No he de callar, por más que con el dedo,
ya tocando la boca o ya la frente,
silencio avises o amenaces miedo
¿No ha de haber un espíritu valiente?
¿Siempre se ha de sentir lo que se dice?
¿Nunca se ha de decir lo que se siente?
Quevedo
SUMARIO
1.-LA ENMIENDA
2.-¿LOS BIEN DESHEREDADOS HACEN NÚMERO PARA LAS LEGÍTIMAS?
3.-DOCAMPO VERSUS COLÓN
1.-LA ENMIENDA
Hace unos días se ha intentado escamotear a la soberanía nacional de los españoles el análisis y discusión parlamentaria de una ley básica para nuestra democracia, por afectar al poder judicial y constitucional. Es decir, ocultarla a tú representante, al tuyo, al tuyo.... La añagaza, pueril (intentar introducirla de tapadillo como "enmienda" a otra ley en trámite, que no tenía nada que ver), acabo siendo desmontada por el Constitucional.
Pasado un primer momento de frustración, como evidencia ese cacareo de explicaciones absurdas, creo que por los responsables políticos se deberían algunas disculpas y algunas dimisiones. No pueden dejarnos con esa inquietante sensación de que todo es posible.
2.-¿LOS BIEN DESHEREDADOS HACEN
NÚMERO PARA LAS LEGÍTIMAS?
Testamento propuesto: “Instituyo heredero a mi esposo Recaredo. Desheredo a mis hijos Ataulfo, Sigerico, Walia y Teodoredo, por tales y cuales causas. Reconozco a mi restante hijo, Turismundo (familiarmente “Turis”) la legítima prevista en la Ley de Galicia”.
Pregunta: ¿de cuánto es la
legítima de Turis? ¿De un 25%, al estar desheredados todos los demás
acreedores? ¿O de un 5%, al dividirse el crédito legitimario entre el número de
hijos? En resumen, estamos ante el famoso tema de si los desheredados “hacen
número” o no para el cómputo de las legítimas.
Cataluña no sólo ha codificado su
derecho, como Galicia, sino que también lo ha desarrollado (como no hace Galicia, para que podamos pleitear a gusto). El Codi deja claro que para
determinar la legítima individual hace número “el desheredado justamente” (aunque
no deje descendientes que lo representen), lo que parece un buen modelo para
los sistemas de legítima crediticia, puesto que es un hecho universalmente
observado que los créditos no se inflan como los globos. En el ejemplo, Turis
sería acreedor de un modesto 5%.
¿Qué pasa en Galicia? Iurisprudente (nuestro Vademecum “en
zapatillas”) resuelve rápido lo que no suele ser habitual en él: como el 239 de
la Ley de Galicia no cita a los desheredados entre los que “hacen número” para
el cálculo de las legítimas, concluye que no lo hacen. Lo que no aclara es lo
que sucede exactamente con su presunto
crédito; es decir a quien se le debe.
Como sabemos, en Galicia la
legítima es un crédito/deuda “a todos los efectos” legales (249.1 LG). A
diferencia del derecho común, 806CC, en cuyo caso se trata de una “porción de
bienes”, así, in totum, reservada a
unos individuos llamados “herederos forzosos”, en Galicia la deuda legitimaria
ya viene dividida de fábrica (“se dividirá entre los hijos o sus linajes”, 243
LG).
Esa deuda (en el ejemplo 1/20 del
líquido) desarrolla un importante papel en vida del causante que, con
frecuencia, la deja pagada mediante el contrato de Apartación. Naturalmente,
como en todo negocio, se valora y calcula al céntimo el importe de lo transaccionado.
Menuda sorpresa si se enteran, a posteriori, de que en realidad se trata de un
crédito/deuda “hinchable”. El acreedor, estaría encantando, el deudor, no
tanto.
