¿DE QIEN ES LA CASA QUE CONSTRUIMOS EN SUELO DE MI ESPOSA?
Cuando se construye durante y a costa del matrimonio en suelo privativo de uno solo de los esposos, a veces, el vuelo absorbe al suelo, y la totalidad (suelo+vuelo), se convierte en ganancial; en otras ocasiones, el suelo predomina, y la totalidad (suelo+vuelo), pasa a pertenece a la propiedad privativa del esposo, dueño del solar. Menudo trabalenguas, ¡cuántos pleitos ha originado! Intentaremos sintetizar el tema, pues existe una clara línea de corte según la fecha de terminación de la obra (arts. 1404CC antiguo o 1359CC moderno):
-Construcción terminada antes de 13 de mayo de 1.981 (reforma CC): Se produce la llamada ACCESIÓN INVERTIDA (el vuelo se come al suelo); es decir que la sociedad de gananciales se hace dueña tanto del edificio como de la finca privativa sobre la que está construido. Su reflejo es el antiguo art. 1404 CC: “Las expensas útiles hechas en bienes peculiares de los cónyuges mediante anticipaciones de la sociedad o la industria del marido o la mujer, son gananciales. Lo serán igualmente los edificios construido durante el matrimonio en suelo propio de uno de los cónyuges, abonándose el valor del suelo al cónyuge a quien pertenezca”.
-Casuística:
* El traspaso de propiedad del suelo se produce por ministerio de ley, antes incluso de la compensación.
*Podría ser aplicable a mejoras o rehabilitaciones de importancia (+50%), en cuyo caso el vuelo se comería el suelo, excepto una parte del vuelo privativa.
*El tema de la subrogación: Si se construyó en privativo con fondos gananciales, vigente el 1404; y luego se derribó la edificación y se construyó otra (vigente el 1359); el terreno ya se habría convertido en ganancial, y así lo sería el nuevo edificio, conforme a ese mismo 1359.
*Por último, puede ser tema de discusión si la finca absorbible por el edificio es solo el solar ocupado o toda la finca. A mí entender en Galicia, dada la indivisibilidad esencial y legal de los terrenos, está meridianamente claro que debe extenderse a toda la finca. Si fueran segregable, la R. DGRN 29/03/1954 entendió que solo alcanzaría la “accesión invertida ex 1404” al solar ocupado y no al resto de la finca. Caso de hallarse una parte en proceso de expropiación, de alguna forma se produce una “segregación legal”, por lo que entiendo que la parte expropiada no se vería afectada por la ganancialidad sobrevenida.
-Construcción terminada a partir del 13 de mayo de 1.981: Se produce la llamada ACCESIÓN ROMANA (el suelo se como al vuelo, ad ínferos, ad caelum, por abajo hasta el infierno y por arriba hasta el cielo). Su reflejo es el moderno art. 1359 CC “Las edificaciones… en los bienes gananciales o en los privativos, tendrán el carácter correspondiente a los bienes a los que afecten, sin perjuicio del reembolso del valor satisfecho”.
Casuística:
*La sociedad de gananciales es acreedora por el aumento del valor del terreno privativo, al tiempo de la disolución de la sociedad. Pero se ha planteado doctrinalmente si la sociedad pueda reclamar el importe actualizado de los fondos gananciales invertidos (no parece tenga apoyo legal).
*Caso especial: (¡Interesante para Galicia!) Si se construye, constante sociedad conyugal y a su costa, en terreno de los padres de uno de los esposos y, después, este lo hereda, el terreno debe considerarse privativo, dado el carácter aberrante de esta forma de accesión y, por tanto, de interpretación restringida.
COMENTARIO: Lógicamente una oscilación tan radical de propietario (o el esposo/a-heredero o la sociedad conyugal) puede ser apto para territorios donde “la construcción” es un hecho recognoscible, cuyo fin de obra se certifica y declara formalmente a día cierto, pero no para Galicia, donde se construye estilo La Sagrada Familia y las edificaciones aumentan y se rehacen a lo largo de décadas o incluso de siglos bajo el principio del “Ti vai facendo”.
