a distancia: el dicho es que, para cenar con el Diablo, se necesita una
cuchara muy larga. Alguien tenía que pararlos. Quizá Campo no fue más que un
marino con buenos contactos políticos. Un superviviente. Pero con su humildad y
con todo, consiguió cambiar el mapa del mundo. Sus hechos hablan en voz alta
por él. Sin duda no alcanzó un puesto de tanto relumbrón como su primo, pero a
éste hay que citarlo para que reaparezca mientras que a Sebastián, como buen
caballero renacentista, sus hechos le avalan y…
Oye, Enrique… hemos
leído pacientemente tu versión pero no hemos pedido tu opinión. Yo creía que… ¿Cómo?
¿Cómo dices? ¿Qué creías…? …que tenía derecho a darla. Oye, Enrique… de manera
que esclavista… por obligación ¿no? Es uno de esos comentarios que te dejan sin
aliento como una patada en la barriga. No hay defensa posible. Si lo acusan por
lo de Canarias, no vas a argumentar que le quitaron los niños en el juzgado,
por muy verdad que sea. Y si es por la
encomienda Campo ¿qué? ¿Qué Las Casas también tuvo una en Concepción de la
Vega? No desearía pasarme con mis privilegios de escritor para actuar como abogado.
Pero repasando el largo testamento detecto una confesión de esas que se dicen
con el corazón en las manos. Recordemos, la encomienda Campo había pasado al
rey y a Sebastián le preocupaba la suerte de su último esclavo, el chino García.
“Y yo, por descargo de mi conciencia, digo y mando que lo compren porque esta
es mi voluntad de lo dejar libre”.
1 Carmen MENA
GARCÍA. Aquí yace Sebastián de Ocampo a quien Dios perdona. Anuario de Estudios
Americanos, Sevilla, jul-dic. 2.012.
2 Ibidem.
3 Ibidem.
4 Ibidem.
5 SEVILLA PARA
INICIADOS. Blog, 30/10/2014.
6 Martín FERNÁNDEZ
NAVARRETE. Colección de los viajes y descubrimientos que hicieron por mar los
españoles desde finales del siglo XV, tomo III. Imprenta real, Madrid, 1829.
7 MENA GARCÍA,
ibidem.
8 Ibidem.
9 Ibidem.
10 María-Teresa
LÓPEZ DÍAZ. Ciencia, medicina y farmacia en la Sevilla del siglo de oro.
38º congreso internacional de Historia de la Farmacia. Sevilla, 2007.
11 MENA GARCÍA,
ibidem.
12 REAL ACADEMIA
DE LA HISTORIA. Diccionario de biografías. Web, 2020.
13 LÓPEZ DÍAZ,
ibidem.
14 ALMA MATER
HISPALENSE. ¿Cómo era la ciudad que vio nacer la Universidad? Web, 2020.
15 MENA GARCÍA,
ibidem.
16 Ibidem.
17 Ibidem.
18 Ibidem.
19 Ibidem.
20 Ibidem.
21 Ibidem.
22 Francisco
MORALES PADRÓN. Canarias en el archivo de protocolos de Sevilla. Universidad
de Sevilla. Web, 2020.
23 Luis-Alberto
ANAYA HERNÁNDEZ. Judeoconversos e Inquisición en las islas Canarias (1402-1605).
Tesis doctoral. Biblioteca digital. Las Palmas, 2003.
24 Elías SERRA
RAFOLS. Las datas de Tenerife. Fontes rerum canariarum. La Laguna, 1978.
25 Miguel-Ángel
LADERO QUESADA. 300 nombres canarios a comienzos del siglo XVI. Casa de Colón,
2004.
26 István SZASZI
LEÓN-BORJA. Vida y desventura de un letrado gallego. Don Cristóbal de Sotomayor,
de secretario real a alcalde mayor en Indias. Universidad de Valladolid, 15/06/2011.
27 MENA GARCÍA,
ibidem.
28 La limpieza
de Sevilla en el siglo XVI. Universidad
de Sevilla, 2020.
29 Gonzalo
FERNÁNDEZ DE OVIEDO Y VALDÉS. Historia general y natural de las Indias.
Biblioteca virtual Cervantes. Alicante, 2011.
30 MENA GARCÍA, ibidem.
FIN
Puedes bajarte Docampo versus Colón en formato electró nico, o adquirirlo en formato papel, en cualquier distribuidor, por ejemplo:
Círculo lítico del Lobeira, uno de los Stonehenge "del país" |
No hay comentarios:
Publicar un comentario