No hay que olvidar que el
instituto de los “herederos forzosos” es exótico en Galicia. Desde luego, es
inaplicable el arts. 982 (acrecimiento en la legítima cuando 2 o más sean
llamados a una misma herencia sin designación de partes y uno de los llamados
sea incapaz de recibirla) ya que nos preguntamos ¿de qué herencia estamos
hablando? ¿Si el difunto le debía a El
Corte Inglés, debemos considerar heredera a tan afamada cadena? Menos aun el 985
(si la parte repudiada fuera la legítima, sucederán en ella “los coherederos”
por su derecho propio…). ¿Qué coherederos? Volvemos a preguntarnos ¿los
acreedores ordinarios son coherederos? Peor lo ponen con el llamado “derecho
propio” que repugna principios esenciales del Derecho de Galicia, como por
ejemplo en el 182. A un hijo se le pueden satisfacer los derechos económicos “por
cualquier título”, incluso un mero pago del bolsillo.
En fin, reiterando mis dudas y mi
envidia a los catalanes, mi impresión personal es que es difícil que
una deuda concreta que no se engloba en ninguna “porción de bienes” pueda
adquirir caracteres de hinchabilidad. Dicha deuda resulta de la división del
caudal líquido por el número de hijos, art 243LG, sin parangón en el CC (es una cuestión de ADN: “hijos”, da igual
que sean buenos, repudiantes, apartados, desheredados, etc.)
Desde luego, la postura práctica respecto de una legítima crediticia, es la del Codi. El heredero-deudor gallego
hará muy bien en no abrir de momento la cartera, pagando ese 25%. Por un lado,
en las familias incomunicadas, es probable que vayan apareciendo hijos como
setas en otoño: ellos representarían a los padres como acreedores y no estarían
desheredados. Por otro, se abre el baile de los juzgados, declarando injustas
las desheredaciones, o unas sí y otras no, como el picor de los pimientos de
Padrón.
La actitud prudente en la escritura de aceptación y adjudicación de
herencia es asumir, eso sí, la deuda legitimaria, y obligarse al pago dentro
del plazo legal, sea el estricto o el prorrogado mediante el interés legal. De
pagar-pagar antes de tiempo, como mucho (en el ejemplo) ese 5%. Cualquier otra posición
acarreará un riesgo catastrófico de verse obligado al pago de un 50% del
líquido hereditario.
III.-DOCAMPO VERSUS COLÓN
El capítulo 3 del libro III (conquista de América) versa sobre la guerra para al control de la isla hoy llamada de Santo Domingo, antes La Española. Una guerra muy, muy sucia.
-3-
Anacaona
Cuando el Conquistador de Tenerife se aposentó en la
hacienda Compostela, al Sur de La Española, no es que se hubiese producido una fulgurante
conversión, la caída del caballo de Pablo; en absoluto puede considerarse que
mudó su fibra vital a la de un laborioso agricultor, pendiente de las lluvias y
las cosechas. La verdad es que no enraizará sus pies en la tierra mucho más de
lo que había hecho en sus fincas del valle del Gran Rey, en Gomera o en sus
haciendas del valle de Afur o el barranco de Añazo en Tenerife, auténticas cruces
al mérito militar. Tampoco debemos pensar que hizo metamorfosis a un ordenado
mercader, obsesionado con hacer frente a sus letras a fin de mes. Su sino será la
mar y el combate, de la cuna a la huesa, y su descanso del guerrero en esta nueva
isla a la que los indios llamaban Haití y los peninsulares, La Española, la
encomienda Campo 1, durará bien poco.
Seguramente que, en cuanto le dio audiencia Ovando, darían
un repaso a los tres o cuatro años transcurridos desde que había desembarcado
aquí. Como era de esperar, entre las sublevaciones de españoles y de indios, apenas
había tenido un momento de sosiego. El pasajero del tercer viaje enrolado como
Gallego 2 (apócope del apellido Campo Gallego), tenía
que saber desde que subió a bordo que las dos naves enviadas de avanzadilla por
Colón, la Niña y la Santa Cruz 3, no iban atestadas
de ballesteros y espadachines para plantar lechugas ni para criar gallinas,
sino para batirse.
el Almirante envió estos refuerzos a toda prisa a su
hermano, ya convertido en Adelantado, ante todo y sobre todo para hacer la guerra
a los indios comarcanos y surtirse de esclavos para el trabajo en las minas y
su venta en Europa, y quizá también para atajar la actitud díscola y el talente
bullicioso de algunos levantiscos 4.