Sobre estos temas tratan las STS de 14/10/1982 y 25/05/1950.
En fin, en la Galicia tradicional estos temas pueden volverse muy enrevesados. No me quiero ni imaginar que pasaría caso de una compañía familiar, o peor aún, si el régimen fuese la "veciña".
3.-IL BRAGHETTONE
II-
Pongamos al
hombre frente a su infinita pequeñez
Cuando Roma estaba siendo saqueada por el emperador,
Florencia, la ciudad tótem de los Médicis, se sublevó contra La Famiglia (El papa Clemente de Médicis
estaba atrapado en la mole Santángelo). Fue una borrachera de libertad y Miguel
Ángel, uno de los diez de la Guerra florentinos, de los más ebrios. Llegó a
inventar un sistema para detener los cañonazos a base de colchones colgados en
las murallas. Pero la situación dio un giro cuando el papa, viendo que no podía
enviar al emperador al Infierno, la catapultó al Cielo coronándolo en Bolonia
al estilo de los antiguos césares. A
cambio, le pidió que proclamase la cruzada.
—¿Para liberar Jerusalén, Santidad? ¿O antes Egipto,
Grecia, Anatolia...?
—Florencia, Alteza imperial.
—¡Pero si eso está en dirección contraria!
A Carlos V le convino. Asedió Florencia. Cuando cayó
la plaza, el papa entronizó en ella de nuevo a su hijo, el mulato duque
Alejandro. Nadie que se enfrentaba a los Médicis tenía una muerte fácil y el
divino Miguel Ángel era divino, pero no bravo. Se enterró en vida en el panteón
de los Médicis, pero el abad custodio del monumento lo delató a Clemente VII.
¿Hombre muerto? No, vivo. La rueda de la fortuna se encaprichó en dar un nuevo
giro. Al papa, Buonarroti le servía mejor vivo que muerto. Tenía una idea en
mente. Los que, como Cellini, le vieron pasear obsesivamente por los corredores
del Santángelo en los días del cerco pudieron escucharle frases como esta:
—Una obra de arte que lo cure todo.
Sabían
perfectamente lo que su Santidad estaba pensando. “Se hace preciso borrar de la
conciencia de los hombres la humillación del Saco. Necesito un maestro que cree
la máxima obra que el arte pueda dar de si, por los siglos de los siglos amen.
Algo que ponga a los hombres frente a su infinita pequeñez”.
—Nos crearemos la obra de arte total. Algo que suprima
de raíz cualquier disidencia. Sea en el muro testero de la Sixtina, el lugar
más santo de la Cristiandad.
Miguel Ángel y Clemente. Estaban atrapados el uno por
el otro. Muertos Leonardo y Rafael, no quedaba ningún artista realmente grande
por más que tuviera escrita sobre su frente la palabra “traidor”. El papa
necesitaba al divino traidor para recuperar su crédito. Pero Miguel Ángel
necesitaba al papa para seguir respirando. Cada uno tenía lo que el otro más
deseaba.
Clemente
terminó su monólogo:
—… Una obra que cuando la contemplen mis enemigos se
sientan humillados hasta los tuétanos.
—¿Podríais
resumir, micer Piombo? —le encareció un Nelo cada vez más ansioso. En su campo
visual había una mesita desplegable, adosada al cofre del erario, y encima,
plato, cuchillo y todo lo necesario para una cuchipanda, a pesar de la hambruna
que ya afectaba al Santángelo.
—¿Sabes lo que
le encargó? —respondió Piombo—. Mmm... ah, entonces uno de esos salamis de
Toscana… si quedan —añadió en dirección al criado que le había acabado de
informar que ayer se había consumido el último pichón en salmuera.
—Supongo que le
encargaría uno de esos frescos de La
Justicia a tamaño catedral —dijo—. Conozco las fantasías de los Médicis.
—No, no, no y
no —dijo el Signatario en tono juguetón. Canturreó—. Le encargó un fresco de La Resurrección para el muro testero de
la Capilla Sixtina. ¿Simbólico, no? Roma resucita y patatín y patatán.