Debemos dejar establecido desde este punto que, a la postre,
esta será una etapa bélica más, como podrá verse muy pronto. Las negociaciones
con la gentil, sociable e independentista cacica Anacaona acabarán con su
ahorcamiento en la plaza de Armas. Y sin embargo, pese a que lo que lo que
había desembarcado en La Española era una fuerza de élite, sabemos que Campo encontrará
tiempo y oportunidad para poner en marcha una hacienda agrícola. Más de cien hombres,
sobre todo indios de servicio, niños y viejos, más algunos lucayos. Una hacienda
a la que puso el nombre de Compostela en un ejercicio de humorismo muy gallego
que seguramente sólo él podría comprender. Hemos recordado antes que la familia
Campo tenía su solar en la zona homónima de Santiago de Galicia; allí, en la llamada
plaza del Campo tenía su sede el señorío de horca y cuchillo de los condes de Altamira,
cabeza del apellido. Pero no sólo era Campo el linaje de Sebastián, no sólo Campo.
El gentilicio familiar de Sebastián, la plaza y casas del Campo, hoy llamada de
Cervantes, también tenía Estela (estrella, en latín vulgar).
a partir de 1842 se empezó a conocer popularmente el
lugar como plaza de Cervantes, denominación que no se haría oficial hasta 1886.
Eso sí, la fuente era antigua, ya que está documentada desde principios del siglo
XV, habiéndose denominado su emplazamiento con anterioridad al nombre actual Campo
de la Estrella (Campo Estela, en los siglos X y XI) y Campo o plaza del
Pan 5.
No me cabe duda de que Sebastián al denominar a su
finca Compostela quiso rendir un homenaje a su apellido. Sobre la encomienda de
Campo el adelantado Diego Velázquez fundará en 1504 la ciudad de Compostela de
Azua, a la que el Rey, por cédula de 7 de diciembre 1508, concederá por escudo:
A la villa de Compostela: un escudo azul y en él una estrella
blanca, y en lo bajo, unas ondas azules y blancas.
Concesión de aristocracia vecinal cuyos motivos no deben
verse en la futilidad, sino en la alta política: atribuyendo escudos de nobleza
a las ciudades indianas, su alteza rebajaba las pretensiones señoriales de la familia
Colon.
Niego que esta vez me haya ido por las ramas. Si traigo
a colación vocablos como Campo, Gallego o Compostela es para revelar las pautas
que he seguido para detectar al tudense en el fárrago de testimonios, escritos y
crónicas a que dará lugar la Conquista. Debemos pensar que a menudo el cronista
de Indias, al interrogar un testigo, a la pregunta de ¿quién hizo esto?, sólo obtenía
como respuesta: Un portugués. Un gallego. Uno de Pontevedra. Creo que esta
última localización es importante en cuanto represente el escalón descendente
intermedio entre “gallego” y “de Tuy”. Tuy, Bayona, Camiña y La Guardia eran pequeñas
villas a través de las cuales la familia Campo había secundado las correrías de
Camiña, pero perfectamente desconocidas al otro lado del océano. La cabecera de
la comarca de Tuy, a la sazón y aún hoy, es Pontevedra, la segunda ciudad de
Galicia por entonces. Desde sus murallas Piero, el padre, se hartó a disparar
sus saetas; aquí debió hacer sus primeras armas Sebastián, el hijo. La narración
de las odiseas heroicas del Madruga en aquel asedio (la esquiva del corte con hoz
a las patas de su caballo) tuvo que haber sido la tabarra habitual del gallego los
días que hubiese empinado el codo en la dominicana taberna de la Cordobesa.
Propongo, pues, que encendamos un pequeño foco en esa línea. Y ahora, venga, joder,
algo de acción.
Ovando, cuidado con él, era un hombre de esos de ¡Venga!
¡Espabila!, por lo que a los pocos meses de su desembarco se propuso el sometimiento
de los cacicazgos levantiscos de Higüey y Xaragua, a poniente y levante de La
Española. Recordemos que esos conatos de rebelión habían sido uno de los motivos
por los que los baquianos (veteranos) habían recibido con albricias en puerto
a los que llegaban con la armada de Ovando. Cualquier mal gesto por parte de los
indígenas abría la posibilidad de esclavizarlos como cautivos de buena guerra, un
mecanismo ominoso del que ya vamos teniendo experiencia por Canarias. El
gobernador reclutó a la carrera a los trescientos mejores hombres, entre los que
según todos los indicios estaría el conquistador de Tenerife: no es el menor de
ellos el de que se sabe que movilizó a todos los de a caballo en la isla (70),
arma en la que hemos visto que Campo había adquirido experiencia en la campaña de
Tenerife. A través del testamento sabemos que, en su establo dominicano, pastaba
un caballo morcillo ensillado del que lamentamos haya omitido el nombre: con gusto
lo escribiríamos aquí, como Babieca o Bucentauro. Las Casas atribuye al de Tuy
el oficio de caballero: el que tiene y puede mantener un caballo.
Como podrá verse
muy pronto, Sebastián había hecho muy bien en haber renovado su armamento.
Las hostilidades comenzaran en la isla Saona, al sureste
del territorio de Higüey, extremo oriente de La Española 6.
El incidente que lo desencadenará será el clásico destripamiento. La islita se había
especializado en surtir de pan de raíz de cazabe a las carabelas; un español
que estaba estirando las piernas por el palmeral, descansando de la larga travesía
en una nao carguera, se descuidó de su perro alano y el chucho, entrenado para
eso, desparramó las tripas del cacique. Había una instrucción a las lanzas jinetas
de apuntar a la barriga por el efecto desmoralizador que produce entre nativos
el arrastre de la masa intestinal y los canes la habían asimilado fielmente. Los
ocho siguientes españoles que se presentaron en Saona, en procura de pan
cazabe, fueron liquidados a palos. ¡Buena guerra habemus!, que gritan los
vecinos en la dominicana plaza de Armas. Más pronto que tarde el gobernador despachará
una armada al mando de Juan de Esquivel y otros capitanes, como los ya experimentados
Ponce de León, Diego Velázquez y Sebastián de Campo, u otros futuros famosos que
harán aquí sus primeras armas, como un tipo chiquito y dicharachero llamado Diego
de Nicuesa o Francisco Pizarro, resuelto y analfabeto. Más adelante se incorporará
a la campaña el no menos arrojado, pero estudiado y con latines, Hernán Cortés.
Mal momento para ser indio.
Hernán Cortés llega a la isla en los años en que Ovando
le estaba haciendo la guerra a los indios de Higüey y de Jaragua, participando
activamente en estas campañas militares… Ovando, reconociendo su labor… le encarga
la escribanía del recién fundado ayuntamiento de la villa de Azua 7.
Cortes pasará a
Cuba en 1511 y de allí a la aventura de su vida, la conquista de México. Sin duda
íntimo por cercanía local de Campo (en Azua sólo conviven 25 españoles, según
Arranz), habríamos visto al tudense en Tenochtitlán si los costurones de los combates
le hubieran permitido una vida más larga. En cuanto a Diego de Nicuesa, muy
pronto observaremos como se enreda en negocios con Docampo.