El sirviente le
tiró de la manga que sobresalía del luco y le ofreció una cebolla. “¡Hola,
salami de Toscana!”, dijo Nelo en tono perfectamente audible.
—Una Resurrección. ¡Gran jugada del papa!
¡Magnífica venganza florentina! En vez de matar a Miguel Ángel, algo tan
vulgar, ¡lo convierte en su esclavo
político! Le obliga a pintar la mejor obra de arte de todos los siglos, a
mayor gloria de la familia Médicis. ¿Qué? ¿Han superado los ahorcamientos boca
abajo? ¡Esto no es nada! ¿Te das cuenta del papelón de Miguel Ángel? ¡Venía de
sublevarse contra los Médicis en el acto más heroico de su vida! ¡El liberador
endiosando al asesino de la libertad! ¡El reo que besa el hacha del verdugo!
¿A qué me suena esto? A La Justicia.
—Ahora querrás saber —prosiguió el funcionario cuya
barba estaba teñida de alheña, sí, sin duda—, como respondió el divino. Tampoco
estuvo mal, no señor. Un digno esgrimista. Pues va Miguel Ángel y... ¡Un
momento! ¿Nos serás uno de esos que le va a la Inquisición con el cuento?
—¿Es de ese
género lo que voy a escuchar?
—Peor, para
decirlo claro —dijo Piombo que, acto seguido, inclinó la cabeza como diciendo
“entre nosotros, eh”.
—Consideraría
un honor que me tuvierais por persona de vuestra confianza.
Piombo escrutó
al famélico volterrano con los ojos achinados, como diciendo: Vaya, vaya,
quizás este hombre merezca recibir el don de la comida ¡imagínate que consiga
entrar en el círculo de Macelo de Cuervos!
—¿Y qué es lo
que hizo Miguel Ángel? Si se hubiera negado a pintar la Resurrección, el papa no lo hubiera matado. ¿Cómo iba a dar muerte
al creador del Dios Creador de la cúpula de la Sixtina? No, que absurdo. Pero
no fue precisa ni siquiera esa negativa para que Miguel Ángel se saliera con la
suya.
Nelo, que hasta
entonces escuchaba atentamente, empezó a sentirme estafado por la verborrea.
—No os he pedido que me contéis porqué el divino
maestro se negó a pintar esa Resurrección,
solo os he preguntado cual es el encargo artístico en concreto y si me toca
algo.
—Es que no se
negó. Hizo algo mucho más terrible.
Se escuchó un
desagradable crujido, como un hueso que se rompe. Eran las estanterías de
madera, abrumadas por la cantidad de moneda y lingotes que estaban obligadas a
sostener. Ser ungido emperador no es gratis.
—De verdad,
Piombo, necesito un trabajo con urgencia ¿es necesario que me contéis todas
esas cosas?
—Olvida esa
impaciencia, ¿quieres? …No se negó, amigo, no se negó. Qué va. Se desmadró.
Presentó a Clemente VII unos cartones preparatorios en los que Cristo resucita
desnudo, como un Apolo. ¡Santo Cielo! Desnudo... DESNUDO. ¿Lo viste alguna vez?
Dios mío, Dios mío, ¡como no le puso ni tan siquiera un paño de vergüenza! Hay
más. Jesucristo sale por los aires estilo Faetón, en vez de sentarse sobre el
sepulcro para hacer un pequeño descanso como es lo tradicional. Soldados,
mujeres evangélicas, santos varones... ¡Todos desnudos! ¡TODOS! ¡Como Adanes y
Evas! ¡Que escándalo, que divino escandalazo!
—Pero... ¿por
qué hizo eso? —preguntó Nelo.
—Esa no es la
pregunta. Estamos hablando de la capilla Sixtina. Por Dios, Nelo, ¿de verdad
crees que donde se vela el cadáver de los papas puede haber un Cristo desnudo,
desnudo... DESNUDO?
—No entiendo
¿cómo...?
—¿Se atrevió?
No se sabe. Se dice que el alma de Miguel Ángel sigue con los rebeldes, que
sufre una crisis religiosa e incluso ¡que hay una mujer! Nadie te saca de
dudas.