La rebelión del Higüey. Demasiada trompetería para tan
poco enemigo. En total embarcarán unos trescientos hombres fuerza sobradamente
calculada para enfrentar varios millares de tainos. La escuadra, desembarcando
de pueblo en pueblo, fue sometiendo el territorio con toda la pachorra del
mundo. A juicio de Las Casas la resistencia de aquellos pueblos líticos (entre el
paleolítico y el neolítico), solo se puede calificar de patética:
Sus guerras (de los indios) eran como juegos de niños,
teniendo las barrigas por escudos para recibir las saetas de las ballestas y
las pelotas (balas) de las escopetas, como peleaban desnudos en cueros… flechas
sin hierro… piedras donde las había… de los caballos no digo, en una hora alanceó
uno sólo, 2.000 de ellos 8.
Tal vez Las Casas exagere o achaque a todos la maldad
de unos pocos; en el fondo es hombre que defiende una tesis y este tipo de individuos
suele ser parcial:
Probaban muchos las espadas; quien tenía mejor espada
o mejor brazo, y cortaba al hombre por el medio, o le quitaba la cabeza de los
hombros de un piquete, y sobre ello hacían apuestas 9.
El bueno de fray Bartolomé tiene unos anteojos con lentes
de aumento y se los pone para ver este tipo de cosas. No es que tengan muchas
dioptrías, solo algunas, pero aumentar, aumentan.
Tras el último desembarco, los españoles cruzaron en sus
bergantines a la isla de la Saona y pasaron a 600 o 700 a cuchillo, colocando
teatralmente sus cuerpos en estrella alrededor de la plaza (bohío) del pueblo.
Escenificaron así la venganza cumplida por aquellos ocho cristianos de los que ya
nadie se acordaba. El combate no debió de ser de los que enorgullecen a las generaciones
futuras, no obstante, debemos situar en el epicentro del mismo al capitán Docampo,
vasallo, a la postre, del señor de Pontevedra: el conde de Camiña: No hay
noticia en la isla de ningún otro caballero a quien pueda aplicarse el gentilicio
Pontevedra (Sí existió un peón llamado Antonio de Pontevedra):
dos de a caballo… llamados Valdenebro y Pontevedra
vieron un indio en bueno y grande campo… dijo uno “déjamele ir a matar”; pásalo
de parte a parte (con la lanza); el indio toma con las manos la lanza y métesela
más y vase por ella hasta tomar las riendas en la mano; saca la espada el de a
caballo y métesela por el cuerpo; el indio quítale de las manos la espada teniéndola
en el cuerpo… saca el puñal y méteselo en el cuerpo; el indio quítaselo de las manos;
ya quedó el de a caballo desarmado. Velo el otro de donde estaba, bate las piernas
al caballo, encontrándolo con la lanza y, tomada por el indio, hace lo mismo del
espada y del puñal; helos aquí ambos desarmados y el indio con seis armas en el
cuerpo; hasta que se apeó el uno y sácale el puñal con una coce que le dio y
luego cayó muerto el indio en el suelo 10.
Es imposible, reiteramos, la creencia a ojos cerrados
en las fantasías de Las Casas aunque el párrafo sirva de muestra de la valentía,
a pesar de todo, de aquellos guerreros prehistóricos. Las armas nuevas que Docampo
había encargado a crédito en España, espadas, ballestas, quizás una escopeta,
hacían la diferencia; pero aquellas victorias arrasadoras se ganaban no sin sudor.
Quizás entre aquellos tres mil hombres que mantenía Ovando en la isla existiera
una docena de los tales sádicos que describe fray Bartolomé (“Probaban en
muchos las espadas… quien tenía mejor espada o mejor brazo y cortaba el hombre
por medio o le quitaba la cabeza se los hombros de un piquete y sobre ello hacían
apuestas”); pero la mayoría sólo tenía un deseo fanático de ganancia de fama
y riqueza; eso sí, sin dar importancia a los medios.
Al cabo de dos o tres envites los indígenas mandaron a
decir que ya tenían suficiente. El mensaje que llegó al capitán Esquivel era de
rendición incondicional: se obligaron al servicio de los españoles, sin importar
en que. Se les impuso que deberían convertir su territorio en gran conuco de
pan cazabe para abastecimiento de los españoles de Santo Domingo, dejando “aquella
isleta (Saona) destruida y desierta, siendo el alholí del pan, por ser muy fértil
11”. Este será el primer gran triunfo de Ovando,
puesto que el hambre cataclísmica era la típica crítica que se hacía a la familia
Colón, siempre acechante en la corte en su intento de recuperación de la vara
de mando en las Indias Españolas.
La paz tiene sus rituales en aquellos lares y Esquivel
hizo pacto de guatiao con el cacique Cotubanamá, que pasó a llamarse Juan Esquivel.
Lo que no impedirá que el tal Juan Esquivel-bis sea ahorcado allí mismo, el duplicado,
que no el original. Se dejó una fortaleza de madera a cargo de nueve hombres para
asegurar el cumplimiento de los compromisos adquiridos y se devolvió a capitanes
y soldados a sus lugares de origen; en pocos días Campo estaría en Compostela.
Pero en estos tiempos, principios de 1503, cuando aún había indios en pie de guerra,
apenas daba tiempo a limpiar la sangre de las espadas. Un conquistador de raza,
como Campo, difícilmente podía dedicar mucho tiempo al sueño de Cincinato: el cambio
de las armas por el arado.
En el suroeste de la isla la cacica Anacaona, muerto su
hermano Bohechio, gobernaba en Xaragua ateniéndose escrupulosamente a los tratados
que obligaban a su gente a soportar la depredación de niñas y cazabe a que le
sometían los roldanistas residuales. La tensión explotaba en periódicos altercados;
uno de ellos, más grave que de ordinario, proporcionará a Ovando el casus
belli en cuya esperanza todos vivían. La corona se enfadaba si se mallaba
en los indios sin un motivo legítimo, se enfadaba, pero poco. Esta vez el casus
estaba bien documentado. Al parecer se habían producido tratos o conversaciones
encaminados a una sublevación; un eficaz servicio de información de indios colaboracionistas
filtrará o inventará la noticia.
La tropa se conformará
como siempre de algo menos de trescientos hombres, compañía standard que se revela
suficiente en Indias para eliminar cualquier amenaza por fuerte que sea. En Cajamarca-Perú
y México-Tenochtitlan, Pizarro y Cortes laminarán ejércitos de hasta 50.000 hombres
con fuerzas incluso inferiores. Claro que sólo en El señor de los anillos
volverá a ver la humanidad el enfrentamiento de un moderno ejército europeo
contra huestes de la Edad de Piedra.
En junio de 1503 la hueste se presentará en Compostela,
camino de Xaragua:
Ovando fue huésped de un comendador gallego que allí vivía
12.
Es de suponer que el motivo de la estancia no fue la hostelería,
sino la recluta Campo y su gente. Y no se trata de una suposición gratuita; antes
que nada está el hecho de que sería absurdo dejar de vacaciones a uno de los más
afamados conquistadores españoles que moraba en la isla, fidelísimo a Ovando. A
mayor abundamiento, con la expedición venía Rodrigo Mexia de Trillo, el miembro
de la “asociación a dos” canaria con el que Campo lo compartía todo: casa, tierras,
guanches, armas. Desde luego, si Sebastián hubiese preferido vestirse con faldas
de mujer en vez de asir fuertemente la espada que Mexía le arrojaba entre las
piernas, el de Tuy hubiese quedado deshonrado para los restos. No. ¿Cómo iban a
renunciar los expedicionarios a la hueste de indios domésticos que siempre acompañaba
a estos conquistadores? De Compostela debieron haber partido al amanecer los
dos Campos, el gallego y su guatiao, seguidos de un buen montón de tainos de guerra
entrenados, una especie de spahis marca de la casa.