—¿Una mujer?
Oíd, Piombo, el que me veáis tan delgado no os da derecho a tomarme el pelo
—Esbozó una sonrisilla cínica. Nelo sabía muy bien que clase de género gustaba
al divino.
—No soy yo
quien lo ha dicho —El funcionario cruzó el índice sobre los labios, como si
detrás de esta palabra, “mujer”, hubiera alguien muy importante y peligroso.
—¿Por qué el
papa no lo mató allí mismo? —preguntó.
—Lo del escandalazo
lo dijo el camarlengo, no Clemente. El papa se quedó callado. A la luz de su
actuación da la impresión de que tiene dudas. Lo más probable es que una de las
opciones que maneje sea el ahorcamiento de Miguel Ángel. Su hijo, Alejandro el
mulato, suspira por ello. La alternativa sería un cambio de tema. Algo
relacionado con la justicia. Un juicio… El Juicio de Catilina y sus
conspiradores o algo así. A los antiguos, está permitido desnudarlos, a los del
Nuevo Testamento, no. Aquí es donde podrías entrar: se supone que será una
composición espectacular: Catilina, Cicerón, Cesar, el senado romano al
completo... ¿Entiendes? Ayudantes, necesitará ayudantes, para las nubes, para
los árboles, para...
—No soy un
ayudante, no lo soy —dijo Nelo cerrando ambos puños—. Yo también soy un
fresquista.
—Y no
aceptarías un trabajo de ¿marmitón?; es eso lo que quieres decir ¿verdad? ¡Y yo
que creía que venías a echarte a mis pies dispuesto a todo! —Volvió a
recorrerlo con su mirada, algo globosa— Te diré lo que vamos a hacer de
momento. Descontaremos una de esas letras que Perino te ha remitido desde
Génova y podrás terminar ese par de evangelistas en San Marcelo. ¿Qué te
parece?
—Ese dinero es
mío, ayer apenas comí unas judías verdes. Descontaremos la mitad… no, todas. Y
que Dios os lo pague.
—No, de momento
pagará su segundo de a bordo que es el papa. Pero no le cojas mucho cariño al
encargo. En cuanto su santidad te llame, lo tendrás que dejar.
De nuevo se ve a Nelo subido al andamio de San Marcelo
entre bandadas de palomas que penetran por los huecos de los cañonazos. Se le
ve frente a un San Lucas, mutilado de cintura para abajo por los herejes.
Abajo, entre montañas de escombros y excrementos, Urbino prepara el arricio (el fondo del fresco a base de
cal y puzolana). Arriba, en la cúpula de la capilla de la Crucifixión, se ve a
Nelo dar de martillazos a lo que queda de las pantorrillas de San Lucas. La
promesa de Piombo le había insuflado un ahhelo pugnaz. ¡Trabajar para… o sea,
con, Miguel Ángel! Daría una pierna.
Se le puede ver durante semanas, picando el lienzo
antiguo, encalando por encima. Se le ve apresurado, pintando sobre la última
capa, el intonaco (una mezcla de cal
mojada y mármol). Si se deja secar, se arruina el fresco. Previamente, ha
punzoneado los cartones, soplando polvo de hollín a través de unos agujeros que
siguen el trazo del dibujo. Ahora vemos ya renovados a San Marcos y San Lucas y
al novillo y dos angelitos añadidos de su cosecha. Un resultado ¿de semanas, de
meses? Que más da si la impaciencia ha sido indiferente contra el destino:
Miguel Ángel no regresará a Roma. Jamás. Teme al cadalso.
Aquella tarde se quedó un buen rato recogido frente a
los frescos. Una intuición desasosegante pugnaba por introducirse en su mente. ¿Estaré condenado a que sea así siempre? ¿Un
siervo de Abadón, el destructor? ¡Dios mío, nunca crearé de la nada como un
genio corriente! Sí, pero ¿y los que no han hecho ninguna cosa en la vida?
¿Qué? ¿Acaso no es mejor tener un genio vicario, aunque solo sea eso?