Debió haber partido rumbo al poniente. Tenía obligaciones
militares con Ovando, societarias con Mexía. Pero todo el Sur de la isla estaba
en revolución, Azua, también. Tete a tete con el comendador de Lares se valoraría
la conveniencia de mantener asegurada la retaguardia, el camino de Santo Domingo;
y esa retaguardia era la encomienda Compostela. Como en breve se comprobará,
esta será una previsión juiciosa. Mientras sí, mientras no, Sebastián se quedaría
en casa; tenemos un testimonio indudable de ello, pero lo dejaremos para el próximo
capítulo. El socio, Mexía de Trillo, deberá conformarse por esta vez con una tropilla
de tainos entrenados; es probable que al mando del guatiao Campo. Como los cronistas
aseveran que los guatiaos solo hacían lo que sus amos, creo que es de buena lid
literaria que sigamos presentes en la acción, enfocando nuestra mirada a través
de los ojos del esforzado taino Campo-bis. ¡Alto, NO! Así no sería la biografía
de Campo Gallego. Bah, pero el de Tuy no es el narrador, que soy yo. Y si Las Casas
dice que los guatiaos eran un duplicado de la vida de su sosia… es como si siguiéramos
las aventuras que el gallego pudo haber tenido, una especie de segunda posibilidad
de vida. Vale, así, sí.
La acción de Xaragua difícilmente podrá considerarse
batalla; hoy la llamaríamos acción de limpieza. O algo peor, como My Lai. Para narrar
la razzia, crudelísima, seguiremos a Oviedo 13;
si lo hiciésemos con Las Casas, los hechos podrían parecer de una maldad delirante
y perderíamos credibilidad.
A oídos de Ovando habían llegado rumores de que los de
Xaragua tramaban una traición. Sin apenas preparativos, reclutó doscientos
peones y setenta de a caballo (recordemos que Campo era caballero con montura en
Indias 14. ¿Le supliría en la cabalgada su guatiao?);
a ellos se sumaron los indios de guerra de quien los tenía. El gobernador señaló
decididamente al Oeste donde, a cabo de unos días, tras la conocida escala en
Compostela, alcanzó los dominios de Anacaona. A esta reina indígena se la suele
describir como hermosa, a menudo por motivos literarios. Las Casas, prefiere el
término de palaciana, o sea puta. A saber cómo sería, aunque lo cierto es que pretendientes
españoles no le faltaban, deseosos de dar el braguetazo dado el gran contingente
de indios que regentaba. Anacaona, intimidada por la wehrmacht blindada
que le había caído encima de sopetón, convocará a todos los señores en la aldea
para celebrar una serie de festejos en homenaje al guaniquina (jefe) de los cristianos.
Ovando será alojado con todo honor en un caney grande y muy labrado, de madera
y paja.
Un domingo (mandó Ovando que) los cristianos jugasen a
las cañas y que los caballeros viniesen apercibidos, no solo para el juego,
sino para las veras y pelear con indios 15.
Mientras, Ovando, el comendador mayor, disfrutaba de
la serena tranquilidad de un banquete en su honor a base de caza, pescado y
cazabe; mientras, su imperturbabilidad de santurrón barbirrubio apenas se veía afectada
por los cantos indígenas llamados areytos y las sensuales danzas que se le
exhibían; mientras, se le daba a elegir entre una selección de niños y niñas de
cama. Mientras. La secuencia de los hechos se desencadenará después de la comida
de hermandad con los caciques que había tenido lugar en la Casa Grande.
Tan pronto como la gente de a caballo llegó a la plaza,
llamaron al comendador para que viese el juego de cañas; le encontraron jugando
al herrón con unos hidalgos para disimular. Luego vino allí Anacaona, su hija Aguaimota
y otras mujeres principales. Dijo (Ovando) que venía a ver el juego de cañas y
mandó llamar a los caciques. “Primero les quería hablar y darles ciertos capítulos
de lo que habían de hacer”. Mandó tocar una trompeta y se juntaron todos los
cristianos e hizo meter a todos los caciques en la posada; y allí fueron entregados
a los capitanes Diego Velázquez y Rodrigo Mexía de Trillo, los cuales ya sabían
la voluntad del Comendador mayor e hicieron atar a todos. “Y súpose la verdad de
la traición y fueron condenados a muerte”. Y los quemaron a todos dentro de un
bohío o casa, salvo Anacaona, a la que al cabo de tres meses mandaron ahorcar por
Justicia. Después de lo cual se hizo guerra a los indios que eran gente muy salvaje.