Durante aquellas
interminables conversaciones a gritos de suelo a andamio, Urbino le habló de un
invento que o bien había realizado Perino, o bien Piombo, o quizá los dos al
alimón, en la Logia de los Héroes de
Génova. Nunca se conocen del todo los recovecos mentales de una mente simple,
pero al parecer se trataba o de óleo sobre fresco, fresco sobre óleo, sólo óleo
o cualquier otra combinación aceitosa. Se trataba de una famosa técnica ya
experimentada en la antigüedad por Papeles, aunque lo más probable es que el de
Urbino se estuviese refiriendo a Apeles, el pintor más famoso de la antigüedad.
—¿Dónde estaba
esto? —preguntó un tipo de rostro alargado y triste como un repollo hervido.
Acababa de entrar en San Marcelo procedente del Corso y tenía un trozo de escombro
en la mano. Tras él entró otro, más tripudo, caracoleando como una jaca
andaluza. Por toda respuesta, Urbino elevó su mirada hacia el andamio. El
escombro que tenía en la mano el recién llegado Perino del Vaga era una de las
antiguas piernas de San Lucas, pretendidas piernas, porque nadie recuerda un
Evangelio en que San Lucas salga con botas. Por eso se las habían arrancado a
martillazos.
—Debajo del
tórax —respondió Nelo, que consiguió acabar su respuesta a pesar de que un vaho
de humedad le nubló la vista—: Estaban completamente arruinadas por los
luteranos, la otra aun estaba peor.
—Pues yo no les
veo ni un solo defecto a esas piernas —dijo Perino, aún irritado. El encargo
era aprovechar lo más posible.
La repetición
de la palabra “pierna” arrancó a Nelo un suspiro de dolor, tal que si le
trajera algún recuerdo desagradable.
Piombo alzó las
manos pidiendo paz.
—¿Por qué no
aprovechamos las habilidades decapantes de este buen hijo de la Iglesia?
—dijo—. ¿No es eso a lo que veníamos, Perino?
—Creo que Nelo
debería ser más respetuoso con los antiguos maestros antes de ponerlo a
trabajar en la Sixtina.
Urbino no pudo
contener un irreverente gritito de excitación, a pesar de la presencia de tan
importantes personajes.
—¡¡¡LA
SIXTINA!!! ¡Ves como tenía mis influencias¡ ¡Y ni siquiera hizo falta
utilizarlas!
—¡O Dio! ¡Yo
tengo que hacer frente a mis responsabilidades!
—¿El trabajo en
San Marcelo? —dijo Piombo— Mmm..., bueno podrá esperar otros cien o doscientos
años. Vuestros plazos de entrega acostumbrados ¿no? Lo que yo os vengo a
sugerir es....
Lo que les vino a decir era que estaban pensando en
darle una sorpresa a Miguel Ángel. Anticipó algo sobre la clase de sorpresa.
Piombo estaba pensando en su famosa técnica del “óleo a la genovesa”. Por supuesto,
nadie tocaría la pared sagrada de la Sixtina sin estar el maestro delante: de
lo contrario montaría en cólera y el papa, tan interesado en el proyecto, haría
pedazos al insolente. Se trataba tan sólo de tenerlo todo dispuesto para cuando
llegara a Roma. De empezar el acondicionamiento del muro.
Nelo quedó
paralizado por la conmoción. Lo que las palabras de los recién llegados, Perino
y Piombo, quería decir, es que por fin Miguel Ángel había aceptado pintar el
muro del altar de la Sixtina. ¡Volvía a Roma! Al parecer, había abandonado los
trucos. Que argumento lo pudo haber convencido es algo que escapa a la
comprensión humana. Hasta ahora, ni los intentos de asesinato del duque
Alejandro lo habían logrado. Y eso que para él, el que lo quisieran matar, era
un argumento de lo más convincente. Tenía pavor a la vieja de la guadaña.
—Sapristi ¿qué
le dio Clemente a Miguel Ángel? —preguntó Urbino a los recién llegados con un
tono tan alto que sería insolente si él no fuera, no sé... un simple ¡botarate!
—Le dio todo
—zanjó Perino en tono que excluía las aclaraciones.
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