Vivían en cavernas hechas en los montes, no sembraban ni labraban y se mantenían
solo con frutas, hierbas y raíces. Fue la gente más salvaje que se ha visto en las
Indias 16.
Las Casas aporta el detalle de que la contraseña para el
inicio de la matanza fue un tocamiento que hizo Ovando de su cruz de oro al
cuello, distintiva del cargo de comendador de Alcántara. Mejor eso que escuchar
su voz, que al parecer sonaba temblorosa de puro solemne y autoritaria. Y, aunque
hemos preferido omitir los desbarrigamientos al estilo lascasiano por no echar
más leña al fuego, es imposible resistirse cuando el dominico, en vez de exagerar,
ironiza:
A la señora Anacaona, por hacerle honra, la ahorcaron 17.
Tal fue la terminación oficial de la campaña de Xaragua,
aunque las operaciones de limpieza se demorarán varios meses. A la reina
Isabel, que había cogido cierta simpatía de colega a Anacaona por su recio carácter,
tan parecido al suyo —a pesar de habitar en otra dimensión espacio-temporal—,
disgustó la ejecución de la cacica. Pero solo fue una indisposición pasajera,
una cena atragantada; pronto Ovando, su hombre, empezó a poner orden en la isla
y en el lastre de los barcos se incluían muchos pesos de oro. El real berrinche
se pasó en un real suspiro.
1 Luis
ARRANZ MÁRQUEZ. Repartimientos y Encomiendas en la Isla Española (El Repartimiento
de Alburquerque de 1514). Ediciones Fundación García Arévalo. Madrid, 1991.
2 Juan GIL. El
rol del tercer viaje colombino. Historiografía y bibliografía americanistas,
volumen 29. 1985.
3 GIL, ibidem.
4 GIL, ibidem.
5 Juan Carlos
CANALDA. La presencia de Cervantes en Santiago de Compostela. Web, 2020.
6 Jackie ARVELO.
Historia de Santo Domingo. 3000 A.C. - 1536. Web. Santo Domingo, 1991.
7 Henry MELO.
Azua de Compostela. Origen y Fundación. Editorial Búho. Santo Domingo, julio
2016.
“Hernán Cortés llega a la isla en los años en que Ovando
le estaba haciendo la guerra a los indios de Higüey y de Jaragua, participando
activamente en estas campañas militares, demostrando así condiciones para tales
fines a temprana edad (contaba con unos 19 años, pues había nacido en Medellín
en el año 1485). Ovando, reconociendo su labor en estas batallas lo premia con
repartos de aborígenes y de tierras y le encarga la escribanía del recién fundado
ayuntamiento de la villa de Azua. También se le asignó una granjería, situación
esta que aprovechó bastante bien, pues andaba todo el tiempo negociado con semillas
y aclimatando esas que llegaban de España al nuevo territorio”.
8 Bartolomé
DE LAS CASAS. Historia de las Indias. Libro II. Imprenta de Miguel Ginesta
(proyecto Gutemberg). Madrid, 1875.
9 Ibidem.
10 Ibidem.
11 Ibidem.
12 Gonzalo FERNÁNDEZ DE OVIEDO Y VALDÉS. Historia general y
natural de las Indias. Biblioteca virtual Cervantes. Alicante, 2011.
13 FERNÁNDEZ
DE OVIEDO Y VALDÉS, ibidem.
14 Carmen MENA GARCÍA. Aquí
yace Sebastián de Ocampo a quien Dios perdona. Anuario de Estudios Americanos,
Sevilla, jul-dic. 2.012.
15 FERNÁNDEZ
DE OVIEDO Y VALDÉS. Ibidem.
16 Ibidem.
17 DE LAS CASAS. Ibidem.
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